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¿Revienta o no revienta?

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¿Revienta o no revienta?

Ya pasó diciembre. Con alguna lentitud vuelve el ajetreo del tráfico y el regreso a una cotidianidad que lo único que tiene de cotidiano es la sorpresa.

 

 

Arrancó el año con una nueva realidad política y con un aire de cambio que sólo se compara con el tamaño de la crisis. Desde el compatriota más informado, hasta el que sólo se huele lo que nos pasa por la inmediatez de su día a día, todos vemos con temor los primeros meses del año.

 

 

Desde hace mucho tiempo el venezolano sabe que los dos primeros meses del año son una mezcla de resaca económica con rompimiento político de expectativas. A febrero hay que tenerle miedo. No en vano los sucesos políticos más notorios de finales del siglo pasado ocurrieron precisamente en ese fatídico mes. Este año, se agudizarán un conjunto de procesos económicos y políticos en marcha, que ciertamente pueden hacer que nuevamente tengamos un año de quiebre, como lo fue 1989 o 1992.

 

 

Lo primero que hay que señalar es el tamaño de la crisis económica. Agotadas todas las piruetas para correr la arruga, desde el fin del ciclo petrolero expansivo hasta el día de hoy, la magnitud de la crisis en forma de inflación y desabastecimiento permiten calificar la situación de Venezuela de los próximos meses como de tragedia social. La Venezuela popular lleva casi dos años comiendo lo que consigue regulado. El los próximos meses la rigidez del consumo va a llegar, en algunas zonas del país, a niveles de posible hambruna.

 

 

Por primera vez, quien sabe si desde antes de la propia aparición del petróleo, en pueblos y caseríos del país, la dieta de las familias se convertirá en una mezcla de producción de conuco, trueque entre familias y acceso a bienes por operativos públicos de frecuencia menos que ocasional.

 

 

En las ciudades grandes e intermedias la situación será un poco distinta, pero no por ello menos caótica. Las colas y las esperas frente a los centros de abastecimiento por (literalmente) “lo que sea”, hará parecer a los dos años anteriores como “tiempos de más o menos”, comparados con lo que será la tragedia alimenticia que nos depara.

 

 

En medio de su alienación, en el sentido freudiano de la separación del Yo-gobierno con la realidad, la nomenclatura en el poder parece que sólo recientemente y de lejos, le huele a crisis o al menos a emergencia nacional. Frente a una tragedia de la cual sólo ellos son responsables, no tienen otra idea en el portafolios que enfrentarla con más de lo mismo. Controles, represión, operativos y otras prácticas del militarismo económico, serán disfrazadas bajo otro pomposo nombre, como el denominado Plan de Emergencia Económica, cuya única novedad será la aparición de un nuevo enemigo: la Asamblea Nacional.

 

 

Imagínese usted la parálisis del gobierno frente a la tragedia nacional que tenemos en puertas, que a un mes de anunciado un supuesto cambio de gabinete, el presidente sigue ensañando masajitos por Twitter, contactos por VTV y otros truquitos de la desinformación, para hacerle creer al país que alguien como que está gobernando o, al menos le piensa dar alguna respuestas a la inmensa sensación de vacío que genera en el estómago los próximos días por venir.

 

 

Mientras el gobierno y los voceros políticos seguirán tratando de sacarle alguna frase infeliz a la oposición para imputarle la crisis, o seguirán con la irresponsable e irritante práctica de las huidas hacia delante, la realidad seguirá su curso, acumulando presiones y tensiones que por algún lado reventaran.

 

 

Febrero mes de revueltas y explosiones, esperemos que sea para este 2016, y por el bien de todos,  el inicio de un cambio canalizado por la poca institucionalidad que nos queda.

 

Luis PedroEspaña

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