Conseguir lo que «haiga» y a lo que cueste

Posted on: mayo 15th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Este fin de semana fue muy frondoso. De nuevas ofertas, de nuevos milagros. Es una lástima que el señor Maduro parece no caer en la cuenta de que millones de sus compatriotas hace ya tiempo que no creen en las maravillas que el poder promete. Si no creen en «gallineros verticales» ni en «cultivos hidropónicos», menos razones tienen para creer en «trenes de cercanías» y demás zarandajas. Ya nos hartamos de oír sobre represas y planes faraónicos que transformarían los llanos de Venezuela, así que no nos vengan ahora con los miles de millones que harán maravilla esos sueños de Caracas conectada por todas partes.

 

Que el señor de Odebrecht imagine esa obra cumbre que superará lo hasta ahora visto en la ingeniería mundial y que en su portuñol nos transporte a ese momento sublime, es comprensible. Como que comienza a hacerse realidad lo que el efusivo abrazo de la señora Rousseff prometía: los brasileños haciendo el milagro de construir lo que el chavismo es incapaz de realizar. Lo que pasa es que ya la mayoría de este país no cree en nada de eso, así que, señor gerente, no pretenda hacérnoslo tragar. Pero es que, además, si Chávez en catorce años no pudo realizar nada de lo que prometió, ¿cree usted que su «hijo» lo hará en poco más de dos años? Felicitaciones. Nosotros no creemos en nada de eso.

 

¿Y en qué es lo que creemos? Pues, aunque Ud. no lo crea, en lo que vemos, sentimos y padecemos. Vaya y dése una vueltica por el país y llegará a la misma conclusión. Sobre todo, dése un paseíto por automercados, abastos y las bodegas que aún quedan. Allí está la verdadera Venezuela, y sus verdugos.

 

Allí se enseñorea el no hay y el eso vale tanto. O si prefiere la jerga científica: el desabastecimiento y la inflación, las dos hermanas siamesas que pueden acabar con cualquier gobierno, mucho más con uno que simula gobernar.

 

Permítame que traiga a su consideración las aleccionadoras páginas que a esto dedicó el gran periodista norteamericano Theodore White cuando escribió su veredicto sobre el gobierno de Chiang Kai-shek en la China de los años 30 y 40 del siglo XX. «La inflación, afirma, es la obsesionante peste que persigue a todo un país. Es la escondida amenaza que un gobierno desorganizado siempre genera como espada de Damocles sobre aquellos que intentan planificar, ahorrar y actuar con prudencia. Ser honestos en nuestros tratos diarios en medio de una inflación desbocada no tiene sentido y cancelar deudas a tiempo es una locura».

 

En una situación tal, prosigue, «cualquier funcionario se aprovechará de su posición, hasta que llegue el derrumbe irreversible que ya no puede ser ocultado». Y concluye: «cuando la dinastía Song de China (960-1125) creó el papel moneda, que pretendía pasar como dinero, terminó embarcándose en una ruta que nadie podía controlar. Por ello colapsó en una implosión inflacionaria, como luego lo haría la dinastía mongol que la sucedió. Desde entonces, cada vez que un gobierno ha perecido lo ha hecho en un paroxismo inflacionario, en una tormenta de papel moneda inútil. Y eso se debe a que ese papel no vale nada, pues su valor sólo proviene de la fe que se tiene en el gobierno que lo imprime.» (In Search of History, A personal Adventure, Warner Books, N.Y., 1979).

 

Esta es la única realidad que los venezolanos conocen hoy, y ésta tiene mucho que ver con el señor Maduro. Desde que se encargó todo se ha evaporado de los anaqueles y lo escaso vale ya un ojo de la cara, pues no hay nada más cruel que la acción combinada de las siamesas.

 

Lo escaso, cuando asoma la nariz, es incomprable y todo mundo comienza a comportarse extrañamente, porque piensan que pueden sacar mejor provecho de lo que guardan con celo. Y primero que nadie los funcionarios, a quienes su oficio y experiencia les convierten en los peores predadores de la comarca.

 

Venezuela está hoy sin comida, sin medicamentos y sin repuestos para todos los aparatos necesarios, mientras los precios de vivienda, electrodomésticos y vehículos se disparan enloquecidos. ¿Cree el oficialismo que estas malvadas siamesas les permitirán gobernar? ¿En qué país, en qué época?

 

Y mientras, el tiempo corre, los problemas empeoran y las soluciones se «invisibilizan». El país ya no es aquel que Chávez lograba controlar, o por lo menos donde se permitía el lujo de postergar cualquier solución. Por cierto, ¿se han dado cuenta de lo difícil que ahora resulta entonar socarronamente el estribillo «no hay un 11 sin su 13», desde que vivimos el asombroso 14 de abril?

 

antave38@yahoo.com

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova

Una triste orfandad

Posted on: mayo 8th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Cuánta torpeza! Y lo peor: el recuerdo -y el continuo recurso a su ejemplo, no sólo no puede evitarlas, sino lo que es más grave, ¡las refuerza! Esas torpezas, que podrían pasar desapercibidas cuando un reciente alud de votos te respalda (allí está el PP español para probarlo), son arsénico puro cuando de vaina no te rasparon. Lo más dramático: Maduro y la camarilla que, por ahora, lo sostiene, ni perciben esa crítica distinción.

 

Recordemos aquel histórico sábado 8 de diciembre del 2012, cuando Chávez, sabiéndose cercano a la muerte, se despide de todo lo que, con enérgico tesón, había destruido en la confianza de poder reconstruirlo a su imagen y semejanza. En esa patética despedida, en la que hasta cantó un himno militar a capella, Chávez propuso que si «ya teníamos patria» (sin explicarnos qué tenía en mente con esa afirmación) y él no podía seguir dirigiéndola, pedía a los suyos que eligiesen a Nicolás Maduro como su sucesor. Podemos concluir, entonces, que abrigaba la esperanza de que Maduro garantizase su legado y exitosamente culminara su proyecto.

