Un camino seguro hacia la oposición

Posted on: febrero 13th, 2014 by Super Confirmado No Comments

En 1859 Carlos Marx publica un trabajo centrado en debatir las ideas de los principales pensadores de la economía Adan Smith y David Ricardo. Este libro, Contribución a la Crítica de la Economía Política, impactó y trascendió principalmente por su prólogo; donde Marx introduce el concepto de Modo de Producción como la tensa y dinámica articulación entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción como base determinante de cualquier sociedad.

 

Las fuerzas productivas: ciencia, técnica, capital, tecnología, trabajo, se desarrollarían hasta entrar en contradicción con las relaciones de producción o formas en que la sociedad se organiza para producir bienes y servicios. Esa contradicción se acentuaría mientras mayor fuese el desarrollo de esas fuerzas hasta generar la ruptura y sustitución de ese tipo de relaciones de producción.

 

En dos platos, si no hay desarrollo de la capacidad de la sociedad de producir bienes y servicios no hay cambio social. El marxismo fue la base de una de las dos grandes ideologías totalitarias que causaron centenares de millones de muertes en los cinco continentes.

 

Sin embargo del pensamiento crítico de Marx una de las pocas cosas rescatables es que la historia no se reduce a la hazaña de grandes héroes. El desarrollo imparable de técnica, tecnología y últimamente de la ciencia aplicada a la producción de bienes y servicios es el gran motor de la historia ( y no esa necedad tambien marxista de la lucha de clases). El cambio es derivado de la obsolescencia de las relaciones de trabajo que comienzan a frenar la capacidad de las sociedades de agregar valor y producir riqueza.

 

Ahora, por ejemplo, gracias a la tecnología, es posible que la mayor parte de los trabajos se realicen en casa e inclusive a escala global. Las empresas, instituciones o naciones que no se aprovechen de esta potencialidad y mantengan legislaciones del trabajo o normas internas centradas exclusivamente en el trabajo presencial terminaran a la zaga. La parte que no se entiende es por qué los gobiernos marxistas hacen lo contrario. Y Venezuela no es una excepción.

 

El intento de cambiar el modo de producción de manera forzada, sin maximizar las capacidades de generación de riqueza de los países ha generado la implosión de todas las experiencias marxistas. Pero siguen siempre dándose cabezazos contra la pared. Y en el interín hunden naciones enteras en la calamidad, la censura y el pensamiento único.

 

El problema no es la guerra económica. Aquí nadie tiene fuerza para hacer guerra económica ni que quisiera. El problema es el modelo. No funciona. Creen que los problemas son coyunturales sin percatarse que los cimientos son algodón de azúcar. Cometen los mismos errores que todos los marxistas que han sido gobierno: atacan síntomas y no causas; fiebre y no infección.

 

A cada problema se le inventa un control y un organismo supervisor. Eso deriva en nuevos problemas que son respondidos con más controles y supervisores. Una espiral infernal que nunca ha tenido final felíz porque no es cavando como se sale de los fosos. Nunca en Venezuela había habido tantos controles y entes supervisores y nunca había habido tanta, escasez, inflación y devaluación juntas.

 

No es viable cualquier país donde termine habiendo más gente controlando que produciendo. Ahora que todo el mundo habla de salidas, aquí hay una sola salida: crear riqueza, liberar las fuerzas productivas contenidas por el temor, la incertidumbre y las malas decisiones derivadas de la trampa ideológica. Ese es el reto del gobierno, si no quiere ser oposición.

 

@vicentedz

Por Vicente díaz

¿Y si fuera inocente?

Posted on: enero 30th, 2014 by Super Confirmado No Comments

El 13 de enero de 1898 es publicada una carta al presidente de Francia que sacude hasta los cimientos la patria de la revolución democrática y cuya repercusiones estremecen el mundo occidental y alcanzan aun hasta nuestros días. En esta carta, publicada por el periódico La Aurora en su portada a ocho columnas con el título “Yo acuso”, Émile Zola, el más grande intelectual francés de su época y novelista de fama mundial, denuncia de forma demoledora la conspiración político-militar-judicial que por intención (y también por negligencia) mantenía preso, acusado injustamente de alta traición, al capitán Alfred Dreyfus, de religión judía, y absolvía a quien había sido el verdadero culpable: el comandante Ferdinand Walsin Esterhazy.

