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La inspiradora historia de MamaDulce,

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La inspiradora historia de MamaDulce,

 

 

MamaDulce (QEPD) fue la querida docente que supo inculcar durante 35 años valores de respeto, solidaridad, amor y entereza a los niños en el Kínder Tío Conejo, en Mérida

 

In memoriam de MamaDulce, mi adorada madre

 

 

El universo es un vivero de imágenes y símbolos que inspiran actitudes y creencias. Y también motiva historias de esperanzas. Es una razón para pensar cómo la vida se torna fascinante y al mismo tiempo tan perfecta. Así se concibe como todo un aprendizaje. Aunque sus lecciones no siempre sean bien entendidas, la vida es un perpetuo movimiento cuyo vaivén incita a valorar el camino que cada persona va recorriendo en aras de sus anhelos.

 

 

Quizás por eso ha llegado a decirse que hay historias de vida únicas e irrepetibles. Aun cuando muchas puedan semejarse, hay historias sugerentes, emocionantes y que difieren en el fondo. Y hay historias inspiradoras, que aleccionan. Sobre todo, cuando su testimonio vital se convierte en ejercicio espiritual y ejemplo de vida. Es exactamente la historia que describe la vida de MamaDulce.

 

 

Referir ¿quién fue “MamaDulce”? es un desafío a ser afrontado en la brevedad de este espacio. De comienzo, cabe decir que recibió el nombre de Dulce María Uzcátegui quien nació el 10 de septiembre de 1928 en la agraciada y bucólica población del páramo merideño: Timotes. Desde entonces tuvo una vida colmada de amor y arte.

 

 

MamaDulce, amor, arte y docencia

 

Arte, pues así entendió su formación de educadora que la preparó para potenciar en sus alumnos, casi siempre de edad preescolar, la capacidad de pensar. Siempre mostraba la seguridad del maestro convencido del poder de la educación para modelar, en la etapa escolar, a la ciudadanía democrática como energía inspiradora de moral, luces y conciencia.

 

 

Amor, pues fue la manera de expresar lo que conjuga tan hermoso sentimiento. Bien supo ella conjugar los valores de la amistad, la tolerancia, la constancia y la probidad en la actitud de sus niños.

 

De modo que convertía sus clases en jornadas de honestidad, unión y conocimiento, valores que juntaba para infundirle armonía a la mirada que del mundo hace el ser humano desde que comienza a comprender las bondades y enredos de la vida. Asimismo, en su condición de madre.

 

 

MamaDulce percibió la vida como un afluente lleno de posibilidades que aprovechó para hacer de cada oportunidad una realidad que bien tradujo en su accionar diario. También, en cada uno de sus “sueños de tela” como fueron así llamadas por el eximio maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa en la oportunidad de exhibir, ante el público nacional, sus trabajos de telas. Sus telas eran dibujadas por retazos de fieltro a los cuales dio vida al convertirlos en personajes característicos de un lugar, momento, evento, condición o situación geográfica.

 

 

Sus “sueños de tela”, plasmados de colores, siluetas y alegorías, colmaron incontables paredes de las casas de sus hijos, amigos y familiares. Así, en las mismas, se ha mantenido viva la alegría que le inducían sus dedos ayudados de hilos de distintos matices y agujas de diferentes proporciones para crear lo que su amor y su arte le inspiraban.

 

 

La maestra más querida

 

MamaDulce fue una merideña que enseñó con la nobleza de mujer entregada a la educación, que entendió y enseñó la correspondencia entre el hacer y el querer. Así, se entregó en ejemplo a la ciudad que le conoció y reconoció como la primera maestra de tantos hombres y mujeres que hoy valoran su labor como conductora y formadora de generaciones de profesionales capaces de crecer y progresar por esfuerzo propio.

 

 

Tanta verdad hay en la magia que derrochaba en cada conversación, que su apodo lo ganó en la dedicación que brindó como madre de ocho hijos. Que expuso en el magisterio como líder de maestros. Y representó en sus telas hechos y personajes retratados con trazos de hilo y retazos de diminuto tamaño. Sus principios familiares la consagraron como compañera de vida de quien fuera su esposo, José Miguel Monagas (+), combativo venezolano igualmente entregado a la docencia y hombre enamorado de la perseverancia de esta maestra de vida.

 

 

Estas, y otras tantas virtudes, la consagraron como la querida docente que bien supo inculcar valores de respeto, solidaridad, amor y entereza a los niños que fueron sus alumnos en el Kínder Tío Conejo. Durante más de treinta y cinco años formó más de mil preescolares.

 

 

“En el Kínder Tío Conejo / aprendemos cosas lindas / y nos guía MamaDulce / hacia el patrio porvenir / Jugamos… tralá… / Cantamos… tralá… / y unidos a un mundo mejor”. Era la canción que los niños entonaban a diario cada mañana de la mano dulce de “MamaDulce”.

 

 

Repasar las infinitas acciones que ella emprendía, no solo es una forma de valorar su alma y corazón de abnegada docente. Sino, también, de valorar su ejemplo en tanto que es digno de ser comprendido como quien supo dar cuenta de que el espíritu de la educación es el conocimiento de los valores trascendentales del ser humano.

 

 

Valgan estas líneas para honrar en la eternidad el recuerdo de MamaDulce. De igual manera, para invitar a que estas palabras, asentidas gracias este medio de comunicación, se vean como fuente primigenia para seguir ahondando en su inspiradora historia. QEPD.

 

 

Antonio José Monagas

@ajmonagas

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