 

Desde el inicio se le vieron las costuras, y también las ambiciones torcidas de quienes lo acompañaban. A Maduro le tocó jugar un papel teatral que le quedaba grande y flojo: reemplazar a un Chávez que ni aparecía ni se moría requiere de algunas condiciones que, en lo absoluto, adornan a Maduro. Nada hacía sin mirar a La Habana a donde con fastidiosa recurrencia acudía. Y mientras, creyó que era parte de su papel mentir sobre el real estado del enfermo. Nunca imaginó que debería cargar con el sambenito de ser considerado un mentiroso hasta que le toque desaparecer de la escena.

 

Y allí está, sin saber qué hacer ni para dónde coger. Consagrado por los suyos como Presidente, sus primeros pasos no pueden ser más desalentadores, y todo parece indicar que bastante alejados de lo que Chávez hubiera esperado cuando lo escogió. Es una suerte que no esté vivo para apartarlo de la escena.

 

Chávez lo dejó en la mejor pole position que podría tener. Si debía vencer en una elección presidencial sobrevenida -que Chávez reconoció debería darse en muy poco tiempo- tendría que hacerse conocer con la velocidad del rayo. Y el pobre Maduro creyó que eso le imponía mostrar el video del 8/D en cuanta concentración pública apareciese. No, lo que Chávez parecía sugerir era que «se luciese» en el cargo, y la verdad es que no lo ha dejado de hacer desde entonces, allí están las dos devaluaciones seguidas y sus devastadores efectos, el principal, la paralización de la vida económica del país.

 

En aquel momento, la oposición aún lamía las heridas de la derrota del 8/0 y como víctima sacrificial acudía a lo que sería la pérdida de importantes baluartes (las gobernaciones del Zulia, Táchira y Margarita). El futuro anunciaba a Maduro una sobrada victoria, pero quisieron remacharla con la apoteosis funeraria que se desataría desde del 5 de marzo.

 

Como rápido se vería, todos desconocíamos la capacidad de Maduro para malbaratar la herencia de un difunto munificente. Y tanto, que hasta Schemel se sorprendió y con escasa prudencia afirmó que «el desempeño de Maduro merecía ingresar a las páginas de los récord Guinness».

 

En efecto, Maduro había arrancado con 20 puntos arriba, mientras la oposición suspiraba porque su único caballo aceptase concursar. Y lo hizo en aquella memorable noche dominical, para realizar una epopeya: mantener lo que tenía, y arrebatarle al chavismo más de 800 mil votos. Según cálculos, Maduro perdía más de 65 mil votos por día. ¡Vaya logro!

 

En el camino, Capriles crecía en la medida en que Maduro se encogía. Y ese proceso sigue. De nada valió regar la especie de que Capriles se abstendría, para luego, desmentidos, decir que «Capriles se retiraría». Y así llegamos al histórico traspié del 14 de abril cuando con asombro vimos cómo Maduro perdía de calle las grandes y medianas ciudades del país, quedándose con el monte, mientras la oposición recuperaba territorios perdidos y afianzaba otros.

 

Proclamado a toda carrera, Maduro comenzó a actuar ¡como si hubiese barrido! Aburridas cadenas con injurias a granel, mientras llama al diálogo y la paz, sólo remachan su pobre imagen por doquier. Se apagaron los cantos de victoria de Arias en Zulia y el rojo rojito que tiñó al Táchira forever, según Vielma, se evaporó.

 

Y allí está la verdad: el proyecto hegemónico de Hugo Chávez murió por inmersión (de votos) aquel domingo de abril, dejando sólo una triste orfandad sin consuelo y sin remedio.

 

antave38@yahoo.com

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova

Grandes descubrimientos de la semana

Posted on: abril 24th, 2013 by Super Confirmado 1 Comment

Ya llevamos más de una semana en la que los venezolanos -y quienes con atención y solidaridad nos miran desde afuera- no dejan de hacer notables descubrimientos. El primero de ellos: cómo, por obra y gracia -¿o desgracia?- de unas señoras, resulta que cuando se hace una revisión de datos electorales, ésos «en ningún caso son para cambiar nada si es que resultan contrarios a lo que se había dicho y decidido con anterioridad». ¿Habráse visto mayor despropósito y descarado intento de burlar la buena fe de los electores venezolanos?

 

Pero el almacén de «descubrimientos» no se agota allí. En efecto, los venezolanos todavía no salen de su asombro al constatar la velocidad con la que los efluvios funerarios se han disipado. Y lo más increíble: han sido reemplazados con el sonar feroz de las cacerolas por todo el país.

 

Otro importante descubrimiento: quienes recibieron su vivienda digna nunca percibieron, por lo que se ve, que eso era un «favor misericordioso» que había que pagar trajeándose de rojo rojito. En lo más mínimo: para ellos es un derecho que solo se lo deben al ser venezolanos y no a ningún cobrador de peaje político. Nunca, por lo que se ve, pensaron que obtendrían vivienda a cambio de su libertad y así lo han hecho saber. De nuevo, con su mejor arma: el voto y las cacerolas con las que quieren hacerlos valer.

 

Otro hallazgo: que si ya albergábamos razones para pensar que Chávez tenía un pésimo ojo para escoger compañía, está confirmado. La mejor prueba: Maduro. El mayor despilfarrador de la comarca, el que comenzó con un enorme puntaje de ventaja y de ser las elecciones unos días más tarde hubiese quedado detrás de la maracucha María Bolívar. El que olvidó su geografía de la primaria y no puede distinguir un estetoscopio de un telescopio. ¡Vaya confusión!

 

Pero también descubrimos que el miedo no sólo se adquiere, sino que también… ¡puede perderse! Y lo hemos comprobado en carne propia. Con asombro vemos cómo, sin percatarnos de ello, murió a manos de la rabia sorda. Pronto la secta gobernante se va a enterar de ese cambio. ¡Y vaya que lo van a lamentar!