 

Poco más de tres años antes, el 15 de octubre de 1894 había sido detenido el capitán Dreyfus bajo la acusación de filtrar información confidencial a Alemania. Dreyfus para entonces era el único oficial judío aprobado por el alto mando militar. Luego de un juicio caldeado por el antisemitismo militante inducido en la opinión pública, Alfred Dreyfus fue condenado a la degradación militar y a pasar recluido el resto de su vida en la Isla del Diablo, prisión en la Guyana Francesa que por muchos años lo albergó como único prisionero. La piedra angular del juicio, una comparación grafológica de la escritura del acusado orientada por el comandante Du Paty de Clam, antisemita y grafólogo aficionado. Quien por cierto le sugirió a Dreyfus el suicidio y le dejó a solas en su celda con un arma.

 

Los hechos posteriores revelaron sin ninguna duda que el autor de la filtración hacia Alemania había sido el comandante Esterhazy. Sin embargo, enjuiciarlo y condenarlo sería reconocer la inocencia de Dreyfus y la equivocación del alto mando y de la administración de justicia. La polémica en la calle obliga al juicio. Tras tres minutos de deliberación Esterhazy es absuelto. El inocente fue condenado por equivocación y prejuicios, el verdadero culpable fue liberado por órdenes de arriba. El poder del Estado había impuesto su verdad.

 

Pero estalla la indignación, el “Yo Acuso” de Zola es el disparadero de acontecimientos que incluyen la persecución, exilio, bancarrota y quizás asesinato de Zola, pero el surgimiento de un poderoso movimiento de opinión de los intelectuales y la prensa libre que culminó con la repatriación y rehabilitación de Dreyfus luego de 12 años de agonía. Se reincorpora al Ejército francés y combate por su patria en la Primera Guerra Mundial.

 

El famoso Caso Dreyfus revela lo que está dispuesto a hacer el Estado para autopreservarse. Pero hay otros Dreyfus.

 

En 1994 fue nominada a siete Oscar una película irlandesa protagonizada por Daniel Day-Lewis, En el nombre del padre. Narra la historia real del juicio y condena de una familia y amigos irlandeses por la voladura mediante una bomba de un bar inglés donde mueren cinco personas. Un Estado británico, acosado por la opinión pública que reclama acción, basado en indicios circunstanciales somete a tortura física y psicológica a Gerard Conlon.

 

La presión sobre los sospechosos es arrolladora. Los doblegan. Estaban dispuestos a firmar lo que fuere con tal de librarse del tormento. Los acontecimientos se desencadenan, padre, tía, primos menores de edad, todos son condenados. La policía oculta el testimonio crucial de un testigo que permitía establecer la inocencia claramente. Tras larguísimos años de reclusión el padre muere en la cárcel.

 

Los verdaderos terroristas del IRA son apresados por otro caso. En el proceso revelan que ellos son los autores del atentado del bar, que la justicia tenía encerrada a una familia inocente. Los jerarcas británicos aterrados ante las implicaciones ocultan esta confesión Gerard continúa preso pero luchando por la inocencia. Su tenacidad, el concurso de una abogada que sí creía en la justicia encontró eco en un juez que valientemente repuso el juicio admitiendo lo que se había ocultado y posibilitando la absolución definitiva de Conlon, su familia los Maguire y amigos de estos. Once vidas inocentes rehabilitadas tardíamente. Tony Blair pidió perdón en nombre del Estado, en 2005 cuando le tocó ser primer ministro. El perdón no le devolvió los quince años perdidos. Ni la vida de Giuseppe, el papá de Gerard.

 

En Venezuela fue condenado a treinta años de cárcel un comisiario policial de amplia y conocida trayectoria, Iván Simonovis. Fue juzgado y condenado por hechos relacionados con la muerte de casi una veintena de venezolanos chavistas y opositores durante confusos acontecimientos que culminaron con un golpe de Estado y la posterior reposición del presidente. Acontecimientos que debieron ser objeto de la investigación de una comisión de la verdad que revelara una verdad válida para todas las partes.

 

Hoy cada venezolano tiene una percepción de lo que pasó más derivada de su posición política y exposición mediática que de lo que revelarían unos hechos investigados imparcialmente. Personas que todo el mundo vio disparando están libres, personas que nadie vio involucradas están condenadas. Tal vez es lo justo, no lo sé. Pero tengo serias dudas. Me pregunto por qué una persona que sabría que va a haber violencia y asesinatos en una acción deliberada permite que su hija y su suegra concurran a esa marcha fatídica. Es extraño, ¿no?

 

Chávez dirigió un golpe de Estado que derivó en decenas de muertos. Él mismo se confesó culpable. Solo pagó dos años. Fue perdonado. Y estaba sano. Si Simonovis tiene alguna responsabilidad ya ha pagado una larga condena, la más larga que se ha pagado en Venezuela por delitos vinculados a acontecimientos políticos. Y está seriamente enfermo. Requiere una medida humanitaria. Ya basta. Y no olvidemos a Dreyfus y a Conlon. Porque ¿y si fuera inocente? Por ahora una medida humanitaria basta. Ya el tiempo se encargará del resto.

