Cuando yo digo «No es No»

Posted on: agosto 7th, 2020 by Maria Andrea No Comments

 

Esto no se trata de elaborar sobre el día siguiente de lo que sería un proceso electoral ilegítimo, ilegal e inmoral. Se trata de liderar un proceso de «no participación» desde ya

 

 

Julio de 1942. Aquel caluroso día de verano en la Francia ocupada unos setenta y cuatro mil judíos fueron detenidos y llevados a empellones al Vél’ d’Hiv’ en el 15° arrondisement de París. Allí fueron retenidos por largos días, sin alimentos y en las más precarias condiciones sanitarias. No había baños disponibles y se veían obligados a hacer sus necesidades en las esquinas del velódromo. Los vecinos de la zona cerraban las ventanas, tal era el hedor que inundaba el aire. Pasados unos días estos miles de judíos, en su inmensa mayoría de nacionalidad francesa, fueron enviados a otras ciudades del país y luego de allí transportados a esos campos de exterminio que los nazis habían instalado en la Europa del Este. Muy pocos sobrevivieron. El «episodio» es recogido por la historia como uno de los actos más vergonzosos. Fueron oficiales y policías franceses al servicio del gobierno de Vichy quienes comandaron y ejecutaron aquella redada. Y fueron muchos los conciudadanos franceses quienes miraron hacia otro lado.

 

 

Narro esta página deplorable de hace ya muchos años como prólogo de lo que me asalta cada noche cuando el insomnio me impide poner en sedación mi angustia.

 

 

 

El mariscal Petain había sido el gran héroe de la Primera Guerra Mundial. Era extremadamente respetado y apreciado. Y sin embargo fue él quien aceptó la cohabitación con los nazis en la Francia ocupada. Usó todo tipo de convincentes artimañas y argumentos para acceder a aquel pacto inmoral que condujo a esa página de indecencia que fue el gobierno de Vichy. Por cierto, los jerarcas franceses de ese gobierno vivieron muy bien durante esos años. Los nazis se aseguraron que no pasaran privaciones y gozaran de comodidades casi impensables en medio de la guerra. Incluso recibieron muchos de los bienes que les fueron incautados a los judíos y a otros grupos que también fueron víctimas de persecusiones. Y entretanto, el pueblo soportaba penurias.

 

 

Petain y otros voceros nacionales y regionales de aquel gobierno de Vichy tenían buena labia y no fueron pocos los franceses que compraron sus planteamientos y engañifas. No faltan aún hoy pretenden defender aquello. Pero Francia entendió luego de aquel monumental error ortográfico en su historia que una negociación que denigra a la República no es una negociación, es una transacción, es un negocio inmundo.

 

 

La dignidad no es una simple palabra almibarada presta para discursos y textos publicados en medios y redes. Para saber de ética y moral no es necesario tener elegantes estudios. Se trata al fin y al cabo de saber distinguir el bien y el mal y no creer que es posible y decente zambullirse en la mediocridad sin que ello tenga consecuencias nefastas. La mal llamada Mesa de Acuerdo Nacional tiene el mismo olor indigno e indecente de aquel obsceno gobierno de Vichy en la Francia ocupada. En aquel momento de la historia, no todos los franceses fueron dignos, decentes y morales. No es cierto que todos los venezolanos sean gente ética y de bien.

 

 

27 partidos han anunciado su negativa a participar en la farsa de elecciones que es un acuerdo entre los usurpadores (iguales a los nazis invasores) y la Mesa de Acuerdo Nacional (copia del gobierno de Vichy). El comunicado que anuncia la decisión aporta suficientes argumentos de peso. No voy a repetirlos en este espacio. Ahora falta que se explique con sencillez y claridad a la población la enorme diferencia que existe entre «no participación» y «abstención», conceptos que no son sinónimos, aunque algunos quieran decir que son lo mismo. Falta también que esa «no participación» se convierta en un poderoso hecho político, que vaya mucho más allá de un comunicado de cientos de palabras. Ya han empezado a publicarse los apoyos internacionales. Eso es necesario pero no basta.

 

 

Esto no se trata de elaborar sobre el día siguiente de lo que sería un proceso electoral ilegítimo, ilegal e inmoral. Se trata de liderar un proceso de «no participación» desde ya. Activo, no pasivo. El pueblo rebelándose. El pueblo gritando «cuando yo digo No, es No».

 

 

Petain y sus farsantes fueron juzgados y condenados por traición a la patria. Y aún hoy la sola mención de sus nombres produce repulsión en los franceses.

 

 

soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

 

La nueva trampa

Posted on: julio 31st, 2020 by Periodista dista No Comments

 

Hay mucho sufrimiento metido entre pecho y espalda. Mucha angustia y desesperación. Todo duele. Se hacen cuentas. Los activos despedazados. Y los pasivos son enormes

Hay fracasos indisimulables. Eso es lo que pasó en Venezuela en el pueblo que alguna vez apoyó esta Revolución delirante por el poder que cacareó como gallina clueca un amor que en realidad era incapaz de sentir. Esa relación, esa juntura, esa simbiosis se desintegró; las ilusiones no sobrevivieron en un trágico mar de falsedades y mentiras. El amor entre la Revolución y el pueblo murió porque la Revolución jamás amó al pueblo.

 

 

Pero el país está ahí, herido, adolorido, con el corazón hecho pedazos, necesitado de nosotros sus buenos hijos. La Revolución nos hundió en un pantano, nos volvió una nación asfixiada por la destruccion. Pero hizo algo mucho peor: nos aisló de nosotros mismos, nos convirtió en un territorio en el que nos perdimos, un espacio en el que no nos reconocemos Ahora nos toca armar el rompecabezas de las piezas rotas. Nos toca formalizar el divorcio de la revolución. Nos toca romper todas las cadenas que nos convirtieron en esclavos.

 

 

El problema está en cómo disolver en los hechos lo que ya ocurrió en las emociones. Eso es un trámite complejo. Al fin y al cabo, solo hay dos tipos de divorcios, los malos y los peores. Y éste es de los peores.

