Finalmente, Volkswagen admitió lo que todo el mundo supo: mintió de manera sistemática sobre la emisión de gases de sus automóviles diesel en los Estados Unidos y en Europa, lo que generó una estafa a nivel global que produjo grandes pérdidas a su compañía y sobre todo daños al medio ambiente.
El engaño ecológico comenzó en 2005, cuando la compañía automotriz alemana quería ingresar en el mercado norteamericano con sus motores diesel. Lograron sortear los estándares de polución de los Estados Unidos, pero supieron que no podrían crear una motorización lo suficientemente moderna en el corto plazo para evitar la contaminación del aire. Fue por eso que pese a conocer esta imposibilidad la cúpula de la empresa decidió continuar con la mentira.
Sin embargo, una vez que pudieron desarrollar la tecnología apropiada, continuaron con los modelos obsoletos. La automotriz no explicó por qué decidieron seguir adelante con esta estafa a nivel planetario. En una conferencia de prensa ofrecida por Hans-Dieter Pötsch, director de Volkswagen, se señaló que el hecho estuvo dado por una «mentalidad en algunas áreas de la empresa que toleran infracciones de las normas».
«Tenemos que saber cómo comenzó. Ésa es la única forma que tenemos para poder prevenir que suceda de nuevo», dijo Pötsch y agregó: «Está probado que no fue un error de un solo momento, pero sí hubo una cadena de errores que permitieron que pasaran». Hasta el momento Volkswagen suspendió a solo nueve personas como resultado del escándalo pese a que once millones de vehículos alrededor del mundo fueron adulterados.
El hecho salió a la luz en septiembre pasado. Las acciones de la automotriz alemana se hundieron en pocas horas luego de que se conociera la trampa que se diseñó desde lo más alto de la compañía. Volkswagen había instalado en cientos de miles de vehículos un sofisticado programa informático capaz de detectar automáticamente el momento en que eran sometidos a un test medioambiental oficial. La trampa de la marca alemana generó unas cuantiosas pérdidas a la automotriz, que debió purgar de inmediato su conducción ejecutiva.
Este programa espía activaba en esos casos un mecanismo interno que limitaba la emisión de gases contaminantes y le permitía al vehículo pasar sin reproches el control y obtener el certificado ecológico correspondiente. Una vez finalizado el control, el mecanismo se desactivaba y el automóvil volvía a emitir gases contaminantes a la atmósfera.
Infobae