Yo estoy con Henrique Capriles porque comparto con él una visión del país y la solución de sus problemas. Después del fracaso monumental del socialismo del siglo XXI con su secuela de pobreza y ruina, se impone un nuevo modelo político, económico y social para Venezuela, sin estar buscando la cura a las dificultades en políticas ya fracasadas que hicieron posible el fenómeno Hugo Chávez. Aquella Venezuela que se fue no volverá. Vendrá otra Venezuela.
Capriles ha planteado, como especie de predicador, que el tema más importante que hoy requiere la mayor atención es la pobreza, cuyo remedio pasa por un cambio político. Ello marca una diferencia sustancial con otras opciones. Con niveles de pobreza general superiores al 70% no hay asunto más relevante que ese. Ello guarda relación con el enfoque de la Cuestión Social desde la Encíclica Rerum Novarum, donde se planteó la dignificación del trabajo, su justa remuneración y en términos actuales, un salario decente. En Venezuela la contradicción principal no es entre trabajo y capital, sino entre trabajo y Estado. El capital privado en Venezuela lamentablemente está disminuido por la acción de una política económica que barrió con buena parte del establecimiento productivo nacional.
La situación de precariedad de más de 5.100.000 pensionados del Seguro Social y aproximadamente 2.000.000 de empleados públicos que devengan el salario mínimo más bonos, todo lo cual totaliza menos de US$ 50 mensuales, es la razón de ser de la preocupación de Capriles y de allí su insistencia en un salario mínimo de al menos US$ 100 mensuales para comenzar mientras la economía se dinamiza.
Comparto con Capriles el enfoque del tema petrolero, sobre el cual también hay discrepancias de base con otras propuestas. Así, estamos de acuerdo con que la propiedad del petróleo siga siendo nacional y que el mismo no puede ser privatizado, primero porque ningún inversionista petrolero está interesado en adquirir yacimientos e instalaciones y segundo porque políticamente ello abriría una polémica innecesaria que dividiría en lugar de unir en momentos en que se requerirá un consenso mínimo. Somos partidarios de una empresa petrolera de propiedad nacional como ocurre en todos los países que producen petróleo, salvo Estados Unidos, pero que esa empresa compita con otras empresas en un proceso de apertura de la industria al capital privado, sin el cual será imposible aumentar la producción petrolera.
También estoy con Capriles porque la solución a la crisis política de Venezuela no consiste en generar más crisis o agudizar la existente, la cual pasa por la justicia y no por la venganza. Un nuevo gobierno a partir de 2025 va encarar grandes retos y va tener los poderes constituidos en contra y por ello se requerirá de mucha capacidad de negociación y de entendimiento para poder sostenerse. Aquellos que no aprendieron la lección de abril de 2002, que facilitó el retorno de Chávez después de estar derrotado, deben cuidar muy bien lo que dicen que van hacer porque se puede repetir la trama, esta vez con Maduro.
José Guerra