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Fidel Castro en la ONU, 1979: fx y demagogia

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Fidel Castro en la ONU, 1979: fx y demagogia

En 1979 Fidel Castro se dirigió a la Asamblea General de la Naciones Unidas para relatar las conclusiones de la última reunión del movimiento de países no alienados, ese movimiento que unía a los países que se definían como neutrales en la guerra fría, pero que eran un club de amigos de la URSS. Se considera uno de los mejores discursos en la ONU (https://goo.gl/yvRQHQ).

 

 

 

En realidad, es una charleta que podría haber soltado cualquier universitario de primer año medio inspirado por Bakunin, con un poco de estilo hablando en público y con un asesor en oratoria.

 

 

 

El apartado de efectos especiales es especialmente destacable. En primer lugar, se viste de uniforme militar, no de chándal en esta ocasión, lo que ya le aporta el respeto del atuendo. Inclina el torso hacia adelante, con un brazo cruzado sobre el atril, con un aire de estar sobrado que contribuye a la sensación de que está echando una bronca. Y si la bronca es defendiendo a los oprimidos, la audiencia tiende a aceptar su chulería, o al menos a sentirse culpable. La chulería la remarca a veces machacando con el índice de la mano derecha hacia abajo, mientras sube el volumen cuando quiere subrayar un punto (11.33; 12.25; 17.49). En ocasiones, aumenta su transmisión de mesianismo elevando el índice (21.21), o mesándose la barba (02.44). En su articulación, se asegura de alargar la terminación de cualquier frase que acabe en «s», como si fuera la serpiente Kaa en El Libro de la Selva (03.30; 04.07; 05.53; 18.40; 20.35), consiguiendo así dejar el pensamiento en el aire un rato más. A esto contribuye el magnífico uso de las pausas, frecuentes y alargadas. Le es relativamente sencillo hacerlo, porque lee el discurso de principio a fin, sin preocuparse de que se note. De hecho, no lo lleva escrito en folios, sino en un cuaderno, lo que probablemente quiera decir que se lo escribió él mismo.

 

 

 

También es de libro de oratoria la utilización de repeticiones a la Martin Luther King. Desde 12.16, ocho cosas deben cesar, o ser sustituidas o canceladas («el intercambio desigual arruina a nuestros pueblos, y debe cesar»); desde 14.25, hace cuatro preguntas sin respuesta («por quéunos pueblos han de andar descalzos, para que otros viajen en lujosos automóviles»); desde 15.50, establece cinco comparaciones sin salida («unos países tienen recursos energéticos, otros no»).

 

 

 

El contenido es el clásico desbordamiento de demagogia de los dictadores de izquierda, atacando las desigualdades (pero no las de Cuba), la guerra, el colonialismo (pero solo el de los países occidentales), la opresión de los palestinos (pero no las guerras iniciadas por los vecinos de Israel), el sistema monetario internacional, o la deuda de los países pobres (pero no los dirigentes que habían pedido los préstamos antes). Termina riñéndoles («para qué sirven las Naciones Unidas», 17.24), y profetizando un futuro «apocalíptico», lo que borda su imagen de salvador.

 

 

 

Fidel Castro era un dictador con mucho carisma que hablaba muy bien. Es sencillo hablar como Fidel Castro. Mírate este discurso unas cuantas veces, copia cuatro cosas y lánzate a predicar. Lo que no es tan sencillo es encontrar un contenido que aguante el paso del tiempo.

 

 

Javier Bernad es licenciado en Administración de Empresas y en Derecho por ICADE, E-3. 

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