Soledad Morillo Belloso: Cada maleta lleva más que ropa

Posted on: enero 13th, 2025 by Super Confirmado No Comments

 

No hay distancia que pueda vencer al verdadero amor. Eso lo sabemos. Tanto como sabemos que no importa el lugar donde estemos, siempre seremos de esa tierra donde se arrulla a los niños con el himno nacional

En la quietud de la noche venezolana, se escuchan los susurros de aquellos que partieron, llevándose consigo montañas de recuerdos y cerros de aspiraciones. La inmigración, ese fenómeno que nos arrebata a nuestros seres queridos, no es apenas un viaje físico, sino también un traslado emocional que deja cicatrices profundas en el alma.

Cada maleta lleva más que ropa; lleva sueños quebrantados y promesas de un mañana mejor. Los que se van, con una mezcla de tristezas e ilusiones dejan atrás no un pedazo de tierra, es una patria que, aunque herida, sigue palpitando en sus corazones. Los que se quedan, con los rostros bañados en lágrimas, se aferran a la promesa de un reencuentro que desafíe la distancia y el tiempo.

La diáspora venezolana ha teñido de nostalgia cada esquina de este país, donde cada abrazo se convierte en una despedida y cada contacto es un puente frágil hacia aquellos que ahora habitan tierras lejanas. La inmigración es una danza de despedidas y bienvenidas, de sueños que se desvanecen y otros que renacen en tierras ajenas.

Las calles que una vez resonaron con risas y juegos de niños, ahora están impregnadas de un silencio que grita las ausencias. Los padres y abuelos que miran con ojos tristes las fotos de sus hijos y nietos, esos que se fueron buscando un futuro mejor, se aferran a los recuerdos y a las llamadas esporádicas que llegan con la promesa de un ansiado reencuentro.

La inmigración no es un fenómeno geográfico; no es asunto de ciencias sociales. Es una travesía del corazón. Los que parten llevan consigo pedazos de nuestra identidad colectiva, y los que se quedan sostienen con valentía el peso de la ausencia. Pero en cada uno de nosotros, en cada venezolano que ha tenido que emigrar o que ha visto partir a un ser querido, vive una llama de esperanza. Es una bandera que, a pesar de todo, nos recuerda que las raíces de nuestro ser están profundamente entrelazadas con la tierra que amamos.

Entre las despedidas y el anhelo, surgen comunidades que, aunque fragmentadas por la distancia, siguen vibrando con el mismo amor por su tierra natal. Las historias de superación y los logros de los inmigrantes venezolanos en el extranjero son testimonios de una fuerza interior que se niega a ser apagada.

En el bullicio de ciudades lejanas, los inmigrantes venezolanos encuentran consuelo en pequeños rituales que les recuerdan su hogar: un arepa compartida, una canción de infancia, una bandera ondeando en un rincón del apartamento. Estos pequeños actos de resistencia cultural son faros de luz en medio de la oscuridad del exilio.

La inmigración, con todas sus complejidades, es también una oportunidad para redescubrirnos a nosotros mismos. Los que se van y los que se quedan comparten una tenacidad que trasciende fronteras. En cada rincón del mundo, la diáspora venezolana sigue escribiendo nuevas historias, construyendo puentes entre culturas y dejando una huella indeleble en donde va.

No hay distancia que pueda vencer al verdadero amor. Eso lo sabemos. Tanto como sabemos que no importa el lugar donde estemos, siempre seremos de esa tierra donde se arrulla a los niños con el himno nacional.

soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

Las opiniones emitidas por los articulistas  son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de Confirmado.com.ve

La voz del pueblo

Posted on: diciembre 24th, 2024 by Super Confirmado No Comments

La democracia vive en el corazón de aquellos que creen en un mañana mejor, en la posibilidad de un país donde la igualdad no sea una utopía, sino una realidad palpable

La democracia, ese frágil y preciado tesoro, es el eco de las voces de un pueblo que sueña con libertad y justicia. Es la danza armoniosa de voluntades diversas, un coro donde cada voz cuenta, cada voto tiene el poder inalienable de transformar el destino.
En las plazas y calles, bajo el sol abrasador o el cielo estrellado, se alzan las banderas de esperanza. La democracia vive en el corazón de aquellos que creen en un mañana mejor, en la posibilidad de un país donde la igualdad no sea una utopía, sino una realidad palpable.

