Venezuela tiene el mejor sistema del mundo

Posted on: octubre 26th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

En estos días convulsos en los cuales muchos solo leen una línea, reconozco que puede resultar peligrosa la manera con la que he titulado. Os ruego continuar la lectura hasta el final y ojalá que el título de la crónica de hoy no espante a los lectores.

 

El más importante sistema que había conocido hasta hoy era el Sistema Solar. El Sol, en la inmensidad del universo, resulta ser tan solo una insignificante estrella que ilumina a ocho planetas que giran alrededor de él que, a su vez, es una estrella microscópica en la Vía Láctea que, a su vez, es una manchita en medio de cientos de millones de galaxias que existen en el universo.

 

 

Lo asombroso e inexplicable es que en ese mundo microscópico llamado Sistema Solar existe algo más microscópico y misterioso aún: un puntico azul en donde habitan extraños seres vivos, entre ellos, el ser humano.

 

 

Lo anterior es un preámbulo para decirles que en Venezuela existe El Sistema. Es tan grande como el universo, y no exagero al decir esto. En medio de la emoción que me abruma, trataré de contarles, estimados lectores, una visita guiada que hice al edificio del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, que hoy en día solo se identifica como El Sistema.

 

 

Nuestro buen amigo Javier Vidal me invitó a realizar una visita guiada en el edificio de El Sistema. Fui inocentemente para ver de qué se trataba y puedo jurarles que quedé traumatizado. Pero fue un trauma bonito y bueno. Un trauma paradójico porque en lugar de daño, me hizo mucho bien y espero que ese bien dure para siempre. Eso ocurre cuando descubrimos cosas únicas en la vida, como la que descubrí ese día.

 

 

Casi todos sabemos, más o menos, qué es eso de El Sistema. Lo relacionamos siempre con un programa magistral de educación musical a través de orquestas fundadas en el año de 1975, por el maestro José Antonio Abreu. Son esas cosas que se saben que son buenas, pero hasta allí.

 

 

Queridos amigos, El Sistema es algo mucho más grande que un grupo de músicos de diferentes edades que pertenecen a una muy buena orquesta. Es mucho, pero muchísimo más. Hay tantas cosas que quisiera contarles, que me da miedo que este artículo se convierta en un fastidio. Pero, en fin, correré el riesgo y se los explicaré.

 

 

El Sistema atiende a 1.012.000 niños y jóvenes quienes, desde los rincones más apartados de Venezuela, no solo aprenden a tocar un instrumento, a fabricarlo, a arreglarlo o a cantar. No. La cosa va más allá. Todos los niños, jóvenes y viejos que como yo se acercan a El Sistema, descubren que la vida es bella, que lo bueno existe, que lo merecemos y que la excelencia, junto con la perseverancia y el talento, pueden florecer hasta en los más alejados y a veces inhóspitos lugares. Adonde llega El Sistema, llega también una forma diferente de ver y enfrentar la vida. Les cuento la visita.

 

 

En la puerta del edificio nos esperaba el polifacético y apuesto Javier Vidal, quien, al parecer, ocupa allí un cargo arrechísimo que desempeña muy bien. Nos recibió también el amigo Eduardo Méndez, quien fue el guía turístico del paseo. Eduardo, hace algún día 46 años atrás, de ser un niño participante de El Sistema, pasó a convertirse, ¡vaya responsabilidad!, en el director ejecutivo y, claro está, en uno de los actuales impulsores para continuar el sueño de José Antonio Abreu.

 

 

Frente a la entrada principal, sin tocar instrumento alguno, una enorme orquesta de salsa cuyos integrantes pertenecen todos al núcleo del 23 de Enero de Caracas, nos saludaban amablemente. Es de destacar que estos músicos tienen la misma formación y nivel de exigencia que los de la Orquesta Simón Bolívar.

 

 

Cerca de los salsosos, los sonrientes integrantes del Ensamble de Metales, trompetas, trombones y tuba en mano, entraron ansiosos por hacer hablar a sus instrumentos musicales. El silencio se rompió y la interpretación quedó a la altura por el virtuosismo y pasión de los jóvenes. Se inició así, la bienvenida musical. Después de una pieza, nos invitaron a pasar al interior del impresionante edificio de El Sistema.

 

 

Entrar a esa edificación es vivir el sueño de un amante del arte cinético. Es tener por un rato a Jesús Soto en el cielo y a Carlos Cruz-Diez, tapizando con policromía el suelo que pisan nuestros pies. Ya eso comienza a traumatizar. De pronto, a mitad del pasillo, nos tropezamos con una de las cosas más emocionantes de la visita: la Orquesta de Iniciación Musical, la cual, literalmente, está integrada por talentosos bebés. Allí, maravillado, descubrí a niños de 6 años tocando con la responsabilidad de un adulto profesional y la satisfacción lúdica de un pequeño de su edad, el mayor tendría como 12, calculo yo, no más. Ellos nos deleitaron no solo con su música, sino también con la belleza de la niñez sana, demostrándonos que no todo está perdido en este país convulsionado que tanto queremos. Esos niños, con ansias de aprender, me hicieron sentir que tendremos un futuro promisorio.

 

 

Seguimos nuestra visita y nos encontramos con los muchachos de la escuela de Luthier. Son jóvenes que construyen y reparan los instrumentos de las orquestas. Algunos lograron ser becados en el exterior y como acción multiplicadora, al regresar, luego de aprender tan difícil y meticulosa profesión, se dedicaron a enseñar a otros un oficio noble que enriquece el alma del ser humano.

 

 

No salíamos de la fascinación de ver a esos fabricantes de instrumentos, cuando nos topamos con la Orquesta Caracas Big-Band. Eso fue otro asombro, no solo por la calidad de sus interpretaciones, sino porque escuchamos a Patricia Mora, una niña de 12 años quien, en perfecto inglés, interpretó “Don’t You Worry ‘Bout a Thing” de Stevie Wonder. Parece mentira que esa dulce criatura de voz portentosa, a tan corta edad, haya alcanzado tal perfección vocal y de interpretación.

 

 

Cuando pensábamos que no podía haber más, nos condujeron a la sala Fedora Alemán. Allí, la Orquesta Alma Llanera, integrada por jóvenes que tocan instrumentos criollos, nos esperaba. No quedó más remedio que, merecidamente, aplaudir de pie a aquellos muchachos que engrandecen los instrumentos autóctonos. Yo, entre emocionado e incrédulo, me preguntaba: pero, ¿hasta dónde va a llegar esto?

 

 

Con las manos hinchadas de tanto aplaudir, supuse que era ese el apoteósico final de la travesía. Pero, no. La maldad siguió. De pronto, sin ton ni son pero con mucho son, la Venezuela Sound System comenzó a tocar. Ellos son un grupo de nueva creación en El Sistema, integrado por músicos y cantantes que, no exagero, creo que no existen. Ellos interpretaron “We are the champion” de Queen, en homenaje a Freddie Mercury. Imposible describir esto con palabras.

 

 

Exhaustos ante tanta cultura y talento, llegamos al éxtasis al entrar a una de las más bellas salas de concierto que he visto, si es que acaso no es la más bella. Me refiero a la sala Simón Bolívar, en donde no haría falta escuchar nada para ser feliz y es que, visualmente, ella, en sí misma, es una obra de arte. Es como si entráramos al corazón y al cerebro de Carlos Cruz-Diez. Las sillas son un enorme cuadro al igual que el magnífico telón que, cuando sube, deja al descubierto un maravilloso órgano de tubos construido por la compañía alemana Orgelbau Klais, donado por la Fundación Polar. En este sitio único, de pronto, aparece la elegante Orquesta Simón Bolívar, considerada una de las cinco mejores del mundo. Un breve concierto nos emocionó por su intensidad.

 

 

Yo no sé los demás, pero yo, en cada butaca de ese templo, veía el rostro sonriente de José Antonio Abreu, quien no está en el cielo, él vive en esa sala, que es mejor.

 

 

Exhausto y cabizbajo por haber recibido tanto, uno dice: qué lástima, ya debemos regresar al feo mundo que nos espera afuera. Pero no. Antes de salir teníamos un último regalo, la Orquesta de Salsa del 23 de Enero nos puso a bailar.