 

@vicentedz

Por Vicente Díaz

Afiches de odio

Posted on: noviembre 8th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Se habla de amor, pero se siembra odio. Una vieja práctica autoritaria es inventar un culpable, un enemigo interno y sobre él descargar la ira del poder. La historia está repleta de esos casos. Muchos de ellos terminaron en masacres y genocidios. Ya he hablado de eso en otros artículos.

 

En Venezuela se ha venido montando una bomba de tiempo de odio. La cercanía electoral pareciera exacerbar la locura y la irresponsabilidad.

 

Caracas apareció llena de afiches. Afiches de elaborado diseño, impecable manufactura y muy amplia distribución que revelan un importante músculo logístico. No es obra de aficionados. Son afiches con la cara de Henrique Capriles, Leopoldo López y María Corina Machado. Se les acusa, de lo que es responsabilidad de cualquier gobierno: suministro eléctrico, abastecimiento alimentario y paz ciudadana.

 

Son afiches fascistas; promueven el odio y la violencia, son un linchamiento moral y un peligro para su integridad física. Son un crimen de derechos humanos. Violan el artículo 60 de la Constitución, justamente en el capítulo de derechos humanos, que establece que toda persona tiene derecho a la protección de su honor, imagen y reputación.

 

El deber del gobierno y de los poderes públicos es investigar su autoría, buscar y procesar a los culpables. Así lo ordena la propia Constitución en su artículo 19 al establecer que el Estado debe garantizar a toda persona el goce y ejercicio de sus derechos y que “su respeto y garantía son obligatorios para los órganos del Poder Público”

 

Lamentablemente esto no ha sido así hasta ahora; todo lo contrario: desde la cúspide del Estado lejos de investigar o condenar este acto de odio se ha celebrado, justificado y potenciado. Pareciera no entenderse que es responsabilidad del Estado velar por la paz y la convivencia pacífica. Tomar las acciones para desactivar y desarmar esa bomba de odio es una tarea urgente e impostergable del gobierno y demás órganos del Poder Público. De emprenderse una política de distensión la oposición democrática debería acompañarla sin miramientos.

 

Una revisión de esta naturaleza debería pasar por hacer que VTV deje de ser el canal del partido de gobierno, donde permanentemente se estigmatiza a dirigentes opositores. De este modo el gobierno tendría la autoridad moral para exigir un comportamiento recíproco y de altura de parte de los pocos medios de importancia con líneas editoriales adversas al oficialismo. Otro punto importante es garantizar la seguridad y libre acceso de todos los candidatos y dirigentes a cualquier lugar del territorio nacional sin obstáculos de ninguna naturaleza.

 

Muchas figuras públicas han sido víctimas del odio político. El caso más reciente fue Elba Escobar, anteriormente Roque Valero o Winston Vallenilla. Victimas, en este caso, del encono opositor, que en el caso de Elba Escobar ni siquiera fue por asumir una posición política. Ataques que bajo ningún concepto pueden ser apoyados (como en efecto no lo han sido) por ningún dirigente que se precie de tal; como lamentablemente si ha sucedido con los susodichos criminales afiches contra connotados adversarios al gobierno.

 

@vicentedz

Por Vicente Díaz

El momento lo exige…

Posted on: octubre 25th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Nadie puede. Un modelo de sociedad se hace hegemónico por consenso o a la fuerza. No hay de otra. En Venezuela nadie puede imponer un proyecto político porque el país está partido en dos pedazos equivalentes. Imponer, del lado del gobierno, el socialismo contra la resistencia de por lo menos la mitad de la población es ser ilusos o arriesgarse a terminar usando la fuerza, y eso tiene las patas muy cortas. Lo mismo vale para la oposición con su propio modelo social.

 

El gobierno está tratando eso: imponer una sociedad socialista, pero la angustiante situación económica, la inseguridad personal y la incertidumbre política están acosando a la familia venezolana. Son problemas abrumadores que requieren soluciones inmediatas. El agobio puede acabar con la esperanza. Eso es muy peligroso. Un pueblo sin esperanza es un pueblo resentido. La factura la puede terminar pagando la clase política en su conjunto si no se sale de la peleadera empinándose sobre las diferencias. Los problemas del país solo tienen solución en el diálogo, nunca en la imposición.