 

Pero lo más importante es que ese miedo… ¡cambió de lugar! Ahora hace presa de los que, con espanto, han visto no solo el abandono masivo de algo más de 700 mil votantes que saltaron al otro lado, sino que comarcas rojo rojitas ahora cambiaron de color. Y de nuevo, con acompañamiento de cacerolas.

 

Comenzamos a descubrir que no hay nada peor que creerse arriba, por encima de los demás y con licencia para abusar de un poder que con rapidez se escurre de las manos, sin darles tiempo a cambiar de forma de ser y de actuar. Lo más impresionante, hemos descubierto que para los que se creen de arriba sienten que cualquier traspié es una catástrofe.

 

Y ya que de catástrofes hablamos, los venezolanos vamos viendo por doquier las ruinas de un partido que se creyó hegemónico y que nunca fue otra cosa que una «nómina». En efecto, ya sabemos que el domingo 14 de abril murió -o mejor, pereció por linchamiento político y moral- el «proyecto hegemónico» de Hugo Chávez y la camarilla que le acompañaba. ¿Una versión criolla del PRI? ¿Dónde? ¿Cuándo?

 

También descubrimos que a la cabeza de la Asamblea Nacional se agita un fascista de cuerpo entero. Y lo que es peor, con el aplauso y beneplácito de una triste bancada de «revolucionarios». A ratos sus expresiones nos recordaban las de los jueces nazis contra los conspiradores de 1944; o las de los que, cumpliendo órdenes de Stalin, condenaban con chillidos a los bolcheviques en los famosos juicios de Moscú en los años 30. ¿Por qué será que cuando un mundo se derrumba lo hace a gritos y patadas?

 

Pero quizás el descubrimiento más sensacional sea el que un pueblo puede cambiar 180° de un día para otro, y que, en eso los venezolanos seguimos siendo los mismos de febrero de 1989. Aquel fatídico mes que comenzó faraónicamente en el Teresa Carreño y sin haber esperado a terminarlo, repudió todo aquello con el Caracazo.

 

Pues sí, por lo que parece la gente se cansó y es una suerte para Maduro y la camarilla que aún queda que no tomarán la misma ruta de 1989, sino la que saboreó Pérez Jiménez aquel glorioso noviembre de 1952. Queda de todo esto una gran interrogante: ¿tienen los restos del chavismo la capacidad de entender lo que les pasó y que pudiera sacarlos de una buena vez del escenario político venezolano? Como los primeros indicios son desalentadores, les pregunto: ¿qué creen ustedes?

 

antave38@yahoo.com

 

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova

5 y 5

Posted on: abril 17th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Hubiera alguien pensado, en pleno proceso de «beatificación» del difunto presidente, que íbamos a terminar con estos resultados? La política venezolana, que, una y otra vez nos ha dado muestras suficientes de los cambios que hasta el día anterior cualquiera consideraba poco menos que imposibles, y que sólo en días pueden llenarnos de asombro (todos ellos dentro de una tendencia que es fácilmente discernible para quien quiera ponerse a ello) ha actuado una vez más: Capriles con 5 arriba, y Maduro con 5 abajo. Oh, la la.

 

Todavía recuerdo mis conversaciones con amigos sobre lo que era fácil suponer: al chavismo triunfal, al que su duelo no le quitaba su capacidad de maniobra, se le brindaba su mejor momento para asestar la estocada final a la oposición. Podía conseguir, si se esmeraba y actuaba con inteligencia, algo parecido a lo que la forzada coalición entre el clero gobernante y Ajmadineyad había logrado en Irán: postrar -por mucho tiempo- a la oposición.

 

Pero no fue así. El chavismo escogió la peor ruta: afianzar su carácter de secta y proseguir impávido en su ruta. En el camino se le atravesaron varios asunticos que o no vio, o si lo hizo no fue capaz de entenderlos. Por un lado, la renuncia papal y el dispararse los procesos que llevarían a la sorprendente elección de un latinoamericano para el oficio, sacó a los sucesos funerarios de Venezuela del mapa informativo. Y cuando llegó la Semana Santa, el país hizo ver que estaba harto de tanto funeral y traslado de restos y se volcó enloquecido sobre playas y montañas. Venezuela mostró que, como siempre, seguía siendo un país de «duelos cortos».

 

Mientras esto ocurría, a la oposición le pasó como a los futbolistas averiados, que rápido curan sus heridas y, ¡al campo de entrenamiento una vez más! El chavismo que, entregado a contemplar su propio ombligo creyendo que ése es el de todo el país, esperaba una especie de abstención masiva como la del 2005. La oposición, sinceramente llegaron a creer, preferiría una abstención chillona a encarar una tercera contundente derrota en las urnas. Y peló una vez más. El famoso domingo por la noche, quizás el mejor momento político de Capriles, los volvió de golpe a la realidad.

 

Fue sólo en ese momento que la cúpula chavista (¿quiénes la componen en realidad y qué los une a qué cosa? es un misterio que los tiempos que se avecinan irán aclarando) se dio cuenta de que tenía que arrear con el regalito que Chávez les había dejado. Un buen señor que jamás había tenido que pelear para lograr votos, y por lo que se vio, que no tenía mucha idea de en qué país estaba.

 

Y comenzó el increíble mes de abril, mes en el que «por un pelo» el chavismo ha obtenido una ración de oxígeno y luego… la tormenta que viene y que con esmero han ido preparando Giordani y Rafael Ramírez. Y ese mes produjo un asombro: como al «porfiao» -ese muñequito testarudo que jamás cae- y al condenado Terminator de la película homónima, al que jamás se logra aniquilar, la oposición comenzó a mostrar su músculo. Y eso, desmintiendo a nuestro himno nacional, se fue haciendo evidente en el interior. Ya no era, en efecto «Seguir el ejemplo que Caracas dio», sino el que el interior mostró.