Es en el acto de votar, en la sencilla acción de depositar una papeleta en una urna, donde se manifiesta el poder soberano del pueblo. Un gesto humilde, pero cargado de significado, que recuerda a cada individuo su importancia en el gran tejido social.

Pero la democracia no es sólo un derecho, es una responsabilidad. Es el compromiso diario de participar, de escuchar y ser escuchado, de debatir con respeto y construir con empatía. Es entender que, aunque nuestras opiniones puedan diferir, todos debemos compartir el mismo anhelo de paz y prosperidad.

En los momentos de crisis, cuando los vientos del autoritarismo amenazan con apagar la llama de la libertad, la democracia se fortalece en la resistencia pacífica, en la valentía de aquellos que se levantan para defenderla. Porque la democracia, en su esencia, es un acto de fe en la humanidad, en la capacidad de los seres humanos para gobernarse con justicia y sabiduría.

Así, en cada voto emitido, en cada voz alzada, la democracia se renueva y florece, recordándonos que el verdadero poder reside en el pueblo, en su capacidad para soñar, actuar y transformar.

Respetar la decisión del pueblo expresada en votos es un mandato del soberano.

 

Soledad Morillo Belloso
@solmorillob

 

Soledad Morillo Belloso: Buenas plumas

Posted on: noviembre 25th, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

El lenguaje se inventó y estructuró porque al ser humano no le bastaba con gestos y gruñidos para comunicar y comunicarse. Y ese lenguaje lo estructuró aún más cuando inventó la escritura

Los datos dicen. Las historias muestran una idea, o varias.

El contar historias es un arte con técnica. El escritor se convierte en narrador de lo que ha visto o escuchado, o de lo que su imaginación ha creado. Una historia tiene origen, ambiente, trama y desenlace. Puede ser larga o corta. Pero requiere de descripciones y contextualización. Lugares, fechas, acontecimientos. Personajes principales y secundarios. Incluso si hay un solo personaje, el lugar donde está y lo que le ocurre se convierten en personajes de la historia.

La sensorialidad y la emocionalidad son imprescindibles. El lector debe poder percibir y sentir todo, físicamente y con el corazón. Tiene que poder sumergirse en cada trama. Vivir en carne propia esa narración, no como un distante espectador sino como alguien muy cercano. Y eso se logra con palabras y con articulación. Con giros literarios, con ritmo y estilo. El lector en esas palabras tiene que poder percibir con todos sus sentidos. Y tiene que emocionarse. Reír, llorar, enojarse, apasionarse.

Contar una historia, sea en forma de cuento, relato o novela tiene que costarle mucho al escritor. Si le resulta fácil, la consecuencia será la mediocridad. Escribir tiene que ser un acto complejo, difícil y hasta doloroso. El escritor tiene que imbuirse en todas las emociones de los personajes, para así poder narrarlas con propiedad. El dueño de esa narración no es el escritor. Tiene que descender del pedestal y entender que no es sino el instrumento de una historia que -quizás- merece ser contada. Esa historia le permite escribirla y le pertenece a los personajes y a los lectores. El escritor tiene que saber escuchar lo que los personajes le dicen y exigirse no escribir para buscar aplausos o para complacer.

Cualquier lenguaje estructurado tiene las herramientas para expresar la complejidad del ser humano. Escribir bien es huir de lo básico, del simplismo. Y buscar la sencillez. El lenguaje se inventó y estructuró porque al ser humano no le bastaba con gestos y gruñidos para comunicar y comunicarse. Y ese lenguaje lo estructuró aún más cuando inventó la escritura. Porque la escritura no es un hallazgo, es una obra creativa humana. Y el ser humano le puso reglas para intentar hacer coincidir significado y significante. Claro está, todos los idiomas tienen reglas. Porque es un código.

