¿Civilizaciones del fin del mundo? (Parte final)
agosto 23, 2019 9:14 am

 

“Bienaventurados los que esperan lo peor porque no serán desilusionados». Exodus León Uris

 

 

 

Echamos a andar una reflexión en forma de interrogante. ¿Son estas las civilizaciones del fin del mundo? Describimos algunos trazos que las describen y concluimos que, se pretenden distintas, las unas de las otras de un lado y, del otro, que afirmando sus especificidades descubren lo distanciadas que se sienten también del otro ser humano. Regresa en fuerza la otredad.

 

 

Hobbes nos enseñó que en el hombre obraba el lobo del hombre pero, también dedujo que, en la unión de los hombres y en su vocación de supervivencia, encontraría la respuesta a sus miedos. El inglés para convencer, insistió en la primera idea y escribió que, al nacer, “nacimos como hermanos gemelos mi miedo y yo”. Luego advirtió un leviatán que pactaba el hombre con los demás para juntos cuidarse del «lupo hominis”.

 

 

Aún hay suficiente miedo y convicción en la condición depredadora del hombre pero, no hay una organización llamada a protegerlo de sí mismo y de sus congéneres en términos creíbles. Ni el aparato mecánico de Hobbes es o puede ser garantizado ni tampoco, la estructura entre naciones significa lo que tal vez debiera. El hombre en su libertad es capaz de accionar y allí, reside, buena parte de su peligrosidad.

 

 

El modo de producir y consumir lo que no necesita es, dijimos, el primer riesgo o quizá mejor, el consumado siniestro que contra sí avanzó y continúa realizando el hombre. ¿No es acaso evidente que la vida en el planeta está disminuyendo muy de prisa y la extinción no solo es probable sino in fieri? ¿No sé si es por cinismo, pero negar lo que está a la vista de todos pudiera ser el peor de los atentados contra la humanidad en curso ya o me equivoco al afirmarlo?

 

 

El hombre es inteligente para observar y concluir con la evidencia disponible pero, no quiere hacerlo o no se atreve a asumir los costos de la pesada realidad. Bolsonaro, que por cierto cada día decepciona más, con su discurso irresponsable sobre el trato a acordar y conceder a la Amazonia es un ejemplo valedero y nos demuestra que el suicidio de la especie puede no ser un acto súbito, violento, sobrevenido, sino que se va construyendo entre la ignorancia y el cálculo demagógico. Trump anda en la misma latitud y muchos otros con su silencio o su debilidad conspiran en la misma dirección y puede ser que nos percatemos muy tarde o ni nos demos cuenta de esa hecatombe que en cuenta regresiva se cumple, inexorable, ineluctable, imparable.

 

 

El primer mundo lo sabe bien y científicamente lo denuncia pero, no hace mucho para contrariar la tendencia. El resto de los actores civilizatorios no militan o vagamente en lo que debe ser la cruzada de este tiempo para salvarnos y hacer real una política sustentable. El consumo de energía fósil no disminuye y si lo hiciera demandaría de ademanes vigorosos que se esperan pero que no acaban de llegar. El carro eléctrico, el panel de energía solar, el Eolo girando son buenas y concretas respuestas pero el cúmulo de intereses hace la resistencia al cambio, más poderosa que lo previsto.

 

 

El capitalismo lleva en su lógica una tara congénita, ínsita a su fenomenología. Aunque vea la verdad prefiere siempre el camino más fácil para ganar y el olor del dinero oblitera otras pertinentes percepciones. La industria farmacéutica es paradigmática al respecto. La investigación está signada más por el interés y la ocasión que por la racionalidad que debería guiarla o al menos ocuparla. Hace tiempo que estamos detrás de las bacterias y no producimos un hallazgo importante en materia de antibióticos. Escudriña profundo y pronostica que vencerá la vejez como antes anunció que derrotaría al dolor pero, los progresos experimentados no están ni de lejos, cercanos a los criterios de prevención y precaución propios de este relámpago histórico.

 

 

La violencia y la guerra atómica o química que andan como nunca antes diseminadas entre muchos y, variadas son las razones para saciar los odios, fraguan una amenaza a no disimular y desconocer. El uso de la bomba nuclear en Hiroshima y Nagasaki ya no se recuerda tanto y el morbo le gana espacio a la disuasión que desaconseja su uso, so pena de padecerlo pero, como bien nos enseña Arendt, la violencia siendo un medio, añade un instrumental tecnológicamente letal, mortal que aumenta y compromete eventualmente todo, la vida misma, la especie, la creación. Viene a mi memoria la frase de Sartre ante el horror vivido en Japón: “Hacia falta que la humanidad fuese puesta en posesión de su muerte, hasta acá, desconocía de donde venía y hacia donde iba.”

 

 

Chernóbil nos muestra ese lado obscuro e irresponsable que se aloja en esas ideologías redentoras pero, tenemos frente a nosotros una realidad que no puede desconocerse; no habrá paz mientras domine la injusticia y ese es el otro gran agente predador del hombre que, pareciera, dejó de atenderse y se relaciona con lo que el hombre, no quiere ver en los otros hombres y es a esa humanidad a la que pertenecemos todos y es el bien último a tutelar.

 

 

En efecto; mientras no haya paz, equilibrio, mesura y consciencia social no habrá ni estabilidad, ni seguridad, ni sustentabilidad. ¡No puede haberla! Ante el hambre, la sed, el frío o el calor, la amargura y la frustración de muchos, admitamos que se soliviantará los espíritus y se engendrará francotiradores de rencor y odio. Ello apunta a una carencia grosera en la valoración de las civilizaciones de este hito temporal; no entienden ni asumen el reto de la justicia o la confunden con la legitimación de los hedonismos y utilitarismos que la propuesta frívola presenta aclimatados en sus contextos. Las políticas económicas no atienden el reto de la equidad y como ejemplo tenemos que, si bien hay menos pobres en el mundo, hay una regresión de las clases media y los salarios decaen como capacidad adquisitiva.

 

 

En lo estratégico pues, anotamos como certeza el deterioro de la asunción moral de la humanidad por parte de todos y cada uno. Resaltamos y repetimos que, los europeos que bebieron en la unidad y se nutrieron provechosamente de ella, hoy la miran con desconfianza y hasta con desdén. El brexit prueba que la inconsistencia de lo que separa, atrae más que, la demostración reiterada de la virtud de la unidad. El liderazgo no comprende o carece del calado, de la entidad para hacer lo que se debe hacer y no al contrario, lo que luce en un juego de miopías conveniente.

 

 

La humanidad se está fallando a sí misma. Los adquiridos de una suerte de belle époque que sería el final e inicio de siglo se tensan, crujen. Las democracias liberales muestran que se hilachan sus costuras. Una onda fascista reaparece y se cuelan las cleptocracias como aquella de Rusia y el deletéreo Poutine u otras deformaciones contaminantes, en formas de populismo que, tiene su origen en la compulsión de un igualitarismo mal entendido de origen oclocrático y que a la postre desnuda sus complejos y amarguras. El común quiere vivir sin responsabilizarse de sí mismo. Prefiere carecer o asumir la desmejora de los servicios a cambio de tenerlos gratis.

 

 

Los fundamentos del humanismo están siendo horadados. El individualismo se erige dominante y la familia, repetidas veces dicho,  se diluye o se empequeñece en su entidad y en sus valores. Occidente encara una batalla diaria entre los valores de la casa y la comunidad de un lado y, las tendencias que, pretendiendo asegurar el derecho a la personalidad lo sacrifican todo. Los movimientos como LGBT son cada día más asistidos de audiencia y comprensión que aquellos que defienden la integridad social desde la base. Hace poco se publicitó un estudio en España que señala que solo un tercio de los españoles tenían como proyecto constituir una familia y en los Estados Unidos de América se constata que, apenas un tercio de los hogares muestran una constitución regular.

 

 

Lo que llama más mi atención es el arribo en fuerza o el regreso de la otredad como sentimiento legítimo y desde luego, sus consecuencias. Lo dijimos al comienzo y lo repetimos para terminar esta sencilla meditación. Las civilizaciones actuales contemplan distintas o ignoran al prójimo porque se han encerrado en ellas mismas. Una suerte de solipsismo valga el uso extremo las caracteriza.

 

 

Por diversos caminos y desde balcones diferentes apreciamos lo que a nuestro juicio es pues el gran albur en este momento de peligros y riesgos que es propio de la actual cosmología humana. La deshumanización entendida como la pragmatización, el materialismo, la autosegregación y el aislacionismo, unidos a la destreza tecnológica que puede y como Murphy nos advirtió y disculpen el sarcasmo, llevarnos a la destrucción y nos llevará.

 

 

El mundo cree que vive, de la manera como lo hace pero, tal vez y si no se percata del rumbo que lleva, pudiera más bien, estar muriendo. El hombre no es mucho si prescinde de los valores espirituales y del ideario que como colectivo representa. No somos iguales pero, como nos enseñó el profesor español Agapito Maestre: “Lo común nace de lo diferente”.

 

 

 Nelson Chitty La Roche

@nchittylaroche