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Los presos políticos: una herramienta de poder y narrativa

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Los presos políticos: una herramienta de poder y narrativa

 

“En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
le doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable. (…)

Ya no importa cuán estrecho haya sido el camino,
ni cuántos castigos lleve a mi espalda:
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma”.

Invictus, William Ernest Henley

En Venezuela, los presos políticos no son solo víctimas de un terrorismo de Estado; son piezas clave de un juego estratégico cuidadosamente diseñado por el régimen de Nicolás Maduro. Desde el incremento masivo de detenciones arbitrarias hasta la liberación calculada de algunos pocos, la dinámica no es espontánea ni improvisada. Es un tablero donde el régimen utiliza el sufrimiento humano como un comodín para distraer, negociar y perpetuar su poder.

Sin embargo, esta confrontación, por más brutal y cínica que parezca, no es unidireccional. El bloque opositor y la comunidad internacional desempeñan un papel crucial, aunque a menudo subestimado, en la construcción de una contranarrativa y en la acción coordinada. Al incorporar herramientas de análisis estratégico, es posible comprender mejor esta dinámica y explorar cómo las fuerzas democráticas pueden emplear estos enfoques para inclinar la balanza a favor de la justicia y el Estado de derecho.

 

Tablero estratégico de Maduro

La administración de Maduro opera una represión reiterada con dos objetivos centrales: mantener el control político y minimizar los costos externos (sanciones, aislamiento internacional, protestas internas). Cada acción, desde la detención de ciudadanos inocentes hasta la liberación de algunos rehenes (presos políticos), responde a sus planes.

El régimen, al liberar a unos pocos detenidos después de las muertes de Jesús Manuel Martínez Medina (testigo de mesa), conocido como «Manolín» y el activista  Edwin Santos no busca justicia ni reconciliación. La liberación es una táctica de distracción. Maduro y Cía. piensan que este gesto disminuirá la presión pública y atenuará las críticas internacionales. No se trata de un cambio de narrativa, sino de una manipulación deliberada de las percepciones y expectativas de quienes los desafían.

Sin embargo, este cálculo no elimina las contradicciones de quienes controlan el poder. Mientras liberan a 10% de los rehenes, mantienen a más de 1.600 inocentes detenidos de forma arbitraria. Este movimiento ilustra una puerta giratoria, en el que las liberaciones son una pantalla simbólica que oculta la perpetuación de la represión. El régimen de Maduro no negocia desde la debilidad, sino desde un control cuidadosamente calibrado de las narrativas nacionales e internacionales.

La respuesta opositora y el conflicto narrativo

La oposición, tanto en Venezuela como en el exterior, enfrenta un dilema estratégico. Si bien ha logrado visibilizar el abuso sistemático de los derechos humanos, su capacidad de alterar el equilibrio de poder es limitada por factores como la asimetría del poder y la falta de recursos sostenidos para presionar al régimen.

Desde la perspectiva de los significados, Maduro presenta las liberaciones de presos como «gestos de humanidad» que buscan sostener una narrativa aparente de justicia. Para el bloque opositor, estos hechos son un símbolo del sufrimiento humano, terrorismo de Estado y evidencian una profunda degradación institucional. La verdadera disputa radica en quién logra controlar la percepción pública.

El modelo del cuadrado de oposiciones nos permite desglosar estas tensiones:

Libertad vs Control: Mientras los presos políticos buscan su liberación, el régimen utiliza su cautiverio como una herramienta de amenaza y negociación.
Justicia vs Represión: La oposición exige justicia, pero enfrenta una represión sistemática que convierte la esperanza en un recurso político escaso.
Las fuerzas democráticas deben entender que la narrativa no es secundaria; es el campo de batalla.

El caso de Manolín y Santos, que murieron por negligencia médica bajo custodia y por la violencia del régimen, respectivamente, tienen un poder simbólico que trasciende las cifras. Representan no sólo la tragedia de la gran mayoría de venezolanos, sino la opresión estructural de un sistema que judicializa a los disidentes.

Estrategias para cambiar el juego

Para alterar el equilibrio actual, la oposición y la comunidad internacional deben adoptar un enfoque más sofisticado y coordinado, como:

1. Aumentar los costos del régimen:

Las sanciones internacionales deben ampliarse, siendo específicas y dirigidas hacia individuos clave del sistema represivo. Esto aumenta los costos del régimen al mismo tiempo que refuerza la narrativa de que la comunidad internacional no es cómplice.
2. Ampliar la narrativa de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad:

Cada caso individual, como el de Manolín, debe ser convertido en un símbolo de la lucha por la libertad. Estos casos tienen el potencial de movilizar no solo a los venezolanos, sino también a la diáspora y la opinión pública internacional.
3. Crear expectativas estratégicas:

Las fuerzas democráticas pueden influir en las decisiones del régimen al generar expectativas creíbles de que las represalias y la justicia internacional serán inevitables si no se producen cambios significativos.
4. Construir coaliciones activas:

El presidente electo y las fuerzas democráticas deben trabajar con organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, tanques de pensamiento, grupos internacionales y gobiernos aliados para aumentar la presión coordinada. Una narrativa común puede amplificar el impacto de las denuncias y evitar que el régimen divida las voces críticas.
Conclusión: la puerta giratoria de la tiranía

El régimen de Nicolás Maduro utiliza a los presos políticos como piezas en un tablero de poder, pero en esta lucha no es invulnerable. Cada movimiento de la tiranía revela sus prioridades y temores, proporcionando oportunidades para desafiarlos en sus propios términos.

La clave está en cambiar las reglas de la confrontación. La comunidad internacional tiene la capacidad de cambiar el rumbo de los acontecimientos, pero requiere unidad de propósito y acción, y una estrategia basada en principios y lecciones aprendidas versus intereses y dilación.

Esto implica no solo denunciar, sino también actuar con precisión estratégica y controlar la narrativa. Solo así se podrá transformar el sufrimiento de todo el pueblo -no solo los presos políticos- en una fuerza que exponga las debilidades de quienes usurpan el poder y acerque a Venezuela a un futuro de justicia y libertad.

 

Antonio de la Cruz

 

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