Este pasado martes Venezuela toda vio el coraje hecho mujer. Y no es que María Corina Machado no tenga ya una larga acumulación de acciones valerosas, pero el 1° de abril enfrentó a un malandraje empoderado decidido a borrar toda disidencia y arrodillar toda rebelión. Enfrentó al castrochavismo y también la falsaria actitud de un liderazgo que se presenta como contrario al oficialismo y cuyas acciones -por lustros- nos permiten catalogarlos como «oposición gobiernera».
Abunda el malandraje rojo, lo sabemos y lo padecemos y entre todos hay dos rufianes que destacan más que otros. El primero, la marioneta de los tiranos Castro, ese que ni siquiera puede acallar señalamientos que lo acusan de ser extranjero mostrando una partida de nacimiento que terminaría con el asunto. El segundo, un militarucho golpista, ordinarísimo, vivaracho, amoral, indiciado de enriquecimiento desde el abuso del poder y convencido que en esta republiqueta en la que Chávez convirtió a Venezuela, los poderes del Estado son simples oficinas a las órdenes de quienes se jactan de haber llegado para quedarse…
Violando el andamiaje constitucional, el cabo de presos que es Diosdado Cabello, convirtiendo el Poder Legislativo en un cuartel, echa a María Corina de la Asamblea Nacional desconociendo la voluntad de cientos de miles de electores. Otros encubridores desde el Tribunal Supremo se unen a la farsa interpretando desde el interés abyecto del castrochavismo los mecanismos que no aplicaron a un matón nacido en Siria, nacionalizado venezolano llamado Abdel el Zabayar que cual Mambrú se largó a unirse a los ejércitos del carnicero Bashar al-Asad.
Delinquen, atropellan, siembran de muertos la tierra venezolana. El pasado marzo deja 445 asesinatos, algo así como 14 muertos por día, casi uno cada hora. Por eso, cuando regalar tiempo a esta banda de bellacos solo sirve para llenar morgues y enlutar familias, humildemente salgo en defensa de Dios para decir que no es su tiempo.
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Por Eleonora Bruzual
