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Riesgo político (en ciernes)

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Riesgo político (en ciernes)

 

Indiscutiblemente, Venezuela, al igual que países igualmente subordinados por la izquierda demagógica, padece gradualmente de inminentes riesgos políticos. El  acecho de los tan pesados peligros, intimida todo esfuerzo realizado, o en curso, en aras de recuperar la institucionalidad democrática arrasada por ideologías impostoras.

 

 

La proximidad del proceso electoral convocado por la Comisión Nacional de Primaria, CNP, tanto como los comicios que habrán de realizarse en 2024 para elegir presidente de la República, según lo pauta la Constitución de 1999 en su artículo 230, pone al descubierto el riesgo político marcado por la dinámica electoral propia de tiempos convulsionados. O de crisis políticas provocadas por la debilidad que ha comenzado a afectar la democracia, en su esencia, configuración y contexto.

 

 

En consecuencia, estos problemas zarandean  profundamente la democracia. Razón por la cual, las realidades comienzan a oscurecerse. Aunque peor aún, al amparo de las sombras creadas. Justo de las mismas, surge la incertidumbre como recurso del cual se vale la manipulación política para hacerla su cómplice. Así se afianza cuanto infundio es posible. Siempre, a favor de gruesos y traicioneros enredos. O de promesas diseñadas a manera de avivar exageraciones al correspondiente apoyo político.

 

 

La debilidad actual de la democracia

 

 

En la debilidad que actualmente afecta la democracia, está la explicación al problema que viven algunos países. Particularmente, aquellos que alardean de su poder mediante amenazas o imposiciones. El retroceso de la democracia es evidente por donde sea escrutada la situación político-social en la que la debilidad de la democracia adquiere sustento.

 

 

Podría decirse que la anemia que padece la democracia, obedece -entre otras razones- a una acentuada indiferencia de las sociedades respecto del sistema político correspondiente al espacio y tiempo que ocupa el ejercicio de gobierno. Es lo que llaman: la “antipolítica”. Tales situaciones, han sido impulsadas por la desconfianza de la sociedad hacia la clase política y las instituciones fundamentales imbricadas en la respectiva dinámica política.

 

 

Problemas de esta naturaleza, incidieron en la irrupción de gobiernos autoritarios. Después de Cuba, surgieron casos como Venezuela, Nicaragua, México, Bolivia, Perú, Argentina, principalmente. Las violaciones de libertades básicas y derechos fundamentales, revelan el grado de desarreglo que caracteriza el discurrir de esos países.

 

 

En lo particular el caso Venezuela, es patético ejemplo del descarrío en que esos mismos problemas subsumieron su dinámica política.

 

 

Los riesgos que asolan la democracia, se hacen cada vez más evidentes e innegables. Estos son riesgos engendrados por el autoritarismo hegemónico, la opresión y la represión que los regímenes políticos  movilizados por tendencias de una izquierda política disfrazada de democrática, emplean como criterios de gobierno. De esa forma, se enrarecen los postulados del desarrollo económico y social que sirven de adoquines al cimiento político sobre el cual se construye la ruta de la democracia. Aunque en el fragor de sistemas políticos autoritarios, dicho compromiso está empañado del aliento populista de sus gobernantes.

 

 

El riesgo político-electoral

 

 

La lista de riesgos políticos que acosan buena parte de Latinoamérica, la integran desde amenazas, hasta trances cargados de suma violencia. Dicha lista contiene situaciones precedidas y presididas por conflictos inducidos por precariedades que tocan ámbitos de salud, educación, empleo, careos, ataques a la economía, inseguridad. Y por supuesto, eventos relacionados con procesos electorales asediados por decisiones equivocadas adrede.

 

 

Avistar en el horizonte político procesos electorales, pone en ascuas el aterramiento de conciliábulos empoderados a la fuerza. Por eso el miedo de estos maquinadores de oficio,  que vivencian al pensarse defenestrados de holgadas posiciones de poder político, lleva a gobernantes, sus aduladores y acólitos a inventar argumentos, mecanismos y artimañas de cualquier dimensión mediática, fáctica o digital. Pero con la finalidad de evitar desarraigarse de sus enclaves de poder político.

 

 

Quizás, entre los riesgos más temidos, están las negociaciones políticas que se dan ante la idea de unificar o acordar medidas de gestión política. Y aún así, los problemas no dejan de penetrar realidades haciéndose más confusos todavía.

 

 

El sólo hecho de tener conocimiento sobre desarticulaciones, distorsiones o desajustes en la estructura de las oficinas administradoras y organizadoras de procesos electorales, revuelven feamente el ambiente político-electoral. Al extremo que la rigidez estructural, se ve tambaleante. Y ello, es una señal de riesgo político inminente e inmanente generador de  aturdimientos de peligrosas y mayúsculas consecuencias.

 

 

La sumatoria de estos riesgos de anormal tamaño, es capaz de derruir cualquier intención de corrección de los problemas que han viciado el aire que respira la democracia. Sin  embargo, tan enrevesadas realidades pueden servir de timonel  en el curso compuesto de crisis políticas, inductoras de riesgos.  Aún cuando sus soluciones se hallen al lado de un riesgo político (en ciernes).

 

 

Antonio José Monagas

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