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Soledad Morillo Belloso: Buenas plumas

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Soledad Morillo Belloso: Buenas plumas

 

El lenguaje se inventó y estructuró porque al ser humano no le bastaba con gestos y gruñidos para comunicar y comunicarse. Y ese lenguaje lo estructuró aún más cuando inventó la escritura

Los datos dicen. Las historias muestran una idea, o varias.

El contar historias es un arte con técnica. El escritor se convierte en narrador de lo que ha visto o escuchado, o de lo que su imaginación ha creado. Una historia tiene origen, ambiente, trama y desenlace. Puede ser larga o corta. Pero requiere de descripciones y contextualización. Lugares, fechas, acontecimientos. Personajes principales y secundarios. Incluso si hay un solo personaje, el lugar donde está y lo que le ocurre se convierten en personajes de la historia.

La sensorialidad y la emocionalidad son imprescindibles. El lector debe poder percibir y sentir todo, físicamente y con el corazón. Tiene que poder sumergirse en cada trama. Vivir en carne propia esa narración, no como un distante espectador sino como alguien muy cercano. Y eso se logra con palabras y con articulación. Con giros literarios, con ritmo y estilo. El lector en esas palabras tiene que poder percibir con todos sus sentidos. Y tiene que emocionarse. Reír, llorar, enojarse, apasionarse.

Contar una historia, sea en forma de cuento, relato o novela tiene que costarle mucho al escritor. Si le resulta fácil, la consecuencia será la mediocridad. Escribir tiene que ser un acto complejo, difícil y hasta doloroso. El escritor tiene que imbuirse en todas las emociones de los personajes, para así poder narrarlas con propiedad. El dueño de esa narración no es el escritor. Tiene que descender del pedestal y entender que no es sino el instrumento de una historia que -quizás- merece ser contada. Esa historia le permite escribirla y le pertenece a los personajes y a los lectores. El escritor tiene que saber escuchar lo que los personajes le dicen y exigirse no escribir para buscar aplausos o para complacer.

Cualquier lenguaje estructurado tiene las herramientas para expresar la complejidad del ser humano. Escribir bien es huir de lo básico, del simplismo. Y buscar la sencillez. El lenguaje se inventó y estructuró porque al ser humano no le bastaba con gestos y gruñidos para comunicar y comunicarse. Y ese lenguaje lo estructuró aún más cuando inventó la escritura. Porque la escritura no es un hallazgo, es una obra creativa humana. Y el ser humano le puso reglas para intentar hacer coincidir significado y significante. Claro está, todos los idiomas tienen reglas. Porque es un código.

Los mejores escritores no necesariamente son los más famosos, aunque algunos famosos escriben muy bien. Pérez Reverte es muy exitoso, y además escribe maravillosamente bien. Uno lo lee y quiere que el libro no se acabe. Lo sensacional de él es su impecable manejo del idioma como utensilio de comunicación. Y su creatividad. Quizás él dice lo mismo que otros han dicho, pero lo hace con personalidad, con maestría.

Todos podemos escribir. Es decir, poner en negro sobre blanco unas ideas. Basta acatar ciertas normas. Sujeto, verbo y predicado. De hecho, la inteligencia artificial acude en socorro de quienes no se ocuparon de conocer las reglas. Pero eso es la parte mecánica. Un escritor no escribe. Crea. Y respeta la historia, a los personajes y a los lectores.

El mundo siempre necesita buenas plumas. Por suerte las tiene.

 

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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