 

En El Salvador, izquierda y derecha (disculpen el simplismo maniqueo), se asesinaron durante años hasta que un proceso de facilitación exitoso permitió que se sentaran en una mesa a dialogar. Varios días de insultos y descalificaciones iniciales le fueron dando paso a una conversación compleja pero de altura que permitió acabar con la guerra civil. Y a estas alturas tanto Arena como el FMLN han sido gobierno, con la oposición respectiva pero con el respeto del otro.

 

En Chile, por el contrario los radicales de izquierda y derecha impidieron el diálogo. Todos conocemos el resultado: el palacio de La Moneda fue bombardeado, el presidente Allende terminó muerto, la izquierda diezmada y los políticos de la derecha desechados por Pinochet, el ministro de la defensa de Allende que término imponiendo la más feroz dictadura militar conocida en América.

 

Colombia pareciera que luego de medio siglo de guerra civil por fin está encontrando un camino de paz, por medio del diálogo. Ojala, que nosotros no tengamos que pasar por eso para entendernos

 

Pelear es más fácil que dialogar, pero no más útil. Y se requiere más valentía. Y más grandeza. Por algo el humano es la única especie que puede resolver sus conflictos conversando.

 

Pero en Venezuela el dialogo esta saboteado. Esta saboteado por percepciones y prejuicios e intereses. Resolver los últimos es lo sencillo. Lidiar con percepciones y prejuicios es lo complicado. Hay quienes no se atreven por pensar que serían percibidos como débiles y claudicantes. Otros que no se animan porque piensan que tienen al oponente contra las cuerdas.

 

Y en las respectivas esquinas los enemigos de la política, con diferentes pelajes, susurran al oído “al enemigo ni agua”. Esos susurradores, sembradores de cizaña, valientes pero con las bolas ajenas, deben ser espantados como moscas por quienes aspiren a graduarse de estadistas.

 

En estos tiempos difíciles, pretender imponer salidas sin contar con el otro sólo conduce al desastre. El camino que se está escogiendo para lograr imponer la Ley Habilitante, es apenas un ejemplo de lo que no debe ser. Es probable que lo logren, pero no es un paso que nos aleje del abismo. Ojala no sea lo contrario.

 

Este pueblo pareciera estarse cansando. Hay señales de eso. Es urgente un diálogo nacional o los pescadores en rio revuelto harán su agosto.

 

Por Vicente Díaz

El poder de los ciudadanos

Posted on: septiembre 12th, 2013 by Laura Espinoza No Comments

Todos lo sabemos, pero es bueno recordarlo. El Poder Público dejó de ser absoluto y se dividió en ramas autónomas para evitar el absolutismo de reyes, zares y dictadores. Legislativo, Judicial y Ejecutivo es lo típico, que se vigilen y controlen entre sí. Hugo Chávez se inspiró en Bolívar para incidir que la Constituyente agregara en Venezuela los poderes Electoral y Ciudadano.

 

De hecho, la Constitución Nacional delimita quirúrgicamente sus competencias y establece claramente los mecanismos para la elección o designación de cada uno, de forma tal que todos se contrapesen y se evite que nadie acumule poder absoluto. Teoría, lamentablemente, pura teoría.

 

La práctica es otra. Desde que fueron designados los integrantes de los poderes que conforman el Poder Público, acorde con los procedimientos establecidos en la Constitución, ninguno de estos poderes ha tomado alguna decisión contraria a los intereses políticos del entonces presidente Chávez o del mandatario Nicolás Maduro. De hecho, poderes como el Legislativo en varias ocasiones ha delegado en el Presidente la facultad constitucional de hacer las leyes. El Tribunal Supremo de Justicia no ha decidido nunca contra un acto del Presidente. Y así, el resto.

 

En la práctica, el Gobierno tiene trece años sin contrapeso institucional. Tiene el poder total, pero sólo tiene el monopolio del poder que se escribe con mayúscula, el del Estado. Es importante, no es suficiente.

 

El poder en general tiene tres orígenes: la capacidad de castigar, la capacidad de premiar y la capacidad de convencer; fuerza, seducción y persuación. Todos los Estados tienen la primera, los gobiernos autoritarios abusan de ésta. También cuentan con la segunda, los gobiernos populistas abusan de ésta. Son capacidades inherentes al Poder Institucional, aquí y en la Conchinchina. El poder de convencer es otra cosa.

 

Un ciudadano puede someterse al Estado por temor a la represión: si me paso la luz roja, me ponen una multa. También por búsqueda de una recompensa: si llevo a otras personas en mi carro, puedo transitar por el canal de contraflujo. Estos poderes dependen de la percepción de vigilancia. Si nadie se da cuenta, se puede pasar la luz roja o ir en el contraflujo sin pasajeros.

 

En el caso venezolano, los típicos poderes de castigar y premiar han sido denunciados como partidizados: “Si estás con la oposición, te boto”, han dicho algunos ministros.