 

Con asombro veíamos, día tras día, la acogida a Capriles por donde pasaba, y a la zaga el pobre de Maduro mostrando su ignorancia tanto en geografía de Venezuela como en matemáticas electorales: cree que los 235 mil votos que, según «la Banda de las Cuatro» del CNE obtuvo, se pueden «estirar» a 300 mil, sin todavía considerar los maltratados votos del exterior.

 

Tenemos, pues, un presidente al que podremos llamar «presidente 1%», cuando la secta esperaba que sería el del arrase postfunerario. Carece del liderazgo, y de eso que los académicos llaman la auctoritas, para llevar a cabo una pizca de buen gobierno. Peor aún, su deslucido discurso de la noche profunda de este domingo mostró que si no sabe manejar la victoria, menos lo hará con una bien apretada. Cayó 5 puntos y su opositor creció el equivalente.

 

Su discurso, además de poco inteligente, mostró mezquindad, como cuando prácticamente dijo que Capriles «le había solicitado una especie de audiencia para proponerle un arreglito vagabundo». Mal comienzo éste del 1%. Ese discurso no hace otra cosa que enardecer -y utilizo el verbo expresamente- a la mitad que ni lo acepta ni lo traga. Va a requerir ayuda en bruto de los que ahora denigra, así que mejor le va «cuidar la lengua», como aconsejaba Luis Herrera.

 

antave38@yahoo.com

 

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova

Días de asombro y perplejidad

Posted on: abril 10th, 2013 by Super Confirmado No Comments

A sólo cuatro días de esta elección presidencial sobrevenida, la situación luce radicalmente distinta a la de los días cuando el chavismo lucía dueño de la escena. Ese cuento los primeros que se lo tragaron fueron los grandes canales internacionales de televisión. Venezuela entera era tan chavista, que casi resultaba imposible imaginársela recuperada del trauma de la desaparición de Hugo Chávez. Ese era su mensaje. Y lo más lamentable fue que los chavistas se lo creyeron. Obviaron, como siempre, a la otra Venezuela.

 

Y aquí está. Esa Venezuela esperó, en un silencio respetuoso, que pasara el funeral y que razones constitucionales aceleraran el fin del duelo. Ni modo, la Constitución no da respiro ni regala tiempo extra para dispersiones inútiles. Treinta días después de dictaminar la desaparición por muerte había que proceder a buscar un nuevo Presidente.

 

A estas alturas, sólo un nervioso Nicolás Maduro se empeña en que estemos tan pendientes, ya no del cadáver, sino del espíritu de Hugo Chávez reencarnado en un pajarito, que ni nos demos cuenta de cuán poco le adornan los rasgos que le permitieron al difunto llegar a ser lo que fue.

 

Desde el mismo momento en que Chávez decidió someterse a un «tratamiento hiperbárico» en Cuba, según nos dijo, la cúpula chavista, monitoreada muy de cerca por el poder cubano, no ha dejado de cometer torpezas. Prolongaron inútilmente la agonía del Presidente y las decisiones sobre cómo acometer todo el funeral y entierro de Chávez fueron manejados según «fuera viniendo». Y así se les vino encima la elección presidencial en treinta días.

 

Cuando eso pasó creyeron ilusamente que no habría elección como tal. Ojo, que no estoy afirmando que la cúpula chavista pensara en saltarse a la torera el mandato constitucional que, de ser escamoteado, comprometería severamente la legitimidad que un gobierno chavista necesita desesperadamente, en razón de las duras decisiones que deberá tomar sin demora. No, lo que estoy sugiriendo es que creyeron que la elección sería un mero requisito formal: la oposición haría mutis como en el 2005, o se presentaría tan apaleada que Maduro podría, incluso, superar los márgenes logrados por Chávez en las elecciones que este ganara. Era un diagnóstico tan encantador como irreal.

 

La realidad desplegó otro escenario, uno tan radicalmente distinto al de las ilusiones chavistas como para ponerles a temblar. Y ese «despliegue» ha seguido un rumbo que a todos tiene asombrados. No sólo a los chavistas que jamás lo imaginaron, sino también a los mismos opositores que creían no harían otra cosa que concurrir -por un deber sagrado- a un bis del 16 de diciembre pasado.

 

A estas alturas, nadie sabe lo que realmente sucederá este domingo. Lo que sí saben es que lo que pase no se parecerá, en lo más mínimo, a las impresiones que la calle producía en los días aciagos de la muerte, el funeral y el posterior traslado del cadáver a quién sabe dónde. Tampoco se parecerá a lo que las encuestadoras «amigables» le pronosticaban a Maduro cuando se dieron los primeros pasos en la preparación de la obligada elección. De paso, sería conveniente que Hinterlaces y demás encuestadoras recién nacidas actualizaran sus aseveraciones y pronósticos. Después de todo, querrán seguir en el mercado.

 

Capriles, en efecto, está recibiendo un baño de multitudes que, en algunos casos (San Cristóbal, Maracay, e incluso este domingo pasado en Caracas) supera lo que ya había logrado en septiembre de 2012. Ello apuntaría a un fenómeno que ya puede darse por consolidado: la hegemonía de la oposición unida en las grandes ciudades venezolanas.

 

Ese logro le permitiría alcanzar el sueño de superar al chavismo, cosa que tampoco es algo descabellado: ya lo consiguió en dos oportunidades (en diciembre 2007 y en la elección para diputados de la AN). Ahora se trataría de obtener el premio del siglo: arrebatarle la presidencia al escogido de Chávez, y con ello imprimirle un giro de 180° al rumbo desastroso del país.

 

El chavismo, cada vez más extraño a la calle (la que le vio nacer y a cuyo calor ha crecido y prosperado), se refugiará una vez más en los tenebrosos pasillos de Pdvsa: desde allí saldrán los operativos de búsqueda y caza del elector renuente. Sienten que esa es su carta de triunfo, pero tendrán que contestar una pregunta: ¿por qué no lo fue el 16D en zonas del país que ahora necesitan desesperadamente? ¿O es que solo Chávez, y nadie más, lograba movilizar a las urnas hasta a los más renuentes?

