“Populacherismo”, no necesariamente refiere el concepto de populismo. Si bien de “populismo” se ha dicho y escrito en demasía, sobre “populacherismo” no ha sido tal como cualquiera podría imaginarlo. El término de “populacherismo”, además de derivar etimológicamente de “populismo”, su praxis implica razones y consecuencias que exceden al “populismo”. No sólo en cuanto a su definición o concepto propiamente. Quizás, lo que mayormente influye en su realidad operativa, son los despropósitos y desarreglos que sus actos comprometen.
En principio podría restarse el agregado de violencia indiscriminada y hasta intencionada bajo algún esquema calculado que entraña su praxis. Es posible que antes de acusar al fanatismo que comanda la consternación que sus eventos inducen, habría que señalar la ideología de terror y desorden que inspira y justifica cada determinación asumida como razón de su ejercicio.
Implicaciones al desnudo
Entre las fuentes que incitan el “populacherismo”, podría culparse al ejercicio político basado en el determinismo como causa que aviva el autoritarismo ejercido. Pero entendido como procedimiento de gobierno. O, mejor dicho, como método de (des)gobierno bajo cuyas prácticas se asumen exaltadas improvisaciones que terminan revolcando cuanto recurso administrativo podría coadyuvar a regular y moderar procesos políticos. Incluso, procesos políticos capaces de actuar a favor de algún ordenamiento administrativo de gobierno.
Aunque lo peor ocurre cuando el vehículo ideológico que moviliza al autoritarismo en curso, se nutre de resentimientos, odios, revanchismos e ignorancia comprometiendo así estrategias que buscan manipular cuanto terreno político, social y económico luzca susceptible de intervenciones procuradas por iniciativa del manejo especulativo y abusivo del poder político ocasional.
Es ahí cuando un régimen político, seducido por el placer de sentirse enroscado a cuanta figuración se halle relacionada con escaños alineados con el manejo del poder, se obsesione viciosa o enfermizamente por mantenerse impunemente en la cúpula del poder.
Esencia del “populacherismo”
Precisamente, es ahí cuando el régimen político en ejercicio del poder, procura por los medios represivos posibles actuar como agente impositivo valiéndose de cuantas argucias sean posibles para así deformar en la población la cultura popular y costumbres locales y regionales ocasionando un daño de incalculable magnitud.
Ahí es cuando surge el “populacherismo” entendido como una práctica social, económica y política que conspira contra las libertades y derechos humanos.
Por eso el “populacherismo” actúa en escenarios donde persiste algún vacío político. Es la situación de la cual se vale para provocar cuantas deformaciones en lo social y económico sean posibles. Todas, contenidas dentro de promesas irracionales de fórmulas de mejoramiento social y económico. Por eso, el electoralismo (fenómeno político vaciado de fundamentos) le sirve para infectar con gruesos vicios, aquellos procesos políticos de importante valía para el devenir político de sociedades empeñadas en sanear ambientes caóticos y desordenados. Procesos estos beneficiosos a los intereses del “populacherismo”. Siempre amparado por el impudor de ejercicios políticos corruptos e impúdicos.
Para lograrlo, busca igualar la población (por rebaja al absurdo) a niveles de miseria sin ser advertida. Mucho menos, informada de las consecuencias que afectarán la cultura, proyectos de vida y legítimas esperanzas de la ciudadanía. Es lo que la sociología política refiere como “descomposición social”. Pero que, a instancia de las realidades que emergen en el contexto de un controvertido siglo XXI, son indicadores de un “populacherismo” de nuevo cuño.
Antonio José Monagas