Los mejores escritores no necesariamente son los más famosos, aunque algunos famosos escriben muy bien. Pérez Reverte es muy exitoso, y además escribe maravillosamente bien. Uno lo lee y quiere que el libro no se acabe. Lo sensacional de él es su impecable manejo del idioma como utensilio de comunicación. Y su creatividad. Quizás él dice lo mismo que otros han dicho, pero lo hace con personalidad, con maestría.

Todos podemos escribir. Es decir, poner en negro sobre blanco unas ideas. Basta acatar ciertas normas. Sujeto, verbo y predicado. De hecho, la inteligencia artificial acude en socorro de quienes no se ocuparon de conocer las reglas. Pero eso es la parte mecánica. Un escritor no escribe. Crea. Y respeta la historia, a los personajes y a los lectores.

El mundo siempre necesita buenas plumas. Por suerte las tiene.

 

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

Carolina y aquello que no se dice

Posted on: noviembre 1st, 2024 by Super Confirmado No Comments

«Aquello que no se dice» es una de esas novelas que hay que tener en la mesita de noche, para leerla y releerla.

Yo leo muy rápido. Lo hago como niño con hambre vieja frente a un pastel con crema. Pero en este caso leí muy despacio. Quería meterme de cabeza en la historia, sin perderme detalle alguno. Y cada minuto rindió con creces.

Lo que Carolina ha escrito es mucho más que una novela. Es la narración con dulzura y crudeza de un tiempo en nuestra historia que, si queremos volver a ser un país, debemos conocer. Para entender. Para entendernos. Para apaciguarnos las rabias, para perdonarnos y para comprender que todo cuesta.

No soy un crítico literario. Soy una pequeña escritora que siempre tiene el corazón abierto para leer letras de otros. Con Carolina me pasa que la leo y es como si la estuviera escuchando, sentadas en un café cualquiera, mientras hablamos de todo un poco. De lo pedestre y lo sublime, de nuestras tonterías de mujeres venezolanas que sólo somos eso, mujeres y venezolanas.

«Aquello que no se dice» es una de esas novelas que hay que tener en la mesita de noche, para leerla y releerla.

Los griegos entendían la tragedia cómo inmanente parte de la vida, tanto como los logros, inevitables los unos y los otros. Sus dioses representaban el poder y también las flaquezas. Las virtudes y los defectos. Todos posibles de concurrencia.

Esta novela no es una tragedia, tampoco un drama. No es un folletín para llenar las horas muertas. Es la historia escondida que hay que descubrir.

Gracias, Carolina. Mi cerebro, mi alma y mi corazón te agradece haberme contado “aquello que no se dice”, pero que hay que decir.

 

Soledadmorillobelloso@gmail.com

 

 

No sé decirte cómo fue

Posted on: mayo 4th, 2024 by Super Confirmado No Comments

Lo malo del tiempo es que pasa. Lo bueno del tiempo es, también, que pasa. El tiempo, al fin y al cabo, por muy poderoso que luzca, es sólo eso, tiempo. Y no es lo suficientemente poderoso como para poder arrasar con lo que fue bueno y lo seguirá siendo

 

Sentada en la playa luego de una hora de caminar, un bolero viejo y gastado, de esos que en tiempos de mi juventud bailábamos en la tenue luz de las discotecas, suena en el parlante del chiringuito donde venden empanadas. Raro. Porque en los últimos tiempos, el ambiente musical de calle suele ser algún estridente reggaeton de letra que los modales y el buen gusto me impiden repetir. Lo curioso es que quien atiende en aquel puesto no es una “persona mayor”, lo cual justificaría la selección de aquel bolero. No. Es un hombre joven, de escasamente treinta. Me acerco. Me mata la curiosidad. Necesito descubrir por qué un joven escucha un bolero que hizo famoso Beny Moré y que data de tiempos de mis papás. Le pregunto: “¿Quién canta?”. “Mi prima, que está en Barcelona. Lo hace bien, ¿no?”, me responde mientras me alcanza un agua e’ papelón.