 

antave38@yahoo.com

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova

La urgente y dura tarea de gobernar

Posted on: abril 3rd, 2013 by Super Confirmado No Comments

Suerte la del joven Maduro. Nunca hasta ahora ha tenido que gobernar. Es decir, ocuparse de que algo se haga, de que algún objetivo, alguna política se lleve a cabo. En síntesis, que una población determinada salga beneficiada con y por acciones que él, directamente, haya diseñado y luego cuidadosamente llevado a cabo. En eso, Capriles, más joven que él, le lleva una morena, una amplia ventaja. Ha tenido que garantizar -primero en una alcaldía y luego en la compleja gobernación del estado Miranda- que se lleve a cabo un gobierno.

 

Mala suerte la del joven Maduro. Pasados los cincuenta (pocos años más joven que su padre Chávez) y todavía no ha acumulado ninguna experiencia de gobierno propiamente dicha. Es más, si uno se fija bien, la escogencia que de él hizo Chávez tuvo que ver con lo que no había sido. Con el hecho de que jamás había brindado la oportunidad de que se evaluara su competencia como gobernante.

 

En este sentido le lleva una apreciable ventaja Diosdado, el hombre que Chávez expresamente no quiso fuese su sucesor. Pero también Arias Cárdenas y hasta Aristóbulo. Todos ellos han gobernado algo, han manejado presupuestos y han podido ver qué decisiones funcionan y cuáles terminan poniendo la torta. Maduro nunca. Nunca ha tenido que embarrarse, y nunca ha podido adjudicarse un éxito. Siempre ha visto los toros desde la barrera, y a lo más que ha llegado es a ser «el que estaba allí, a la mano». Cero responsabilidad, cero nada.

 

Maduro tampoco ha tenido que escoger un equipo de nada, que le acompañase a algún lado para hacer alguna cosa importante. Jamás ha tenido que discriminar entre quién-sirve-para-qué y quién no. En ese sentido se le hace muy cuesta arriba evaluar para qué sirve Giordani, si es que sirve para algo. O cuál es la ventaja de cargar con Rafael Ramírez.

 

Y esa absoluta carencia de experiencia se nota ya, y cada vez con mayor fuerza. En el mundo real carecer de experiencia en las tareas de hacerse acompañar, y no tener un olfato adecuado para catar gente y sobre todo los momentos y las oportunidades que a cada rato brotan en la vida de un gobernante, terminan siendo cianuro puro.

 

Ustedes dirán que ver las cosas así es dejar de lado que «la gente aprende», y que «con el tiempo la gente va descubriendo lo que funciona y lo que no», a lo cual sólo respondo con un «sí, pero». En efecto, si a alguien le sobra tiempo y posee abundante y casi que excesiva legitimidad, puede, con calma, usar ese tiempo del que dispone y hacerlo con abundancia. Pero ese no es el caso de Maduro.

 

La Revolución -ésa que ellos tienen en la boca a cada rato y para cualquier cosa- ha entrado en una fase decisiva. Desapareció su creador, y desapareció sin remedio, en el más amplio sentido del término. Y lo hizo sin haber logrado consumarla, a pesar de que dispuso de 14 largos años con todo el poder y los recursos del mundo para realizar su sueño.

 

El «mejor tiempo de la revolución» ya pasó, y lo que su denodado creador y líder máximo no pudo lograr ¿es siquiera imaginable que lo puedan hacer los sobrevivientes del régimen, escasos por lo demás? La vida al lado de Chávez y su peculiar modo de llevar a cabo sus propósitos dejó en el pelero a quienes le acompañaron de cerca. Creo que lo que tan sagazmente advirtiera Miguel Ángel Santos en este diario hace algunas semanas, pesa mucho. Chávez, según él, castró a toda la dirigencia que logró continuar a su lado, y son ellos quienes ahora deben llevar a cabo lo que él no pudo. ¿Habráse visto mayor despropósito?

 

Chávez, en efecto, logró liquidar toda semblanza de división de poderes -la piedra fundamental del moderno Estado de derecho-, controló al ejército, gastó inmensos recursos en garantizarse unos medios de comunicación totalmente a su disposición y unos Estados clientes convenientemente ubicados. Todo ello para lograr su objetivo: el Estado Comunal, que contaría con el apoyo mayoritario de la población, expresado en continuos procesos electorales.

 

Y justo cuando tenía a la mano esa posibilidad, va y se muere. Chávez fue una anomalía: un Estado comunista botarate y querido por un número apreciable de quienes vivirían la experiencia. Esa anomalía requería de tiempo y de dinero, mucho dinero; y eso fue lo que tuvo en abundancia. Pero él ya no está y su exitosa experiencia vale muy poco de ahora en adelante. Y mucho menos con un Maduro al timón. Es el hombre menos indicado para la posición a la que aspira, en el momento menos propicio. Por eso su calvario comienza el 14 de abril.

 

antave38@yahoo.com

 

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova

¿Cuánta fuerza?

Posted on: marzo 27th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Esta es la pregunta-paraguas que venezolanos de distinto tipo y extracción -y quienes desde afuera nos miran- se hacen sobre distintos asuntos. Utilizo el sustantivo paraguas porque cubre muchas cosas y aglutina a actores diversos.

 

Veamos. Para quienes insistían en que «aquí no va a haber elecciones, porque esta gente se va a quedar con el coroto», ya está visto que, a pesar de sus aspavientos, no se atreven a un arrebatón. Necesitan la legitimación de una elección, con toda su parafernalia de cara a sus opositores y al mundo.

 

¿Cuánta fuerza tiene el chavismo? Bueno, depende de cuál de los chavismos. Ahorita, por razones obvias, están agarraditos de la mano y ninguna de las facciones se desprenderá, ni arremeterá contra los otros. Pasado el 14, y dependiendo de cómo quedan las cosas entonces, ya veremos.

