A media hora del caos» es una expresión que le escuchamos a un colega hace unos años cuando pensábamos que nada peor podía pasarle al país con los llamados gobiernos de la Cuarta y realmente, en comparación, con estos tiempos «éramos felices y no lo sabíamos».
«A media hora del caos» se convirtió en un término privado entre un grupo de amigos y colegas para definir una «sensación» subjetiva, sí, pero a la luz de los acontecimientos llena de intuición cuando «algo gordo» estaba por venir.
«A media hora del caos» fue la sensación que tuvimos quienes presenciamos aquel acto fastuaosamente innecesario de la «coronación» de un presidente para decirnos a los poquísimos días que el gobierno anterior había «espalillado» las reservas y que por ende había que aplicar un «programa shock». Y es que así no era, el pueblo se sintió burlado y vino un caos expresado con los hechos del Caracazo.
Pasados los años caminando por el centro de la capital en medio de un clima caldeado por los reclamos colectivos observamos una escena que nos hizo volver a tener la sensación de que estábamos «a media hora del caos». La policía arremetía con la fuerza de la ballena y las peinillas a un grupo de ancianos que estaban solicitando el pago de sus pensiones. «Esto está muy mal», pensábamos al tiempo que presentíamos un «momento límite». La madrugada del día siguiente (4 de febrero) recibíamos la información del alzamiento de unos militares.
Imponer
Luego ya conocemos la historia, imposible de resumir en pocas lineas pero cuando esos mismos militares golpistas llegaron por las urnas al poder y pretendieron imponer su visión «a trocha y mocha», la gente reaccionó y la enorme manifestación del 11 de abril también adelantaba un caos. Un caos que resultó en una traición, pero ese igualmente es otro cuento muy doloroso y enredado.
Así llegamos a este momento, justo al escribir este artículo nos estamos enterando del saqueo a una gandola cargada de alimentos congelados en plena autopista. Leemos la prensa y da cuenta de hechos sangrientos que rebasan todos los límites. La gente ya protesta abiertamente por la escasez y la inflación, los carteles de la droga tienen al país como su casa, los servicios públicos cada vez están peor y el tráfico ha llegado a niveles de locura. Mientras tanto Maduro y su gente parecen no darse cuenta de la crisis e insisten en la retórica vencidísima del golpismo y la derecha fascista.
Sí, por todas estas cosas nos atrevemos a decir, con temor, que nos sentimos nuevamente «a media hora del caos»…
mariaisabelparraga@gmail.com
Por María Isabel Párraga