 

 

Hay mucho sufrimiento metido entre pecho y espalda. Mucha angustia y desesperación. Todo duele. Se hacen cuentas. Los activos despedazados. Y los pasivos son enormes. Están las cuentas por pagar, las deudas y las hipotecas, los millones de papelitos que recibieron como respuesta millones de promesas que fueron a parar a un cuarto oscuro en los sótanos de Miraflores. Todo eso está ahí sobre las pieles heridas de millones de venezolanos convertidos en víctimas.

 

 

¿Qué tenemos hoy? Una nación plagada de deudas, hundida en una pestilente riada de negocios truculentos, con servidores públicos contaminados a quienes se les dio la orden de mirar para otro lado cuando vieran los bochornosos robos al erario regional. Y hay que salir de este círculo vicioso. ¿Cómo?

 

 

No hay fórmulas mágicas ni rápidas. Pero hay que estar alertas, tener mucho cuidado. Hay quien pretende ahora vendernos una agenda de pragmatismo pecaminoso, un plan de mediocridad, la obscena propuesta de «pasar la página», como si eso fuera decente o mínimamente etico. Unos paladines de la vulgaridad están ahí, en las redes, en los medios, en mesas, con su lenguaje cargado de citas célebres, infiltrados como parásitos. Quieren hacer cambios en los que ellos puedan hacerse de poder.

 

 

La recuperación de nuestro país no será asunto de coser y cantar. Eso lo sabemos. Nadie en su sano juicio se cae a cobas. Pero no se puede comprar la procaz agenda que le plantean al país y al mundo estos traficantes. La solución no está en ese pragmatismo que pretenden imponernos unos que se dicen oposición y no son sino oportunistas. La solución está en abrir los cinco sentidos, dejar de cometer estupideces, no comprar palabrería de churriguerrescos rufianes. Hay que limpiar de crápulas las posiciones de decisiones.

 

 

Somos hoy un país capaz de pararse frente al espejo y emprender una nueva vida. Es decir, un país que con la mirada en el futuro -y habiendo dejado ya de supurar vergüenzas- trabaje con denuedo por curar las heridas del pasado y se dedique a armar un porvenir válido y valioso. Yo creo que sí se puede. Pero atención a las triquiñuelas de asaltantes de caminos. Están al acecho. Detrás de esas sonrisas, esos versos almibarados y esos discursos pegostosos está la nueva trampa.

 

 

soledadmorillobelloso@gmail.com
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Y esa hora llegará

Posted on: mayo 30th, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Algo que luce fuerte en realidad no lo es y en un momento cae -sí, basta un segundo- con estrépito y dejando por un tiempo el aire cargado de partículas

 

 

Hay un número casi infinito de chats de WhatsApp operando en Venezuela. De todo tipo, sabor, color y olor. Y tendencia. Se nos dice hasta el cansancio que borremos las notas incómodas, esas líneas o mensajes de voz – personales o de trabajo – que nos pueden poner, digamos, en situación comprometedora. Lo hacemos. Y creemos, tontamente, que estamos a salvo de infidencias de cualquier contertulio. Pero internet es un invento que los seres humanos no podemos controlar. Es una tecnología en cuyo uso intervienen la razón y la emoción. Y todo deja rastro. MacLuhan, hasta hoy el mayor genio en materia de comunicación (el resto, me perdonan, a pesar de sus muchos y tan rimbombantes títulos, son meros principiantes comparados con él), lo advirtió: que maravillosa la aldea global sería, pero que tendría sus pros, muchos, y sus contras, muy amenazantes contras; que nos haría muy fuertes y, también, paradójicamente, mucho más débiles y vulnerables.

 

 

Basta con que alguien comente con otro alguien lo que alguien dijo o escribió en otro chat. Basta usar esa función del «copy&paste». Basta usar la función «compartir». Siempre le he aconsejado a empresarios y políticos con quienes he trabajado que no digan o escriban «en privado» algo que no puedan decir o escribir «en público». Que uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice. Ah, pero los farsantes de oficio, esos de insoportable pedantería, esos traficantes que se creen superiores, dueños y señores de la comarca, suponen que sus parrafadas se quedarán «entre panas», o entre cómplices, diría yo más bien. Como si su autocongratulada situación los convirtiera en intocables. La petulancia del régimen nazi, ese estar pagados de sí mismos, los llevó a que filmaran, fotografiaran y detallaran en pormenorizados reportes las atrocidades cometidas. Esos elementos se convirtieron en evidencias que engrosaron los sumarios de los juicios a los que fueron sometidos. No cupo entonces el «yo no fui». No hubo lugar a la negación de la indiscutible evidencia.

 

 

Políticamente, Venezuela está hoy por hoy dividida en varios toletes. Está lo evidente: Maduro y su banda de usurpadores y secuestradores del poder versus Guaidó, la Asamblea Nacional y su legítimo grupo con vasto apoyo nacional e internacional. Si es cierto aquello de «no basta con que tengas la razón; es indispensable que te den la razón», pues el segundo grupo no solo la tiene, además se la dan. Sin embargo, en la escena de esta tragedia de muchos centavos hay otros grupos. Hay los extremistas de siempre, que nada de raro tienen y que, por cierto, no esconden sus posiciones, planteamientos e intenciones. Son elementos conocidos. Tirios o troyanos, todo el mundo sabe quiénes son. Tienen al menos la honestidad y la gallardía de no esconderse.

 

 

Pero hay individuos y grupos sinuosos, maquillados, con caretas. Operan en la trastienda, entre bambalinas, agazapados tras gruesos telones de cobardía. Expertos en medias tintas, en lenguaje almibarado, en discurso guabinoso, en ser voces que repiten lo acordado prevalidos de artificiales conglomerados de bots. Y son, para decirlo en tono de calle (nunca voy a renunciar a mi modo parroquiano de hablar y escribir) «cara e tabla». Llenan medios y redes con frases cuchis con las que pretenden lucir como caballeros y damas de altura, que sudan Chanel #5, con un refinamiento cultural y social que no es sino una flaca capita de «pancake» académico. Y fingen. Simulan sorpresa y estupor ante las barbaridades del régimen, aunque no solo las conocen antes de que ocurran sino que, para peor, en muchas participan como cercanos asesores estrategas. Acabamos de ver un ejemplo de esa impostura. El buque iraní, a pocas horas de arribar a territorio venezolano, comienza a trasegar (¿gasolina, fuel oil?) a un barco cubano. A los pocos minutos en redes aparecen frases grandilocuentes (siempre churriguerescas) aparentando sorpresa y reclamando. Lo hacen con la desvergüenza del farsante. Su calculada táctica busca colocar tablas para caminar sobre arenas movedizas.

