Veraz… Ser periodista es tener coraje… Por Robert Alvarado

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Veraz… Ser periodista es tener coraje… Por Robert Alvarado

«La prensa es el dedo indicador de la ruta del progreso», Víctor Hugo, y «El periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad», de Gabriel García Márquez.

 

Muchos se han preguntarán: ¿Por qué se celebra el Día del Periodista el 27 de junio en Venezuela? Es el homenaje que se hace a la primera publicación informativa en el país, como lo fue la edición del Correo del Orinoco, hecha en 1818, por el padre de la Patria, Simón Bolívar. De allí nació el periodismo venezolano, que es la actividad profesional dedicada a la obtención, procesamiento y difusión de información, generalmente, como tradicionalmente lo conocemos, a través de medios de comunicación alto conocidos: prensa, radio, televisión e internet, y, ahora, mediante las redes sociales. Su propósito principal: informar a la sociedad sobre eventos y temas relevantes, de paso, permitiendo a los ciudadanos ejercer su derecho a la libertad de expresión. Entiéndase, a opinar.

 

Los periodistas investigan, recopilan datos, entrevistan a fuentes y verifican la información para asegurar la veracidad de sus reportes, a veces, en situación de riesgo. Una vez obtenida la información, los periodistas la analizan, la contextualizan y la redactan de manera clara y concisa para su difusión a través de diversos medios de comunicación, como periódicos, revistas, noticieros de radio y televisión, que siguen activos, pero básicamente por plataformas digitales en la actualidad.

 

En honor a la verdad, ser periodista es un arte, con gran incidencia en el curso de la historia. Recordemos, dos periodistas tumbaron un gobierno en USA. Trabajaban en el diario The Washington Post y crearon una crisis con el conocido Watergate. Para los que no lo saben, este caso acontenció el día 17 de junio de 1972, fecha en que estalló uno de los escándalos más resonantes de la historia de los Estados Unidos. El edificio Watergate era la sede donde funcionaba el Partido Demócrata. En la madrugada de ese día, cinco hombres fueron detenidos mientras trataban de instalar equipos electrónicos de espionaje. Con ellos, las grabaciones de las conversaciones que tuvieron lugar en la oficina oval desde principios de 1971, de cuya existencia informó el testigo Alexander Butterfield, se convirtieron en una de las claves principales del escándalo. Eran tiempos de campaña electoral, “parecidos a los de hoy en Venezuela”, y entre los detenidos se encontraba el jefe del servicio de seguridad del comité de reelección del entonces presidente Nixon.

 

Bob Woodward y Carl Bernstein, dos periodistas del diario The Washington Post, uno de los más influyentes de ese país, revelaron detalles del asunto y acusaron al presidente de tratar de congelar las investigaciones. Eso marcó el inicio del fin de Nixón. Ante la evidencia de espionaje, se formó una comisión investigadora y casi todos los colaboradores de Nixon renunciaron a sus cargos, envueltos en una red de sospechas. A partir de entonces, y durante dos años, fueron surgiendo cada vez más elementos que comprometían la actuación de Nixon. Aunque al principio se defendió negando tener conocimiento del hecho, finalmente admitió las acusaciones. Nixon y su vicepresidente Spiro fueron reelegidos, pero el escándalo no cesó. El 24 de julio de 1974 la Corte Suprema acusó al presidente de “obstruir las investigaciones judiciales”, “abuso de poder” y “ultraje al Congreso”, y de haber utilizado a la CIA y el FBI con fines políticos. Nixon renunció el 8 de agosto de 1974 a su cargo de presidente. Abandonó la Casa Blanca llorando y al montarse en un helicóptero dijo: “Nos vamos con grandes esperanzas… y también con gran humildad”.

 

El anterior caso ilustra como el periodista desempeña un papel crucial en la sociedad, no solo al mantener informada a la población sobre temas de interés público, sino también por promover la transparencia y la rendición de cuentas, y fomentar el debate público. Así las cosas, se pone manifiesto la necesidad de repensar la labor periodística como un bien público dentro del marco de las miserias, los riesgos y las inquietudes que envuelven a la sociedad venezolana del presente. Según Transparencia Venezuela, retratar el impacto de la corrupción en los derechos humanos ha sido uno de los principales desafíos que han tenido que enfrentar los periodistas venezolanos en las dos últimas décadas. Dar espacio a las denuncias ciudadanas de fallas en los hospitales o por servicios deficientes, denunciar el abuso policial en su expresión más común que es la “matraca” o simplemente reseñar las protestas de maestros y trabajadores inconformes han convertido a comunicadores independientes en el blanco de ataques, persecuciones y detenciones arbitrarias.

 

Ejercer el periodismo en Venezuela se ha convertido en un riesgo para muchos de aquellos que registran la crisis política en el país y, por estos, los dedicados a temas económicos. Desde antes de las elecciones presidenciales del 28 de Julio, ya había denuncias de presiones contra los comunicadores, pero tras el anuncio de los resultados del Consejo Nacional Electoral, que dieron como ganador a Maduro, la situación ha empeorado. Una gran porción de periodista que hacían fuente política se han ido del país y desde afuera continúan su labor por redes sociales, obligados tanto por el cierre de medios como por el encarcelamiento de periodistas disidentes y las medidas contra la libertad de expresión.

 

A raíz de este ambiente de censura, muchos medios de comunicación no tuvieron otra opción que expandirse hacia las plataformas digitales y, en muchos casos, cerrar sus soportes físicos o verse despojados de estos. Un ejemplo de esto es el periódico El Nacional, uno de los diarios de mayor importancia y circulación en el país. “Los ataques a El Nacional comenzaron directamente de Chávez, desmintiendo información que era verdadera”, subraya Miguel Henrique Otero. Las acciones tomadas hacia el diario escalaron hasta, incluso, la colocación de una bomba en la sede principal. Sin olvidar el bloqueo al papel periódico. “Tuvimos que movernos a una plataforma web, que posteriormente también fue bloqueada”, indica Otero, quien, junto a su familia, como tantos otros, por ello viven un exilio forzoso. Si regresa al país lo “encarcelan” y teme incluso que atenten contra su vida, un temor compartido con tantos otros periodistas que se encuentran fuera de Venezuela, por el simple hecho de hacer honor a su profesión.

 

No es fácil ser periodista en Venezuela, especialmente ante las limitaciones para ejercer el periodismo de investigación. Por eso, en su día, felicito a todos los periodistas que, con coraje, siguen adelante dentro y fuera del país.

 

 

NOTA DE PRENSA

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