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Estudiosos de Estados Unidos y Europa lo valoran como una tradición política especialmente

 

El populismo es un tema recurrente en América Latina. Tanto que se lo asocia más con nuestra región que con cualquier otra parte del mundo. Estudiosos de Estados Unidos y Europa lo valoran como una tradición política especialmente prevaleciente en América Latina.

 

Eduardo Haro Tecglen recuerda que el populismo “se utilizó (…) para explicar que el pueblo tiene siempre razón; los políticos, o clase política, están adulterados por su trabajo y por sus finalidades de poder (…) Los nuevos políticos tendrían que salir del pueblo. La finalidad de la política ha de cumplirse fuera de las instituciones y los partidos existentes”.

 

En lo económico, populismo es distribución, sin consideración de los mecanismos de generación y circulación de la riqueza, especialmente del mercado. Así se explica que resulten propicias para que se manifiesten épocas de bonanza económica, generalmente por el aumento de las materias primas. Propicias pero no exclusivas, dado que las crisis generadas por la escasez o la penuria, así mismo pueden plantear la desigual distribución de las cargas y, por lo tanto, reclamos de vastos sectores sociales. Lo malo es que el populismo, por su prédica de distribuir sin producir, acaba generando penuria, porque tarde o temprano se hace insostenible.

 

Son características del populismo: Idea de la política como el enfrentamiento entre pueblo y élite; Liderazgo carismático basado en una relación directa entre el líder y el pueblo y en las habilidades de comunicador del primero; Nacionalismo extremo; La figura del enemigo externo en la forma del poder imperial que busca someter a los pueblos; Confusión entre Estado, partido, líder y cuerpos intermedios como los sindicatos y otros, y, en consecuencia, propensión a conductas autoritarias; Movilización permanente de los grupos que lo apoyan.

 

El populismo reta las reglas de la democracia, sus procesos y sus canales de participación, porque en realidad impugna sus supuestos básicos. Tanto su validez como su efectiva vigencia. Como se trata de un desafío insidioso, máxime cuando se observa un deterioro de la cultura democrática, al populismo hay que enfrentarlo y derrotarlo desde sus raíces.

 

Las democracias tienen que esmerarse, y vencer, en el combate contra la desigualdad. Podríamos decir que a mayor igualdad y mejor institucionalidad, menores posibilidades de populismo, dado que la desigualdad y la debilidad institucional son agentes que propician la aparición del desafío populista.

 

Ramón Guillermo Aveledo

rgaveledounidad@gmail.com

 

 

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