¿Ya estamos tocando fondo?
abril 12, 2016 4:43 am

Creo que fue por los años 2002-2003, en medio de la aguda crisis política que luego tuvo un correlato severo en la economía (producto del llamado paro petrolero), cuando por primera vez me pregunté seriamente si estábamos cerca de tocar fondo como país. ¿Estamos tocando fondo en Venezuela?, comencé a preguntarme hace ya 12 años.

 

 

Mi interlocutora de aquellas disquisiciones era Mercedes Pulido de Briceño, para entonces directora de la revista SIC, editada por el Centro Gumilla. Las tradicionales reuniones del consejo de redacción de la revista (cada martes a las 2:00 pm, desde tiempos inmemoriales), en las que entonces participaba, daban pie para un posterior intercambio con Mercedes.

 

 

Ella siempre tajante en sus aseveraciones solía decirme: “Andrés, estamos lejos, muy lejos, de tocar fondo”. En estos primeros meses de 2016 he tenido muy presente aquellas conversaciones, para preguntarme de nuevo: ¿acaso ahora sí estamos tocando fondo?

 

 

La situación nacional parece haber llegado a una situación límite que se manifiesta en la incapacidad del Estado de resolver las cosas más básicas: proveer de alimentos a centros médicos públicos de referencia como el pediátrico J. M. de los Ríos o la Maternidad Concepción Palacios. El padre de una colega, profesora universitaria, falleció recientemente después de un período en el cual no se encontraron los medicamentos para combatir el cáncer que lo aquejaba.

 

 

Son solo dos ejemplos del drama que atraviesa sin distinción Venezuela, en un asunto tan sensible como el acceso a la salud y las medicinas, cuestiones en las cuales el Estado tiene una inequívoca responsabilidad.

 

 

Un reciente estudio de Datanálisis le pone cifras concretas a otro drama diario que vivimos todos los venezolanos, tal vez con excepción de los enchufados: el acceso a los alimentos. Las colas se han recrudecido después de Semana Santa y cuando se creía que el desabastecimiento no podía empeorar, pues sí, ha empeorado.

 

 

Las cifras ratifican lo que vivimos como sociedad, nuestro mayor esfuerzo hoy está dedicado a sobrevivir. Según Datanálisis, en 2008 los venezolanos compraban alimentos cada 10 días, hoy en 2016 lo hacen cada 3. Actualmente, en promedio, se visitan 4 establecimientos y en cada salida a comprar se invierten hasta 5 horas en colas.

 

 

¿La situación puede empeorar? Sí, lamentablemente sí. En estos días la prestigiosa revista The Economist comparó a Venezuela con el Zimbabue de una década atrás. Un dato que puede ayudar a entender cabalmente esta comparación: el Fondo Monetario Internacional prevé que la inflación en Venezuela sea de 720% este año, una cifra que Zimbabue alcanzó en 2006 para dos años después, en 2008, ser sacudido por la hiperinflación. Tan alta fue la inflación que no podía registrarse en una calculadora, y en 2008-2009 se estimaba que los precios se duplicaban cada 24 horas.

 

 

La crisis económica por sí sola no implicará el final del gobierno de Nicolás Maduro. La dictadura de Mugabe en Zimbabue bien viene a demostrar que un régimen autoritario puede recomponer la economía para seguir en el poder, como ha sucedido con este sempiterno dictador africano que está en el poder desde 1980, y que en febrero pasado cumplió 92 años sin ningún plan de retirarse.

 

 

Volvamos a Venezuela en este abril que se presenta complicado. El gobierno de Maduro, junto con los poderes plegados a él (TSJ, CNE), ha dinamitado cada una de las salidas políticas a esta crisis que se enmarcan en la Constitución. Tampoco tiene Maduro ninguna capacidad ni propuesta real para solucionar la crisis económica.

 

 

No tiene una tarea fácil la dirección política de la Mesa de la Unidad Democrática. Se trata de conducir esta situación tan negativa a soluciones políticas en el corto y mediano plazo. No se puede esperar pasivamente que la situación toque fondo, porque tal vez aún estemos lejos de ese fondo como sociedad.

 

 

 

Andrés Cañizales