 

 

¿Cuánto tiempo ha de transcurrir antes que este tinglado caiga? Es una pregunta para la que nadie tiene respuesta precisa. Se llama fatiga del metal. Algo que luce fuerte en realidad no lo es y en un momento cae -sí, basta un segundo- con estrépito y dejando por un tiempo el aire cargado de partículas, una nube densa que dificulta la visión.

 

 

Piensan los farsantes que cuando eso ocurra, en medio de la confusión, esos tuits de falsa indignación les bastarán para el conveniente ejercicio del «yo no fui». No sacan bien las cuentas. Muchos de sus comentarios escritos en privados grupos de WhatsApp de panas han sido escrupulosamante guardados, con fecha y hora, y están a buen resguardo. Y serán expuestos cuando llegue la hora de sacar cuentas. Y esa hora llegará.

 

 

soledadmorillobelloso@gmail.com
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Dos señoras, pizza y una propina

Posted on: junio 29th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

Los tipos de las policías que me vigilan en todo lo que hago deben estar aún pensando cómo hacer publicidad con este asunto, buscando destruir mi reputación, mientras yo sigo ahogada de la risa.

 

 

De este país se puede uno cansar, hartar, desenamorar, quejar, desesperar, desilusionar y muchos más verbos. Pero jamás se dejará de asombrar. De haber sido un venezolano de estos tiempos tan estrafalarios, Ionesco no pasaría de ser un escritor costumbrista si de narrar las cosas que aquí ocurren se tratara.

 

 

El domingo fui a almorzar con una muy querida amiga que se hallaba de visita por estos lares margariteños. Mi marido se quedó en casa y yo ya hacia las tres de la tarde fui a buscarla. Escogimos ir a comer pizza, que es una comida que para ambas tiene amables recuerdos de domingo, ella por razones de cuando era estudiante universitaria y yo de memorias de tiempos de la primera adolescencia cuando el papá de una de mis más queridas amigas nos llevaba a comer esa exquisitez en el club italo venezolano de Caracas, para aquel entonces apenas en inicios de construcción. Allí, en una suerte de galpón, servían una pizzas que cuando las rememoro se me hace la boca agua.

 

 

La tarde estaba preciosa y particularmente agradable. En la pizzería – un lugar de una sencillez placentera – había suficientes comensales como para que el local no luciera depresivo. El mesonero fue gentil al atendernos y degustamos las pizzas disfrutando de darle a la sinhueso en una amena conversa. El tiempo corrió demasiado rápido y cuando menos acordamos caía la tarde.

 

 

A la salida nos detuvimos en la caja para hacer el pago de la propina, pues nos había sido solicitado que lo hiciéramos aparte de la cuenta y en un punto de venta electrónico habilitado para tal propósito. Así lo hicimos, llevé a mi amiga a su casa y me regresé a la mía donde me esperaba mi marido con la noticia del triunfo de xxxx sobre xxxx en la Copa América. Hasta ahí el cuento no tiene nada de singular y usted, amigo lector, no entiende a santo de qué le puede importar que está escribidora haya ido a comer pizza con una amiga una tarde de un domingo de junio en Pampatar. Lo bueno, créame, viene a seguir.

 

 

La mañana del lunes recibí en mi correo electrónico el reporte detallado de la operación bancaria, que revisé por mera disciplina. Copio a seguir lo que leí en el comprobante de la operación correspondiente a la mencionada propina.

 

 

Mercantil informa las operaciones realizadas en puntos de venta con tus Tarjetas Mercantil: OPERACION 01 CANAL: PUNTO DE VENTA MAESTRO OPERACION: CONSUMO NOMBRE DEL COMERCIO: ORGASMOS SEXSHOP NUEVA ESPARTAVE NUMERO DE TARJETA DE DEBITO: -*****06XX CUENTA DEBITO: CUENTA CORRIENTE -*****35XX MONTO: BS. 8.000,00 FECHA DE LA OPERACION: 23/06/2019 HORA DE LA OPERACION: 17:31:29 PM NRO. DE AUTORIZACION:0415XX NRO. DE OPERACION:60307XX

 

 

Mi marido puede dar fe del incontrolable ataque de risa que me hizo casi convulsionar.

 

 

Claro, la «aneda» que es de antología, la compartí de inmediato con familiares y amigos. Y recibí varios comentarios que bien vale la pena compartir con mis lectores, aunque sólo sea porque no todo en esta tierra puede ser que hasta las a cujies lloren de dolor. Mi marido: «No quiero ni imaginar qué clase de servicios merecieron esa propina». Un compadre: «Veo que fue un almuerzo con final feliz». Una amiga: «mija, dime dónde es esa pizzería». Un amigo muy pana: «valió la pena esa tarde». Otro compadre: «Comadre, eso es lo que yo llamo pizza con ñapa».

 

 

Los tipos de las policías que me vigilan en todo lo que hago deben estar aún pensando cómo hacer publicidad con este asunto, buscando destruir mi reputación, mientras yo sigo ahogada de la risa.

 

 

No me digan que Venezuela no es única…. Ja, ja, ja.

