En su andadura por tierras movedizas, el territorio preferido de su trayectoria política, Pedro Sánchez, el presidente del gobierno español, anuncia la celebración de un centenar de actos “que inundarán las calles, museos, escuelas y universidades” para celebrar 50 años en libertad de su país. España en libertad, así se llamará este conejo de su chistera siempre sorpresiva que comenzará a saltar desde el próximo 8 de enero. El motivo es la muerte del dictador Francisco Franco, que habría abierto las puertas a la libertad que pregona Sánchez, la que ocurrió el 20 de noviembre de 1975.
Tiene prisa Sánchez, acosado como está con las investigaciones de corrupción que salpican a figuras de su gobierno e, incluso, su propia esposa, y por eso empieza la conmemoración muchos meses antes de la partida de Franco, el supuesto hito que hizo a España libre. El presidente del gobierno español nombrará un comisionado y un comité de “expertos y expertas” para definir ese calendario de actividades, cuyas aguas, como las de la DANA en Valencia, anegarán más que calles, curules, y más que museos, los medios que son afines al gobierno socialista.
Desde hace ya demasiados años la izquierda, latinoamericana y europea, perdió el rumbo. En lugar de profundizar en los valores democráticos, por encima de simpatías ideológicas, como marcó el alejamiento del llamado “socialismo real” impulsado desde la órbita soviética, represivo, autoritario y contrario a la libertad, se fue quedando sin referentes conceptuales y es difícil separar hoy su comportamiento errático del que tanto cuestionan a la derecha rancia y atrasada.
Sánchez dice, como si todos sus oyentes fueran unos ingenuos, que el único objetivo de la conmemoración que fija la fecha de “la libertad” de manera caprichosa, antes que haya el tal comité de expertos y expertas, es reconocer las enormes transformaciones ocurridas en la sociedad española con la instauración de la democracia. Habría que preguntarle por qué no esperar hasta el 6 de diciembre de 2028 cuando 87,78% de los españoles que lo votaron medio siglo antes, es decir de derecha, izquierda y centro, casi todos, ratificaron en referéndum el proyecto constitucional que, efectivamente, consagró a una nación en libertad y democracia.
Tiene prisa Sánchez, no hay duda alguna. En tres años quién sabe quién estará en La Moncloa. La aprobación de la Constitución es la cima del consenso político y social; en cambio, el hecho escogido por Sánchez, la muerte, anticipada en este caso, del dictador, fue y es un elemento divisor. Su objetivo verdadero es arrinconar a la derecha, es decir al PP y a Vox, no a la derecha catalana, socio muy incómodo de gobierno, y la derecha vasca, que apoya al líder socialista por lo que parece un cálculo político, más que una convicción.
La fecha referencial de la España democrática bien pudiera ser la de la Constitución del 78, que supuso la confluencia de fuerzas contrarias para abrir la transición e ir dejando atrás el oscuro, doloroso y larguísimo período franquista. ¿La dirán algo al respecto los “expertos y expertas” que convocará a su nueva campaña política? Divide y vencerás, esa antiquísima sentencia es el credo de Pedro Sánchez. Cómo profundizar la brecha que divide, nunca la que hace que las aceras confluyan en la misma plaza. Pierde la política, resquebraja la fe democrática y siembra vientos.
Editorial de El Nacional
EFE