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Pep, el perro que fue condenado a cadena perpetua

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Pep, el perro que fue condenado a cadena perpetua

La Eastern State Penitentiary fue una de las primeras prisiones creadas con el objetivo de estimular el real arrepentimiento de los presos. Entre sus prisioneros más famosos se encuentran el mafioso Al Capone, el ladrón de bancos Willie Sutton y Pep, el perro asesino.

¿Qué pudo haber hecho un labrador negro para ser condenado como un humano? La historia es que Pep tuvo muy mala suerte, ya que mató al gato de una persona importante para la época, al gato de la esposa de Gifford Pinchot, el gobernador de Pensilvania.

Como castigo por el hecho, en el año 1924 el gobernador condenó al labrador Pep, quien además era su propio perro, a cadena perpetua en la prisión de Eastern State Penitentiary.

Los trabajadores de la prisión le asignaron al labrador un número de preso y le tomaron la característica foto carcelaria. Luego, Pep se incorporó con los otros prisioneros.


El hecho causó mucha polémica, salió en las noticias en primer lugar por haber matado al perro del gobernador. Pero en 1925, salió en el periódico The Boston Globe cuando publicaron un artículo sobre un programa de radio desde la prisión en el que hablaron del perro detenido.

Unos años más tarde, la esposa del gobernador y dueña del gato fallecido Cornelia Pinchot, declaró que Pep había sido falsamente acusado por un periodista de ese momento. La prensa era crítica sobre las acciones del gobernador, así que cuando se enteró la ciudad de que el gobernador había mandado a su perro a prisión, un periodista cambió la historia.


La historia de la periodista Annie Anderson cuenta que Cornelia Pinchot comentó al diario New York Times que el perro siempre había sido inocente.

[Ella] dijo que el perro no había matado a su gato, que la familia criaba labradores y que Pep era un regalo para animar a los prisioneros”.

Afirma Anderson
Al parecer, el gobernador conocía que los perros se usaban como una especia de terapia para ayudar a rehabilitar a los presos, así que decidió donar a Pep a la prisión. Según algunas fuentes, Pinchot es también estaba buscando un hogar alternativo para el perro porque había desarrollado la mala costumbre de mordisquear los cojines de uno de los sofás de su casa.


Lo cierto es que Pep logró el objetivo del gobernador: fue una presencia agradable en la prisión. Paseaba por los pasillos con libertad y fue el preferido de los presos y los guardias. No cumplió su cadena perpetua, fue trasladado a otra prisión y enterrado en el lugar luego de su muerte.

 

 

 

 

 

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