 

De esas facciones del chavismo ¿cuál es su fuerza relativa? De nuevo, depende de en qué medios y para cuáles efectos. Si es en el 23 de Enero caraqueño es abrumadora la fuerza de los colectivos violentos. Salido de allí, el chavismo toma otra cara. Pueden alardear lo que quieran, que su fuerza en otros ámbitos, no sólo no aumentará sino que disminuirá.

 

En los ámbitos de decisión aparece otro chavismo, con otro vestuario, pedrería y perfume. Allí es el mundo de los grandes negociantes, de los generales enriquecidos, de los aspirantes a ministros ahora sin el baremo Chávez. En efecto, antes todos sabían cómo actuar ante el supremo juez cuando aspiraban a una chamba. Ahora no, ahora habrá que medir con cuidado y discreción cuál mafia está en ascenso y cuál en descenso, no sea cosa que te cuadres con la que va en picada y ¡zas!, pa’l suelo.

 

Llegamos al sucesor -al sucesor precario, como acertadamente lo llama Carlos Blanco- que por sí mismo no acumula fuerza alguna. La suya es prestada, y prestada a última hora. Sólo cuenta con el dedo del difunto (por ello su afán por mantenerlo vivo a como dé lugar) y la bendición obvia de quienes pretenden seguir en el ordeño mientras puedan. ¡Si hasta canta de memoria el Himno de su segunda -¿o primera?- patria!

 

Para los caciques del chavismo, Maduro es un adorno de ocasión, y su utilidad comenzará a esfumarse a partir del 14 de abril. ¿Imaginan a un Arias Cárdenas, Vielma Mora o Aristóbulo asintiendo a los mandatos de este señor? Rápido viene un chavismo de 22 caciques: cada uno en su feudo, con su tribu en un puño… y en el bolsillo. Lo veremos cuando lleguen las primarias chavistas para alcaldes y concejales. Allí hay mucho lidercito y pocas chambas. Pero, sobre todo, allí no estará ya un Chávez tonante.

 

La que sí se desvanece rápido es la fuerza de los guardianes de los reales, tan de la estrechez de Chávez, única fuente de su excesivo poder. Chavistas de uña en el rabo hasta ayer, Ramírez sabe que su puesto tiene exceso de pretendientes, y Giordani debería saber que su bilis ya no tiene quien la nutra. Ahora estorba. Ya Maduro le hizo saber que el brete de las subastas es para todos, y como Venezuela ahora es de todos, esos exclusivismos necios molestan. Los días de ambos están contados, ¡aleluya! Y créanme, habrá pocas lágrimas y mucha fiesta.

 

¿Y cuánta fuerza de este lado, del que no mencionan los arrobados por las colas y las lágrimas compungidas de días recientes? Cuánta inhabilidad del periodismo fugaz de los grandes medios, que sólo ven lo espectacular y no escarban entre quienes observan «desde las aceras y los balcones».

 

Pues parece que, luego de la notable presentación de Capriles aquella noche de domingo, salieron de sus cuevas quienes adversaron al Jefe y ahora con más razón a sus vociferantes herederos. La oposición se encamina a mostrar el mismo bloque que convocó el 7-O. Sabe que su fuerza radica en su unidad y sería torpe malgastarla. Además, el mundo espera que se presente tal cual es.

 

Que Capriles aceptara llevar su antorcha fue clave. Nadie tenía el recorrido, ni la capacidad de conectarse con todos que él posee. Para una elección en solo 30 días, cualquier otro la hubiera tenido muy difícil. Que el chavismo insista en un magnicidio, o en su retirada, confirma que no lo esperaban.

 

Y esto se agrava porque haber creado la matriz de opinión del inexorable arrase chavista cuando Maduro no es Chávez puede tener efectos contraproducentes. ¿Para qué molestarse en votar, si Maduro va a arrasar de todos modos? ¿Votos escasos cuando necesita ganar con los mismos votos de Chávez o superarlo? Un abstencionismo chavista sería cianuro puro y de graves consecuencias.

 

antave38@yahoo.com

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova

La secta

Posted on: marzo 20th, 2013 by Super Confirmado 1 Comment

Ya culminó la gran instalación que se quiere definitiva. América Latina sólo recuerda algo parecido en el gigantesco funeral de Eva Perón en la Buenos Aires de los ’50. Como entonces, la secta chavista acompañó la larga enfermedad de su Profeta fundador y ahora se esmera por transformar su desaparición física en vida eterna.

 

Si por un momento dejamos de lado el secretismo que se instaló desde que el mismo Chávez hizo pública su enfermedad terminal, y todo el amateurismo que mostrado en su post mortem (si sabían del ineluctable desenlace, ¿cómo es posible que no previesen todo el asunto del embalsamamiento a la Lenin que pretendían ejecutar?), parece evidente que estamos viviendo un momento estelar en la configuración de la secta.

 

Este concepto -la secta- ha tenido muy buena fortuna desde que nació, para comprender el frondoso fenómeno que por doquier brotaba en Europa y Norteamérica. Por esa razón, su aplicabilidad se confinaba al mundo religioso, donde logró explicarnos los porqué de su aparición en singulares momentos históricos.

 

Más tarde, ya entrado el siglo XIX, su primitiva acepción: el grupo minoritario de «puros» que se apartaban de las vetustas Iglesias históricas, con el propósito de ensayar, ellos solos, una radical fidelidad a los mandatos de Cristo -expresamente huyendo del «crecimiento» como de la peste- dio paso a sectas que se caracterizarían por una febril actividad proselitista. Aquí, la prueba de que Dios era su guía no residía en la «pureza incontaminada» de sus seguidores, sino en el crecimiento numérico de sus fieles. Había llegado el tiempo de Mormones y Testigos de Jehová, cuyo singularidad sería convertirse en emblemas de Norteamérica.

 

Ese mismo siglo, tan convulso, contempló otro brote peculiar: el de las sectas políticas. Por toda Europa aparecieron grupos que se adueñaron de toda la parafernalia religiosa, justo cuando abominaban de cualquier conexión con Dios. Su peligro, pronto se vería, estribaba en que querían el paraíso en esta vida, no en la otra, cuya existencia negaban expresamente.

