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Ética y amoralidad en el ejercicio del poder

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Ética y amoralidad en el ejercicio del poder

 

“Sabemos que mienten. Ellos saben que mienten. Saben que sabemos que están mintiendo. Sabemos que saben que sabemos que mienten. Sin embargo, siguen mintiendo” Aleksander Isayevich Solzhenitsyn, recibido en las redes y diseminado por Tony Frangie Mawad, dirigente político.

 

 

La frase del disidente soviético que como acápite reproduzco, autor de un libro crudo, recio y conmovedor, escrito con su experiencia, su dolor, su indignación, sobre la punición y tortura de un hombre apenas crítico, no violento, además, nos ubicó y todavía hoy, en la necesidad de la verdad, aun a costa de la vida misma.

 

 

Ver, oír, leer, las declaraciones del presidente Amoroso o, el boletín del CNE, en que ofrecen cifras sobre una altísima participación en la consulta del pasado domingo, sobre el referéndum del Esequibo, nos deja extrañados para comenzar y luego deambulamos entre dos sentimientos: la vergüenza y la indignación.

 

 

Hay mentiras que se denuncian ellas mismas. Esta que comentamos, la de los 10 millones de participantes en la consulta, es una de varias. Sin que le quepa duda a ningún venezolano de ello.

 

 

Empero, no debía para nada sorprendernos y ciertamente, a mí y a algunos amigos que lo conversamos y lo temíamos, no nos agarró del todo desprevenidos. Después del costosísimo proceso de promoción y de presiones y coacción a que se sometió a los empleados públicos, soldados, milicias y recipiendarios de la bolsita CLAP y dadivosas e ingentes promesas de bonos podía esperarse otra cosa; pero el pueblo se rebeló y dijo no, al no hacerse presente al festival baltasariano, a la romería frívola y servil, hizo un desaire y no se puso, cual comparsa, el gorro rojo de otra Navidad con discursos altisonantes del liderazgo más incompetente de nuestra historia, porque los conoce y padece desde hace 25 años de temeraria estolidez.

 

 

Asdrúbal Aguiar en varias oportunidades ha recordado al jurista ciudadano Piero Calamandrei y su libro titulado El fascismo como régimen de la mentira. También ha resaltado, en un ensayo de antología, el político, jurista e internacionalista Aguiar Aranguren, a propósito del ejercicio del poder de Maduro y sus adminículos, cuánto se reconoce la semejanza acá y hoy de Venezuela, por pertinencia y procedencia en el diagnóstico del italiano, al régimen de Mussolini, cuánto los identifica y precisa en su misma esencia y comportamientos: “Se trata de algo más profundo, más complicado, y más turbio que la mera ilegalidad… es el régimen de la indisciplina autoritaria, de la legalidad adulterada, de la ilegalidad legalizada, del fraude constitucional”. (Ver El Nacional, lunes 4 de diciembre 2023, Noruega y la legalización de la ilegalidad en Venezuela).

 

 

Entonces advertimos que el teatro del referéndum y sus resultados pudiera ser -ojalá no lo fuera- solo un capítulo de otra tragedia que hace algunas semanas anticipé, como un regodeo mórbido, patológico y desquiciante de alguna entidad satánica, de esas que obran en la lista protagónica del poder en Venezuela y que nos van a lanzar inermes por el voladero de una confrontación que apenas serviría para que los perniciosos se mantuvieran, para infortunio de la patria, aun con las riendas en sus manos.

 

 

No sería por cierto la primera vez que pasa. La Argentina de Galtieri me viene a la memoria, pero más todavía un texto que recuerdo y he convocado en mis reflexiones otras veces, me refiero a La marcha de la locura de Barbara Tuchman. (La marcha de la locura. La sinrazón desde Troya hasta Vietnam. México: Fondo de Cultura Económica, 1984, 368 pag).

 

 

La escritora mencionada muestra cómo los arrebatos de los poderosos pueden ser costosos, gravosos, nocivos para sus pueblos y se hace una glosa amplia y a ratos erudita sobre, cómo se va llegando desde Troya hasta vietnam al desastre, pero me permito evocar y agregar, actualizar, después de Ucrania y Putin, para razonando legitimar una frase recogida en el libro citado, La insensatez es hija del poder.

 

 

Pobrecito nuestro pueblo, vive en un infierno y no pudo aún quitarse de encima a los demonios y a los posesos, a los locos mesiánicos, a los alabarderos que se pretenden habilidosos, a los irresponsables que los sostienen y a los cínicos que los aprovechan y los celebran.

 

 

¡Mentir es actualmente en Venezuela una razón de Estado!

 

 

 Nelson Chitty La Roche

nchittylaroche@hotmail.com

@nchittylaroche

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