 

Por estos días, apareció en las redes un jovencito cubano, muy jovencito, de nombre Elio no sé cuántos, que se pasea por el repertorio de José José, un crooner mexicano que tuvo su esplendor en los años ochenta y noventa, cuando ese muchacho ni soñaba en nacer. Lo hace con una maestría sublime.

 

Un venezolano, de nombre Gian Faraone, es aplaudido en muchos lugares por sus extraordinarias dotes vocales. Lo curioso es que en su maleta carga las partituras de boleros de Manzanero y lo mejor del portafolio de Sinatra.

 

Lo malo del tiempo es que pasa. Lo bueno del tiempo es, también, que pasa. El tiempo, al fin y al cabo, por muy poderoso que luzca, es sólo eso, tiempo. Y no es lo suficientemente poderoso como para poder arrasar con lo que fue bueno y lo seguirá siendo.

 

Maluma, colombiano, es muy bueno. Y a pesar de tener que sacrificar su libertad por la fama, él sabe que lo que importa es la música. Sabe que “… cuando los años nos pesen, y las piernas no caminen, los ojos se nos cierren, y la piel ya no se estire”, el tiempo no podrá borrar lo que hizo de bueno. Y de aquí a unos veinte o treinta años, en alguna playa, en algún chiringuito cualquiera, un joven, que aún no ha nacido o tal vez hoy es un bebé de cuna, escuchará un “cover” de esa canción de Maluma interpretada por una voz que habrá entendido que el tiempo es sólo eso, tiempo.

 

 

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

Músculo y movimiento

Posted on: abril 22nd, 2023 by Lina Romero No Comments

 

 

Para ganar una elección -y que ganarla sirva para cambiar el estado de las cosas- hay que moverse y hay que mover gente. Hacerlo en las primarias es clave para enfrentar la elección que se nos viene

 

 

Nadie tiene la bolita de cristal. Nadie sabe lo que va a pasar y mucho menos cuándo va a pasar, si acaso pasa lo que puede pasar. Uno no trabaja porque esté seguro de lo que va a pasar. Trabaja porque sabe que si no trabaja en ello, lo que quiere que pase pues no va a pasar.

 

 

Es ya irrelevante la discusión sobre si debe haber o no primarias. Los argumentos a favor y en contra hoy sobran… y estorban. Hay una comisión encargada de organizarlas, hay una fecha, hay ya varios que anuncian su participación como candidatos. Hay algo así como una normativa a la que los candidatos deben plegarse y comprometerse con firma en documento a cumplir. Eso es lo que hay.

 

 

Aquí y en cualquier parte del mundo, aunque las primarias sean de abierta participación de todos cuantos sean electores inscritos en el registro pertinente, en realidad las primarias son una competencia entre adeptos comprometidos y organizados. Es decir, triunfar o perder tiene todo que ver con la solidez y capacidad de la estructura.

 

 

Los partidos políticos en Venezuela tienen hoy en los hechos un número bajo de afiliados. Y es aún más bajo el número de afiliados activos. Pero la pauta en unas primarias la marcan quienes puedan movilizar más gente, y ello supone tener gente que movilice a esa gente. Eso, en lenguaje coloquial, ¿cómo se llama? Se llama «maquinaria».

 

A alguien le escuché decir o le leí (creo que fue al padre Ugalde) que para las primarias se necesitan unos 60 mil voluntarios. Pero eso no incluye a los equipos de promoción de cada candidato.

 

 

Un candidato X (o candidata, para no herir susceptibilidades a pesar de las normas gramaticales) puede puntear una encuesta. Pero si el día de esa elección primaria no tiene movilizadores y testigos cuidadores, esa prospección en encuestas se volverá sal y agua.

 

 

Se trata de músculo. De gente de carne y hueso. Si en Venezuela se pudiera votar por Internet, entonces tendría sentido creer que la elección se puede ganar con una avalancha de posts en Twitter, Instagram, Facebook, Tik Tok, etc. Pero votar supone un desplazamiento físico. El elector tiene que ir al centro de votación.

