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Unidos o vencidos, no hay de otra (parte primera)

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Unidos o vencidos, no hay de otra (parte primera)

“Mañana es la mentira piadosa con que se engañan las voluntades moribundas”

José Ingenieros

 

 

Lo único claro en la estrategia ciudadana de esta hora pareciera que comienza con una certeza: hay que cambiar las cosas, los hombres, la seudoinstitucionalidad, recuperar la soberanía conculcada por el ideologismo militarismo y vivir, para que Venezuela tenga otra oportunidad.

 

 

Aún se debate sobre los mecanismos, instrumentos, recursos para lograrlo y las opciones, sin embargo, comienzan con una convicción. Es indispensable la unidad de todos en la diversidad que somos.

 

 

Ya en 2007 y de nuevo en 2015 se hizo patente que vencer a los demonios era no solo posible sino una experiencia ya vivida. Bastaba disponernos a ello y por ese camino recomienza todo, una vez más.

 

 

¿Qué fue lo propio de aquellas victorias electorales, por así llamar a ambas consultas? Ni más ni menos que una corriente de unidad del establecimiento político en sintonía con el social, que reveló una fuerza capaz de derrotar al adversario que nos miró siempre como enemigos e indignos. Ya los hemos derrotado y no sería la primera vez, entonces. Así que si bien es difícil y nos convoca y exige como cuerpo político nacional un esfuerzo extraordinario, no solo es posible sino que sabemos cómo hacerlo.

 

 

Ningún mensaje ha sido, sin embargo, más subestimado en los tiempos recientes que el de la unidad, como si la evidencia de esas experiencias mencionadas de 2007 y 2015 desapareciera súbitamente de la consciencia histórica. Veamos el porqué de ese fenómeno.

 

 

El compromiso colectivo de la unificación de las voluntades para encarar al chavismo, madurismo, militarismo, dio lugar a la Mesa de la Unidad Democrática, artífice de la conquista de 2015. Lamentablemente, ese éxito se logró prácticamente decretada ya la extinción del más importante pacto político llevado a cabo por la sociedad y los partidos, en estos 22 años de dominio de la emergente clase gobernante, maligna y mortífera que engendró la antipolítica.

 

 

En consecuencia, ya la ambición presuntuosa de figuras que no por erráticas eran menos populares y de una jefatura miope, superficial y disipada, había hecho el trabajo de socavar a la MUD. Torpes como pocos habían dispuesto su disolución a cambio de reunir en un pequeño comité la representación opositora o, más bien, una imagen de ella, para luego, debilitados por el costo de oportunidad pagado y por la congruencia y conformación de un sindicato del poder que agrupaba a factores antisociales con la institucionalidad, paulatinamente venirse a menos y en el camino ensayar una justificación embistiendo a los otros actores disidentes y dejando al hacerlo una brecha de difícil superación, entre los que debieron y deberán acercarse, reunirse y entenderse para alcanzar el objetivo de salvar a Venezuela del colapso que día a día se exhibe más claramente.

 

 

El resto es bien conocido y discutido mil veces, así que no volveré sobre eso. Lo cierto es que la simulación democrática, como un tractor, sigue su paso barriéndolo todo y amenaza con completar en este 2021 la tarea de asegurar la hegemonía totalitaria. El asalto a las universidades pareciera el próximo paso y allí también, en la propia academia, las conjeturas y cálculos de la mediocridad continúan facilitándole al demoníaco ideologismo militarista la tarea del naufragio de la libertad y la democracia. ¿Qué nos ocurre, Dios?

 

 

Capítulo aparte merecen las fulanas redes sociales que tanto nos hacen evocar al genial autor de El nombre de la rosa, Umberto Eco, que alguna vez opinó así sobre las susodichas: “Las redes sociales les dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho de hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”. Diario La Stampa

 

 

Es penoso constatar el pernicioso fruto que tienen a diario las opiniones de quienes nada hacen o muy poco y, sobre todo, no permiten considerar con seriedad ningún contenido, sin llenar de improperios y lugares comunes los espacios e igualándose con los que realmente estudian y manejan los temas. No se trata de menospreciar a nadie, pero no hay justicia en el asalto del mediocre o el ignorante que solo trae su amargura y su pesimismo sin otra repercusión a la reflexión pública.

 

 

Lo dramático es que no nos percatamos de la gravedad de nuestra situación y de la importancia de despejar nuestros espíritus de antiguallas, telarañas y fatalismos con los que abordamos nuestro acontecer, sin ninguna expectativa de porvenir, no solo porque no se vea el futuro sino porque no se cree en absolutamente nada.

 

 

El individualismo deriva para sostenerse al territorio movedizo de los relativismos y allí se fragua otra impotencia. No hay verdadera convicción y menos aún se advierte la ética de la responsabilidad.

 

 

Finalmente, hay que volver a una suerte de barcaza de Noé. Una tarima de lucha en la que quepamos todos y que aspire a sobrevivir al diluvio que nos legó el difunto y sus epígonos y que, de diversas formas, de manera increíble, inaceptable y patética, aún sostienen compatriotas conscientes o no de su crimen.

 

 

Hemos hablado de una Plataforma Nacional Unitaria Democrática que asegure un punto de apoyo para un proceso que debe comenzar con ciudadanización para enfrentar a los rufianes y malvados que nos asfixian de opresión y degradación.

 

 

La semana próxima abundaremos sobre el tema, ¡Dios mediante!

 

 

 Nelson Chitty La Roche 

@nchittylaroche

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