La directora de cine venezolana Patricia Ortega destacó hoy de su trabajo que le gusta “que el público termine de ver la película haciéndose preguntas”, algo que, ha dicho, “es una cosa que amo del cine, cuando me remueve una película después de verla”.
En una entrevista con EFE en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, la venezolana, que lleva dos años en la capital andaluza, analizó el impacto que está suponiendo su última película, Mamacruz, contando la historia de una septuagenaria interpretada por Kiti Mánver que descubre el placer sexual a su edad, lo que le provoca una serie de contradicciones internas al estar muy vinculada con la parroquia de su barrio.
Una cita en la que se refleja su propia forma de entender el cine como espectadora, “porque soy de las que ve cuatro películas el mismo día”, y si hay algo que ama del séptimo arte “es cuando me remueve, cuando me deja preguntas, cuando veo algo que me confronta”, una confrontación “que es muy interesante”, y de la misma forma le gusta trasladarla al espectador “con temas o con situaciones que son polémicas en la vida”.
En este caso, la película nació con la idea de una abuela viendo porno. “Sabía que podía ser un algo muy fuerte, pero al mismo tiempo que podía ser el punto de partida para hablar de otras cosas, era como la excusa para hablar de otras cosas”, y lo que luego quiso reflejar en la pantalla “fue un gran desafío como realizadora”.
La película se rodó entre Utrera y Sevilla, con la vivienda de la protagonista recreada en un set interior en la isla de Tenerife, y con una premisa que partía del hecho de que había que rodar escenas en iglesias, a pesar de que algunas de las cosas que se ven en la pantalla se podían entender como “irreverentes” para los dirigentes eclesiásticos.
Sin embargo, todo se solucionó “rodando en una iglesia las escenas de misa, cuando ella comulga, cuando se confiesa…”, mientras que uno de los momentos clave, cuando la protagonista interactúa con la imagen de un Cristo a tamaño real, se rodó en una iglesia desacralizada que encontraron en Sevilla, “donde, además, situamos un imagen que nosotros mismos hicimos para la película”, explica la directora.
El resto de la magia del cine se consiguió en una iglesia salesiana para las escenas interiores y el exterior de una situada en Utrera, y siempre “muy cuidadosos de solamente hacer escenas que se podían hacer allí, que no faltaran el respeto a nadie”.
La directora venezolana es la autora del guion, que luego adaptó en España con José Ortuño, y surge una pregunta cuando se habla del casting: ¿conocía a Kiti Mánver antes de escribirlo? En realidad, no, aunque admite que parece una película creada para ella, pero para que fuese la protagonista entró en acción un personaje esencial, el productor Olmo Figueredo, que le recomendó que viese El inconveniente, una película en la que Mánver interpreta a una mujer que pone en venta su casa con la condición de que solo podrá ser ocupada cuando ella muera.
Así, aunque no se conocían, y aunque a la directora no le encajaba que la actriz de El inconveniente fuese la de Mamacruz, tuvo con ella “una conversación maravillosa, y realmente ahí nació una complicidad que para mí es mágica, porque la entrega y lo que se dio allí en el trabajo con ella es algo que no sucede siempre, es algo muy especial”.
De esa conexión surgió la película, que cuenta con Silvia Acosta, Pepe Quero o Mari Paz Sayago en su reparto, y que, curiosamente, le ha valido a la directora, entre otras cosas, ser nominada a Mejor Directora Andaluza en los premios del cine andaluz de Asecan, algo que, dice, le hace especial ilusión, porque aunque tiene ofertas para trabajar en Madrid o Barcelona, cree que Andalucía en su conjunto y Sevilla en concreto son los sitios donde ha echado raíces personales y profesionales, y donde se quiere quedar mientras pueda.
2001