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Croac… Croac…

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Croac… Croac…

No hay nada que nos guste menos a los venezolanos que los sapos. En el país de los «compadres», de los «hermanos», donde todos nos llamamos «panas» o más recientemente «compañeros, camaradas, compatriotas» el ser un delator es una raya muy grande. El propio líder difunto lo entendió muy bien cuando en el pasado lanzó el globo de ensayo de una ley medio delatora que, en seguida, la gente que no es gafa la identificó en su real intención y le puso su verdadero nombre: la ley sapo.

 

¿Qué hizo entonces Chávez? Lo que era previsible en alguien con intuición política: la echó para atrás. Claro que como en otras tantas cosas después la impuso sin que la colectividad se diera cuenta disfrazada en otros instrumentos legales. Pero lo cierto es que eso de estar, como se decía cuando éramos pequeños de «acusetas cara de pantaletas» es muy feo. No gusta, no es popular. Estando en cualquier acera política se identifica como algo que no se debe hacer. Si lo supo en su momento Tascón y la nefasta lista de apartheid político que comenzó a «partir en dos» al país y que tantas consecuencias ha traído.

 

Sin embargo, tal vez se puede intuir que eso de la «saponería» es también una costumbre, un «estilo de vida» que se quiere imponer y que es importado del «socialismo vetusto». Cabe recordar aquí la película «La vida de los otros» que se desarrolla en la otrora Alemania Oriental o mucho más cercano cómo funcionan los llamados CDR (Comités de Defensa de la Revolución) en Cuba que no son otra cosa que grandes maquinarias «sapisticas» para espiar la vida de los vecinos.

 

Que a una Ministra ahora le haya dado por armar una «lista de viajeros» en Navidad además de estar al margen de la ley es al menos un «error político» de graves consecuencias. No solo porque no hay nada de pecaminoso en tomar un avión al exterior sino porque a la hora de revisar los pasaportes habría que ver «pelo a pelo» quiénes tienen más sellos si un alto funcionario del oficialismo o un dirigente opositor.

 

Quizás el «error de cálculo» vino dado por esa mala maña de querer emular al Jefe en sus acciones y como Maduro comenzó el jueguito perverso diciendo que Capriles había ido a Nueva York a pasar las navidades (allí está parte de su familia), una de sus funcionarias pensó ¡me la voy a comer! y lanzó la «lista» que le da la vuelta al mundo rayando no a los viajeros sino al régimen venezolano quedando nuevamente como un gobierno que persigue y veja a sus adversarios. Por querer hacer una gracia, les salió una morisqueta…

 

Pero el tema no es solamente la imagen de «sapo» que le queda al gobierno de Maduro, sino que es una pésima señal al inicio de un año que el propio Presidente (así sea de la boca para afuera) ha definido como de búsqueda de diálogo y respeto al contrario.

 

mariaisabelparraga@gmail.com

Por María Isabel Párraga

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