 

 

Desde mi corazón, doy gracias a El Sistema, no solo por permitirme ver un mundo que creía que no existía, sino por enseñarme que en Venezuela es posible que las cosas buenas florezcan a pesar de las circunstancias y por, junto a otros artistas y personalidades, haberme concedido el honor de nombrarme embajador padrino de las orquestas. Qué honor ser parte de un proyecto que nació en democracia, hace 46 años, y que no ha dejado de crecer.

 

 

Ese millón y pico de niños y jóvenes son atendidos por más de 10.000 personas empeñadas en creer que podemos tener una Venezuela bonita. Si quieren saber más de lo que les estoy hablando, visiten www.elsistema.org.ve

 

 

Otro día, cuando se me pase el trauma, seguiré escribiendo sobre El Sistema, el mejor del mundo. Me despido con un mensaje que el maestro José Antonio Abreu, creador de esta maravilla, me susurró en el oído cuando ese día se sentó a mi lado:

 

 

“Soñar solo no es más que un sueño.

 

 

Soñar con otros es transfigurar la realidad”.

 

 

 

 
 Claudio Nazoa 

 @claudionazoa

Eduardo Abad, el colega de Dios

Posted on: octubre 11th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

“La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas… la tierra no tenía forma y estaba vacía y la oscuridad cubría las aguas profundas; y el espíritu de Dios se movía en el aire sobre la superficie de las aguas…”

 

 

Estimados lectores, tal vez el título de la crónica de hoy les parezca exagerado o quizás algo raro. Pronto entenderán que no es así. Este artículo se lo estoy dedicando a un gran artista plástico venezolano, por ahora no muy conocido, pero del cual estoy seguro que muy pronto escucharán hablar ya que el talento, y eso lo ha demostrado la historia, es una cualidad que no se puede silenciar. Su nombre es Eduardo Abad. Se los presento en Instagram: @eduardoabadpaints

 

 

Eduardo es ingeniero mecánico pero siempre fue pintor. Es también algo así como un senderista o excursionista apasionado. Precisamente y gracias a esa pasión, ha logrado descubrir y explorar recónditos rincones de esta Venezuela creada por su colega Dios.

 

 

Después de excursiones casi increíbles, de días y días caminando por selvas, montañas y lugares tan maravillosos como el Salto Ángel, nuestro amigo, por inspiración divina ya que no hay otra manera de describirlo, toma su pincel y con la destreza que solo tienen los grandes artistas, plasma sobre lienzos fastidiados, pinturas asombrosas en donde dibuja sitios mágicos que pocos pueden visitar.

 

 

Los trabajos de Eduardo sobre el Salto Ángel y los tepuyes son tan, pero tan realistas, que pareciera que te vas a mojar bajo la caída de agua o que no vas a poder ver bien el cuadro por la niebla que allí aparece.

 

 

No soy crítico de arte y me cuesta definir el estilo de su pintura pero, aunque Abad afirma no ser hiperrealista, yo lo catalogaría así, aunque no porque su trabajo sea como una fotografía. No. Hay algo más en esas pinturas que es difícil de definir, algo sublime. Pocos artistas pueden lograr la sensación de hacerte creer que no estás viendo un cuadro, sino que formas parte de él.

 

 

En estilos diferentes podríamos decir que el trabajo de Abad, aunque aparenta no tener ninguna coincidencia, se parece a las sensaciones que logra transmitir el gran maestro Manuel Cabré cuando pintaba el Ávila. Y es que con Cabré, no es solo un cerro bien pintado lo que se ve, es algo extraño, maravilloso e inquietante lo que sentimos con los Ávilas del maestro. Es esa luz con volumen, son las sombras, los reflejos, los colores y quién sabe cuántas otras cosas más que con palabras no se pueden describir pero que, al tener de frente a uno de esos cuadros, nos lo hace sentir. La comparación es válida y no exagerada porque Eduardo Abad nos embruja con sus pinturas, nos atrapa y al menor descuido, cautiva nuestros sentidos y nos mete dentro de ellas.

 

 

Nuestro amigo pintor vive actualmente en Tenerife, en las islas Canarias y desde allá, no deja de asombrarnos. Ahora nos impresiona inspirado en los bellos paisajes de esa isla y del Teide, su imponente volcán, al que con gran maestría hace erupcionar pero de belleza y realismo. Esta majestuosa estructura volcánica tampoco ha podido salvarse del virtuoso pincel de Eduardo. Dígame cuando en su inmensa maldad de artista, Abad dibuja paisajes marinos con sus barcos o cuando con esmero pinta la Torre de la Catedral de mi iglesia de la Candelaria, la cual hice mía durante los casi nueve meses que permanecí atrapado por la pandemia. Eso es un horror de virtuosismo.

 

 

Hoy, Eduardo siente nostalgia por su Venezuela e implacable nos castiga con paisajes de esta tierra de gracia y con guacamayas multicolores a las que solo les falta pedir comida desde el cuadro que en la exhibición cuelga de la pared.

 

 

Lo que hoy les cuento puede sonar exagerado, pero puedo jurar que si no fuese verdad lo que les he dicho sobre este gran artista, no me atrevería ni de vaina a escribirlo por más que él me caiga bien y es que Abad, además de ser un pintor fuera de serie, es un tipo simpatiquísimo. Aclaro, por si acaso, que no me ha pagado por escribir esto y no porque yo no quiera ni lo necesite, sino porque él no podría cancelar mi alto precio.

 

 

Eduardo Abad, este próximo viernes 15 de octubre, va a exponer parte de sus magníficas obras en el Real Casino de Tenerife, plaza de la Candelaria 12, Santa Cruz de Tenerife. La exposición lleva por título: Tierra de Gracia.

 

 

Ya casi finalizando porque ya no hallo qué otra cosa buena decir sobre él, les contaré que vaticino que Eduardo Abad pasará a la historia del arte en Venezuela como un pintor arrechísimo, y me perdonan la expresión, pero cuando a un venezolano le preguntan cómo es fulano y tú le contestas: “¡arrechísimo!”, ya no hay más que añadir ni qué explicar.

 

 

Ah… un comentario aparte, el único defecto que se le ve por encimita a Eduardo Abad, es que físicamente no es que sea muy agraciado que se diga. Se podría decir, siendo condescendiente, que nuestro amigo es más bien feíto. Sin embargo, es un sortario ya que está casado con Nayarit, una mujer tan hermosa y atractiva como sus cuadros. Cuando uno está cerca de ella, se da cuenta de que su piel es de óleo y su ropa de acrílico. No duerme en una cama sino dentro de un marco colgada en una pared. Estoy casi seguro de que esa mujer no existe. Él la pintó. Ojalá y logren verla porque a Eduardo no le gusta llevarla a sus exposiciones, pues cuando Nayarit lo acompaña, nadie ve sus pinturas.

 

 

 Claudio Nazoa 

Instagram: @claudionazoaoficial

Twitter: @claudionazoa

Un amor sin desperdicios

Posted on: septiembre 30th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

Hoy seguiré escribiendo sobre los servicios públicos y privados. El aseo urbano es uno de los más difíciles de tratar, no solo en Venezuela sino en cualquier parte del mundo.

 

 

El año pasado estuve varado ocho meses en Europa. Allí, con asombro, presencié el trato organizado, consciente y meticuloso que se le da a la basura. Estando en Francia y en España, me llamó la atención la costumbre y naturalidad con la que los ciudadanos, ordenadamente, botan sus desperdicios. Separar y clasificar la basura es para ellos una costumbre automática.

 

 

Para comenzar, clasifican la basura y la colocan en contenedores de diferentes colores de acuerdo con el tipo de desperdicio, orgánico o inorgánico. Ya eso llama mucho la atención. Lo más increíble es que la organización y distribución de la basura es inculcada en los hogares y en los colegios desde la infancia.

 

 

“Piedra, papel o tijera, un dos, tres, ¡ya!” es el coro de un juego infantil, pero para quienes reciclan la basura, vidrio, cartón y papel son desperdicios que deben ocupar un sitial y la basura animal y vegetal, deberá ocupar otro. Les cuento que en Toulouse, Francia, había un contenedor que era utilizado exclusivamente para botar escombros de construcción.

 

 

En Europa no vi que la gente se quejara por el precio que hay que pagar a la empresa encargada de la recolección de la basura, ya que el cliente, culturalmente, valora el esfuerzo de un buen trabajo. La recolección de basura es asumida como una labor importante y respetable en la que la ciudadanía también colabora para disfrutar de un espacio limpio, para cuidar el medio ambiente y reutilizar todo aquello que aún puede tener vida útil. Allá, todo el mundo da por hecho que ningún servicio que funcione bien puede ser barato o gratis. No importa si se trata de aseo urbano, agua, electricidad, gasolina o gas. Lo importante es que para tener calidad de vida hay que pagar un buen servicio, por eso, cuando se tiene, no se habla de él ni para bien ni para mal.

