Grandes descubrimientos de la semana
abril 24, 2013 7:13 am

Ya llevamos más de una semana en la que los venezolanos -y quienes con atención y solidaridad nos miran desde afuera- no dejan de hacer notables descubrimientos. El primero de ellos: cómo, por obra y gracia -¿o desgracia?- de unas señoras, resulta que cuando se hace una revisión de datos electorales, ésos «en ningún caso son para cambiar nada si es que resultan contrarios a lo que se había dicho y decidido con anterioridad». ¿Habráse visto mayor despropósito y descarado intento de burlar la buena fe de los electores venezolanos?

 

Pero el almacén de «descubrimientos» no se agota allí. En efecto, los venezolanos todavía no salen de su asombro al constatar la velocidad con la que los efluvios funerarios se han disipado. Y lo más increíble: han sido reemplazados con el sonar feroz de las cacerolas por todo el país.

 

Otro importante descubrimiento: quienes recibieron su vivienda digna nunca percibieron, por lo que se ve, que eso era un «favor misericordioso» que había que pagar trajeándose de rojo rojito. En lo más mínimo: para ellos es un derecho que solo se lo deben al ser venezolanos y no a ningún cobrador de peaje político. Nunca, por lo que se ve, pensaron que obtendrían vivienda a cambio de su libertad y así lo han hecho saber. De nuevo, con su mejor arma: el voto y las cacerolas con las que quieren hacerlos valer.

 

Otro hallazgo: que si ya albergábamos razones para pensar que Chávez tenía un pésimo ojo para escoger compañía, está confirmado. La mejor prueba: Maduro. El mayor despilfarrador de la comarca, el que comenzó con un enorme puntaje de ventaja y de ser las elecciones unos días más tarde hubiese quedado detrás de la maracucha María Bolívar. El que olvidó su geografía de la primaria y no puede distinguir un estetoscopio de un telescopio. ¡Vaya confusión!

 

Pero también descubrimos que el miedo no sólo se adquiere, sino que también… ¡puede perderse! Y lo hemos comprobado en carne propia. Con asombro vemos cómo, sin percatarnos de ello, murió a manos de la rabia sorda. Pronto la secta gobernante se va a enterar de ese cambio. ¡Y vaya que lo van a lamentar!

 

Pero lo más importante es que ese miedo… ¡cambió de lugar! Ahora hace presa de los que, con espanto, han visto no solo el abandono masivo de algo más de 700 mil votantes que saltaron al otro lado, sino que comarcas rojo rojitas ahora cambiaron de color. Y de nuevo, con acompañamiento de cacerolas.

 

Comenzamos a descubrir que no hay nada peor que creerse arriba, por encima de los demás y con licencia para abusar de un poder que con rapidez se escurre de las manos, sin darles tiempo a cambiar de forma de ser y de actuar. Lo más impresionante, hemos descubierto que para los que se creen de arriba sienten que cualquier traspié es una catástrofe.

 

Y ya que de catástrofes hablamos, los venezolanos vamos viendo por doquier las ruinas de un partido que se creyó hegemónico y que nunca fue otra cosa que una «nómina». En efecto, ya sabemos que el domingo 14 de abril murió -o mejor, pereció por linchamiento político y moral- el «proyecto hegemónico» de Hugo Chávez y la camarilla que le acompañaba. ¿Una versión criolla del PRI? ¿Dónde? ¿Cuándo?

 

También descubrimos que a la cabeza de la Asamblea Nacional se agita un fascista de cuerpo entero. Y lo que es peor, con el aplauso y beneplácito de una triste bancada de «revolucionarios». A ratos sus expresiones nos recordaban las de los jueces nazis contra los conspiradores de 1944; o las de los que, cumpliendo órdenes de Stalin, condenaban con chillidos a los bolcheviques en los famosos juicios de Moscú en los años 30. ¿Por qué será que cuando un mundo se derrumba lo hace a gritos y patadas?

 

Pero quizás el descubrimiento más sensacional sea el que un pueblo puede cambiar 180° de un día para otro, y que, en eso los venezolanos seguimos siendo los mismos de febrero de 1989. Aquel fatídico mes que comenzó faraónicamente en el Teresa Carreño y sin haber esperado a terminarlo, repudió todo aquello con el Caracazo.

 

Pues sí, por lo que parece la gente se cansó y es una suerte para Maduro y la camarilla que aún queda que no tomarán la misma ruta de 1989, sino la que saboreó Pérez Jiménez aquel glorioso noviembre de 1952. Queda de todo esto una gran interrogante: ¿tienen los restos del chavismo la capacidad de entender lo que les pasó y que pudiera sacarlos de una buena vez del escenario político venezolano? Como los primeros indicios son desalentadores, les pregunto: ¿qué creen ustedes?

 

antave38@yahoo.com

 

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova