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De la república Bolivariana a la agonía republicana

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De la república Bolivariana a la agonía republicana

“Una razón para vivir puede ser al mismo tiempo una excelente razón para morir” Albert Camus

 

 
Venezuela mira entre sorprendida y fascinada lo que pasa en Colombia. Poner fin a la guerra no fue suficiente para ganar una consulta ciudadana. Dos de cada tres electores sencillamente no fueron a votar y ya eso es preocupante pero el no, a la propuesta conjunta del Presidente Santos y las Farc, además resultó aunque estrechamente favorecido.

 

 
Se trata de terminar con un añejo contencioso que se convirtió en el tema central de la política es el vecino país pero que no impidió un impresionante crecimiento económico por décadas confirmado en los siempre progresistas números del PIB. Eso si; centenares de miles de desplazados, victimados, sacrificados, muertos, heridos, mutilados, arruinados son testimonio del horrido conflicto. Pareciera realmente necesario cerrar ese capítulo de la historia colombiana.

 

 
Estupefactos quedaron muchos al constatar que aún contra el gobierno y su aparato comunicacional el discurso del líder opositor Uribe más impregnado de ética y responsabilidad que de prebendas y ofertas de paz como lo hizo el poder, se afinco en el criterio del común que corajudamente respondió que no a una propuesta de paz porque les resultaba moralmente inaceptable.

 

 
Los pueblos saben a veces dar lecciones si sus dirigentes las dan ellos también. Uribe es un líder y un estadista y si nos luce a veces autoritario se debe más a su empeño, a su discurso vehemente y a su pasión que al irrespeto de las reglas del juego democrático. Para los colombianos se median dos perspectivas, dos visiones y ganó aquella con mayor consistencia espiritual y axiológica.

 

 
En Venezuela; las dos últimas décadas vimos llegar en hombros del pueblo humilde y de la oligarquía de los medios de comunicación a un mesiánico vestido de uniforme militar. Su discurso, basado en el manejo de la anti política que caracterizó al país en medio de una crisis de partidos que dio cabida al populismo, lo catapulto encima de sus visibles carencias epistemológicas y de su medianía. Llamo revolucionario su proyecto. Rápidamente comenzó la demolición de los parámetros del régimen y con la ayuda de una justicia miope e ingenua atravesó los diques de defensa constitucional y edificó las bases de la República Bolivariana pretendiendo llamar así al Estado Chavista, construcción que tomaría el lugar del alicaído puntofijismo. Dilapidando un ingreso que desbordo el millón de millones de dólares y en el camino ideologizándolo todo agresivamente se declaro socialista y bolivariano haciendo diana en aquellos osados críticos que se atrevieron a denunciar el desastre que se vislumbraba. Fiel a su autentica ontología trajo a los militares a la gestión y a cambio de su lealtad les dio “carte blanche” para acometer el mas grande latrocinio jamás conocido en América y tal vez del mundo.

 

 
Poco queda en realidad de la república y menos que menos bolivariana. La destrucción de valores y principios contaminó sus instituciones y especialmente su FAN que sirve al epígono Maduro, cual guardia pretoriana a las ordenes de Tigelino y Nerón. La Venezuela democrática sucumbió entre ruidos y acciones tumultuarias y el grito oclocràtico del lumpen postulados a la realización de tareas publicas. Los servicios y la economía fueron desnaturalizados y el país simplemente devastado y empobrecido. El chavismo en el túnel del tiempo de su gobierno se llevo al país 50 años atrás. 2 millones de venezolanos se marchan a cualquier precio porque si algo no permiten creer las acciones del oficialismo y de la planta militar es que haya un futuro prospero y pacífico.

 

 
Boqueando la República heredada de Bolivar, fundamentalmente alcanzada por la las peores carencias pero en particular, la ética y la responsabilidad que no se advierte en uno solo de los dignatarios de este engendro ceressoliano que llamaremos mas fidedignos chavista. Y esperando con sana envidia que podamos recuperar la soberanía de un referéndum revocatorio.

 

 
Nelson Chitty La Roche

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