 

 

 

soledadmorillobelloso@gmail.com 

@solmorillob

De ésta aprendemos todos

Posted on: febrero 8th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

Deben aprender los gobiernos del mundo, los parlamentos, las casas reales, las instituciones estatales continentales y transcontinentales. Pararse frente al espejo y cuestionarse sobre su papel

 

No es la primera que en la historia de la Humanidad se producen circunstancias y escenarios tan novedosos que generan nuevos pensamientos. Todo es igual a algo hasta que sucede algo que no lo es. No sabemos bien qué vocablo define con propiedad «ésta». Disparate, insania, tragedia, fenómeno, experimento, aventura. ¿Alguna de estas palabras? ¿Todas? O acaso hay que crear un nuevo sustantivo y pedirle a la RAE y a las organizaciones lingüísticas de otros idiomas que acuñen un nuevo vocablo que permita definir con propiedad todo esto que ha ocurrido. Pero de «ésta» hay que aprender. Todos. Por el bien de la Humanidad, no sólo de nuestro país. Es bien sabido que quien no aprende de la historia está condenado a repetirla. Sin aprendizaje no hay inmunización. El conocimiento es la mejor vacuna contra la insensatez.

 

 

 

Deben aprender los académicos. Desgranar todo el asunto, analizarlo, entender sus causas y consecuencias, discutirlo en foros y aulas, dictar conferencias. Hacer de esto un caso de estudio y distribuirlo por todas las universidades y centros de estudio y pensamiento del mundo. No hacer de todo esto un acotado capítulo en un libro cualquiera.

 

 

Deben aprender los políticos. Definir cuáles fueron los fallos, los errores, los olvidos. Preguntarse qué han podido hacer para evitarlo, qué obviaron, qué ignoraron, qué menospreciaron, qué alertas no escucharon, qué señales de peligro no vieron. No verlo como un mero y transitorio episodio de extravío en un pequeño y fogoso país tropical de latitudes latinoamericanas.

 

 

 

Deben aprender los gobiernos del mundo, los parlamentos, las casas reales, las instituciones estatales continentales y transcontinentales. Pararse frente al espejo y cuestionarse sobre su papel, responsabilidad y competencia. Revisar los conceptos que privaron en sus decisiones a lo largo de años. Estar dispuestos y animados a redefinirse, a preguntarse cuál es su función primordial, a abrirle el espacio a la sana duda, para beneficio de la civilización y el progreso. Porque una vez más ha quedado patente que el mundo no es ni ancho ni ajeno; el efecto mariposa de esto que le pasó a Venezuela debe abrirle los ojos a quienes creen que lo malo que ocurre en un país solo tiene perniciosos efectos dentro de sus fronteras.

 

 

 

Deben aprender los periodistas, las agencias de noticias, los articulistas, los analistas, los medios de comunicación tradicionales o neo tecnológicos de todo el planeta. No se trata de hacer «mea culpa», pero sí de reflexionar. De hacer introspección y autocrítica (me incluyo). Parar un minuto y replantear(nos) de qué va este oficio y asunto de la comunicación y de si es sano convertir a los liderazgos políticos en «celebrities» a las que se les da plaza, cámara, espacio y micrófono para que hipnoticen a la población y conviertan a los ciudadanos en confundidos y débiles autómatas. Preguntar si acaso no nos habremos convertido en buscadores insaciables de la noticia, la primicia, el tubazo y, también, el rating, la fama, los «likes» en las redes, el aplauso, sin hacer suficiente evaluación previa de si lo que hacíamos podría generar más daño que bien y, en muchos casos, escudando el accionar tras argumentos como la imparcialidad, la neutralidad o el tantas veces escuchando «el emisor comunica, el receptor decide».

 

 

Deben aprender las iglesias, los clérigos, los prelados, los feligreses, de todas las confesiones. Todas las religiones dan hoy importancia capital a la vida. ¿Cuántas vidas se perdieron o fueron afectadas en su integridad y dignidad a lo largo de estos varios lustros, mientras tantos prelados (de diferente fe) sentían que bastaba con comunicados, arengas, homilías, cánticos y rezos? ¿Cuántas estructuras incluso estuvieron acordes con diálogos falsos y mesas alrededor de las cuales se tejían farsas que derivaban en perjuicio para los ciudadanos, en particular, en daño para los más débiles de la sociedad? ¿Se valieron de todo su poder social y geopolítico, de ese liderazgo que viene por definición, para erigirse en paladines de la justicia y fuertes defensores, o de veras tenemos que tragar el «se hizo lo que se pudo»? Es tiempo de reflexión.

 

 

Deben aprender las empresas públicas y privadas, los empresarios, los trabajadores, los consultores, los gerentes, los suplidores, los clientes. No hay empresa que sobreviva en un país enfermo. Por años vimos cómo miles de empresas, públicas y privadas, grandes, medianas y pequeñas, se convertían en ruinas y eran despojadas inmisericordemente, en un nauseabundo ambiente de corrupción, generando miseria. Una empresa que muere es un sueño que fenece. Es destruir trabajo. Y eso debe dolerle a sus dueños, a sus trabajadores, a sus clientes, a toda la sociedad.

 

 

 

Deben aprender los ciudadanos, los de Venezuela y los de cualquier país. Es impresentable e intolerable que en el siglo XXI se haya creado un tiránico régimen feudal, con señores apoltronados en el poder que convirtieron a las gentes en siervos de la gleba. Y eso tiene que acabarse. No importa cuál sea el sistema de gobierno que tenga un país, nada es más importante que los seres humanos y nadie, por muy cautivante personalidad que exhiba, puede ser o creerse por encima de las personas. Y los seres humanos tenemos que entender de una vez por todas que se delega trabajo a los gobernantes, nunca posesión de nuestras vidas y decisiones, porque eso nos convierte en esclavos.

 

 

Dice Vargas Llosa que hay que escribir un libro sobre esto que (nos) ha ocurrido en Venezuela. Algunos intentaremos esa tarea.

 

 

 

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La masacre de Pdvsa

Posted on: julio 13th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

 

 

Las almas de muchos «pdvsos», otrora tan respetados y admirados hombres y mujeres, se envenenaron de avaricia, de mediocre ambición y se pudrieron.

