Hablar con uno mismo siempre es más fácil. No tienes que congeniar con nadie más, ni preocuparte por lo que gusta o disgusta, o por necesidades y reclamos ajenos. Y por fácil es más peligroso. Válido por momentos, su costumbre debilita la capacidad de interacción, la aventura de descubrir, de compartir. Anula el arte de la empatía y las capacidades de entender y aprender. No hay razones para cambiar ni necesidad de mejorar. Se termina regodeando en la autocomplacencia.
Acostumbrarse a cenar solo, hablar solo, disfrutar solo porque uno solo se siente a gusto con uno mismo, porque los demás incomodan, es camino seguro a la autodestrucción. En psicología termina en depresión y ojalá no en suicidio; en política en la implosión del poder, que es otra forma de suicidio.
Es propio de los gobiernos marxistas negar al otro. Está en su ADN. El otro sólo existe como enemigo a destruir, representa los intereses de los enemigos del pueblo. Dialogar con él es conciliar con el enemigo. Los gobiernos marxistas se rodean de espejos para poder hablar consigo mismos sin parar, un yo con Yo de Estado.
Se inventan sus diálogos y sus interlocutores, sus propios empresarios, sus medios de comunicación donde son entrevistados por sus propios periodistas, crean sus propios bloques internacionales, organizan debates entre ellos mismos, participan sólo en sus propios foros. Negocian sólo con ellos mismos. Esa es la razón por la que crean sus propios gremios y sindicatos; y es con ellos que negocian las contrataciones colectivas.
En Venezuela no se vive aún un régimen marxista. No por falta de ganas de quienes toman las decisiones, sino por falta manifiesta de deseo de un pueblo sabio. Pero el Gobierno es inspirado por esa doctrina. Así lo proclamó su fundador y aparece en el documento doctrinario del partido de gobierno.
Esa es la razón por la que se prolonga el conflicto universitario. Como padre quiero que este conflicto se resuelva. Pero también soy ucevista, y como tal defiendo mi universidad y lo que representa. Los ucevistas creamos nuestra institucionalidad hace décadas. La Apucv, fibra esencial del tejido universitario, es un otro incómodo con el que el Gobierno tiene que dialogar, no acepta el yo con yo.
No se trata sólo de que los salarios docentes son vergonzosos, sino que el Gobierno no puede decidir quiénes son los representantes gremiales para discutir. Eso es potestad exclusiva de los universitarios. La UCV fue contestona e irreverente contra las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez, y contra las gobiernos democráticos de Puntofijo. A todos los vio pasar y la UCV sigue. Así ha sido durante 300 años, así seguirá siendo: la UCV siempre ha sido la casa que vence las sombras. Hoy vuelve a luchar porque se reconozca y respete su propia institucionalidad. El yo con yo es otra sombra que está dispuesta a vencer.
Por Vicente Díaz