 

 

En Venezuela pasamos la mitad del tiempo de nuestras vidas añorando, criticando, reclamando enfurecidos, quejándonos e incluso, marchando y protestando por los servicios que necesitamos, porque no los tenemos o funcionan mal. En general, si alguien habla de un servicio en Venezuela, es para decir lo mucho que sufre. En Europa, como les dije antes, los servicios están allí. Siempre a tu lado. Son como el aire, no se ven pero sabemos que existen y es que el éxito de un servicio es, justamente, que la gente lo disfruta y como a un fantasma bueno, siempre lo tiene cerca.

 

 

En Venezuela pasa algo insólito, pondré un ejemplo vivido. Si a mí se me ocurre invitar a cenar a la bella Ángela Oraá, lo difícil no es que ella acepte, lo complicado es la logística para que decida salir de su casa, me explico.

 

 

—Ángela, ¿qué te parece si mañana, tú y yo solos, vamos a cenar en un restaurancito muy íntimo que descubrí en La Carlota?… Dime, ¿a qué hora paso por ti?

 

 

—¡Me parece fantástico, Claudio! Pero déjame ver cuándo llega el agua. De eso depende la hora a la que tienes que venir a buscarme. Eso sí, trata de venir antes de las 7:00 de la noche porque por aquí hace tiempo que no hay un bombillo en la calle y todo está tan oscuro como boca’e lobo. Eso da miedo y no te digo para ir por mi cuenta y vernos allá porque tengo una semana sin gasolina. Figúrate que ayer me levanté a las 5:00 de la mañana y no pude echar. Lo otro es que hoy por fin me llegó el gas, y quiero aprovechar para cocinar la comida de la semana de mi mamá y de mi hermana, no vaya a ser que mañana me quede sin gas otra vez. ¡Qué va!

 

 

—Todo eso quiere decir que te voy a buscar, ¿o no?

 

 

—Bueno, mi Claudito… si soluciono todo esto es casi seguro que sí. Pero, y perdona el abuso, si mañana llegamos a salir, ¿podríamos llevarnos una bolsita de basura para dejarla por ahí botada? Es que hace más de una semana que no pasa el aseo por la zona… Bueno, me llamas en la noche para ponernos de acuerdo. Si no te contesto insiste, tú sabes cómo está el servicio telefónico.

 

 

En Venezuela, por necesidad, nos hemos adaptado a lidiar con los servicios que no funcionan o que funcionan mal. No me cansaré de decirle a la gente que no debemos acostumbrarnos a lo malo. Lo bueno existe y nos pertenece. Si no lo podemos alcanzar en la inmediatez, hay que añorarlo, exigirlo, buscarlo y conseguirlo. Malo es acostumbrarnos a lo malo.

 

 

En Venezuela ocurre una situación extraña, pareciera que tener éxito es pecado. Se critica a los emprendedores que le echan pichón a pesar de las circunstancias. La gente quiere mejoras y si alguien comienza por una, es expuesto al escarnio público.

 

 

Con esto de la basura nos damos cuenta en dónde hay un buen servicio y en dónde no. Lo irónico e injusto, para quien hace bien su trabajo de recolección de basura en ciertos municipios de la ciudad, es que mientras más limpios están los sitios en donde se ha contratado el servicio, la gente no concientiza que para que eso ocurra, hay que pagar lo justo a miles de personas que logran el milagro de hacer invisible la basura.

 

 

En Venezuela existen zonas en donde el servicio de aseo urbano funciona bien y sin embargo, a veces escuchamos cosas como: “yo boto una bolsita de basura y me cobran igual que a mi vecino que bota tres”. La cosa es que no solo se está botando tu poquita basura, si no que un grupo de gente trabajadora barrió la calle y puso la plaza de la urbanización bien bonita para todos. Además, hay que pensar que tu bolsita de basura y las tres de tu vecino, se recolectan y se comprimen en un camión especialmente adaptado, en donde tu basura se convierte en mi basura.

 

 

Fíjense qué curiosa puede ser la vida. Todos queremos no ver nunca la basura, tener un trabajo bien remunerado y ser felices. A las empresas encargadas de recolectar la basura les pasa exactamente lo mismo, con la diferencia de que son ellos quienes se encargan de recoger esa basura que tú no quieres ver.

 

 

Los servicios que funcionan bien hay que pagarlos para, como en el caso del aseo urbano, remunerar y hacer felices a quienes planifican, compran la escoba, adquieren el camión compactador y recolector de basura y reclutan, además, a los ángeles que se encargan del milagro de que nosotros no veamos la basura.

 

 

Por cierto, olvidaba comentarles, al final, Ángela sorteó las dificultades y salió a cenar conmigo.

 

 

 

 Claudio Nazoa

Twitter: @claudionazoa
Instagram: @claudionazoaoficial

El tiempo de Dios no es perfecto, es limpio, ordenado y estético

Posted on: septiembre 19th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

 

Amigos lectores, hoy continuaremos conversando sobre los servicios públicos y privados. Quisiera compartir con ustedes un servicio sobre el cual los venezolanos no estamos acostumbrados a hablar y disfrutar, el del ornato de nuestras ciudades y el micro ornato de nuestro entorno, como lo son el condominio, el vecindario y por supuesto, nuestro hogar.

 

 

El año pasado, por culpa de la pandemia, estuve varado durante tres meses en Tenerife, la más grande de las islas Canarias de España. Allí siempre ha sido dificultoso el tema del servicio de agua. En Canarias el agua es un enorme tesoro porque son islas de origen volcánico y el agua, por ser un recurso que escasea, es muy valorado y cuidado. En la actualidad y gracias a profundas investigaciones, trabajos e inversiones, se logró que parte del agua de Tenerife se extraiga del deshielo del volcán El Teide, y otra parte, de las plantas de desalinización. Es esa la razón casi milagrosa por la que hay servicio de agua potable. Servicio que hay que pagar en su justa medida. No es barato, pero era más caro cuando no existía.

 

 

Ustedes se preguntarán, ¿y eso qué tiene que ver con el ornato? Pues mucho. Durante un caluroso verano en las islas contemplé, maravillado,  jardines espléndidos llenos de flores. En las macetas de las principales avenidas pude observar con asombro hermosas y coloridas plantas que si por algún motivo se marchitaban, eran cambiadas casi inmediatamente por otras frescas y es que una cuadrilla de obreros especializados se encarga de cuidar los jardines de la ciudad de manera meticulosa.

 

 

En Israel ocurre algo parecido, incluso más asombroso porque allí sí hay que desalinizar casi la totalidad del agua y, sin embargo, los jardines y las plazas siempre están limpios, verdes y floridos.

 

 

Soy un caraqueño amante y fanático de su ciudad. No me veo viviendo en ninguna otra parte del mundo. Soy afortunado porque al girar mi cara hacia el norte, me encuentro con el cerro El Ávila, una hermosa maravilla que Dios nos regaló a los venezolanos. No se puede pedir nada más glorioso. Por eso. siempre le digo a quienes están cerca: ¡vean El Ávila! La verdad es que a veces la gente no lo mira. Lo que sucede es que como siempre está allí, extrañamente, muchos no lo ven. Pero vale la pena mirarlo y piropearlo.

 

 

Acostumbro a ser crítico con lo que no me gusta, pero también tengo la costumbre de resaltar y alabar aquello que me agrada aunque lo haga gente que no me gusta. A propósito de esto, quería comentarles que siempre me he quejado del estado de desidia en el que se encuentran los sitios públicos en Venezuela. A honrosas excepciones, sentimos una mezcla de rabia y lástima al ver plazas, parques, autopistas y avenidas abandonadas a su suerte, en un país que aunque tiene agua por todas partes, escasea y es racionada. Cuando viajamos al interior de Venezuela, nos aterroriza el grado de dejadez en algunas ciudades en cuanto a lo ornamental se refiere. Uno ve aquellos peladeros de chivo y se pregunta: pero, ¿qué les costará sembrar una matica?