 

Pero, insisto, el poder de convencer es otra cosa. Una cosa es no comerse la luz roja por temor, y otra distinta por convicción de que si todos la respetamos evitamos la anarquía. La primera requiere vigilancia, la segunda convicción.

 

Eso explica por qué un gobierno con el control total del Poder Institucional –es decir, con la capacidad de premiar y castigar– haya mermado de manera importante su caudal electoral. El poder de convencer no es inherente del Poder Institucional. El poder de convencer es lograr que una idea florezca en la mente de otro y el otro la asuma como suya. Eso no se compra en botica. Si la idea es verdad, es buena, es bella, es justa, el convencimiento será sencillo. Básicamente requiere información y credibilidad en la fuente. Por el contrario, si la idea es contraintuitiva, falaz y manipuladora, el convencimiento requiere de un esfuerzo notable en amplitud y frecuencia del mensaje. Para eso se requiere hegemonía comunicacional y control de la educación. Si no, ¿para qué?

 

La importante migración de electores oficialistas hacia la oposición indica que el Poder Institucional no ha bastado. El poder de convencer también lo tienen los vecinos. Usarlo es un derecho. En ocasiones, un deber.

 

VICENTE DÍAZ

Alerta

Posted on: agosto 15th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Ramón, hace un montón de años, cuando tener un teléfono monedero cerca era un lujo comunitario, paró la oreja apenas escuchó las palabras mágicas: teléfono directo. En un segundo estaba instalado hablando sin parar con su hermana de Curiepe.

 

Al colgar, luego de un largo rato, se sentía feliz por ser tan avispado.

 

El examen de matemática era crucial para Julio César, porque ya venía cojeando en la materia y los curas del colegio eran implacables. No permitían ni sacar calculadora. Pero el chuletario le estaba funcionando, consultó la última fórmula y entregó la prueba con la confianza de su viveza y el alivio de no haber sido cachado. Los panas le palmearon la espalda celebrando picardía y temeridad.

 

Doña Lola no dejaba de criticar a los políticos corruptos mientras revisaba la nómina de su fábrica de zapatos en busca de algún gazapo del administrador. Esos políticos son los culpables de la crisis, le explicaba a Julián su asistente en tono pedagógico. Y por cierto, le enfatizó, recuerden no renovar los contratos de los temporales para que no tengamos que pasarlos a fijos. ¡Y vayan buscando otros! Mientras, seguía rumiando su desprecio por los políticos ladrones.

 

Anselmo decidió cerrar la tienda harto del martillo que le aplican todos los días los inspectores de Sanidad, del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, del Seniat, del Sumat…

 

Felicia obstinada de la cola maldecía su impotencia ante los vivos del hombrillo que congestionaban la autopista con embudo de siempre. El ministro acaba de aprobar el traslado de la nómina al banco que le alegra la vida.

 

El carnicero pesa el pollo congelado con más hielo que pulpa. El queso es más sal que leche, pero se cobra la sal a precio de leche. La bolsa de papas fritas es más aire que papas.

 

El obrero portuario le paga al tarjetero para que le marque la tarjeta todos los días; pero si no le paga la tarjeta se pierde, y sin tarjeta no hay salario. El guardia deja pasar la gasolina a Colombia silbando para un lado, mientras los cobres cambian de mano.

 

El alcalde lleva a votar a sus funcionarios y les pone un supervisor de voto, por si alguno se «equivoca» votando.

 

Los camiones de Corpoelec se dedican a quitar los afiches opositores.

 

El gobierno defiende su obra con miles de minutos de televisión mientras la oposición sólo puede criticar esa obra durante tres minutos. El mecánico diagnostica una rectificación de motor en lugar del cambio de empacaduras que correspondía.

 

El problema de la corrupción es «genético». No de los venezolanos. Sino de los humanos.

 

Su existencia no ha impedido grandes avances de la sociedad. Los pilluelos florentinos produjeron el renacimiento.

 

Solo ha disminuido de forma significativa en los países donde se han reunido tres condiciones: la «viveza» es socialmente condenada y no celebrada; los dineros, decisiones y trámites públicos son transparentes y normatizados; y el reconocimiento y la recompensa responden al mérito y al esfuerzo y no a los contactos y los padrinos.

 

Aquellos ilusos ideológicos que piensen que la corrupción es inherente al capitalismo revisen las realidades cubanas, soviéticas y chinas, y aprenderán que el hombre nuevo parece que no aparece.

 

Minimizar la corrupción se puede lograr si se emprende como proyecto nacional, por encima de diferencias partidistas o ideológicas.

