Algún día la justicia tomará cartas en el asunto, o un acucioso historiador venezolano escribirá un compendio sobre los innumerables actos inmorales del Gobierno y de muchos de sus dirigentes que administraron los destinos de Venezuela en la primera década del siglo XXI. Son infinitas las mentiras, medias verdades, la falta de ética en la actuación pública y personal que demostrarán que la mayoría de quienes ostentaron el poder no eran ni revolucionarios, ni socialistas, humanistas menos y poco sensibles hacia los derechos humanos de los compatriotas que no fueran de su tolda política.
No son pocas las historias de cómo se han manejando los recursos y bienes del estado sin límite y sin respeto. Cómo se han adquirido fortunas, inmuebles, han viajado y dilapidan recursos de todos los venezolanos en beneficio de un grupito de rojitos. Solo hay que comparar lo que tenían antes de llegar al gobierno y lo que tienen en estos tiempos, para demostrar que la humildad fue superada por la vanidad.
Los venezolanos, sin asombro y escépticos, vemos a los jerarcas del régimen creando la Comisión de la Verdad para investigar los acontecimientos lamentables del Caracazo. Sin duda deben ser investigados, pero no tocan ni con el pétalo de una rosa a los muertos de la aventura del 4 de febrero de 1992 y las muertes del 11 de abril de 2002.
Mayor inmoralidad la que se vio en días pasados en la Asamblea Nacional, cuando diputados acusados por hechos de corrupción con toda desfachatez se convierten en los jueces de los diputados de la oposición, acusándolos por supuestamente recibir contribuciones de empresarios que, de ser ciertas, no son sino una mínima expresión de las amplias fechorías que abiertamente se han cometido en el manejo de los bienes del Estado. Son precisamente los denunciantes quienes además exteriorizan sin vergüenza alguna una calidad de vida imposible de adquirir con la baja remuneración que han tenido en los cargos públicos que han ostentado.
El carudurismo y la inmoralidad del Gobierno se demuestra una vez más con la incorporación de Venezuela a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Con bombos y platillos quieren atribuirse un reconocimiento internacional que a todas luces no tienen y que ante los ojos de los venezolanos es bastante sospechoso. Venezuela ingresa en esa comisión como resultado del sistema de rotación regional y no por los méritos de una política de respeto de derechos humanos en el país. ¿O es que realmente creen que el mundo aplaude la vejación y el maltrato a que han sometido a la jueza Afiuni y al comisario Simonovis, por nombrar sólo dos casos?
Muy irónico que sea el viceministro de Relaciones Exteriores para Europa el que asistió al acto de formalización de nuestra participación en esa comisión. Señalado como uno de los artífices de la violación de los derechos humanos a centenares de diplomáticos de carrera forzados a jubilarse o marginados en la Casa Amarilla por no ser militantes del proceso.
Poco entienden de moral y ética en estos tiempos revolucionarios. Que lo confirmen los miles de venezolanos que todavía esperan que les digan la verdad sobre el estado del presidente Chávez. // RJSB
Editorial de El Nacional
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