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5 y 5

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5 y 5

Hubiera alguien pensado, en pleno proceso de «beatificación» del difunto presidente, que íbamos a terminar con estos resultados? La política venezolana, que, una y otra vez nos ha dado muestras suficientes de los cambios que hasta el día anterior cualquiera consideraba poco menos que imposibles, y que sólo en días pueden llenarnos de asombro (todos ellos dentro de una tendencia que es fácilmente discernible para quien quiera ponerse a ello) ha actuado una vez más: Capriles con 5 arriba, y Maduro con 5 abajo. Oh, la la.

 

Todavía recuerdo mis conversaciones con amigos sobre lo que era fácil suponer: al chavismo triunfal, al que su duelo no le quitaba su capacidad de maniobra, se le brindaba su mejor momento para asestar la estocada final a la oposición. Podía conseguir, si se esmeraba y actuaba con inteligencia, algo parecido a lo que la forzada coalición entre el clero gobernante y Ajmadineyad había logrado en Irán: postrar -por mucho tiempo- a la oposición.

 

Pero no fue así. El chavismo escogió la peor ruta: afianzar su carácter de secta y proseguir impávido en su ruta. En el camino se le atravesaron varios asunticos que o no vio, o si lo hizo no fue capaz de entenderlos. Por un lado, la renuncia papal y el dispararse los procesos que llevarían a la sorprendente elección de un latinoamericano para el oficio, sacó a los sucesos funerarios de Venezuela del mapa informativo. Y cuando llegó la Semana Santa, el país hizo ver que estaba harto de tanto funeral y traslado de restos y se volcó enloquecido sobre playas y montañas. Venezuela mostró que, como siempre, seguía siendo un país de «duelos cortos».

 

Mientras esto ocurría, a la oposición le pasó como a los futbolistas averiados, que rápido curan sus heridas y, ¡al campo de entrenamiento una vez más! El chavismo que, entregado a contemplar su propio ombligo creyendo que ése es el de todo el país, esperaba una especie de abstención masiva como la del 2005. La oposición, sinceramente llegaron a creer, preferiría una abstención chillona a encarar una tercera contundente derrota en las urnas. Y peló una vez más. El famoso domingo por la noche, quizás el mejor momento político de Capriles, los volvió de golpe a la realidad.

 

Fue sólo en ese momento que la cúpula chavista (¿quiénes la componen en realidad y qué los une a qué cosa? es un misterio que los tiempos que se avecinan irán aclarando) se dio cuenta de que tenía que arrear con el regalito que Chávez les había dejado. Un buen señor que jamás había tenido que pelear para lograr votos, y por lo que se vio, que no tenía mucha idea de en qué país estaba.

 

Y comenzó el increíble mes de abril, mes en el que «por un pelo» el chavismo ha obtenido una ración de oxígeno y luego… la tormenta que viene y que con esmero han ido preparando Giordani y Rafael Ramírez. Y ese mes produjo un asombro: como al «porfiao» -ese muñequito testarudo que jamás cae- y al condenado Terminator de la película homónima, al que jamás se logra aniquilar, la oposición comenzó a mostrar su músculo. Y eso, desmintiendo a nuestro himno nacional, se fue haciendo evidente en el interior. Ya no era, en efecto «Seguir el ejemplo que Caracas dio», sino el que el interior mostró.

 

Con asombro veíamos, día tras día, la acogida a Capriles por donde pasaba, y a la zaga el pobre de Maduro mostrando su ignorancia tanto en geografía de Venezuela como en matemáticas electorales: cree que los 235 mil votos que, según «la Banda de las Cuatro» del CNE obtuvo, se pueden «estirar» a 300 mil, sin todavía considerar los maltratados votos del exterior.

 

Tenemos, pues, un presidente al que podremos llamar «presidente 1%», cuando la secta esperaba que sería el del arrase postfunerario. Carece del liderazgo, y de eso que los académicos llaman la auctoritas, para llevar a cabo una pizca de buen gobierno. Peor aún, su deslucido discurso de la noche profunda de este domingo mostró que si no sabe manejar la victoria, menos lo hará con una bien apretada. Cayó 5 puntos y su opositor creció el equivalente.

 

Su discurso, además de poco inteligente, mostró mezquindad, como cuando prácticamente dijo que Capriles «le había solicitado una especie de audiencia para proponerle un arreglito vagabundo». Mal comienzo éste del 1%. Ese discurso no hace otra cosa que enardecer -y utilizo el verbo expresamente- a la mitad que ni lo acepta ni lo traga. Va a requerir ayuda en bruto de los que ahora denigra, así que mejor le va «cuidar la lengua», como aconsejaba Luis Herrera.

 

antave38@yahoo.com

 

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova

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