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Confirmado

 

En el contexto del calendario electoral hemisférico y cumplida ya esa instancia en Cosa Rica, ahora le toca a Paraguay el próximo domingo 22 de abril. Después viene Colombia, el 27 de mayo, y eventualmente el 17 de junio para una segunda vuelta. Ese mismo 17 serán en México, y en octubre 7, en Brasil. Dicen que también las habrá en Venezuela, ¿será en serio?

 

 

Se habla poco de Paraguay, señal de que las cosas van bien o no tan mal. No hay noticias, buena noticia. Sin embargo, se prevé que serán unas elecciones peleadas, con un electorado bastante polarizado –derecha vs izquierda– como se estila simplificar. Habrán de elegirse, además de presidente, 80 diputados y 45 senadores, más 17 gobernadores, los que asumirán el 15 de agosto por un período de 5 años.

 

 

 

La Presidencia se dilucidará entre Mario Abdo Benítez, amigo del saliente presidente Horacio Cartes, oficialista y de derecha, digamos, y el opositor Efraín Alegre –liberal de izquierda, digamos– aliado con el Frente Guasú (Frente Amplio) de izquierda y liderado por el ex obispo católico y ex presidente Fernando Lugo, hoy presidente del Senado.

 

 

Las encuestas no coinciden y es difícil hacer vaticinios: algo más de 4 millones de paraguayos habrá de decidirlo en pocos días.

 

 

En todo esto hay un dato que llama la atención: el nombre del ex obispo y ex presidente. Lugo no alcanzó a terminar su mandato pues fue destituido por el Senado, hecho que sirvió como excusa a los presidentes progresistas de entonces Cristina Kirchner (Argentina) Dilma Rousseff (Brasil) y José Mujica (Uruguay) para suspender a Paraguay y así facilitar el ingreso al Mercosur del amigo y correligionario Hugo Chávez (Venezuela). La incorporación de los venezolanos era vetada, precisamente, por el Senado paraguayo. Pero aquellos tres amigos –según Mujica– adujeron que lo de Paraguay fue un golpe de Estado y así zanjaron el problema durante la reunión cumbre del Mercosur realizada en Mendoza (Argentina) en junio de 2012.

 

 

Difícil encontrar alcaldada parecida, en la materia. Y lo hicieron sin ningún tipo de hesitación y sobrada impunidad y soberbia. El citado Mujica lo contó clarito (*): Vale más una “buena sintonía entre un grupo de presidentes” que los “mecanismos y trancas jurídicas”, explicó. La incorporación de Venezuela fue “una decisión política”, aseguró. El ex presidente uruguayo dio más detalles sobre todo el proceso que culminó con este acto de intervencionismo progresista: dijo que Dilma “lo convenció de que en Paraguay hubo un golpe de Estado y que ella tenía pruebas e informes de los servicios de inteligencia brasileños, venezolanos y cubanos”. Mujica añadió que su colega brasileña fue aún más “explicita”: “Brasil necesita que Paraguay quede fuera del Mercosur para de esa forma apurar las elecciones en ese país”, dijo la ex presidente.

 

 

 

Tanta cosa fea y no les sirvió de nada. En los hechos, Venezuela nunca se integró al Mercosur: al principio porque no llenaba los protocolos mínimos formales y ahora está “cesada” por no cumplir con la cláusula democrática.

 

 

 

Solo sirvió para hacerle perder más credibilidad a los tres protagonistas, que muy sueltos de cuerpo cuando les preguntan sobre Cuba o la dictadura venezolana se refugian en que están en contra del intervencionismo y que son respetuosos de la “soberanía y la autodeterminación”.

 

 

 

Y si algo faltaba para confirmar y desnudar aquel atropello jurídico y político, ahí esta Lugo, senador y presidente del Senado. Esto es: del mismo cuerpo que procedió legalmente a su destitución. Y fue elegido en abril de 2013, menos de un año después de que tuviera que dejar la Presidencia. Y no hizo ni ha hecho ningún asco al sistema institucional, lo que da por tierra la interpretación de Mujica, Dilma y Cristina. Lo que pasó es que, como dijo Mujica, fue una decisión político-ideológica, sin ningún fundamento jurídico y porque “a Brasil le convenía”.

 

 

 

En fin, hoy están abocados a otras cosas, por ejemplo, a denunciar, en función de sus “criterios”, el atropello del que es víctima Lula. Este ha sido condenado por la justicia brasileña a 12 años de prisión, y se le siguen otros seis juicios por corrupción.

 

 

(*)Una oveja negra al poder. Confesiones e intimidades de Pepe Mujica; de Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz

 

 

Danilo Arbilla

@DaniloArbilla

 

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