La duda se ha instalado en la sociedad argentina. La duda sobre la dimensión real de la enfermedad de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la duda sobre su origen y la duda, en definitiva, en el sistema de información del Gobierno. El secretismo habitual del Ejecutivo y sus «errores» de diagnóstico, cuando lo hay, generan desconfianza en un país que en tres semanas está llamado a las urnas para renovar parcialmente el Senado y el Congreso.
El columnista de La Nación Carlos Pagni no olvida que la Presidenta, en junio del 2011, «se derrumbó sobre el piso» en un acto público y como consecuencia se hizo una brecha en la cabeza. Es decir, ya son dos los golpes o autogolpes como resultado de un tropiezo o un desmayo de la jefa del Estado. Pagni asegura que aquel año el neurocirujano Armando Basso, le detectó una lesión leve «en el lóbulo frontal, conocida como síndrome de Moria, cuya principal manifestación es la desinhibición”, una forma diplomática de describir una enfermedad muy parecida a la que sufren los pacientes bipolares.
Especulaciones
«Los médicos que la trataron en la Fundación Favaloro donde le detectaron el hematoma craneal son intachables pero el parte oficial no lo firman ellos sino el equipo de Presidencia», observa una fuente bien informada para, de nuevo, alimentar la duda sobre si la Presidenta tiene lo que dicen que tiene y necesita un mes de reposo, o es algo más grave o es el principio de una historia que terminaría con una renuncia anticipada. Las especulaciones continúan y su origen, una vez más, está en la duda sobre la veracidad o ausencia de la información oficial sobre la salud de la Jefa del Estado.
Fuente ABC