 

 

Yo camino todos los días al menos una hora. Hasta hoy nadie se ha acercado a mí para intentar seducirme como elector. Y ya estamos en abril. Sí me llegan toneladas de posts, algunos buenos e inteligentes, otros patéticamente de tal cursiambre que producen alergia.

 

 

Ciertamente yo soy un «elector convencido», que cree en la participación. El 22 de octubre iré a votar. Pero si a la enorme cantidad de electores que están en el exterior impedidos de votar (la cifra es espeluznante) sumamos la nada despreciable cifra de electores decepcionados/desilusionados/hartos/incrédulos que viven en Venezuela, el resultado puede ser que el candidato que resulte elegido en esas primarias represente a una minoría. Y con una minoría no se le va a ganar a la mayor minoría política en Venezuela, que es hasta nuevo aviso el rojismo.

 

 

Señores candidatos a las primarias: músculo. De eso se trata. De trabajo dinámico y no estático. «El trabajo dinámico permite la locomoción y el posicionamiento de los segmentos corporales en el espacio. El trabajo estático mantiene la postura o la posición del cuerpo…». Eso leo en la página de la Clínica Mayo.

 

 

Para ganar una elección -y que ganarla sirva para cambiar el estado de las cosas- hay que moverse y hay que mover gente. Hacerlo en las primarias es clave para enfrentar la elección que se nos viene.

 

 

Soledad Morillo Belloso

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
 

Artículos Destacados00:0000:30 Banco Mundial aportará USD 1.780millones a Turquía tras el sismo

¿Cómo es eso de «como»?

Posted on: abril 15th, 2023 by Lina Romero No Comments

 

 

En Venezuela, no entendemos qué es eso de «perder el tiempo». Tampoco nos importa la precisión en la distancia. Aquí todo el mundo llega tarde o antes de tiempo, nunca a la hora. Y las distancias siempre tienen un «como» por delante

 

 

No es que la gente de los países con cuatro estaciones sea más inteligente que nosotros. Es que el clima les ayuda en la comunicación.

 

 

Cualquier conversación con mi hermana que vive en Carolina del Norte comienza y casi siempre termina con el clima. Podemos tener problemas muy gordos, escollos insalvables, dolores atroces, pero ella impepinablemente me dirá la temperatura, los índices pluviométricos y en ocasiones hasta la velocidad del viento en nudos. Ahora que llegó la primavera en el hemisferio norte, varios minutos de nuestra conversa por WhatsApp serán invertidos, sabiamente, en hablar sobre el polen y los estornudos.

 

 

Aquí en Margarita hay dos climas: llueve o hay sequía. Calor hay, siempre; nunca horroroso. En otras Islas del Caribe se achicharran. Aquí no. Hasta en eso esta isla es privilegiada. Entonces, nadie habla del clima. Así, hay que andarse con cuidado, pues si uno se encuentra con alguien, o llama o te llaman, la respuesta a la pregunta «¿cómo estás?», o ¿cómo vas?», o ¿qué hay?», o «¿quihubo?», o, más grave aún, «¿qué cuentas?», cualquiera de esas puede desatar en esa persona el irrefrenable deseo de narrarte todo lo que le está aconteciendo, de pe a pa. Todo comienza por un «Bue…». So riesgo de parecer desagradable, y si no puedo escapar de la situación, yo corto en seco con un «epa, era una pregunta de cortesía», o, si tengo menos confianza, un «ahorita estoy apurada; luego te llamo para que me cuentes». Una situación semejante en un país con cuatro estaciones se refugia en la temperatura. En Venezuela nadie sabe cuánto marca el termómetro. Los locutores de radio y televisión pierden el tiempo leyendo el pronóstico del INAMEH (sólo en Venezuela a alguien se le ocurre bautizar a un instituto con un nombre que transformado en siglas culmine con una h, que es silente). A la audiencia los vaticinios climatológicos no pueden importarle menos. Les saben a carato de parcha. En Caracas, la gente mira para Petare y sabe, sin que lo diga meteorólogo alguno, si va a llover. Y cada ciudad o pueblo tiene su Petare.

