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Días de asombro y perplejidad

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Días de asombro y perplejidad

A sólo cuatro días de esta elección presidencial sobrevenida, la situación luce radicalmente distinta a la de los días cuando el chavismo lucía dueño de la escena. Ese cuento los primeros que se lo tragaron fueron los grandes canales internacionales de televisión. Venezuela entera era tan chavista, que casi resultaba imposible imaginársela recuperada del trauma de la desaparición de Hugo Chávez. Ese era su mensaje. Y lo más lamentable fue que los chavistas se lo creyeron. Obviaron, como siempre, a la otra Venezuela.

 

Y aquí está. Esa Venezuela esperó, en un silencio respetuoso, que pasara el funeral y que razones constitucionales aceleraran el fin del duelo. Ni modo, la Constitución no da respiro ni regala tiempo extra para dispersiones inútiles. Treinta días después de dictaminar la desaparición por muerte había que proceder a buscar un nuevo Presidente.

 

A estas alturas, sólo un nervioso Nicolás Maduro se empeña en que estemos tan pendientes, ya no del cadáver, sino del espíritu de Hugo Chávez reencarnado en un pajarito, que ni nos demos cuenta de cuán poco le adornan los rasgos que le permitieron al difunto llegar a ser lo que fue.

 

Desde el mismo momento en que Chávez decidió someterse a un «tratamiento hiperbárico» en Cuba, según nos dijo, la cúpula chavista, monitoreada muy de cerca por el poder cubano, no ha dejado de cometer torpezas. Prolongaron inútilmente la agonía del Presidente y las decisiones sobre cómo acometer todo el funeral y entierro de Chávez fueron manejados según «fuera viniendo». Y así se les vino encima la elección presidencial en treinta días.

 

Cuando eso pasó creyeron ilusamente que no habría elección como tal. Ojo, que no estoy afirmando que la cúpula chavista pensara en saltarse a la torera el mandato constitucional que, de ser escamoteado, comprometería severamente la legitimidad que un gobierno chavista necesita desesperadamente, en razón de las duras decisiones que deberá tomar sin demora. No, lo que estoy sugiriendo es que creyeron que la elección sería un mero requisito formal: la oposición haría mutis como en el 2005, o se presentaría tan apaleada que Maduro podría, incluso, superar los márgenes logrados por Chávez en las elecciones que este ganara. Era un diagnóstico tan encantador como irreal.

 

La realidad desplegó otro escenario, uno tan radicalmente distinto al de las ilusiones chavistas como para ponerles a temblar. Y ese «despliegue» ha seguido un rumbo que a todos tiene asombrados. No sólo a los chavistas que jamás lo imaginaron, sino también a los mismos opositores que creían no harían otra cosa que concurrir -por un deber sagrado- a un bis del 16 de diciembre pasado.

 

A estas alturas, nadie sabe lo que realmente sucederá este domingo. Lo que sí saben es que lo que pase no se parecerá, en lo más mínimo, a las impresiones que la calle producía en los días aciagos de la muerte, el funeral y el posterior traslado del cadáver a quién sabe dónde. Tampoco se parecerá a lo que las encuestadoras «amigables» le pronosticaban a Maduro cuando se dieron los primeros pasos en la preparación de la obligada elección. De paso, sería conveniente que Hinterlaces y demás encuestadoras recién nacidas actualizaran sus aseveraciones y pronósticos. Después de todo, querrán seguir en el mercado.

 

Capriles, en efecto, está recibiendo un baño de multitudes que, en algunos casos (San Cristóbal, Maracay, e incluso este domingo pasado en Caracas) supera lo que ya había logrado en septiembre de 2012. Ello apuntaría a un fenómeno que ya puede darse por consolidado: la hegemonía de la oposición unida en las grandes ciudades venezolanas.

 

Ese logro le permitiría alcanzar el sueño de superar al chavismo, cosa que tampoco es algo descabellado: ya lo consiguió en dos oportunidades (en diciembre 2007 y en la elección para diputados de la AN). Ahora se trataría de obtener el premio del siglo: arrebatarle la presidencia al escogido de Chávez, y con ello imprimirle un giro de 180° al rumbo desastroso del país.

 

El chavismo, cada vez más extraño a la calle (la que le vio nacer y a cuyo calor ha crecido y prosperado), se refugiará una vez más en los tenebrosos pasillos de Pdvsa: desde allí saldrán los operativos de búsqueda y caza del elector renuente. Sienten que esa es su carta de triunfo, pero tendrán que contestar una pregunta: ¿por qué no lo fue el 16D en zonas del país que ahora necesitan desesperadamente? ¿O es que solo Chávez, y nadie más, lograba movilizar a las urnas hasta a los más renuentes?

 

antave38@yahoo.com

 

Fuente: EU

Por Antonio Cova

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