 

 

 

Yo imagino que para alguien como el señor X, que trabajó casi toda su vida laboral en la industria petrolera y que un día vergonzoso en la memoria colectiva fue echado con un pito, ver cómo la han destruido debe ser particularmente doloroso. Y conflictivo. Porque si bien es cierto que la revolución colonizó a la industria, no es menos cierto que muchísimos empleados que no fueron despedidos, o los que fueron reenganchados e incluso aquellos que aceptaron ofertas y se convirtieron en empleados de empresas contratistas o aliadas de Pdvsa son igualmente responsables pues permitieron tal colonización. La destrucción de Pdvsa no ocurrió por generación espontánea. Fue el resultado de una mezcolanza de errores, contubernios, estafas, trácalas y un sinfín de horrores. Es hoy un caso que se estudia en las escuelas de gerencia. Muchos de los que hoy siguen en Pdvsa o que forman parte de la diáspora reciente no tienen derecho alguno a la ristra de lloriqueos que nos obsequian cual plañideras de oficio. Que ahora, luego de tan mediocre desempeño y patético comportamiento, luego de haber saqueado y quebrado a Pdvsa, vengan con tan cínico llantén no es válido, porque cabe la pregunta: ¿qué hicieron durante todos estos años para evitarlo? Algo espantoso ocurrió cuando los «pdvsos» aceptaron montarse una cachucha; se tornaron en sumisos. Ahora se quejan airadamente. Claro, sus sueldos en dólares son míseros comparados con lo que ganan sus iguales en otros países. Pero yo me pregunto: ¿dónde estaban esas voces, tan sonoras hoy, mientras se destruía y saqueaba nuestra industria petrolera? Sí, nuestra, de los venezolanos. En esos momentos, cuando su alerta hubiera servido para conjurar la debacle, estaban afónicos y disfrutando de unos puestos y cargos que venían adornados con cuantiosos sueldos y no pocas prebendas. Hasta hace poco se les podía ver en las ciudades petroleras montados en sus camionetas de la más alta gama y mirándonos por encima del hombro al resto de los mortales. ¿Cuántos gerentes y profesionales supieron de los desmanes y errores y se convirtieron en cómplices del crimen contra la Nación y los ciudadanos? Aquí hay delitos por activa y por pasiva. Y no, no es aceptable el argumento según el cual, de haber denunciado, ello les hubiera costado el puesto y acarreado otras represalias. No hay atenuante que valga para disculpar el inmenso daño que le han hecho al país. No sé cómo tienen cara para mirar a los ojos a los millones de venezolanos a quienes estafaron y condenaron a un presente y un futuro de penurias. De haber tenido un miligramo de decencia y un ápice de coraje esta situación se hubiera podido prevenir y evitar. Lo sé. No me llamo a engaños. Quizás nunca vayan a ser procesados judicialmente. Quizás pasarán el resto de su vida abrigados por la más cómoda impunidad, pasillaneándose por Venezuela o el extranjero. O quizás pretenderán del país la piedad y comprensión que no fueron capaces de ofrecer. Ah, pero la historia, la historia sabe de paciencias y no tiene prisa y, puedo asegurarles, no será complaciente ni amable a la hora de evaluarlos. Y siempre, siempre habrá alguien identificándolos, señalándolos con el dedo.

 

 

 

De los expelidos aquella trágica jornada del pito, hay los dignos que quedaron botados; muchos han conseguido superar el trauma y rehacer vida y carrera; algunos decidieron pasar la página; otros no han podido superarlo, están enfermos. Hay también los que fueron «arreglados»; esos, con un cheque obtenido antes de la devaluación, se lavaron las manos, siguieron adelante y no miraron para atrás. Y hay también los infelices que buscaron y consiguieron el reenganche, a cambio de arrodillarse; se hicieron así coperpetradores de la masacre.

 

 

 

Abundan las excusas. Que si los engañaron, que si no se dieron cuenta. Cuánta desfachatez. Me asomo a un diagnóstico. Algo horrible y tenebroso pasó, alguna terrible bacteria les infectó cerebro y espíritu. Las almas de muchos «pdvsos», otrora tan respetados y admirados hombres y mujeres, se envenenaron de avaricia, de mediocre ambición y se pudrieron.

 

 

 

Es bueno saber historia. Conocerla, estudiarla, metabolizarla. Cuando cayó MPJ los militares tuvieron que dejar de usar el uniforme en público dado el desprecio que la sociedad sentía por ellos y abiertamente les expresaba. Se decía que tenían las manos manchadas de sangre.

 

 

Bueno, los «pdvsos» de la revolución son una vergüenza, una mancha en la historia. Y la sociedad encuentra siempre maneras de repudio. La sociedad aprende a condenar y escoge a quién culpar. Sabe que el que roba es un ladrón. Y también sabe que quien mira que roban y nada hace es cómplice del delito. Tan culpable el segundo como el primero.

 

 

El país respetaba a los empleados de Pdvsa. Tenían una excelente reputación personal y profesional. Se les toleraba y perdonaba su actitud prepotente. Hoy Venezuela los desprecia, los ve como malandros con tablets de última’ generación. El país de a pie sabe que los que no hicieron o dicen que nada hicieron son igualmente culpables porque dejaron hacer. Pudo más en ellos la codicia que la elemental conciencia del deber ser. En su gigantesca arrogancia, los «pdvsos» rojos rojitos creyeron que eran los dueños de Pdvsa.

 

 

 

Y peor. Se creyeron señores feudales y que los venezolanos éramos sus siervos de la gleba. Para su propio beneficio, inventaron una petrocracia en la que ellos se erigieron como amos, los amos del petróleo y de la Nación.

 

 

 

En el Medio Oriente, ISIS invade territorios, se roba el petróleo y lo vende en los mercados clandestinos. Eso es cuatrerismo del siglo XXI. Pues los «pdvsos de camisa roja» se robaron a Pdvsa. Cuatreros. Eso son.

 

 

 

Yo no soy joven. Tengo muchos años de experiencia. A lo largo de mi vida trabajé mucho con los petroleros. Los tuve como clientes. Viajé con ellos. Estudié con ellos. Los tuve como profesores y también fueron mis alumnos. Supuraban pedantería. Se creían seres superiores. En el fondo pensaban que ellos eran el motor del país y que por ello estábamos los venezolanos en una suerte de perpetua deuda. Pero estaban bajo control. Con la cabuya corta. Tenían que pasar muchas auditorías. Quizás en los 80 y 90 ya muchos incubaban el germen delincuencial y cuando el sistema social se descuidó afloró lo que tenían adentro. Y los buenos, tantos, no atinaron a diagnosticar la gravedad del virus que arrasaría con su salud empresarial. Y eso me da mucha tristeza. La principal empresa del país fue víctima de ataques certeros. Se la sitió. Sobre ella hubo un exitoso atentado. Botaron a los que eran no sólo profesionales de alto calibre sino hombres y mujeres que tenian principios y valores. Que Pdvsa era una burbuja es cierto; que muchos de sus profesionales eran sin saberlo excesivamente cándidos e ingenuos, cierto también. Pero no eran traficantes de miseria como lo son los «pdvsos» de ahora. Nunca como ahora cabe la frase «hambreadores del pueblo». Me cansé de leer y escuchar que Eulogio era un «técnico y nada más». Sí, un técnico extremadamente eficiente en la destrucción y el robo. El talento sin moral es un azote, Bolívar dixit. Hoy Eulogio y varios de sus compinches están presos, no por lo que hicieron sino porque su prisión hace que el régimen luzca un maquillaje de decencia. Entretanto, el hombre alto que arrastra las erres escribe desde un dorado exilio en Europa, un exilio sufragado con los muchísimos millones que nos robó.

 

 

Vi una encuesta. Los empleados de Pdvsa tienen una pésima evaluación. A la par de los «colectivos». No me sorprende pero me pega en el alma. No sé qué duele más, si la indignación de saber que lo que nos hicieron a los venezolanos fue un «legalizado» robo a mano armada, o, la herida que bien sé llevaremos en cada centímetro de piel por muchos muchos años. Pero una cosa también sé: el petróleo no es sucio; lo son quienes lo usaron para vergonzosamente enriquecerse a costas de nuestro sufrimiento y, no contentos con ello, decidieron masacrar a Pdvsa.

 

 

Le doy gracias a mis padres por haberme enseñado que la conciencia no se vende y que ni una sola moneda que tintinee en nuestro bolsillo puede lograrse a costa del dolor ajeno.

 

 

Soledadmorillobelloso@gmail.com 
@solmorillob 

Amor, tos y dinero

Posted on: marzo 30th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

Nunca la isla de Margarita ha estado en tan deplorable estado. Pero aquí veremos en uno o dos años la conversión de esta isla en un espacio parecido a lo que ya ocurre en Nicaragua, en donde hay hoy hoteles de híper lujo, clubes a todo meter, restaurantes y bares al estilo Kardashian y una bonanza impresionante, todo financiado con dinero non sancto que fue pasado por lavanderías.

 

 

Escribió Tennyson que «el amor y la tos no pueden ser escondidos». A esa frase hay que agregar el dinero. A lo largo de estos ya casi veinte años de revolución bonita, una descomunal cantidad de dinero entró a las arcas del erario. Y tal como iba entrando, desaparecía. De haberse invertido, incluso en frivolidades, hoy nos asombraríamos de ver un país sembrado de obras públicas, de mansiones de lujo, de edificios monumentales. Veríamos carreteras, autopistas, hospitales, teatros, instalaciones deportivas, puentes, hoteles. En cambio no guardamos en nuestra memoria una época más derruida, sucia, decadente.

 

 

Esa portentosa cantidad de dinero salió del país. Y fue invertido en redituables oportunidades de negocios en paraísos fiscales. Se ha descubierto parte de él, pero hay mucho más en cuentas secretas a nombre de empresas y testaferros extranjeros. Y dada la circunstancia de idear ser identificado como sucio, anda en procura de repatriación ilegal.

 

 

Luego de las elecciones presidenciales del 20 de mayo, el próximo paso del régimen será la convocatoria de elecciones de miembros de una nueva Asamblea Nacional Legislativa. Porque Maduro necesita lo que no ha logrado (ni logrará) con la inconstitucional Asamblea Nacional Constituyente. Esto es, darle piso legal a sus decisiones de gobierno. En todas partes donde toca puertas le repiten lo mismo: que para proceder a firmar acuerdos, inversiones, empréstitos, es requisito ineludible que el estamento legislativo de su buena pro. Entonces, a Maduro no le queda de otra que tener un nuevo Poder Legislativo, por vía de elecciones. ¿Puede legalmente convocar comicios de esa instancia antes de lo previsto en la Constitución? Hay vías constitucionales para ello. Trucos que puede poner en práctica. Los expertos constitucionalistas lo saben y pueden explicarlo.

 

 

¿Qué haría Maduro con una nueva Asamblea Nacional en la que cuente con mayoría? Mucho. Y no necesariamente en contra de los deseos de la población. Él sabe que la situación económica es grave. Y que con lo que ha planteado no alcanza para salir del desastre. Es ínfimo ensañe la reactivación industrial y comercial, la creación de empleos, la estabilización. Porque de lo contrario él naufragio es inevitable.

Volvamos al dinero que entró y desapareció. Existe. Y es muy abundante. En montos tan estrafalarios que no lograron procesarlo en nuestro pensamiento regular. Porque, además, se ha reproducido. Y buena parte de los que se lo llevaron, muchos de los cuales son ilustres desconocidos y sus nombres no aparecen ni en la prensa ni en documentos bajo investigación, saben que en Venezuela (país destruido) hay magníficas oportunidades para negocios redondos, que tendrían consecuencias beneficiosas para la población. En todas las áreas imaginables. Hablamos de inversiones que generarían empleo y bienestar general. Hablamos de mover el aparato económico, de despertar el PIB.

 

 

Claro está, no estamos hablando de decisiones prudentes y sensatas. Lo que hará el gobierno será desatar las fuerzas del neoliberalismo capitalista más salvaje. Con mínimos controles. Pero con efectos casi inmediatos, de esos que ponen comida sobre la mesa y sonrisas de borrachos. Hablamos de crear burbujas que desatan emociones. Por supuesto, un metejón salvaje de capitalismo tiene consecuencias negativas a la larga. Pero Maduro es de vuelo corto. Para él Venezuela tiene el tiempo de lo que él quiere estar en Miraflores, a saber cómo mucho dos presidencias más. Para él doce años es largo plazo.

 

 

Nunca la isla de Margarita ha estado en tan deplorable estado. Pero aquí veremos en uno o dos años la conversión de esta isla en un espacio parecido a lo que ya ocurre en Nicaragua, en donde hay hoy hoteles de híper lujo, clubes a todo meter, restaurantes y bares al estilo Kardashian y una bonanza impresionante, todo financiado con dinero non sancto que fue pasado por lavanderías. Lo que están haciendo en Playa El Agua es apenas el comienzo.

 

 

Cuidado con lo que viene. Puede ser la riqueza de mañana y el desastre de pasado mañana.

 

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Nadie habla claro

Posted on: noviembre 17th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

 

El gobierno miente. Con desparpajo y descaro. Esconde información privilegiada. Disfraza circunstancias. Maquilla números y reportes. No hay plan. El plan es no tener plan. Porque en esta situación los que mucho robaron, ganan. Se produce el segundo envión de hacerse de más dinero. Para un enchufado mil dólares es «dinerito de bolsillo». Algo así como las moneditas para lanzar como despectiva limosna al cepillo de la iglesia. Están lavando dólares mal habidos y comprados a tasas preferenciales o en el mercado negro venden sus lechugas a cambio creciente. Viven como pachás, en Venezuela o doquiera que van.  Lo que no consiguen en el mercado doméstico, lo importan. Al precio que sea. Sea productos básicos o cualquier artículo que dé satisfacción a la necesidad de placer. Total, para eso «trabajaron» arduamente durante todos estos años. Infinitas reuniones y «jaladas» de mecate. Largas horas de calarse discursos a cuál más ridículo. Ahora es tiempo de gozar. Y encargarse de complicar cada vez más el entramado de «panas testaferros», que también se hacen de nada módicas comisiones por poner cara y firma.

 

 

 

 

Con lo que tienen los enchufados en cuentas secretas sobra para pagar la colosal deuda de Venezuela. Es como cuando Pablo Escobar ofreció pagar la deuda externa de Colombia. Lo esquilmado por los querubines de alas carmesí al erario venezolano equivale más menos a tres veces la deuda en la que nos metieron sin consulta, autorización ni derecho a protesta. Leo que la deuda que cargamos los ciudadanos sobre nuestros hombros se eleva a $  4.720  per cápita. Algo impagable para la inmensa mayoría de los criollos de a pie. Pero, para los enchufados, apenas son sobras, boronitas.

 

 

 

Por cierto, los dulces enchufados se han convertido en generosos filántropos. Uno los ve por todas partes contribuyendo con obras de caridad y haciendo aportes financieros a organizaciones sociales que están al borde de la asfixia. Con ocasión de los 500 años de Lutero, se me antoja que estos magnánimos filántropos están comprando indulgencia plenaria con el dinero que nos robaron. Vaya, pues.

 

 

 

Nadie habla claro. Me gustaría mucho ver a la oposición siendo diáfana y pedagógica al explicar cómo fue que se produjo el mayor saqueo a Venezuela en toda su historia y cómo vamos a tener este pesado guacal sobre nuestros hombros y, más grave aún, cómo un mínimo de dos o tres generaciones han quedado pataleando en el fango.

 

 

 

Hablar claro supone algo muy difícil: salir de los estrechos pasillos del discurso que se concentra en el hoy de hoy para hoy y explicar, en palabras llanas y comprensibles, lo que está pasando y, peor aún, lo que va a pasar. Explicarlo sin edulcorantes, aunque duela hasta la cutícula del meñique. La esperanza no es disfrazar el dolor; es construir sobre la verdad.

 

 

 

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Si quieren venir… presentaremos batalla

Posted on: septiembre 1st, 2017 by Maria Andrea No Comments

«En estos momentos miles de ciudadanos, hombres y mujeres en todo el país  están  expresando públicamente el sentimiento y la emoción retenida durante 150 años… el hidalgo pueblo tiende sus manos al adversario, pero no admite discusión sobre sus derechos que pacientemente y prudentemente hemos tratado de reivindicar por las vías diplomáticas… Los comandantes en Jefe y el que les habla… no hemos hecho otra cosa que interpretar el sentimiento del pueblo que está acá y en toda la república…. Estoy seguro… que cada uno de Uds., hombres, mujeres, la gran juventud… está sintiendo, como yo alegría y tremenda emoción por este acto… Que la comunidad internacional y nuestros adversarios circunstanciales de hoy comprendan cual es la voluntad…

 

 

 

Pero en el convencimiento que la dignidad y el orgullo nacional han de ser mantenidos a toda costa y a cualquier precio…Yo les agradezco en nombre de las Fuerzas Armadas que son de Uds., no son nuestras, las Fuerzas Armadas pertenecen al pueblo…».

 

 

 

Son extractos de un ridículo discurso. Pobretón y tercermundista. Una farsa brutal. No es de Maduro. Ni de ningún generalote venezolano. Tan patéticas frases son del «histórico» discurso del 2 de abril de 1982 del Gral. Galtieri, dictador argentino que, como reza la historia de ese país, metió a ese pueblo cándido en una guerra que es el expediente más lamentable e inmoral de la historia de ese país, la guerra de las Malvinas. No contento con semejante farsa, Galtieri agregó 8 días después  la que se tornara en la famosa frase de la ignominia: “¡Si quieren venir que vengan les presentaremos batalla!”. El resultado es harto conocido. Hay que prender velitas a todos los santos para que ningún país nos declare la guerra, porque la perderíamos en días, horas o minutos.

 

 

 

Mientras escribo estas líneas, tiembla en Caracas. Y lo único que atiné a pensar fue que un terremoto sería la última desgracia que podría ocurrirle ya a nuestra Tierra de Gracias caída en la más absoluta desgracia por obra y gracia del desastre de un régimen que de democrático, decente y competente no le queda ya ni una ñinguita.

 

 

 

No tengo la menor idea de si habrá elecciones regionales. Abundan las razones para dudarlo. Las rectores sabanean y no son más opacas porque físicamente no les es posible. Claro, con el agravamiento la situación en el país, los apoyos populares, los pocos que le van quedando a este régimen, se escurren por las cañerías. A este paso, en una elección el régimen quedaría debiendo votos. Y entonces, hay entonces, ¿cómo explicar esos 8 millones supuestos votos en la elección constituyente que fueron una fina cortesía del CNE?