 

 

En Venezuela, no entendemos qué es eso de «perder el tiempo». Tampoco nos importa la precisión en la distancia. Aquí todo el mundo llega tarde o antes de tiempo, nunca a la hora. Y las distancias siempre tienen un «como» por delante. Un lugar está «como a dos cuadras», «como a dos kilómetros». Lo mismo ocurre con los tiempos. Cualquier horario está precedido por un «como». A mi marido lo cremaron. Y en la funeraria me dijeron: «Véngase como a las 11, que puede ser que para esa hora ya estén las cenizas». Los extranjeros no latinos que viven en Venezuela o están de paso no entienden nada; se horrorizan y sufren.

 

 

La imprecisión parece ser nuestra marca de fábrica. Está en nuestro ADN. Así las cosas, no puede sorprendernos que con todo este asuntillo procaz del saqueo a las arcas de la Nación (a saber, nuestros bolsillos, el suyo, el mío y el de todos los venezolanos) se escuche decir que «el desfalco fue de como XX mil millones de dólares». ¿Cómo es eso de «como»? Y entonces me viene a la mente Oscar D’León, quien suele incluir un «como» en sus canciones. Y también recuerdo que Oscar se afinca sobre las r en palabras claves. Y dice amorrr, colorrr, saborrr, temorrr y dolorrr. De este último en Venezuela tenemos en abundancia. Aunque no lo midamos con precisión.

 

 

Soledad Morillo Belloso
@solmorillob

 

La vida es una batalla

Posted on: abril 8th, 2023 by Lina Romero No Comments

 

 

Hay batallas que nos cambian la vida. Nos revelan de qué estamos hechos. El que se rinde antes de luchar, será derrotado. El que lucha, el que va a la batalla, aunque pierda, no

 

 

No todas las batallas se ganan. Pero no es para ganarlas que se lucha. Algunas se tienen que enfrentar aunque al final no haya modo de triunfar. Hay un error conceptual. Mucha gente confunde ganancia con victoria. Los términos parecen iguales, mas no lo son.

 

 

Solemos enfrentar los infortunios con dos tipos de actitudes, ambas equivocadas. O desarrollamos un continente ridículamente optimista que no tiene ninguna base en la realidad, o nos sumergimos en un pesimismo insulso que, también, nos hunde en una realidad amañada por nuestras propias emociones. En ambos casos buscamos que alguien, alguien que nos importa mucho, nos otorgue la razón. Buscamos aprobación. Con ninguna de esas actitudes puede enfrentarse una batalla. La victoria cuesta. El fracaso también. Pero el fracaso cuesta mucho más si no se ha luchado.

 

 

No me refiero meramente a la esfera personal. Lo anterior aplica a cualquier ámbito, sea en lo profesional, lo laboral, lo compartido, lo íntimo, lo público. Hay gente que mide su éxito por la cantidad de dinero que ha acumulado. Otros por la suma de personas que están bajo su ala o comando. Los influencers contabilizan su éxito en el número de followers. Las iglesias suelen hacer sus cuentas por la cifra de adeptos o feligreses que tienen. Algunos políticos se miden en la popularidad que les dicen las encuestas y en la cantidad de votos que pueden acumular en una elección o en en varias. Los estadistas se evalúan por la suma de cambios positivos que han logrado.

 

 

Una persona acude a la consulta de un médico porque siente -o presiente- que algo no anda bien con su salud. El facultativo hace exámenes de todo género y llega a un diagnóstico. Se lo comunica al paciente y este le pregunta qué hacer. El doctor le da opciones, caminos, posibilidades, si las hay. Le habla con la verdad como marca de idioma. Pero la decisión es del paciente, no del médico. Si ambos enfrentan el padecimiento, ambos se están embarcando en una batalla, con la esperanza de ganar. Pero si la enfermedad vence, no hay derrota ni del paciente ni del médico. Porque derrota habría habido si uno y otro hubieran decidido ‘‘dejar eso así‘‘ (frase infeliz). No entrar en batalla es una decisión, no un sino, un decreto de las moiras. El optimista dice ‘‘vamos a ganar», el pesimista dice ‘‘vamos a perder‘‘. El luchador dice ‘‘vamos a batallar».

