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Podemos da otra muestra de no saber hacer oposición

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Podemos da otra muestra de no saber hacer oposición

Podemos le ampara la libertad de expresión para poner a circular un autobús con imágenes de las figuras de los que ahora denominan la «trama», el vocablo que ha sustituido en las últimas semanas al muy manoseado la «casta». Desde luego, este tipo de actuación no es un método tradicional de propaganda usado en la política española, pero suponemos que hay que encuadrar la iniciativa en esa nueva forma de hacer política que dicen que han venido a instaurar en España. Ya tenemos bastantes ejemplos de ello desde que están en el Parlamento, camisetas, amenazas e insultos incluidos.

 

 

 

No hay nada que oponer legalmente a que el autobús circule libremente por España. Pero la puesta en marcha de esta iniciativa sí merece una reflexión sobre los métodos de propaganda que suele utilizar el partido liderado por Pablo Iglesias. El tramabús, como lo han bautizado, aparece, además, cuando todavía no se han apagado los ecos de otra campaña similar, la del autobús de Hazte Oír, que nadie puede decir que no haya sido efectiva a la hora de posicionar los postulados de esta asociación en la sociedad. Pero no podemos calificar de la misma forma la campaña organizada por un grupo privado residual que la desarrollada por un partido político con representación parlamentaria.

 

 

 

El autobús de Podemos es infantil. Engloba en la «trama» a todos los que no están en su bando por el mero hecho de no estar en él. Y los presentan ante la opinión pública como enemigos del pueblo. Da igual qué lugar ocupen en la sociedad, sus responsabilidades y, en su caso, su situación procesal. Podemos no ha iniciado una campaña con argumentos racionales para situar a cada cual según sus responsabilidades en las tramas de corrupción, ni tampoco denuncia nuevos casos. Sólo junta sin solución de continuidad a empresarios, políticos y periodistas como causantes de todos los males de España.

 

 

 

Podemos mete en el mismo saco a presidentes del Gobierno sin causas penales con empresarios condenados por corrupción, políticos que se encuentran procesados o periodistas críticos con el partido. Todo un intento de hacer ver a los ciudadanos -a los que parece que trata como menores de edad- lo perjudiciales que son para el país los integrantes de esa «trama» imaginaria.

 

 

 

Criticar el autobús de Podemos no supone en absoluto justificar las actuaciones de quienes aparecen retratados en él. Este periódico no es sospechoso de ello. Nos hemos distinguido por denunciar la corrupción de los políticos y los empresarios. Por ejemplo, nuestras informaciones sobre el caso Bárcenas han sido clave en el devenir de los procesos judiciales contra el ex tesorero del PP. Y estos días estamos publicando noticias sobre Rodrigo Rato que sacan a la luz una conducta a todas luces inmoral al aprovecharse de sus cargos públicos para su lucro personal. Nos hemos hecho eco también de la necesidad de asumir responsabilidades políticas de altos cargos que, sin haber cometido delitos, no cumplieron con su obligación de vigilar a sus subordinados.

 

 

 

Pero a partir de ahí es la Justicia la que tiene que delimitar la responsabilidad de cada uno por sus actuaciones. Y el hecho de que entre los rostros señalados por el partido de Pablo Iglesias se encuentren personajes que están procesadas o ya han sido condenados muestra que la Justicia funciona y nuestro sistema democrático tiene resortes para expulsar a quienes se aprovechan de él.

 

 

 

Es una irresponsabilidad impropia de políticos serios empeñarse en ensuciar más un sistema que ya necesita una limpieza a fondo con el único propósito de confundir a la sociedad y ganar así votos. En este caso, Podemos ha aplicado a rajatabla en su estrategia de propaganda política el concepto de posverdad que tan de moda está ahora, entendida como la formación de la opinión pública a través de factores emocionales y de las creencias antes que la apelación a los hechos objetivos.

 

 

 

Da igual que una determinada persona esté implicada o no en un caso de corrupción. Es lo mismo que, incluso, haya denunciado la misma. El partido de Iglesias decide que todos deben estar en el mismo saco y así se lo hacen saber a los españoles. No es esto lo que necesitamos. La regeneración de la política española se hace legislando en el Parlamento y no con ocurrencias que se disiparán, aunque ahora hagan ruido.

 

 

 

Editorial de El mundo.es

 

Sergio González

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