 

 

 

Entretanto, mientras el país parece las Torres Gemelas derrumbándose, los enchufados hacen caída y mesa limpia. Buscan mercados nuevos en los que negociar con los dólares baratos que les otorga el gobierno que, por su parte, negocia préstamos con tufo a usura internacional.

 

 

 

Pero el régimen está sorprendido. No consigue diagnosticar de dónde le sale a la gente tanta capacidad para no rendirse, para seguir luchando, para levantarse todos los días. Le fallaron los cálculos. A estas alturas esperaban un país sodomizado. Oh, sorpresa. Algo hace que millones de ciudadanos decidan que no y no se dejen vencer por la adversidad. Como para análisis del «Smithsonian». Y eso me hace volver a la frase de Galtieri, que hoy toma un nuevo significado. Pues sí, resulta que sin armas, pero con un incomparable espíritu (que no se compra en ninguna tienda), este pueblo presenta batalla, de ideas, de aguante, de razones. Aquí estamos. De pie. De frente.

 

 

 

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¿Por qué?

Posted on: agosto 25th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

Los autoritarios son la misma especie aunque se vistan de diverso colorinche, luzcan más o menos populistas, sean más o menos represivos. Son la misma miasma. Todos están orientados al poder y no al logro. Todos fomentan el caudillismo y padecen delirios de grandeza. Todos mienten compulsivamente y esconden tras varias capas las verdaderas resultas de su gestión. Todos hacen lo indecible por acabar con cualquier tipo de competencia política. Todos son obsesivos del control

 

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Hace cinco años, en Argentina, Cristina era una zarina. Macri gobernaba Buenos Aires. Nadie apostaba un peso porque la derrotaría. Decían que era invencible, que lo del pueblo por ella era adoración, que la oposición era un desastre y nunca conseguiría destronar a los K. La historia ha dado un giro sustancial. Macri es presidente y Cristina acaba de coger palo parejo en las primarias previas a las legislativas, que va a perder aunque conserve algunas curules. Y cuando toque elegir gobiernos regionales y municipales volverá a perder. Los K tuvieron uno de los regímenes más poderosos y atornillados que ha habido en Latinoamérica en lo que va del siglo XXI.

 

 

 

Lula y Dilma se deslíen. De entre los nuevos liderazgos, en la crisis surgirá alguien que capitalice el desmadre y el descontento. El actual presidente es ave de paso; culminará el periodo y pasará la banda a un mandatario producto del voto directo, secreto y universal. En este momento los ciudadanos de ese país están muy angustiados por la economía; no tienen tiempo ni ganas para la política. En compensación a Temer por aceptar ser el maluco de la película le perdonarán sus «errores». Y los brasileros pasarán la página.

 

 

 

Chávez muere en el poder, a los meses de haber ganado su última elección por amplio margen. Antes de morir le pide a Venezuela que elija a Maduro como su heredero. A la fecha no se sabe si de veras ganó. Las dudas nunca fueron aclaradas y luego de lo ocurrido con la elección de la ANC, la duda creció. Evo entregará a quien gane las elecciones. No se sabe aún quién ganaría. Todo es una nebulosa que ninguna encuesta logra aclarar. Pero Evo ya es historia. Cristina, que heredó el poder del marido, quien al poco tiempo falleció, puede convertirse también en un cadáver político; le apunto a mis amigos argentinos que no se confíen demasiado. Lula y Dilma la tienen casi imposible, por el pichaque de contubernios y estafas. Su meteórica carrera se hundió por haber permitido que Odebrecht y otra sarta de empresas corruptas se convirtieran en mandamases, por sucumbir ante la tentación del dinero.

 

 

 

Maduro no es Chávez. No tiene carisma, ni pegada ni discurso ni sex appeal. No tiene una historia «heroica» que echar, nadie puede decir que es un genio, no habla bien, ni siquiera tiene chispa. Que Chávez tuviera un inmenso ascendiente sobre las masas no tiene nada de extraño. Que Maduro tenga poder en este miserable estado de cosas ya no se entiende, ni porque se apoye en la figura del difunto. No se me diga que es por el apoyo de los militares o por el guión castrocubano, que eso es cierto pero no es suficiente explicación. No habrá  golpe que derroque a Maduro, ni intervención militar gringa que no es la más poderosa estrategia de presión que puede utilizar EEUU. De hecho, bien han advertido varios países de Latinoamérica sobre la inconveniencia de una opción bélica y han recomendado al gobierno estadounidense  (vía Pence) que hay «otras maneras» sin agregar muertos y heridos a una Venezuela ya ensangrentada por un régimen abiertamente  dictatorial. Si Maduro y su régimen  no ceden, lo que viene es probablemente un embargo de severas consecuencias, un bloqueo comercial, financiero y político del mundo civilizado que ahorcará al régimen y también a la población; caeremos en manos de las mafias chinas, rusas, iraníes e indias, que bien que le sacarán beneficios a la situación desde su cómodas oficinas. Y cuando la pobreza y el hambre destruya cualquier atisbo de estabilidad y seguridad, y Venezuela se convierta en territorio de «lords de guerra», cuando nos cierren las fronteras y nadie quiera recibir a los venezolanos ni como aves de paso, cuando del colapso pasemos a explosión social descoordinada y simultánea con incontable número de muertos y heridos, entonces los que produjeron esta tragedia se escaparán del país y se exilarán a cuerpo de jeques en Nicaragua, Cuba, Irán, China, Rusia, India y a saber qué otros países donde la justicia internacional es mera ficción y donde las montañas de dinero que nos robaron les aseguren una vida de lujos, placeres y orgías.  Y entonces, con los monstruos lejos, usando inteligencia y ética, con trabajo esforzado de la estructura de gerencia pública que tenemos, con ayuda de los mejores, los decentes reconstruiremos a Venezuela.

 

 

 

Quizás he dado muchas vueltas para decir que cada vez que podamos hay que votar, porque estamos eligiendo a los reconstructores.

 

 

 

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