 

 

En política, en los negocios, en los deportes -y un largo etcétera- aplica lo mismo. Hay personas que pasan por la vida sin que la vida pase por ella. No saben lo que es una batalla.Y hasta se sienten exitosos por ello. porque pasaron agachados, cuando en realidad no son sino militantes de la mediocridad. Son ese personaje del ‘‘10 es nota y lo demás es lujo‘‘.

 

 

La vida es brega. No es cómoda, ni fácil. Muchas veces no es dulce ni bonita. Pero rendirse antes de llegar a la esquina del campo no puede ni debe ser una opción. Uno vino a este mundo a hacer algo que haga de este planeta un lugar mejor. Vino a construir, no a destruir. Vino a hacer el bien, no solo para uno o los que uno aprecia. Si no lo hace, está de más, sobra. Porque quien no suma, resta.

 

 

 

Hay batallas que nos cambian la vida. Nos revelan de qué estamos hechos. El que se rinde antes de luchar, será derrotado. El que lucha, el que va a la batalla, aunque pierda, no.

 

 

 

Soledad Morillo Belloso

soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

La democracia no es una fiesta

Posted on: febrero 19th, 2023 by Super Confirmado No Comments

 

 

La verdadera democracia no reverencia al poder, no rinde pleitesía. Al contrario, le exige a quienes llegan a posiciones de poder un decir y un hacer caracterizados por tres virtudes: la dignidad, el respeto y la sobriedad

 

 

Es claro que hay muchos aspirantes a la presidencia. Algo magnético tiene la silla de Miraflores, algo que es como el canto de las sirenas.

 

 

Si todos esos aspirantes tienen derecho legal y moral, ah, eso es otro asunto para nada fácil de dilucidar.

 

 

En Venezuela no existen los perfectos. De hecho, no existen en el planeta Quizás porque no existe la perfección. Lo que sí puede y debe haber en este pedacito de tierra que pomposamente llamamos país es mejoría, progreso, evolución, que son precisamente las tres cosas que Venezuela no ha tenido en todos estos años de experimento revolucionario.

 

 

Aquí todos, sin excepción, cojeamos, de alguna de nuestras (cuatro) patas. En el terreno político no es diferente. Y como en muchas otras profesiones, los políticos (y los antipolíticos) tienen varios pecados o defectos de fábrica: el egotismo, la ambición desmedida, la incapacidad para el compromiso, la miopía mental, el inmediatismo. Eso sin pasearnos por la codicia y la falsedad.

 

 

Políticos hay muchos en Venezuela. Hay de todo tipo, color y sabor. Buenos, mediocres, hablapaja, mentirosos, capacitados, incompetentes, sabiondos, cobardes, valientes, inteligentes, ignorantes. En fin, para todos los gustos. De lo que hay poco, muy poco, es estadistas.

 

 

Desde que tengo memoria, el discurso inaugural de los presidentes se ha basado en que reciben la presidencia de un país en severa crisis. Tanto decirlo se convirtió en realidad. Ahora sí Venezuela está destrozada, ahora sí está quebrada, ahora sí tenemos gravísimos problemas de toda índole, ahora sí llegó la hora del crujir.

 

 

Es obvio que una democracia a medias, o un disfraz de democracia, no son la solución. Es también obvio que modelos no democráticos no resuelven los problemas en un país que de joven y pobre Capitanía General pasó a república emancipada sin comprender a cabalidad qué significaba eso.

 

 

La democracia es muy exigente. Demanda hombres y mujeres que entiendan que el estado y el gobierno no son su coto de caza privada. Pero también la democracia exige una ciudadanía en ejercicio, no contemplativa. Por supuesto que hay palabras que ya suenan a tópicos. Estos años dejaron su reguero de pólvora, de burlas, de rejas, de aniquilación. La destrucción también llegó al lenguaje. Y si alguien cree que las formas no importan, yerra.

