En el trópico las sombras son más intensas y salvajes. También su contraparte. La luz enceguece y engaña. Con un breve repaso, mientras se escucha el partido de beisbol o la radionovela, es posible obtener buenas calificaciones. No por las respuestas, sino por el empeño. El trópico, pero esencialmente el Caribe, la brisa que acarició las Antillas y que llega con la fuerza de una buena noticia, a veces, nos empaña los cristales y vemos jardines frondosos donde hay fosas comunes, cadáveres en descomposición, ratas y aves carroñeras.
En el valle de Caracas, inmenso y laberíntico, es común encontrarse ahora con sabios, monosabios y loros de repetición. Mononeuronales de ego henchido cuentan con espacios en la televisión pública en el horario estelar, que, además –y como agravante–, retransmiten los sobadores de esféricas de los medios privados. Una operación envolvente. Todos escuchan la misma canción, la misma consigna y ven el bigote y la perilla entrecana con algún resto de grasa de empanada. Detrás de los potentes reflectores de la televisión, también hay sombras en las que dominan el relenchín del miedo.
La boina roja, el pañuelo ibídem al cuello como los pioneritos cubanos y las chuletas, la ayuda memoria, útiles en los exámenes de bachillerato en El Furrial igual que en Maturín, no menos cuando merodeaba por las inmediaciones de los almacenes militares en Los Próceres. La chuleta, gruesa y bien grasosa, con abundante picante; y cerveza fría como culo de foca, capitán.
En el auditorio no canta, ni recita ni cuenta anécdotas. Solo amenaza y expone al desprecio público. Es la versión militarizada de La Hojilla, con verdadero poder, no como bufón de la corte ni muchacho de mandados. Ahí está con su voluminoso abdomen y su risita a lo Al Capone. Fija la mirada al fondo, donde acomodan al personal civil, y levanta la chuleta que le han preparado los asistentes, edecanes y personal de tropa con los chismes que le mandan los “corresponsales”, los patriotas cooperantes, los sapos, los soplones, los delatores, chivatos de toda ralea. Un equipo que pareciera ser dirigido por la profesora Luisana Colomine. Con similar agudeza escarba hasta más allá del hueso para llenar los informes y dossieres que coloca en la cartelera para el fusilamiento mediático.
A través de tan particular lente de pureza extrema, de revolucionario comprometido con el pueblo, hasta san Francisco de Asís, qué digo, hasta el mismo Dios, queda como un truhan capitalista, explotador milenario de angelitos, sospechoso pederastia, apátrida desalmado que somete a graves torturas y sufrimientos a quienes no siguen sus personalísimas leyes en un Helicoide en llamas que denomina Infierno, en especial al rebelde Mefistófeles y toda su sarta de camaradas comandados por el diablo cojuelo y Lina la Oxigenada. La lista es larga.
Con los ojitos entonaditos a la cámara 3 saca la chuleta y lee, sin entusiasmo. No le gustan los académicos, los que le buscan las cuatro patas al gato, los que leen libros y los que no saben armar un gallo, pero tampoco menos acepta que detrás de togas y birretes, de diplomas y medallas, pretendan desestabilizar, crear confusión, armar jaleo con informaciones mal fundamentadas y falsas, a luces vistas, dirigidas a poner en duda, descalificar, los reportes oficiales de contagiados y fallecidos por efectos del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, causante de la mortal pandemia de la COVID-19.
Los integrantes de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales aferrados a vetustos manuales de deontología y a obsoletas doctrinas anticientíficas publicaron sin permiso un mamotreto que ni el brujo Negrín ni Telmo Romero los podría igualar en tanta falsa ciencia. Desde sus lujosos aposentos en el Palacio de las Academias, lejos de los sufrimientos y carencia del pueblo revolucionario, estos buenos para nada cuestionan los boletines de Jorgito y de Delcy Eloína. Denuestan de los porcentajes y hablan de subregistros con la misma mala leche con la que antes pronunciaban la palabra “subteniente”, un rango que fue eliminado por la revolución para que no siguieran con la burlita.
Volviendo al tema pasa a otra chuleta y voltea a la cámara 2 y con el dedo amenazante, advierte a los académicos que sus cálculos y pronósticos sobre los estragos que podría causar la COVID-19 desde junio a septiembre no tienen sustento alguno, que su objetivo es “causar terror en el pueblo”. Mira a la otra cámara que acerca el rostro y queda en primer plano la barba entrecana. “Esto es una invitación para que los organismos de seguridad llamen a esta gente, están generando alarma. Es una invitación a un tun tun». A un allanamiento a medianoche y a una larga estada en algún calabozo maloliente.
Hubo más, pero se fue la luz en la NASA y no pudieron seguir el resto de la retahíla. Le cursaron una invitación, todo pago, para que hiciera una presentación a los generales y a los discípulos de Katherine Johnson, la calculadora que ayudó al Apolo 11 a llegar a la Luna, y de Margaret Hamilton, la matemática que diseñó el software que permitió el alunizaje y la vuelta a la nave madre, pero no había Internet ni cable submarino. El imperialismo capitalista es un caos, una pesada sombra. Vendo espejo de cartón y piscina en la Colonia Tovar.
Ramón Hernández