 

Alerto: electoralizar y partidizar la lucha contra la corrupción es corromper lo que se dice intentar.

 

Es hacerle un daño descomunal a Venezuela porque desacreditaría por años un esfuerzo que debe ser del país como un todo y no una herramienta de un bloque político para acabar con su contendiente electoral . Como parece que está empezando a perfilarse.

 

Por Vicente Díaz

Mucho cuidado

Posted on: julio 20th, 2013 by lina No Comments

Hay un peligro acechando. Aparece como un sentimiento soterrado, difuso, inasible. Se esparce lentamente y cuando nos percatamos ya ha tomado control de la mente de las mayorías. A partir de allí cualquier cosa puede pasar. Ya lo vivimos.

Durante la década de los años ochenta del siglo pasado se fue imponiendo en el ánimo colectivo la tesis de que la política es sucia, que los políticos son todos unos bandidos, que había que reemplazarlos por expertos técnicos y gerentes.

 

Tamaña sandez creció de la mano de políticos disfrazados de intelectuales y de comunicadores aspirantes a políticos. La antipolítica (antipartidismo, más bien) fue alimentada por la ecuación de una dirigencia despiadada en sus ataques entre sí, que se centró en los problemas del poder y no en los de la gente.

 

Conquistarlo o preservarlo; el poder, devenido en fin en sí mismo, alimentó las pasiones más bajas. Los partidos se desprestigiaron los unos a los otros; y a todos los demolieron algunas élites económicas que aspiraban al poder sin intermediación de la política.

 

Ese ambiente enrarecido propició las salidas antipolíticas de los intentos de golpe del 92 y del año 2002. La animadversión a los partidos fue tan descomunal que las leyes electorales suprimieron su denominación histórica, cargada de significado, y la sustituyeron por el inocuo y soso eufemismo de “organizaciones con fines políticos”.

 

Ese fantasma parece volver por sus fueros. La clase política se engulle a sí misma. Sus integrantes se califican a sí mismos de fascistas, ladrones, asesinos, corruptos, incapaces, traidores, antipatrias, ratas y demás lindeces. Y, peor aún, se judicializa la política al usarse el poder público para perseguir adversarios. Acciones que gravitan en la mente del ciudadano cuando comienzan a repetir con mayor frecuencia la nefasta y peligrosa sentencia de que la política es sucia.

 

La política no es sucia. La política es la forma civilizada de resolver los conflictos del poder. Se ensucia cuando el poder se fetichiza, y se invierte la relación medio-fines. Si el poder se vuelve tan deslumbrante como la bombilla, termina atrayendo hasta su muerte a las polillas.

 

Si acabamos con (y se autoacaban los) políticos, resolverán esos conflictos los otros. Los que no están acostumbrados al ejercicio del diálogo sino de la fuerza. Ese es el peligro.

 

Las direcciones políticas de los grupos en pugna han mostrado señales de claridad y visión de largo plazo. El gobierno de Maduro ha tomado decisiones de rectificación importantes respecto a la forma de manejar el país de su predecesor, aún bajo el cuestionamiento de sus radicales que evalúan cada apertura como indicio de debilidad o de traición al legado de Chávez y de los principios de esa estupidez llamada “socialismo científico”. Lamentablemente, esa creciente sensatez económica no ha tenido equivalencia en la dimensión política.

 

Por otro lado la Mesa de la Unidad Democrática y su líder, Henrique Capriles, han sorteado sabiamente los inmediatismos propios de quienes no tienen la política como oficio y vocación. Han preservado firmemente en el camino electoral y constitucional que ha sacado a la oposición del foso de la desesperanza y la disolución hasta convertirla en verdadero polo de poder; y ha viabilizado el principio y mandato constitucional de alternabilidad en el poder.

 

Ambas partes deberían tener un objetivo común: preservar la política. Sería un desatino muy peligroso pensar que la destrucción del otro es un objetivo sensato: supone la autodestrucción. Preservar al otro es preservarse, eso no implica renunciar a la lucha por el poder. Sólo supone regularizar la contienda.

 

Hay quienes esperan agazapados que se destruyan a dentelladas para venir por los despojos a expensas del país. Mucho cuidado.

 

Vicente Diaz

 

Mucho cuidado

Posted on: julio 19th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Hay un peligro acechando. Aparece como un sentimiento soterrado, difuso, inasible. Se esparce lentamente y cuando nos percatamos ya ha tomado control de la mente de las mayorías. A partir de allí cualquier cosa puede pasar. Ya lo vivimos.

Durante la década de los años ochenta del siglo pasado se fue imponiendo en el ánimo colectivo la tesis de que la política es sucia, que los políticos son todos unos bandidos, que había que reemplazarlos por expertos técnicos y gerentes.