 

 

La verdadera democracia no reverencia al poder, no rinde pleitesía. Al contrario, le exige a quienes llegan a posiciones de poder un decir y un hacer caracterizados por tres virtudes: la dignidad, el respeto y la sobriedad. La democracia no fomenta ni premia la desigualdad de oportunidades. Los países democráticos que realmente funcionan son aquellos en los que hay apenas un puñado de ricos (que invierten), una enorme clase media (creativa, trabajadora, poderosa) y un porcentaje pequeño de pobres. Esa clase de países trabajan mucho, no viven de las rentas y en ellos los servicios funcionan. En esos países, la ciudadanía (que no es lo mismo que la sociedad) está atenta, muy atenta al comportamiento y actos de los personeros de estado y gobierno.

 

 

Tenemos una democracia fantoche. Muy inculta, muy chabacana, muy carente de principios y valores y, para peor, dirigida por gente que enterró el espejo, botó el largavistas y se baña todos los días en una piscina de protuberantes placeres que comparten en las redes, para restregarnos en la cara su «éxito».

 

 

Hay muchos aspirantes a la candidatura de oposición. Algunos ya han expresado su deseo de participar en las primarias; otros, supongo, están esperando que algún iluminado encuestólogo le dé la señal de partida. Bien. Es importante el proceso, pero también el propósito y el fin. Es un viaje con destino, no un pedestre, ejercicio de popularidad transitoria.

 

 

Eso lo debemos tener claro. Tiene que haber reglas y compromisos públicos. Y dejar de decir que esto es una «fiesta de la democracia». La democracia no es una fiesta.

 

 

Soledad Morillo Belloso

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

Los lobos cazan en manada

Posted on: noviembre 13th, 2022 by Super Confirmado No Comments

 

Los liderazgos de oposición compiten entre sí por la candidatura presidencial. La gente -es decir, ese conjunto tan variopinto que es el electorado- está muy confundida

 

 

Hay pocos lobos solitarios. De hecho, los que lo son tienden a una corta vida. La subsistencia y la fortaleza está precisamente en que son animales que entienden el poder de la manada.

 

 

Los liderazgos de oposición compiten entre sí por la candidatura presidencial. La gente -es decir, ese conjunto tan variopinto que es el electorado- está muy confundida. Al lío de varios partidos con la misma nomenclatura (algo que deberia estar claramente prohibido, si el CNE y la sala electoral del TSJ hicieran su trabajo por el que muy bien se les paga), se suma el no menos enrevesado percance de los Tityus discrepans (léase, alacranes), de los trashumantrs que se han mudado de organización política y, también, para completar la enrediña, los lobos solitarios.

 

 

Juan y Pedro y María y Juana y un largo etcétera no entienden nada. Y cuando entienden, pues prefieren esperar que alguna vez se pongan de acuerdo los aspirantes, los partidos, las ong.

 

 

Como éramos muchos y parió la abuela, ahora, dentro de los partidos, hay pleito por la candidatura a las primarias. Y el lío es cualquier cosa menos elegante. El electorado ve con grima el lío y se pregunta, con justa razón, a dónde diantres fue a parar la razón.

 

 

En la manada de lobos hay uno que es reconocido como el líder. No es por cierto el más grande, el más hermoso, o el que aúlla más fuerte. Es el que tiene las dotes para dirigir las acciones, el que se preocupa y ocupa de la manada, el que la protege, el que sabe cómo hacer de la cacería un acto conjunto. Cuida de los cachorros, de los débiles y las madres, y se asegura que de aquello que cacen se alimenten todos.

 

 

Tampoco el oficialismo, o como lo quieran llamar, está trabajando con la inteligencia e intuición de los lobos. Entre ellos también hay pleitos inútiles. Tienen a su favor que están en el poder. Pero tampoco hay un líder de la manada. Hay a lo menos tres o cuatro dedicados a las zancadillas.

 

 

Un lobo alfa se convierte en el líder cuando ordena sus prioridades. Cuando entiende que lo que importa es la manada.

 

 

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob