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Espectativas truncadas

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Espectativas truncadas

 

 

El caso Venezuela es patético. El juego económico, por ahora, está trancado. Y sin que el pesimismo haga lo suyo, la realidad es agorera

 

 

Mientras siga desconociéndose el alcance de la economía como razón de vida social y política, incluso histórica, el desarrollo de las naciones será un nudo bastante difícil de desatar.

 

 

Es tal su importancia y papel regulador del crecimiento nacional, que se habla del homo economicus (concepto utilizado en la escuela neoclásica de economía para modelizar el comportamiento humano). La caracterización da cuenta que la vida del ser humano al margen de la economía sería como vivir sin la capacidad necesaria para discernir entre una amenaza, entendida como inminente peligro para la subsistencia humana, y el resguardo visto como el bastidor capaz de contener cualquier peligro que se precipite contra la humanidad. La misma importancia, recae sobre el homo politicus en el respectivo contexto.

 

 

Así como hay razones que suponen el desarrollo económico, igualmente existen causas que actúan como elementos de riesgo. Con la fuerza suficiente para provocar la contingencia capaz de desgraciar la vida del hombre en sociedad. Sin embargo, no es secreto que la vida está atestada de esas causas que, por importunas y atosigantes, tienden a desfigurar todo ideario que pretenda alcanzar la estabilidad y afianzamiento del ser humano en términos de sus necesidades de crecimiento y progreso.

 

 

Así que todo fracaso del sistema político que haya invocado la prosperidad y el bienestar de la sociedad como principio político y jurídico a reivindicar, afecta directamente el equilibrio del sistema económico correspondiente. Esta situación genera serios problemas que, indiscutiblemente, trastornan toda posibilidad de ordenar y acelerar la economía de una nación.

 

 

El caso Venezuela

 

El caso Venezuela es patético. El juego económico, por ahora, está trancado. Y sin que el pesimismo haga lo suyo, la realidad es agorera. Y así podrían continuar, de mantenerse la obstinación que caracteriza al régimen dado su hermetismo y coerción en lo económico, particularmente.

 

 

Este microanálisis no podía haber comenzado describiendo otra situación que no fuera la que ha venido observándose. A pesar de los cambios, por demás menguados, que se han procurado sin que algún resultado consistente haya podido advertirse.

 

 

La transferencia de la culpa entre actores de la economía ha sido una razón para aludir al problema que pende sobre el panorama económico que proyecta 2023. Aun cuando las promesas de revertir las dificultades que engorronan la dinámica económica, numerosas han sido las promesas que apuestan a saldar las causales de la susodicha crisis que pesa sobre el país. Pero las realidades repiten los mismos escenarios lúgubres por donde sean considerados.

 

 

Las expectativas en torno a la recuperación económica de Venezuela se han caído tan vertiginosamente como la política comienza a trastabillar en su pesado recorrido por los intersticios que quedan abiertos de tiempos anteriores.

 

 

Podría decirse que algunos esfuerzos en dicho sentido pudieran mostrar algún resultado. Aunque podrían ser efímeros a consecuencia del manejo improvisado de las decisiones tomadas sin la debida elaboración de las mismas.

 

 

Si algo ha confundido expectativas aducidas equivocadamente, con base en ilusas cuentas e inventadas proyecciones, ha sido la dinámica de consumo. Un consumo cuya movilidad se ha establecido sobre el cimiento del dólar. Y ahí está la razón del bamboleo que padece la economía nacional: muchos análisis no terminan de precisar las causas de tales fluctuaciones. Estas, afincadas en burdas declaraciones vacías de contenido. Además, politizadas.

 

 

El problema de la inflación

 

La inflación se desboca en su carrera por situarse en una ecuánime posición. No obstante, al desmandarse desarregla su visión u horizonte trazado. Termina excediendo el recorrido perturbando todo a su paso.

 

 

Las instituciones públicas se ven envueltas en los problemas que la inflación acarrea. Y esa posibilidad no ha dejado de rozar la economía en su proceso de reacomodo de los factores de producción. El empleo, los salarios y las pensiones se desploman ante el asomo de una divisa que obstruye el respeto hacia la moneda constitucionalmente establecida: el bolívar (cualquiera sea su apellido).

 

 

Cualquier esperanza de normalizarse la economía nacional en 2023, podría fungir cual mera ilusión o fantasía propia de promesa de fin de año. Sobre todo, si quien la declara como medida a ser emprendida, apoyada por la movilidad de una economía internacional “boyante y amigable”, poco o ninguna previsión maneja en torno a la incidencia de variables económicas de aleatorio comportamiento. O la adopción de alguna medida coyuntural de política financiera o administrativa que juega al azar su consecución.

 

 

Así que cualquier pronóstico económico apuntado con base en las recurrencias que resiste el país político y económico, corre el riesgo de verse imbuido en las circunstancias que atrapan al desarrollo económico y al discurrir político nacional. Factores estos que, en el contexto de las oscilaciones características del régimen político venezolano, constreñido por restricciones foráneas, pudiera desbalancearse del punto de equilibrio determinado a instancia de esperanzas, necesidades, formalidades y exigencias.

 

 

Podría pensarse nuevamente que el país volvería a verse sumido en un cuadro de imprecisiones solo capaz de ser superadas por consistencias de todo tenor. Lo contrario, sería situarse ante un escenario de expectativas truncadas.

 

Antonio José Monagas

@ajmonagas

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de Confirmado.com.ve

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