Concluida la ronda anual de los premios Nobel, cuatro de los once galardonados son mujeres. Como dice una de las ganadoras -la francesa Anne L’Huillier- «las cosas están cambiando».
La Academia Sueca ha concedido el premio de Economía a la estadounidense Claudia Goldin (77 años), la tercera mujer en obtenerlo pero la primera de ellas en solitario. El de Medicina, compartido, a la bioquímica húngara Katalin Karikó (68) por sus investigaciones sobre el ARN mensajero, determinantes para lograr las vacunas contra el covid-19. L’Huillier, también compartido, se llevó el de Física por el desarrollo de métodos experimentales que permiten estudiar el movimiento de los electrones que son el pegamento de la materia. Y el de Paz recayó en la defensora iraní de derechos humanos Narges Mohammadi (51), encarcelada en la prisión Evin de Teherán: hay algunas cosas que parecen no cambiar.
Goldin, nacida en Nueva York y en la actualidad al frente de la Cátedra Henry Lee de Economía de Harvard, fue distinguida por sus avances en la comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral.
Las investigaciones de Goldin demostraron que las mujeres están muy subrepresentadas en el mercado laboral mundial. A pesar de la modernización, el crecimiento económico y el aumento de la proporción de mujeres empleadas en el siglo XX, durante un largo período de tiempo la brecha salarial entre mujeres y hombres apenas se cerró. Históricamente, gran parte de la brecha de género en los ingresos podría explicarse por diferencias en la educación y las opciones ocupacionales. Ella probó que la mayor parte de esta diferencia se da ahora entre mujeres en la misma ocupación, y surge en gran medida con el nacimiento del primer hijo.
Karikó nació en la Hungría bajo la influencia soviética, hija de un carnicero y una contadora, y a mediados de la década de los ochenta salió de su país al quedarse sin apoyo y financiamiento para sus investigaciones del ARN. También enfrentó obstáculos en Estados Unidos, aunque ya había demostrado, junto con el cardiólogo Elliot Barnathan, que el ARN mensajero una vez insertado en las células podría utilizarse para la producción de nuevas proteínas. Un posterior encuentro casual con el inmunólogo Drew Wasisman, con el que comparte el galardón, le permitió profundizar en sus investigaciones. En 2005 pudieron comprobar que se podía engañar al sistema inmune creando un ARN mensajero sintético en laboratorio, que contiene una copia de parte del código genético viral, como explica esta nota de la BBC. Pero aún así fue desdeñado entonces su hallazgo. Karikó, sin embargo, se convirtió tras la pandemia en la estrella del mundo científico.
Los avances de L’Huillier en el estudio de los electrones pudiera llevar a controlar el inicio de una reacción química. Por ejemplo, la fotosíntesis y otros procesos inducidos por la luz en moléculas grandes, con lo cual se abriría la posibilidad de resolver problemas del mundo como el cambio climático. “Sería maravilloso, pero todavía estamos lejos de lograrlo”, le dijo a El País de Madrid.
Vicepresidenta del Centro de Defensores de los Derechos Humanos en Irán, a Narges Mohammadi le fue reconocida su lucha contra la opresión de las mujeres en su país y por promover los derechos humanos y la libertad para todos. Fue arrestada por primera vez en 2011, luego una docena de veces más, condenada en cinco ocasiones y sentenciada a un total de 31 años de prisión. Nada la ha mantenido callada: desde la cárcel denunció que las mujeres detenidas en protestas contra el gobierno estaban siendo abusadas física y sexualmente.
El Comité del Nobel espera que las autoridades iraníes liberen a Mohammadi para que pueda viajar a Estocolmo en diciembre a la ceremonia de premiación. Irán es socio económico e ideológico del régimen venezolano, que mantiene tras las rejas a 300 presos políticos.
De izq. a der., Claudia Goldin, Narges Mohammadi, Katalin Karikó y Anne L’Huillier