 

Tamaña sandez creció de la mano de políticos disfrazados de intelectuales y de comunicadores aspirantes a políticos. La antipolítica (antipartidismo, más bien) fue alimentada por la ecuación de una dirigencia despiadada en sus ataques entre sí, que se centró en los problemas del poder y no en los de la gente. Conquistarlo o preservarlo; el poder, devenido en fin en sí mismo, alimentó las pasiones más bajas. Los partidos se desprestigiaron los unos a los otros; y a todos los demolieron algunas élites económicas que aspiraban al poder sin intermediación de la política.

 

Ese ambiente enrarecido propició las salidas antipolíticas de los intentos de golpe del 92 y del año 2002. La animadversión a los partidos fue tan descomunal que las leyes electorales suprimieron su denominación histórica, cargada de significado, y la sustituyeron por el inocuo y soso eufemismo de “organizaciones con fines políticos”.

 

Ese fantasma parece volver por sus fueros. La clase política se engulle a sí misma. Sus integrantes se califican a sí mismos de fascistas, ladrones, asesinos, corruptos, incapaces, traidores, antipatrias, ratas y demás lindeces. Y, peor aún, se judicializa la política al usarse el poder público para perseguir adversarios. Acciones que gravitan en la mente del ciudadano cuando comienzan a repetir con mayor frecuencia la nefasta y peligrosa sentencia de que la política es sucia.

 

La política no es sucia. La política es la forma civilizada de resolver los conflictos del poder. Se ensucia cuando el poder se fetichiza, y se invierte la relación medio-fines. Si el poder se vuelve tan deslumbrante como la bombilla, termina atrayendo hasta su muerte a las polillas.

 

Si acabamos con (y se autoacaban los) políticos, resolverán esos conflictos los otros. Los que no están acostumbrados al ejercicio del diálogo sino de la fuerza. Ese es el peligro.

 

Las direcciones políticas de los grupos en pugna han mostrado señales de claridad y visión de largo plazo. El gobierno de Maduro ha tomado decisiones de rectificación importantes respecto a la forma de manejar el país de su predecesor, aún bajo el cuestionamiento de sus radicales que evalúan cada apertura como indicio de debilidad o de traición al legado de Chávez y de los principios de esa estupidez llamada “socialismo científico”. Lamentablemente, esa creciente sensatez económica no ha tenido equivalencia en la dimensión política.

 

Por otro lado la Mesa de la Unidad Democrática y su líder, Henrique Capriles, han sorteado sabiamente los inmediatismos propios de quienes no tienen la política como oficio y vocación. Han preservado firmemente en el camino electoral y constitucional que ha sacado a la oposición del foso de la desesperanza y la disolución hasta convertirla en verdadero polo de poder; y ha viabilizado el principio y mandato constitucional de alternabilidad en el poder.

 

Ambas partes deberían tener un objetivo común: preservar la política. Sería un desatino muy peligroso pensar que la destrucción del otro es un objetivo sensato: supone la autodestrucción. Preservar al otro es preservarse, eso no implica renunciar a la lucha por el poder. Sólo supone regularizar la contienda.

 

Hay quienes esperan agazapados que se destruyan a dentelladas para venir por los despojos a expensas del país. Mucho cuidado.

 

Por Vicente Díaz

Las sombras que la casa vence

Posted on: julio 4th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Hablar con uno mismo siempre es más fácil. No tienes que congeniar con nadie más, ni preocuparte por lo que gusta o disgusta, o por necesidades y reclamos ajenos. Y por fácil es más peligroso. Válido por momentos, su costumbre debilita la capacidad de interacción, la aventura de descubrir, de compartir. Anula el arte de la empatía y las capacidades de entender y aprender. No hay razones para cambiar ni necesidad de mejorar. Se termina regodeando en la autocomplacencia.

 

Acostumbrarse a cenar solo, hablar solo, disfrutar solo porque uno solo se siente a gusto con uno mismo, porque los demás incomodan, es camino seguro a la autodestrucción. En psicología termina en depresión y ojalá no en suicidio; en política en la implosión del poder, que es otra forma de suicidio.

 

Es propio de los gobiernos marxistas negar al otro. Está en su ADN. El otro sólo existe como enemigo a destruir, representa los intereses de los enemigos del pueblo. Dialogar con él es conciliar con el enemigo. Los gobiernos marxistas se rodean de espejos para poder hablar consigo mismos sin parar, un yo con Yo de Estado.

 

Se inventan sus diálogos y sus interlocutores, sus propios empresarios, sus medios de comunicación donde son entrevistados por sus propios periodistas, crean sus propios bloques internacionales, organizan debates entre ellos mismos, participan sólo en sus propios foros. Negocian sólo con ellos mismos. Esa es la razón por la que crean sus propios gremios y sindicatos; y es con ellos que negocian las contrataciones colectivas.

 

En Venezuela no se vive aún un régimen marxista. No por falta de ganas de quienes toman las decisiones, sino por falta manifiesta de deseo de un pueblo sabio. Pero el Gobierno es inspirado por esa doctrina. Así lo proclamó su fundador y aparece en el documento doctrinario del partido de gobierno.

 

Esa es la razón por la que se prolonga el conflicto universitario. Como padre quiero que este conflicto se resuelva. Pero también soy ucevista, y como tal defiendo mi universidad y lo que representa. Los ucevistas creamos nuestra institucionalidad hace décadas. La Apucv, fibra esencial del tejido universitario, es un otro incómodo con el que el Gobierno tiene que dialogar, no acepta el yo con yo.

 

No se trata sólo de que los salarios docentes son vergonzosos, sino que el Gobierno no puede decidir quiénes son los representantes gremiales para discutir. Eso es potestad exclusiva de los universitarios. La UCV fue contestona e irreverente contra las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez, y contra las gobiernos democráticos de Puntofijo. A todos los vio pasar y la UCV sigue. Así ha sido durante 300 años, así seguirá siendo: la UCV siempre ha sido la casa que vence las sombras. Hoy vuelve a luchar porque se reconozca y respete su propia institucionalidad. El yo con yo es otra sombra que está dispuesta a vencer.

 

Por Vicente Díaz

Ya como que es suficiente

Posted on: junio 20th, 2013 by Super Confirmado No Comments

El socialismo marxista ha fracasado siempre. Y siempre fracasará. Es inevitable. La base de la que parte es falsa: que el humano es esencialmente bueno pero que la sociedad capitalista lo pervierte; la propiedad privada de los medios de producción genera egoísmo, fuente de todos los males sociales.

La única forma de acabar con los males sociales es acabando con el egoísmo. El interés individual debe ser supeditado al interés colectivo. Las empresas privadas son fábricas de maldad, hay que colectivizarlas. Y empiezan con los inventos: estatización, empresas de producción social, cooperativas, empresas socialistas, autogestionadas, comunitarias, fundos zamoranos, etc. Todas fracasan. Pero lo siguen intentando, esta vez sí, ahora le meteremos más formación ideológica para erradicar la corrupción y demás vicios pequeñoburgueses. Pero la terca realidad les vuelve a dar un tortazo en la cara: siguen fracasando.

 

No entienden que para pintar se necesitan pintores, para cantar cantantes y para escribir escritores. Para manejar empresas se necesitan empresarios. Todo el mundo puede intentar pintar, pero pocos serán artistas. Se requiere pasión, audacia, disciplina y talento. Eso mismo se requiere para ser empresario, sólo que no es talento artístico sino empresarial. La obra final será tan buena como abundante sean estos atributos.

 

El talento empresarial, esa pasión que mueve al empresario a superar obstáculos, a preservar frente a la dificultades, a anticiparse al futuro, a disfrutar del desafío de ponerse metas y disfrutar cuando las conquistan no se encuentra en todas partes.

 

Venezuela tiene una riqueza tremenda. No me refiero al petróleo, que sólo es riqueza real cuando se le agrega valor. Me refiero al espíritu empresarial. El sueño de los venezolanos no es tener un quince y último que les dé seguridad y estabilidad, aunque ojalá todos lo pudiesen tener. El sueño recurrente es tener su propio negocio.

 

Ese espíritu emprendedor es una bendición para cualquier nación. Pero, como el petróleo, no sirve de nada cuando está crudo. Hay que extraerlo, refinarlo y agregarle valor. En el caso del talento empresarial hay que aprovecharlo, fomentarlo, no atacarlo, no cercarlo, darle oportunidades, tenderle una alfombra roja, darle confianza; en resumen: sembrarlo, fertilizarlo y cosecharlo.

 

Las colectivización de los medios de producción fracasa por eso, por ser colectivos: no tienen dueño, no tienen doliente, no tienen la energía vital que le pone el artista a su obra.

 

Hablo de verdaderos empresarios, no de los maulas que sólo saben recostarse del Estado petrolero para generar cuentas multimillonarias de la nada; que por cierto florecen más mientras más colectivos se hacen los medios de producción.

 

Los marxistas no han entendido que tienen, parafraseando a Bolívar, cien años “plagando al mundo de miserias en nombre de la libertad”. Ya como que es suficiente.

 

Por Vicente Díaz