 

 

En la época de aquellos y de estos, siempre he criticado la falta de sensibilidad por no cuidar los jardines, calles y autopistas de nuestra bella Caracas. Hace como mil años tuve el honor de trabajar con doña Alicia Pietri de Caldera, una gran dama venezolana. Con ella fundamos el Museo de los Niños. Un día, doña Alicia me dijo: “Claudio, ¿por qué no llenamos de árboles los espacios de las avenidas y autopistas de Caracas?”. Meses después, estábamos sembrando junto a los niños de las barriadas populares miles de arbolitos en diferentes avenidas y autopistas. Cuando paso por alguno de esos sitios y veo un minibosque, pienso con orgullo que yo ayudé a sembrar eso.

 

 

Debo decir que aunque no me gusta este gobierno, es mi deber reconocer que el arreglo ornamental de la autopista Francisco Fajardo, en este momento, es fabuloso. El señor Fajardo agradece el cariñito y manda a decir que saluden de su parte al cacique que hoy usurpa su nombre. Para el señor Francisco Fajardo, Cacique es el ron que toma cada vez que siembran una palmera y arreglan un jardín de su autopista. Debo decir también que no me gustan para nada los motivos supuestamente indígenas que pintaron en las paredes. Yo las habría dejado blancas y aunque me caigan los odiadores de las redes, confieso que siento satisfacción ante el esfuerzo ornamental tan necesario y justo para la paz mental de los habitantes de la ciudad de Caracas. Me alegra pasear por la autopista Francisco Fajardo y ver las bellas esculturas restauradas y los jardines que están sembrando. Es arte que casi de un día para otro floreció ante nuestros ojos. Felicito a los arquitectos, paisajistas y escultores que participan en esto. Ojalá le hicieran un cariñito al mural de Zapata y rescataran el Jardín Botánico y que el proyecto de embellecimiento se extienda por toda Venezuela.

 

 

No puedo tampoco dejar de nombrar las cosas lindas y útiles que veo en mi ciudad. Por ejemplo, cuando de noche entramos a Altamira por la autopista, nos encontramos con unos ojos de gato en el pavimento que encienden y apagan con luces de colores que parecen bailar felices, quizás, porque mucha gente las ve danzar. Es una pendejada, lo sé, pero qué bonitas se ven de noche. Deberían colocarlas en todas partes, además, trabajan con energía solar. Por favor, cópiense de eso.

 

 

Tampoco puedo dejar de nombrar el cuidado, limpieza y ornato de las plazas Altamira, Los Palos Grandes, Alfredo Sadel y la de El Hatillo que, según me informaron, las cuidan los amigos de Fospuca. Ojalá otras empresas, dueños de restaurantes, bodegones y futuros casinos, colaboren con esta iniciativa y ayuden a adornar con plantas, obras de arte y luces bonitas, las calles donde tienen sus negocios. Recuerde, cuando esté limpiando su casa y arreglando su jardín, usted está colaborando con su felicidad y la felicidad colectiva.

 

 

Escribiendo esto no estoy cerrando los ojos ante la enorme cantidad de problemas que tiene nuestro país, pero también debemos ver alguna cosa buena que nos permita soñar con que algún día, volveremos a ser prósperos y podremos disfrutar de una Venezuela tan limpia y bonita como nuestras casas, porque estoy convencido de que el tiempo de Dios no es perfecto, es más que eso, es limpio, ordenado y estético.

 

 

 

Ilustración: Jeanette Ortega Carvajal | Twitter @jortegac15

 

 Claudio Nazoa

Twitter: @claudionazoa

Instagram: @claudionazoaoficial

Tania, la muerta que habla

Posted on: junio 6th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

No sé si Tania Sarabia estaría viva cuando dijeron que murió, pues ella es una mujer rarísima y siempre le ocurren vainas insólitas. Pero, como al parecer y según las redes sociales ha muerto, aprovecharé para contarles una anécdota loca y absolutamente cierta que le ocurrió hace mucho tiempo, cuando formaba parte del elenco de la obra teatral El día que me quieras, escrita y dirigida por José Ignacio Cabrujas.

 

 

La obra se estaba presentando en el Teatro Alberto de Paz y Mateo de El Nuevo Grupo y Tania hacía el personaje de Matilde. En una de las funciones, nadie sabe cómo, ocurrió algo increíble. Un perro callejero se coleó en el teatro y ya sobre el escenario, se fue derechito hacia el lugar en el que Tania se encontraba justo en el momento en el que ella decía este diálogo:

 

 

—Dios mío de mi vida, qué humedad de hombre.

 

 

Lo insólito del caso es que al fulano perro no se le ocurrió otra cosa que pegársele a una pierna de Tania como si fuese una perra maluca. Por supuesto, tan insólita situación, causó gran revuelo y risas entre quienes presenciaban el espectáculo.

 

 

José Ignacio Cabrujas, que estaba en uno de los camerinos, preguntó a qué se debía el alboroto y las risas del público. Uno de los técnicos le dijo:

 

 

—¡Señor Cabrujas! ¡Señor Cabrujas! ¡A Tania se la está cogiendo un perro!

 

 

La cosa terminó cuando uno de los asistentes subió al escenario, le despegó el perro a Tania y lo sacó de escena. La obra continuó y Cabrujas comentó que estaba seguro de que lo ocurrido jamás había sucedido en la milenaria historia del teatro universal.

 

 

Quienes conocemos a Tania Sarabia sabemos que con ella cualquier vaina loca podría pasar, de hecho, los amigos siempre comentamos que el día que Tania muera, aquello va a ser una gozadera y efectivamente, hoy, Tania ha muerto y ha sido una gozadera.

 

 

He sido testigo de un evento insólito. Ayer, en medio del dolor que nos embargaba la sensible muerte de nuestra amiga Tania, sus amigos Bolivia y Nelson Bocaranda, Eva y Amanda Gutiérrez, Gledys Ibarra, Leonardo Padrón, Carlota Sosa y mi persona, entre muchos otros, lloramos e hicimos un Zoom espiritista para comunicarnos con la cadáver en cuestión. He aquí parte de una insólita conversación con ella desde el más allá.

 

 

—Tania… Tania… ¿estás allí?… ¡Manifiéstate!… Tania… Tania… si estás allí danos una señal.

 

 

—¡Ay, coño!, se fue la luz. Esta vaina sí que está oscura y por falta e’ pago no será.

 

 

—¿La escucharon? ¡Era su voz!… Tania… Tania… ¿ves la luz?

 

 

—Aquí no se ve nada. Es que Corpoelec es una vaina. En Santa Rosa de Lima todos los días nos cortan la luz.

 

 

—Tania… Tania… al final del túnel debe haber una luz, ¿la ves?

 

 

—¡Siii…! ¡Veo la luz!… Es del apartamento de al lado porque ellos tienen planta eléctrica.

 

 

—Tania… Tania… acéptalo. Ya no estás entre nosotros. Estás muerta. ¡Camina hacia la luz!

 

 

—Tengo raaato caminando en esta oscuridad y me di un coñazo en el tobillo… ¡Ya va! Ahora sí. ¡Llegué a la luz!

 

 

—Tania… Tania… ¿qué ves allí? ¡Cuéntanos!

 

 

—Estoy viendo un pocotón de tipos vestidos como ángeles, tienen alas y aureolas en la cabeza. ¿Será que llegué a la marcha del Orgullo Gay?, digo, como están celebrando su mes… Voy a preguntar… Señor, ¿yo estoy muerta?

 

 

—No, señora. ¡Usted lo que está es loca e’ bola!

 

 

—Mire señor, lo que pasa es que según me están diciendo mis amigos, al parecer me acabo de morir y no sé adónde voy.

 

 

 

—Aquí, entre nosotros, le voy a decir algo: trate de llegar al infierno porque el cielo es una ladilla. Eso es como pasar una Semana Santa en Antímano. Además, segurito que todos los amigos que se le han muerto están allá.

 

 

—Tania… Tania… sigue hablando. Tus amigos te escuchamos.

 

 

—¡Coño!, no interrumpan. ¡Ay!, ¡Un angelito negro! Debe ser Coquito, por ahí debe andar el tío Simón… Coquito, ¿cómo hace uno para llegar al infierno?

 

 

—¿Qué le pasa señora! Yo no soy Coquito. Yo soy uno de los angelitos negros de Andrés Eloy Blanco.

 

 

—Disculpe, señor angelito negro… ¿me podría explicar cómo hace uno para llegar al infierno?

 

 

—Le voy a explicar, alma en pena. Usted se monta en esas escaleras mecánicas y luego déjese llevar. Cuando oiga que dicen: “estación Venezuela”. Allí se baja.

 

 

—Gracias, señor angelito negro… Pa’ mí que es Coquito… ¡Muchachos, ya voy pa’llá!… Si me dejan de escuchar quédense tranquilos. Voy a desconectarme un ratico que la comunicación es muy mala.

 

 

Y fue así como Tania Sarabia bajó por las escaleras y al toparse con un retratote de Chávez supo que había regresado. Y aquí está de nuevo, entre nosotros, los que vivimos como almas en pena en este bello infierno.

 

 

COMUNICADO

Las Funerarias Organizadas de Caracas FÓ-CARÁ, cumplen con el penoso deber de informar la sensible resurrección del cadáver femenino de nombre Tania Sarabia e invitan al acto de desvelo que se efectuará en un conocido bar cercano al Cementerio del Este.

 

 

El cuerpo de tan hermosa fémina, completamente vivo y chino en pelota, será exhibido para su contemplación sobre la barra del bar. La incineración queda suspendida, pero como ya se habían encendido los carbones, están cordialmente invitados a una ternera que será compartida entre los asistentes a tan luctuoso acontecimiento.

 

 

Paz y larga vida a su cuerpo.

Ilustración: Jeanette Ortega Carvajal @jortegac15

 

 Claudio Nazoa

Twitter: @claudionazoa

Instagram: @claudionazoaoficial

 

 

Los soldados y las armas que protegen a El Nacional

Posted on: mayo 25th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Y mi casa, El Nacional, sigue invadida. Donde antes había periodistas ahora hay soldados armados y uno se niega a aceptar esta realidad pasajera.

 

 

Quizás esta arbitrariedad me ha puesto nostálgico, mas no me siento derrotado porque acudo a los recuerdos de estos treinta años en los que he habitado en este periódico.

 

 

Así encontré el texto con el que un día gané el premio Otero Vizcarrondo como mejor artículo del año. Hoy lo he retocado y creo que es la mejor forma de protestar sin deprimirme. Protestaré con optimismo porque recordar a tantos hombres de bien que ha parido esta patria me hace sentir orgulloso y esperanzado, pues el talento, la creatividad y la bondad son eternos y universales, mientras que la maldad, por más fea que sea, siempre será pasajera aunque dure mucho.

 

 

Mi casa, El Nacional, en este momento ultrajada, no está derrotada porque allí han estado física y espiritualmente cientos de artistas venezolanos quienes con sus obras y su arte cuidan cada rincón de ella.

 

 

No sé disparar balas. Mis armas son la cocina, las letras, las risas, el humor y el amor. A continuación, voy a nombrar uno por uno a los soldados invencibles quienes son los únicos que podrán acabar con la barbarie que destruye lo que toca.

 

 

En estas horas confusas, difíciles y alocadas que vivimos, sólo los artistas pueden salvarnos. Los artistas están dando la cara por Venezuela.

 

 

Nunca se verá ni se escuchará que un artista vaya preso por corrupción o por hacerle daño a alguien. El artista vive para el bien, para hacer feliz a la gente que se asoma a su arte.

 

 

El artista expele libertad, creación, imaginación, amor, talento, expresividad, humor, ternura, poesía y música. En cada artista, hay un poquito de otros artistas sin importar la especialidad a la que cada uno se dedique. Así, en un hermoso cuadro de Jacobo Borges, podríamos escuchar la música de Antonio Estévez, la de Andy Durán o la de Oscar D’León.

 

En un poema de Aquiles Nazoa podríamos deleitarnos con la espléndida voz de Alfredo Sadel, quien canta junto a la intensa Violeta Alemán, o disfrutar de los colores de un cuadro de Alirio Palacios o de Mateo Manaure, mientras Belén Lobo y Eva Millán bailan en puntas El lago de los cisnes.

 

 

 

@Milleralvinom

 

Dicen que por allí andan de parranda literaria los poetas José Antonio Ramos Sucre y Rafael Cadenas, escribiendo con un palito poemas a la orilla del mar para que las olas se los lleven de viaje a recorrer el mundo. Dicen también que Cayito Aponte, quien se niega a morir, canta junto a William Alvarado el aria de una ópera para luego ir al teatro a ver actuar a Pepeto, quien está muerto pero de la risa.

 

 

Cuando Saúl Vera toca la bandola, no es raro ver a Miguel Otero Silva y a Rómulo Gallegos riendo e intercambiando textos y con suerte, escuchar cerca de ellos la voz de Julio Garmendia contando historias de su tienda de muñecos, mientras Tania Sarabia también los hace reír con sus cuentos alocados.

 

 

Los caricaturistas Edo, Pinilla y Weill están en la policía tratando de que liberen al escultor Alejando Szilágyi, a quien encontraron in fraganti intentando tallar orquídeas sobre el Samán de Güere.

 

 

Cuando Teresa Carreño toca el piano acompañada por el violín de Pedro Antonio Ríos Reyna, podemos ver de cerca a la otra Teresa, a la de la Parra, leyéndole a Ifigenia Las Memorias de Mamá Blanca, o vemos al maestro Gregory Antonetti con su piano, deleitando a Sofía Ímber con una preciosa melodía, mientras ella cuida a todos los artistas que están guindados en las paredes de su museo.

 

 

Cuando el sapo Graterolacho escribe su Camaleón desde el cielo de Acarigua, que es como Nueva York, podemos escuchar a Cheo Hurtado y a Miguel Ángel Bosh tocar el cuatro, mientras, el Juan de Pedro Emilio Coll continúa tentando sin parar su diente roto y dicen que Arturo Michelena, al parecer en las noches, visita a Miranda en La Carraca.

 

 

Cuando el Pollo Brito canta, leemos la poesía de Andrés Eloy Blanco y escuchamos al inolvidable Balbino Blanco Sánchez, recitando de Aquiles Nazoa, La Balada de Hans y Jenny.

 

 

Cuando Gustavo Dudamel dirige, vemos a Régulo Pérez, a Jesús Soto y a Carlos Cruz-Diez, llenando con trazos de luces y colores las paredes de la ciudad y el que anda arrechísimo es Alí Primera, quien desde su casa de techo de cartón, le dice a su pueblo bravo que él no tiene la culpa.

 

 

Cuando El Cuarteto toca dirigido por el alma de Raúl Delgado Estévez, podríamos fácilmente disfrutar de la poderosa voz de Fedora Alemán y escuchar a Carlos Jiménez inventar maravillas que parecen imposibles, como lo es organizar un Festival de Teatro para Dios.

 

 

Cuando canta María Teresa Chacín y María Rivas acompañada por el virtuosismo del espíritu de Aldemaro Romero, podemos ver, aún en sueños, al poeta Rosas Marcano con una pluma en la mano escribiéndole a la vida y luego, saludar a José Rafael Pocaterra, quien encerrado en La casa de los Ábila, ríe al releer sus cuentos grotescos, mientras que Enrique Bernardo Núñez regala perlas que encontró en su libro Cubagua a los transeúntes que por allí pasan.

 

 

Cuando leemos a Adriano González León, acariciamos las perfectas formas de las esculturas de Colette Delozanne, y escuchamos a Gualberto Ibarreto confesando que él es el ladrón de tu amor.

 

 

Cuando Leonardo Padrón escribe un verso o una telenovela, a su lado vemos al maestro José Ignacio Cabrujas y a Rodolfo Izaguirre, riendo con el humor de Emilio Lovera y luego, como siguiente acto, escuchamos las voces de Renny Ottolina y de Amador Bendayán anunciando la nueva composición de nuestro Simón Díaz.

 

Cuando leemos, escuchamos y vemos a Arturo Uslar Pietri dirigido por el creativo Henrique Lazo, también podemos disfrutar del extraordinario talento del comediante Laureano Márquez y del poeta Jesús Peñalver, quien siempre grita que quiere mudarse a un mejor país pero en el mismo sitio.

 

 

Cuando Zapata dibuja o pinta, nos vemos todos, porque la esencia del arte es que nos encontremos en lo hermoso de reconocernos como seres humanos.

 

 

El arte es el verdadero poder, el poder lógico del hombre.

 

 

El arte es la fe, la perseverancia, la vida feliz y poderosa.

 

El arte mata brutos y derroca tiranías y todos los nombrados, son los soldados y las armas que protegen y protegerán a El Nacional, mi casa.

 

 

Twitter: @claudionazoa

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Andrés Eloy Blanco, el humorista prestado a la política

Posted on: mayo 21st, 2021 by Laura Espinoza No Comments

Andrés Eloy Blanco asombra no solo por ser el poeta y escritor que fue, lo hace también por su lejanía al odio y al resentimiento, sobre todo si tomamos en cuenta que fue víctima del despotismo de Juan Vicente Gómez, quien lo encarceló en el temido Castillo de Puerto Cabello, en una época que los venezolanos creíamos pasada y en la cual los hombres podían ser encarcelados, torturados y hasta muertos, por no pensar igual que el déspota de turno.

 

 

Tenía Andrés Eloy la cualidad que pocas personas poseen de ver cosas donde aparentemente no hay nada, es decir, era un humorista. Zapata aseguraba que un humorista es un ser con una enfermedad mental, quien pierde la capacidad de ver las cosas que le rodean como son. Por su parte, Aquiles Nazoa tenía su propia definición: “El humor hace que la gente piense sin que el que piensa se dé cuenta de que lo está haciendo”.

 

 

Entre el humor y el poder siempre hay una enemistad. Es el humor el que descubre la debilidad del autócrata o del mediocre. Es el humor la pequeña venganza de los débiles e increíblemente, mientras más respetuoso e inteligente sea, más efecto demoledor tiene.

 

 

Se conocen muchísimas anécdotas sobre la literatura humorística de Andrés Eloy Blanco, quien era un hombre que vivió su vida cotidiana humorísticamente. Era uno de esos seres privilegiados capaces de responder, a la velocidad de la luz, ante cualquier circunstancia que pudiera incomodar a la audiencia o a su persona.

 

 

Andrés Eloy, aparte de ser humorista innato, era buen escritor y para seguir con los apartes, un poeta como pocos.

 

 

Este poeta nunca fue odioso, porque el humor, el odio y la poesía no pueden convivir juntos. El humor es amigo del amor y cuestionador del poder cualquiera que este sea.

 

 

El humor es crítico y sarcástico, pero nunca puede ser utilizado como arma de un poderoso en contra un débil, pues se convierte en cinismo.

 

 

Andrés Eloy podía hacer chistes y parodias de sus carceleros en el Castillo de Puerto Cabello. Podía, con todo el derecho, escribir versos humorísticos a sus compañeros de penuria; sin embargo, habría sido detestable que, por ejemplo, Gómez o sus esbirros hicieran chistes o bromas de los presos.

 

 

Un ejemplo del humor como arma política contra la barbarie es la película El gran dictador de Charles Chaplin. Allí y ante el mundo, desnuda a Hitler y a Mussolini presentándolos como asesinos enloquecidos. Al mismo tiempo, logra que la gente que ve la película, ría y reflexione acerca de lo peligroso que resulta un demente histriónico con poder.

 

 

En El gran dictador, Chaplin es respetuoso con Hitler. Nunca utilizó gestos ni palabras que lo humillaran como persona. Él sustrae la esencia de lo profundamente ridículo, aparte de lo peligroso que puede ser un dictador y lo presenta tal cual es: una caricatura patética de la lógica. Por medio de la risa entendemos el peligro. Hay que recordar que cuando se hizo la película, Hitler y Mussolini eran muy poderosos y en su momento fue un acto muy valiente de Chaplin.

 

 

Alguien podría pensar que estas reflexiones sobre el humor no tienen nada que ver con Andrés Eloy Blanco, pero es importante aprovechar esta oportunidad para tratar de explicar un poco cómo funciona un humorista.

 

 

Al poeta le tocó estar en el Congreso cuando se implementó el voto femenino y para la ocasión, no se aguantó y escribió este verso que ejemplifica el talento del que hemos venido conversando:

 

 

La política se inclina

 

sin excepción de persona

 

de la fuerza masculina

 

a la fuerza más culona

 

Para que los lectores tengan una idea más clara de la capacidad de humor instantáneo y espontáneo de este hombre, se cuenta que en un viaje que hizo a Colombia, visitó en Bogotá la residencia de una familia de apellido Icasa. Dicen que allí habitaban tres lindas señoritas famosas por su elegancia y belleza. Lo cierto es que el señor Icasa, padre de las muchachas y admirador de Andrés Eloy, llama a sus hijas para que saluden al poeta.

 

 

—¡Niñas! Bajen para que conozcan al poeta venezolano.

 

 

Las señoritas Icasa, una a una, bajaron por las escaleras, y estrechando la mano de Andrés Eloy, decían su nombre.

 

 

—María Icasa.

 

—Mucho gusto, señorita…

 

—Isabel Icasa.

 

—Mucho gusto, señorita…

 

 

—Por último bajó la más bella.

 

—Cuquita Icasa –dijo.

 

—Si hay comida me quedo –respondió el poeta.

 

En otra ocasión, cuando un religioso de apellido Barnola tomó los votos de castidad, Andrés Eloy no perdió la oportunidad de escribirle estos versos:

 

Los votos de castidad

 

hizo el hermano Barnola

 

pero se dejó las bolas

 

por una eventualidad

 

Y para seguir con el anecdotario, cierto día, en el Congreso, el poeta se le acercó al Dr. Rafael Caldera después de la intervención de José Camacho, dirigente sindical y en aquel tiempo único diputado negro de Copei. Andrés Eloy, palmeando a Don Rafael, le entregó un papelito:

 

 

Hay cosas que son de ley

 

 

y que resultan un fiasco

 

 

mujer orinando en frasco

 

 

y negro inscrito en Copei

 

 

Recién ahora podemos decir que humoristas, comediantes, dibujantes, poetas y escritores, son seres respetables que pueden vivir de su talento. Esto parece una tontería, pero resulta que a pesar de que en Venezuela han existido excelentes creadores, nunca, hasta hoy, fueron reconocidos como trabajadores a los cuales incluso hay que pagarles.

 

 

Me consta, por ser su hijo, que la gente se extrañaba si humoristas de la talla de Aquiles Nazoa trataban de cobrar por su trabajo. Eso pasaba porque algunas personas asociaban el arte de hacer reír con algo muy fácil parecido a la echadera de broma y por la cual nadie paga. Estos grandes humoristas, comediantes, dibujantes, poetas y escritores que nos antecedieron, vivieron casi siempre bajo regímenes dictatoriales que como todos sabemos, tienen muy poco sentido del humor, lo que hacía que estos héroes tuvieran sus bolsillos limpios y a sus familias muertas de hambre y de risa.

 

 

¡Qué paradójica puede ser la vida! Cómo sufrieron quienes se dedicaron al humor de manera profesional. A ellos les costó años de cárcel, censura, desempleo o destierro, tal como les ocurrió a Leoncio Martínez, Andrés Eloy Blanco y a mi padre Aquiles Nazoa.

 

 

Cuando dicen que Andrés Eloy Blanco es el poeta del pueblo de Venezuela, es verdad. Pero es verdad sobre todo porque de allí venía. Andrés Eloy salió del agua de su ciudad, de la empanada de cazón, de los peñeros, de los mercados, del caracol que pensativo medita sobre una piedra frente al mar.

 

 

Él era libertad, poesía y humor, es decir, él era el pueblo.

 

 

Tenemos que comenzar a asumirlo en su fase menos conocida: la de humorista, la del hombre creativo que utilizó el humor para sobrevivir en las buenas y en las malas.

 

 

Qué bonito es descubrir en este gran venezolano a un poeta, un político, escritor y humorista, quien no tenía otra pretensión que hacer feliz a la gente y lograr realizarse como un hombre feliz que, al final, es la razón por la que deberíamos luchar los seres humanos.

 

 

A veces se puede ser únicamente político o quizás ser un poeta sin saber escribir. Otras veces se puede ser un gran escritor sin ser poeta ni político, pero Andrés Eloy Blanco era más que eso, era un humorista que la vida lo prestó a la política, a la poesía y a la escritura.

 

 

 

 Claudio Nazoa 

Twitter: @claudionazoa

Instagram: @claudionazoaoficial

Maldad

Posted on: mayo 20th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Ilustración Jeanette Ortega Carvajal, Twitter @jortega15c

 

 

El otro día escribí un artículo titulado “Felicidad” y descubrí que todos sabemos lo que es, pero pocos saben definirla con palabras porque el concepto es impalpable e individual. Cada persona puede concebirla diferente porque lo que me hace feliz no necesariamente hará feliz a otro. Por ejemplo, yo me la paso cocinando en mi casa y en la de mis amigos, eso me hace feliz, pero para muchos cocinar es símbolo de infelicidad. La felicidad, al igual que el amor y el humor, son difíciles de explicar pero no de sentir: se está enamorado o no se está. Igual sentimos si estamos felices o no.

 

 

Lo anterior fue un preámbulo para hablar de algo muy malo como lo es la maldad. Esta palabra no necesita ser interpretada sino ser sentida. Cuando la maldad se hace presente, la sentimos como si fuera el irritante gas de una bomba lacrimógena. No la vemos y si la detectamos tratamos de evitarla. La maldad es muy mala y tiene mañas malvadas para invadirnos y a veces, poco a poco, se va haciendo presente en nuestras vidas sin que nos demos cuenta. Esa lentitud la hace peligrosa porque de pronto trastoca nuestra existencia y podemos acostumbrarnos a padecerla y no hay nada peor que acostúmbranos a lo malo.

 

 

Quienes me conocen, saben que soy un hombre optimista y difícil de doblegar hasta en las situaciones más hostiles en donde a veces me ha colocado el destino. Sin optimismo, nuestra vida como tal, no existiría. Fuimos procreados a través de un acto en donde el optimismo, el erotismo, el amor y la casualidad se combinaron.

 

 

Pero sigamos con la maldad que parece haberse apoderado del mundo. Hay gente que erróneamente siente que hay maldad en vacunarnos contra la COVID-19 y en la obligatoriedad del uso de la mascarilla, cuando en realidad son salvavidas. La maldad se siente por no poder abrazar, dar la mano, asistir a fiestas y por no poder besar a familiares y amigos queridos. Maldad es privarnos de aquello que puede hacernos sentir felices en nuestra vida cotidiana.

 

 

Los venezolanos vivimos en un país en donde hay dos maldades que nos atormentan. Una de ellas podría terminar al vacunarnos. La otra maldad es la enorme tela de araña en donde los venezolanos tenemos más de veinte años atrapados.

 

Maldad es ver a familias enteras de un país rico hurgando en la basura para poder comer.

Maldad es cuando cientos de miles de venezolanos huyen de su país a pie, por mar o brincando el muro que separa a Estados Unidos de México.

Maldad es cuando vemos los infames productos de las humillantes cajas CLAP.

Maldad es cuando vemos lo que ocurrió en Lácteos Los Andes, mientras que el pueblo bebe una cosa desagradable y salada parecida a la leche.

Maldad es cuando la isla de Margarita, antes una perla, la vemos convertida hoy en un lugar en donde hay miles de galpones cerrados y oxidados frente a un mar Caribe precioso.

Maldad es expropiar una empresa como Conferry y en cuatro años, por desidia,  hundir todos sus barcos.

Maldad es cuando vemos las ruinas de lo que iba a ser un tren que cubriría la ruta de Maracay a Puerto Cabello.

Maldad es la destrucción del centro de Valencia para construir un Metro que nunca se hizo.

Maldad es montarnos en las ruinas del Metro de Caracas, el transporte subterráneo que llegó a ser el más bello de América Latina.

Maldad es ver los escombros de lo que iba a ser el tren de Petare hasta Guarenas.

Maldad es llevar a la ruina empresas otrora exitosas, como las de aluminio, hierro y acero.

Maldad es tener las reservas más grandes de petróleo del mundo y no tener gasolina, gas ni gasoil.

Maldad es cuando por desidia del Estado mueren niños en el Hospital J. M. de los Ríos.

Maldad es saber que cientos de trabajadores del sector salud murieron por no haber sido vacunados a tiempo.

Maldad es cuando nos damos cuenta de que Venezuela es el único país del mundo en donde no existen monedas ni billetes.

Maldad es ver cómo han destruido todas las universidades públicas de Venezuela.

Maldad es vivir en un país en donde el sueldo mínimo no llega a 10 $ mensuales.

Y, en fin, maldad fue cuando un día, al ir a mi casa El Nacional en donde he vivido durante treinta años, en lugar de encontrar a mis colegas, amigos, libros, computadoras y café, veo a unos soldados armados impidiéndome el paso a pesar de explicarles que esa es mi casa.

 

—¡Esto ya no es El Nacional! –responde el soldado.

 

—Entonces, ¿qué es? –pregunto con rabia, asombro y tristeza.

 

—No estamos autorizados para responder a esa pregunta –dice mientras con fuerza aprieta su arma.

 

Esta vez la maldad llegó a mi hogar El Nacional. Por eso, un día, escribí un artículo titulado: “Todos perderemos todo”.

 

Twitter: @claudionazoa

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Su madre

Posted on: mayo 9th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

En un día tan sagrado como el de hoy, les traigo una carta que escribió mi madre quien por cierto acaba de cumplir ¡100 años! Lo mejor es que ella cuenta con una salud física y mental mejor que la de sus hijos, nietos y bisnietos y me considero uno de los pocos seres afortunados que, siendo un anciano en etapa terminal, aún tiene a su madre viva.

 

 

A mamá no le gusta figurar y corro el riesgo que después de que ella lea esto, me hale de las orejas por andar nombrándola y me deje castigado encerrado en el cuarto sin celular. Sin embargo, no me importa, porque quiero contarles una anécdota que ocurrió en una escuela que lleva el nombre de su esposo, mi padre, Aquiles Nazoa.

 

 

Cuando mamá tenía 85 años, la invitaron a visitar la Escuela Aquiles Nazoa para conversar con sus alumnos. La acompañé y fue maravilloso ver cómo los niños estaban ansiosos por conocer a los familiares del poeta. En general, a los niños pequeños les cuesta entender eso de las fechas históricas y en sus cabecitas inocentes y alocadas, Cristóbal Colón, Simón Bolívar, Jesucristo y Aquiles Nazoa, son de la misma y “antigua” época. Les ocurre como a la mayoría de los adultos cuando nos referimos al antiguo Egipto. Muchos creen que toda la civilización egipcia se desarrolló en un mismo momento y resulta que ocurrió a lo largo de 5.000 años de historia.

 

 

Pero sigamos con la anécdota. Lo cierto es que reunieron a los niños en un salón grandísimo y nos presentaron como los familiares de Aquiles Nazoa. Los muchachitos, emocionados, comenzaron a hacernos todo tipo de preguntas. Yo era quien casi siempre las respondía.

 

 

—¡Niños! –les dije- ahora le toca a mi madre, la señora María Laprea de Nazoa, viuda del poeta, responder a sus preguntas.

 

 

Entonces, un carricito como de 8 años, levantó la mano.

 

 

—Señora –dijo el niño- ¿usted de verdad se casó con Aquiles Nazoa?

 

 

—Sí, claro, hijo –respondió ella- yo me casé en 1949 con él.

 

 

El niñito, sorprendido, moviendo nervioso los brazos como si quisiera volar, exclamó a todo pulmón.

 

 

—¡Peeerroooo…! ¡Señoraaa..! ¡Usted sí que ha durado!

 

 

Ese niño ya debe ser un hombre y me gustaría saber qué diría hoy si viera a mi mamá con más de 100 años.

 

 

Esta anécdota la conté para que conocieran un poco a mi mamá y ahora quiero compartir una carta que, en víspera del tan esperado Día de la Madre, nos hizo llegar esta semana a cada uno de sus hijos.

 

 

Caracas, 7 de mayo de 2021

 

 

Queridos hijos, Raúl, Mario y Claudio:

 

 

Ya viene de nuevo el Día de la Madre que ustedes, supuestamente y en homenaje a mí, gustan de celebrar. Quiero, amados hijos, recordarles que ya tengo más de cien años y que para este próximo domingo me gustaría organizar yo misma mi fiesta. Sí, como lo oyen. Este año no quiero que ninguno de ustedes invente mi homenaje.

 

 

No es que yo sea una vieja alzada o malagradecida. No. Lo que ocurre es que al recordar todos estos años de sufrimiento en la celebración del Día de las Madres, me provoca no parir más. Por si se les ha olvidado, les haré un breve recuento de años anteriores.

 

 

Raúl querido, comencemos contigo. Reconozco el esfuerzo que haces para preparar tu famoso sancocho cruzado del Día de la Madre. ¿Cómo olvidar la ollota tiznada y montada sobre unos ladrillos para hacer un fogón de leña en el patio de la casa? Tampoco olvido el inmenso saco de verduras, la gallina viva y el descomunal costillal de res con el que te presentabas.

 

 

Hijito, ¿cómo olvidar cuando paloteado y después de saludarme entrabas a la casa en compañía de tus primos Miguel, Raúl Delgado y familia, y mientras seguían cantando y cayéndose a palos, me dejabas soplando con fuerza para encender la leña, espescuezando a la gallina y pelando las verduras? Al final de la tarde, yo quedaba exhausta y cuando merecidamente iba a comer un dulce de Cola de Langosta que había traído mi sobrina Dacha, ya ustedes se los habían jartado. Luego, cerca de las 9:00 o 10:00 de la noche, todo el mundo se iba y me dejaban el perolero sucio para que yo lo lavara y la casa echa un desastre para que yo la ordenara.

 

 

Mario, voy contigo. ¡Ay, mi hijito consentido! A ti te da por regalarme aparatos eléctricos para la limpieza además de todo tipo de detergentes, coletos y pañitos de cocina, que al final te llevas “prestados” a tu casa y más nunca los vuelves a traer. Igual, mi consentido, me has regalado varios teléfonos iPhone que hacen de todo, pero de nada ha valido. Tu hijo Manuel, mi nieto, lo pide prestado para bajar unas cosas que llaman “aplicaciones” y luego más nunca me lo trae. Celina, tu esposa, cada año me regala una perolota grandota de arroz con coco que siempre, y al final de la fiesta, termina como cajita feliz para Miguel, Raúl y Dacha. A mí, de vainita, me dejan un repelito en la olla y si reclamo me contestas:

 

 

—¡Ay, mamá! No seas tan quejona. Comer tanto dulce no es bueno para ti.

 

 

Y tú, mi Claudito, mi cómico preferido, te agradezco los días de las madres cuando me decías: mamá, este año usted no hace sancocho ni lava los platos. ¡Nos vamos todos a un restaurante criollo de carne!

 

 

¡Ay, hijo!, nunca te dije nada, pero esa invitación era una pesadilla. Aquel gentío y nosotros sentados en una mesa al lado de la tarima en donde los imitadores de Reinaldo Armas, Luis Silva, Reina Lucero y Juan Gabriel, no dejaban de cantar. Además, nunca olvidaré al chabacano locutor diciendo lo mismo cada cinco minutos:

 

 

—Y saludandoooo… a la mamá del gran cómico Aquiles Nazoa.

 

 

—¡Aquiles, no! –gritaba yo corrigiendo al locutor que no me escuchaba- ¡Claudio!

 

 

Además, hijito, al final me volvían loca entre el ruido del joropo a todo volumen y ustedes medio borrachos riendo y gritándose entre sí. ¡Eso era un infierno! ¿Cómo olvidar aquel calorón si me ponían un asador con la carne, los chorizos, la yuca y la chinchurria al lado y al voltear la cabeza, me topaba con el calor intenso y el humo del asador de la mesa contigua? Y a la hora de pagar, a ti siempre se te “quedaba” la cartera en casa y yo tenía que hacer un cheque que jamás recuperaba. Nunca dije nada, pero yo salía de allí oliendo a parrilla, con hambre, brillante de grasa, con tremendo dolor de cabeza, sin plata y sorda e’ bola.

 

 

¡Pero ya! Este año me puse de acuerdo con la tía Rita Laprea y las dos decidimos irnos en el teleférico hasta el Hotel Humboldt. Allí van a hacer un bonche increíble para las madres en su día y como ustedes saben, el hijo de la tía Rita es uno de los gerentes y yo le pedí que la cuenta, se la mandara a ustedes.

 

 

Bueno, hijitos queridos, que Dios me los bendiga y cuídense mucho.

 

 

Su madre

 

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María Laprea de Nazoa junto a sus hijos Raúl, Claudio y Mario

Felicidad

Posted on: mayo 6th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Últimamente he estado escribiendo artículos de humor y es que en medio de esta locura en la que está inmersa la humanidad con esto de la pandemia, es importante tratar de hacer sonreír a la gente. Les advierto que hoy me siento como Carlos Fraga, pero sin sus sabios conocimientos ni su buenamozura. Ah, y también prepárense para leer en este texto la palabra felicidad muchas veces.

 

 

Hace unas pocas noches atrás me puse a pensar si sería posible ser feliz a pesar de las penurias. Para resolver esta duda es importante saber el significado de ser feliz. ¿Es una palabra, una actitud, una aptitud, una virtud, una forma de ser, un privilegio, un premio o una condición? Creo es una combinación de todo lo anterior, por eso ser feliz sólo puede sentirse y resulta difícil de explicar, entender o de buscar.

 

 

La felicidad, al igual que la conciencia, el amor y el sentido del humor, son inherentes al ser humano. Una planta o un animal están vivos igual que nosotros, pero no tienen conciencia del privilegio de la vida. Sólo están vivos. No saben la suerte que han tenido de ser parte de la misteriosa vida del planeta Tierra, en donde nadie comprende aún porque hay vida en él y no (hasta donde hoy sabemos) en otra parte del universo. Los animales y las plantas sólo pueden estar bien o mal, y ya.

 

 

Pero volvamos al misterio del concepto de la felicidad. Lo malo de estar feliz es que no siempre depende de quién siente tan misteriosa condición.  La felicidad no es constante. Podemos sentirnos mal en un segundo y al siguiente desbordar felicidad.

 

 

Aunque parezca esotérico y raro, la felicidad plena la reciben únicamente las almas de buen corazón. Una persona mala cree que puede ser feliz haciendo maldades, pero esa es una felicidad anorgásmica, es como hacer el amor y no sentir nada.

 

 

A Hitler, Stalin, Mao y a Kim Il-sung, por ejemplo, los vemos sonreír “felices” en las películas, pero esa es una felicidad demoníaca que hace daño a los demás y quien la siente, no logra experimentar la verdadera felicidad que produce hacer el bien a otros.

 

 

Algunos estarán diciendo: pero fíjate, Iósif Stalin, Juan Vicente Gómez y Fidel Castro murieron felices en sus camas. No. Ellos murieron sin sentir la sensación real e inexplicable de la felicidad plena. En vida fueron infelices haciendo infelices a sus pueblos y después fueron unos infelices muertos.

 

 

Un actor enamorado de su oficio, cuando se monta en un escenario, experimenta la felicidad plena y hace felices a quienes lo ven. Los chefs pasan el día llevando candela frente a los fogones, pero allí, lo sé por experiencia, es donde sienten la felicidad real. Ellos saben que están creando arte efímero para sus comensales, quienes, al degustar sus obras culinarias, van a ser muy felices. Lo mismo podríamos decir de los músicos en un concierto o de los panaderos quienes de madrugada elaboran los bollos de pan que harán felices a la gente que aún duerme y que pronto se los desayunarán. Una señora que tiende las camas de un hotel es muy feliz al pensar que alguien que esté cansado, agradecerá su cama limpia y bien arreglada. Igual siente el señor que todos los días barre la calle frente a nuestra casa, lo hace con la conciencia de que su labor nos sorprenderá y nos hará felices cuando veamos la calle limpia.

 

 

Una persona inteligente podría fingir ser bruta, pero resultaría imposible que un bruto finja ser inteligente, igual ocurre con la felicidad. Un hombre que es plenamente feliz podría fingir no serlo, hacer lo contrario le resultaría imposible. Qué fastidio conmigo. Hoy, en lugar de escribir sobre el humor, me dio por esto, pero siento alegría al pensar que habrá lectores reflexionando sobre el tema y que eso los hará felices a ellos.

 

 

Podemos ser felices aunque las circunstancias no estén a nuestro favor. Se puede ser feliz en medio de un mundo infeliz y no es egoísmo, ceguera ni inconsciencia. Hay que tratar de ser auténticamente felices para, sin querer y sin darnos cuenta, poder lograr que otros lo sean. Los detallitos, las cosas sencillas, los amigos, los buenos momentos inesperados, cada segundo de situaciones imprevistas, pueden hacernos felices.

 

 

El día que yo muera, que como para todos podría ser en cualquier momento, tendré una sonrisa en mi cara porque creo haber descubierto que la clave de la felicidad es lograr hacer que cada segundo de nuestras vidas lo pasemos intentando hacer felices a otros.

 

 

¡Feliz día para todos!

 

 

Claudio Nazoa

Twitter: @claudionazoa

Instagram: @claudionazoaoficial

 

Ilustración Jeanette Ortega Carvajal, Twitter @jortegac15