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El nuevo escenario

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El nuevo escenario


Cual sea el rumbo de la protesta, debe quedar claro que todo lo que lleve al caos no tiene cabida.

 



Ad portas de alcanzar el hito de los 50 días de movilización social, los líderes de la protesta reunidos en el Comité del paro tomaron el martes pasado la decisión de darle un nuevo rumbo, lo que incluye el cese, por ahora, de movilizaciones en las calles. Esa decisión, a la luz de las aterradoras cifras de la pandemia de covid-19, tiene que ser bienvenida.

 

 

Tal determinación permite un alto para reflexionar sobre lo que ha sido este largo periodo de estallido social con protestas pacíficas y legítimas, pero también con vandalismo, caos y lamentables casos de abuso de autoridad. El balance es lamentable desde cualquier punto de vista: alrededor de 2.500 heridos, entre civiles y policías, y por lo menos 31 muertos, cifras del Ministerio de Defensa.

 

 

Es claro que no hay antecedente en la historia reciente del país de un estallido social de tal intensidad. Junto con expresiones de descontento en un contexto muy complejo de contracción de la economía, aumento del desempleo y falta de oportunidades para los jóvenes, problemas todos agudizados por las medidas adoptadas para enfrentar la pandemia desde marzo del año pasado, se vieron ataques sistemáticos y con gran capacidad de destrucción a la infraestructura pública y a bienes privados.

 

 

Al tiempo, estos días han dejado claro que son muchos los jóvenes que reclaman unos derechos, una sociedad mejor.

 



Las pérdidas que han dejado estos destrozos –solo en Bogotá se calculan en 31.000 millones de pesos– se suman a las de los bloqueos en la economía. Algunos cálculos las tasan en más de 10 billones de pesos.

 

 

Dejando lo negativo aparte, es necesario reconocer que estos días han dejado claro que son muchos los jóvenes en Colombia que reclaman, con razón, unos derechos, una sociedad mejor. Pero también hay que valorar que, en este sentido, el Gobierno anunció iniciativas como extender la matrícula cero universitaria para estratos 1, 2 y 3 e incentivos para la contratación de la población joven.

 

 

Cualquiera sea el siguiente capítulo, es claro que lo vivido en estas semanas no puede volver a ocurrir. Esto es, que la protesta se convierta en factor de violencia, en semilla de un clima de caos, pues en este terreno es imposible avanzar en cualquier dirección y recoger frutos. En suma, todos perdemos. Que este cambio de tercio por lo menos deje esta dura lección aprendida. También, cuál debe ser el nuevo rumbo, si es que el camino pasa por los diálogos regionales o por los encuentros directos con los jóvenes y otros sectores.

 

 

Es este el momento para prescindir de todo aquello que impide el entendimiento y está por fuera del marco de lo aceptable. Urge ahuyentar los vientos electorales, pues el paro de ningún modo puede ser utilizado como plataforma electoral. Y no claudicar en las reformas anunciadas para cortar de raíz con aquello que crea un clima propicio para los abusos policiales. No se pueden acabar, tampoco, los canales de contacto.

 

 

Las fechas ya marcadas en el calendario en las que tendrán lugar eventos no pueden derivar en nuevos episodios de anarquía y odio. Lo peor que le puede pasar al país es revolver, otra vez, el río para que los armados y los violentos pesquen de nuevo en ese mar de disensos para sacar partido y ser ellos los únicos ganadores, mientras el resto de la sociedad pierde.

 

 

EDITORIAL
editorial@eltiempo.com

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