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Los mamomes del tiempo

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Los mamomes del tiempo

Con todo lo que ha pasado, está pasando y seguirá pasando, a la gente le ha costado decir: ¡Feliz Año! Pero hay que decirlo porque, gracias a que seguimos vivos, podemos continuar defendiéndonos de las maldades que nos agobian. Por eso el 31 de diciembre grité durísimo: ¡Feliz Año 2023!

 

 

Vivo en un pequeño apartamento con cinco hijos: dos del primer matrimonio de mi esposa, dos del anterior mío y el que tuve con ella que creo que es mío también.

 

 

A mi esposa se le ocurrió la brillante idea de invitar a toda su familia a pasar el Año Nuevo en casa. Aquello parecía una combinación del terminal de La Bandera en Semana Santa con la peregrinación a la Meca. No se podía caminar por el apartamento. El baño siempre estaba ocupado, al extremo que tuve que ir a casa del vecino para hacer pipí. Craso error porque él estaba fastidiado dizque celebrando con su hijo evangélico y los dos terminaron coleándose en mi fiesta.

 

 

A las 8:00 de la noche, mis siete cuñados ya se habían comido los dos panes de jamón que pude hacer con los pocos ingredientes que conseguí. Entre todos, trajeron doce cervezas, vino tinto La Sagrada Familia y dos botellas de un whisky que fabrican en Carora a base de papelón y ñame. Ellos tomaron mi escocés y yo terminé bebiéndome el whisky de ñame.

 

Como si fuera poco, en mi casa estaban ¡cuatro suegras! La mamá de mi primera esposa, la mamá del primer esposo de mi esposa, la mamá de mi segunda esposa y la mamá de la actual. ¡Qué pesadilla! Aquél pocotón de suegras bravas entre sí compitiendo por quién hacía la mejor hallaca.

 

 

También nos visitó un tío de los hijos de mi esposa a quien, no sé por qué, le falta un pie. En su lugar tiene un cuero que le cubre el tocón. Este señor se emborrachó con el primer trago y a manera de gracia, comenzó a tocarlo a uno con el muñón. ¡Aquello era insoportable!

 

 

Para completar, el abuelo de mi esposa trajo un saco de mamones de Guanare porque las uvas están muy caras. A las 11:30, el viejito loco nos dio a todos doce mamones. De fondo sonaban “Las uvas del tiempo” y “Faltan cinco pa’ las doce” en una cinta repetitiva.

 

 

¡Qué horrible!, aquella gentará a medianoche abrazándose y comiendo mamón. Cada campanada un mamón, un deseo y a escupir la pepa.

 

 

Estoy harto de ser tan feliz en familia. El próximo año para estas fiestas me iré al Bar El Lobito en la avenida Baralt de Caracas, allí por lo menos siento el cariño maternal de las lobitas que allí trabajan.

 

 

 Claudio Nazoa 

@claudionazoa

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