 

Sería el atormentado siglo X, empero, el que contemplaría algo inimaginable en los precedentes: el acceso y total control del poder por la secta y para sus exclusivos -y excluyentes- propósitos: había llegado el tiempo del fascismo, el nazismo y todos los retoños del marxismo-leninismo. En efecto, si este era el momento de la organización -como Lenin vio con claridad- nadie estaba mejor preparado para lograr sus fines que una minoría decidida y organizada.

 

Que Lenin se solazase con las ventajas de la «organización» le impidió advertir sus nefastos daños colaterales. Si las sectas religiosas generan un purismo a ultranza, ¿por qué no lo harían las políticas? Cuando ello sucediese se instalaría una tensión permanente entre perturbadores puristas y los ya instalados. Que esos instalados insistiesen en legitimarse con baño de masas votantes complicaría las cosas.

 

Toda secta, además, crea su verdad, excluyendo cualquier otra. El mundo es, y se comporta tal como la secta lo enseña. Ni más ni menos. Por esa razón, nada la desquicia más que la libertad de pensamiento y su siamesa, la libertad de expresión. Acallar y perseguir a los no creyentes, entonces, está en su esencia.

 

Pero nada tan brutal como el tratamiento de los disidentes. Ellos constituyen una amenaza que debe ser extirpada, si es que la secta quiere mantener su imagen intacta. Al mismo tiempo, la secta mima a quienes permanecen fieles y les colma de beneficios corruptores.

 

Rápido su «cultura» se va tornando hermética, al tiempo que se vuelve autosuficiente. Lo que es suyo es bueno, bello y útil y no requiere de nada que, desde afuera, la valide. Por lo mismo, cualquier crítica externa es respondida con dureza y rechazo. Igual procede cuando «los otros» no se suman complacidos a sus ritos y efemérides.

 

Constantemente la secta celebra sus logros -que siempre son la prueba definitiva de su verdad y corrección- sin aceptar que desde afuera pongan en duda la naturaleza y veracidad de tales logros. Lleva con celo sus propias estadísticas.

 

Creo que ha llegado el momento de no concentrarnos en la creación, desde el gobierno, de la mitología del Chávez profeta, porque quizás resulte útil focalizar nuestra atención en la secta que pretende constituirse ante nosotros, no solo para ejercer el culto al héroe-profeta, sino algo más importante, para con su respaldo instalarse definitivamente en el poder depredador: su verdadero propósito.

 

antave38@yahoo.com

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova Maduro

El Papa que quisiéramos

Posted on: marzo 13th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Como para reafirmar que sólo los suicidas escogen cuando morir, el Papa Pío X dejó de existir justamente el 20 de agosto de 1914, día de la entrada de las tropas alemanas en Bélgica. Había estallado la Gran Guerra, que sería rebautizada treinta años más tarde como la Primera Guerra Mundial, que abrió las puertas a la peor de todas: la Segunda Guerra Mundial.

 

Rápido se disparan los procesos que, inmediatamente después de la muerte de un Papa deben culminar en la elección de su sucesor. La cosa no pinta fácil ni carece de tensión. Realizar un cónclave en las primeras movilizaciones de una guerra no es nada fácil, máxime cuando deben acudir a Roma los cardenales de diversas naciones para cumplir con su tarea electora.

 

El reinado del fallecido Pío X ha sido complicado. El Papa, devoto, manso y pío como su nombre lo indica, en sus once años al frente de la Iglesia ha tomado duras decisiones. La más seria, quizás, enfrentar lo que se llamó la «crisis modernista», que no fue otra cosa que un tardío ajuste de cuentas de la herencia de Pío IX con el mundo moderno.

 

Alrededor del pontífice asediado se constituyó una Corte Inquisitorial aborrecida por los católicos más avanzados. Y esa Corte se apresta a lograr un Papa que se acomode a sus designios, que no son otros que erradicar cualquier huella y signo de modernidad en la Iglesia. A su cabeza, el secretario de Estado de Pío X, el cardenal español Merry del Val, con algunos de los suyos trabaja sin cesar por la candidatura de la copia al carbón del fallecido Papa, el cincuentón cardenal Serafini a quien, de ser electo tendrían en un puño.

 

Para ello el primer logro debe ser apartar a quienes le puedan hacer sombra: Maffi de Pisa y Ferrari de Milán. Todavía son tiempos de la exclusividad italiana. Contra Merry del Val y los suyos, sin embargo, se va conformando un muro de contención que se nuclea alrededor de Della Chiesa de Bolonia, al que deben proteger de sus intenciones de abandonar la puja. Ese momento fue clave y en la primera semana de septiembre se convierte en Benedicto XV, cuya primera acción es apartar a Del Val y su grupo de integristas.

 

Quizá quien mejor captó el momento fuera el cardenal Mercier, primado de Bélgica, cuando expresó que «las críticas al papado reciente tienen motivos y pienso que la Providencia permite que los defectos de un régimen se acentúen hacia el final, con el objetivo de preparar la reacción necesaria y de facilitarla a los sucesores».

 

Es esto lo que parece estar sucediendo al presente. Un Papa exhausto que se confiesa incapaz de sostener el timón con fuerza, justo cuando más se requiere. El Vatileaks y el problema de la sexualidad en el clero han abierto la ventana sobre asuntos de mayor envergadura; y por lo que parece hay una creciente concientización entre los cardenales electores sobre el cuidado que deben poner en su tarea. El mundo exige un nuevo Papa, a la altura de los problemas que se acumulan a las puertas de la Iglesia.

 

¿Y cuál es el perfil que parece diseñarse? El de un hombre ni tan viejo para repetir los problemas del renunciante, ni tan joven para convertirse en un padre eterno al estilo de Juan Pablo II, que terminó con una vejez larga y extenuante. Lo ideal, entre 65 y 70 años. Que además tenga un alcance global: al día con el mundo que debe encarar y abierto a sus problemas.

 

Que no se encierre en nimiedades, como la de exigir la comunión a la antigua (como algunos cardenales afroasiáticos parecerían añorar), con los fieles de rodillas, solazándose con la misa en latín. En ese sentido, son los europeos los de mayor solidez, a pesar de los estragos que provocó la política de «nombramientos» episcopales de Juan Pablo II: llenó a iglesias española y norteamericana de retardatarios párrocos de pueblo, mientras cercenaba antiguas glorias de franceses, holandeses, belgas y alemanes.

 

Y no caigamos víctimas del «espejismo» de Papas latinoamericanos, africanos o asiáticos, mientras no salgan de allí glorias como las que tuvimos en el pasado. Nada peor que un Merry del Val latinoamericano, o un Pío IX africano. ¡Dios nos proteja!

 

Por suerte, un Ratzinger bis no estaría en puertas, ni hay interés en emular a un pontificado «vigilante y controlador». La gente ansía aires liberadores al estilo del Vaticano II, y no el tipo de pío devocionario que ha convertido a la Iglesia en un erial y en una verdadera rareza donde antes tuvo presencia contundente. Es hora ya de asumir con valentía las ingentes tareas, y echar adelante.

 

antave38@yahoo.com

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova

Las ilusiones del poder

Posted on: marzo 6th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Desde que fui adquiriendo un gran interés por el asunto del poder comencé a observar que había cosas de él -su adquisición, su ejercicio, y por sobre todo, la pérdida del mismo- en las que yo disentía del grueso de quienes también tenían un gran interés en el asunto.

 

Es muy posible que fueran mi interés en la vida de las organizaciones burocráticas, y la dedicación a su estudio los que acentuaran esta tendencia. El resultado: no se me da conformarme con la mayoría, y mucho menos con afirmaciones al uso que uno encuentra por todas partes. Como recordarán, en el artículo que escribí para la edición del último miércoles de febrero, recorrí algunos aspectos del poder que no aparecen, incluso al observador atento, de buenas a primeras. Hoy quiero referirme a los que sí aparecen… desafortunadamente.

 

Para ello me veré obligado a mezclar, cuando lo sienta necesario los hallazgos que el cada vez más vasto campo de la teoría organizacional va ofreciendo, con los que la Historia -y muy en particular algunas grandes biografías- no deja de descubrir para nosotros. Espero que la suerte me acompaña en el intento.

 

La primera ilusión es la muy acentuada -y acendrada- idea de que el poder, una vez logrado o conferido (por el momento no vamos a distinguir entre las dos cosas) a un individuo o grupo, allí se queda. Es como una visión que, por llamarla de algún modo, enfatiza el aislacionismo del fenómeno. Mucha gente cree que el poder no depende de las circunstancias, sino de sus beneficiarios casi completamente, que esas circunstancias son meramente una especie de decorado. Nada más.

 

Una visión así entra en shock cuando el poder se esfuma, se evapora, con mayor rapidez que la que mostró cuando se adquirió. Escasamente van adquiriendo consciencia de que… ah, es que las condiciones han cambiado. Pero, entonces, animalitos del monte, ¿por qué si esas «condiciones» sirven para explicar su final, no lo hacen para explicar su inicio? Y, sobre todo, ¿por qué no se ve que es mientras se mantienen esas condiciones que el poder permanece? Y que, por eso mismo, cuando dichas condiciones se tornan precarias, pues ¡el poder que sustentan, también!

 

La segunda ilusión postula que cuando más vasto es el «ámbito» para el que se ejerce el poder, o más amplio es el territorio que él domina, pues es obvio que ese poder es más fuerte, penetra y se siente mucho más. Esta ilusión explicaría el odio que mucha gente siente por el «presidencialismo». Piensan, en efecto, que si todo «está en manos del Presidente, y sin su anuencia nada se realiza, nada se emprende», entonces se le da extremado poder al Presidente y bla bla bla, allí aparecen todas las perversiones y perjuicios.

 

Vean que en esto estoy de acuerdo. Insólito no. El problema es que estoy de acuerdo en los males del presidencialismo absorbente y centralista, por exactamente las razones contrarias a las que la mayoría expresa. Creo, en efecto, que mientras más poder formal se le da a un Presidente, menos poder real logra aplicar. Las razones son innumerables y nada lo muestra mejor que la realidad de los dos últimos Papas.

 

Juan Pablo II controlaba tanto y tan a fondo, que ni siquiera captó que la tormenta de los curas pederastas no dejaba de crecer a su alrededor. Y Benedicto XVI renuncia, en primer lugar, porque es tan vasto su poder formal y exige de él tanto, que debe admitir que no puede: ni tiene la fuerza ni los recursos ni la obediencia real y presta que ese poder exige.

 

La tercera ilusión: el poder une. A sus partidarios, a sus beneficiarios y a quienes disfrutan de su posesión hegemónica. Es tan riesgoso que por desunión se les escurra, que eso les impondrá una unidad férrea, apartando cualquier otra consideración. Todo lo que vemos de él, entonces, lo interpretamos como signo de unidad perfecta. Eso implica, por supuesto, la creencia de que la gente poderosa ve con claridad el futuro y con toda seguridad capta su papel en él. Pues vean que no. Desde que Tocqueville detectó la asombrosa ceguera de la nobleza francesa frente a la revolución que se les venía encima, esa ceguera se ha hecho crónica.

 

La última ilusión: el ejercicio del poder lo hace crecer. Y esa ilusión se arrequinta a pesar de que una y otra vez, a ojos vista contemplamos cómo su uso desgasta. Porfirio Díaz en el México de los inicios del siglo XX, y las recientes caídas de los déspotas árabes, lo prueban hasta la saciedad. Y cierro: apliquen esto al gobiernito que tenemos antes de que se extinga su ficción.

 

antave38@yahoo.com

Fuente: EU

 

Por Antonio Cova