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Se trata de todo el sistema de salud

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Se trata de todo el sistema de salud

El viernes 15 de agosto saltó un alerta en las redes sociales por los malestares febriles del hijo de una diplomática nigeriana. Se temía que se tratara de que el ébola hubiera llegado a Venezuela. Cabe recordar que el ébola es un mortal mal que ha cobrado más de 1.000 casos en África y ha llevado a que la Organización Mundial de la Salud decretara el estado de emergencia internacional, el tercero que declara en sus 66 años de fundada.

 

Al día siguiente, el temor fue disipado, ya que, según informes oficiales, los malestares del chico nigeriano se deberían al paludismo, otro padecimiento que también debe ser vigilado sanitariamente para reducir riesgos de contagio; aunque éste sea curable y mucho menos tenebroso que el ébola, también lleva a cuestas a lo largo de los años un número importante de víctimas.

 

Descartada la presunción de ébola en Venezuela, cabe mencionar que de nuevo las autoridades del país manejaron de manera opaca la situación, y en vez de emitir comunicados o hacer una de las tantas cadenas nacionales para tranquilizar a la ciudadanía, buscan convertir el episodio en un asunto político, endilgándole al sector opositor intenciones desestabilizadoras por el reporte del caso.

 

No se detiene el gobierno de Nicolás Maduro en analizar cuán entendible es que los ciudadanos se aterren por una eventual entrada al país de una enfermedad viral, bacteriana o infecciosa de cualquier tipo. Que el temor no solo es por ébola, cólera, paludismo, chikungunya o dengue, sino porque el derecho a la salud del venezolano hoy es como jugar a la ruleta rusa, no se sabe a quién le toca la sentencia a muerte por falta de atención médica, por falta de cupo en un centro médico o porque no se encuentra el medicamento para salvarle la vida.

 

No parece comprender el Maduro que el proceso revolucionario fracasó en materia de salud. Que hoy cualquier ciudadano, en menor o mayor grado, es susceptible de ser afectado eventualmente por graves enfermedades virales o infectocontagiosas, ante los ya frecuentes «descuidos» o ineficiencias del sistema sanitario. Y que en su día a día millones de ciudadanos viven (o mueren) en el calamitoso estado en que se encuentra el Sistema Nacional de Salud Pública de Venezuela, o en el colapsado Servicio de Salud Privada, y los persigue una criminal escasez de medicinas, reactivos, instrumentos y todo tipo de insumo requerido para garantizar el derecho a la salud del venezolano.

 

En cualquier época y lugar es lógica y entendible la preocupación de las personas ante alguna nueva amenaza a la salud, y mucho más lo es en la Venezuela de hoy cuando están en curso dos ejemplos de la vulnerabilidad que tiene el país en materia de enfermedades virales. El primero, el dengue, antes circunscrito a épocas de lluvia en zonas populares, que se ha convertido en los últimos siete años en una enfermedad endémica que ha cobrado la vida de decenas de personas, debido al descuido en las políticas de salud pública preventivas tan elementales como la fumigación de las zonas vulnerables, la eficaz recolección de la basura y la educación ciudadana en cuanto a la aplicación de normas de higiene.

 

Otro caso de más reciente data es la expansión por el territorio nacional del virus chikungunya, poco conocido hasta ahora en el país, pero que desde hace unos meses viene extendiéndose por varios estados, en especial en Aragua, donde van unos 100 casos diagnosticados.

 

La realidad es que el gobierno de Hugo Chávez en vez de invertir y potenciar la red hospitalaria y ambulatoria, que para 1998 funcionaba con relativas eficiencia y eficacia, se empeñó en su destrucción, restándole recursos para favorecer la misión Barrio Adentro en sus diferentes estadios. Hoy la Red Barrio Adentro, manejada desde Cuba, es casi inexistente y lo que resta de ella no cumple con sus objetivos, mientras que la red de salud pública cayó en el abismo de la indolencia, la ineficiencia y la desinversión.

 

Tal parece que el derecho a la salud del venezolano no parece ser tema de prioridad para unos gobernantes que llevan tres lustros preparando una revolución imposible y una guerra imaginaria.

 

Veneconomía Opina

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