Monólogo sobre el diálogo

Posted on: mayo 24th, 2016 by Laura Espinoza 1 Comment

 

 
Hablar de diálogo es una cosa y sentarse a dialogar es otra muy distinta y así, aferrados a la primera opción, los chavistas han desechado la segunda a lo largo de quince años porque conversar con el adversario, al principio del mandato, era innecesario por disponer de un respaldo mayoritario casi aplastante, pero hacerlo ahora presupone la necesidad de escuchar sus puntos de vista y eventualmente reconocer la necesidad de un cambio radical que, en definitiva, pasa por el abandono del poder, algo que se niegan a considerar y mucho menos a aceptar.

 

 

Pero el diálogo también tiene su tiempo y cuando se plantea in extremis, como es el caso venezolano, lo que se acordaría no es ya lo que debe cambiarse (porque esa es la única alternativa) sino cómo va a operar el cambio y de qué manera se producirá la transición. En otras palabras, con Maduro de Presidente y ante un gobierno débil, deslegitimado, arruinado, carente de apoyo popular, signado por la pérdida casi total de gobernabilidad y marchando directo al abismo, lo único que queda es ayudarlo a salir del enredo en que metió a todo el país, incluyendo a las fuerzas armadas. Todavía, sin embargo, no parecen haber descubierto que el tiempo de la soberbia, de la abundancia y de la exportación del modelo chavista  se desvaneció a la misma velocidad con que bajaron los precios del crudo y cesó el flujo de petrodólares. Actúan, entonces, por reflejo y hablan de diálogo pero no dialogan. Como si aún tuvieran la sartén por el mango.

 

 

 

En esa tónica han arribado a un punto de no retorno y la única respuesta sobre cómo salirse del brollo, evitando el fantasma militar, apegados a la legalidad y acatando el veredicto popular, no es otra sino el Referéndum Revocatorio. Una medida que el gobierno, en su terquedad suicida, trata de evitar acudiendo a las trampas dilatorias de siempre con el objetivo de ganar tiempo, cuando la realidad dice que el tiempo se les acabó, que la gente perdió la paciencia y a estas alturas no tiene más nada que perder.

 

 

 

A las puertas de una catástrofe social, cuyos signos ya se hacen sentir, el chavismo y los militares que le otorgan precaria sustentación, deberían reflexionar y antes que ponerle obstáculos, a la espera de un milagro que no se va a producir, deberían agradecer la salida constitucional y democrática, que se les está ofreciendo y que les permitiría el retiro de un poder que hace ya tiempo perdieron, evitándoles a los venezolanos una tragedia adicional. Entonces, diálogo sí. Pero diálogo colectivo que surja de la decisión popular.

 

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

Lo que le queda a Maduro

Posted on: mayo 17th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Estados de excepción, movilizaciones militares, tomas de empresas paralizadas y la monserga ya rancia sobre la guerra económica o un Golpe de Estado en progreso, constituyen apenas recursos retóricos que no pueden torcer, a estas alturas, una tendencia que ya resulta imparable. El otrora gobierno superpoderoso en lo económico (la chequera presta y nadando en la abundancia), con una amplia base de apoyo popular y el control absoluto del resto de los poderes, se encuentra ahora en plena ruina material y moral, (la botija está vacía) sumido en la corrupción, rechazado por las grandes mayorías (a punto de un estallido social) y despojado de su dominio total ante una Asamblea Nacional declarada en rebeldía democrática y un CNE y un TSJ deslegitimados.

 

 

 

¿Qué le queda, entonces, a Nicolás Maduro como base de sustentación de un gobierno debilitado y huérfano que hace agua en todos los frentes? A juzgar por las apariencias solo contaría con el respaldo de una minoría mínima del chavismo radical (incluidos los grupos paramilitares o delincuenciales) y el poder de fuego, la represión pura y dura, que ha venido aplicando en los últimos días en contra de las movilizaciones y manifestaciones convocadas por la oposición en cada una de las capitales de Estado del país.

 

 

 

Sin embargo, ha sido el propio Maduro quien denunciara la existencia de una conspiración nacional e internacional para derrocarlo a través de un Golpe de Estado. Y es en este punto donde uno se detiene para considerar la gravedad de la afirmación porque ¿quiénes serían los únicos en capacidad de intentar tal desaguisado que no sean los militares? ¿Existe, acaso, un facción de oficiales que no comulga con la adhesión incondicional de los altos mandos al gobierno de Maduro y pretenden alzarse en armas? Y si eso resultara cierto, ¿quiénes son?, ¿por qué no han sido detenidos?

 

 

 

La única respuesta posible es que en realidad no existe ninguna conspiración, aunque el malestar creciente y la indignación de tropas y oficiales sea el mismo, aunque en sordina, que manifiesta abiertamente el resto de la población. De allí que hablemos de una tendencia irreversible pero pacífica porque si algo está claro, en este momento, es que tanto civiles como militares rechazan el atajo de la violencia y el madrugonazo para recomponer el país, así como ocurrió en Argentina y Brasil, donde el cambio político transitó por vías democráticas de distinta naturaleza. Pues bien, en Venezuela está pasando lo mismo, a su manera, porque la salida de Maduro tiene nombre y apellido: Referéndum Revocatorio.

 

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

El tortuoso camino hacia el revocatorio

Posted on: mayo 10th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

La salida democrática que propicia el Referéndum Revocatorio ha terminado siendo el factor aglutinante de la hasta ahora imperfecta unidad de la oposición. La realidad y la perseverancia por parte de Henrique Capriles y la dirigencia Primero Justicia lograron imponerse a las opciones que manejaban otros sectores, porque la suya era la única que planteaba la necesidad de impulsar la destitución de Nicolás Maduro mediante veredicto popular.

 

 

 

Está claro, sin embargo, que el camino hacia ese eventual resultado está plagado de obstáculos y de todo tipo de alcabalas que habrá de colocar el chavismo ahora que se sabe derrotado de antemano. De allí la importancia de haber logrado la unidad en un propósito que desecha alternativas indeseables como la de poner en manos de los militares la decisión, de hacerlo a la brasileña mediante la activación de la Asamblea Nacional o aventurarse en la tortuosa metodología de convocar una  Constituyente.

 

 

Si bien el chavismo tuvo a un golpe de Estado frustrado como preámbulo de su arribo al poder, también es cierto que se convirtió en una maquinaria que ganaba elección tras elección sobre la base de un caudillo que conectaba con las mayorías, del uso abusivo, fraudulento y clientelar de los recursos del Estado y también (hay que decirlo), de  un total rompimiento de las normas democráticas.

 

 

En el fondo Chávez nunca creyó en eso que la izquierda radical denominaba «democracia burguesa», de la cual supo sacar provecho cuando descubrió que no necesitaba acudir a la violencia para la conquista del poder  porque allí estaban elecciones. Pero ahora que sus herederos han perdido el favor popular se horrorizan con la sola mención del término «revocatorio» y perdida ya la vergüenza lucharán con todos los medios, valga decir con los poderes que aún conservan y las trapisondas de rigor, pero ya no para hacer la revolución sino para mantenerse en el poder, así el país esté sumido en el caos y muriendo de hambre.

 

 

¿Quiere decir esto que será necesario acudir a las mismas arbitrariedades y trapisondas que utiliza el adversario para enfrentarlo? Pues no. Durante diez años la alianza democrática ha desarrollado su accionar político en apego estricto a las leyes logrando, como consecuencia, un progresivo y creciente apoyo popular. De manera que a estas alturas, cuando a pesar de la reducción de los espacios democráticos se ha consolidado la unidad y el objetivo está tan cercano, lo que se impone es mantener un método que le ha permitido convertirse en una alternativa de poder capaz de impulsar, sin violencia y con el remedio constitucional por delante, el cambio que el país está exigiendo a gritos.

 

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

Los tres renacimientos de los hermanos Castro

Posted on: marzo 22nd, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Con alfombra roja, los más altos honores y un aguacero bíblico que impidió el contacto popular, la Cuba de los hermanos Castro recibió a Barack Obama, la primera y más acabada encarnación del denostado «imperio norteamericano», un hecho increíble y que da cuenta de hasta dónde llega la capacidad de adaptación a las nuevas realidades de una de las más recalcitrantes y dogmáticas dictaduras (del llamado socialismo real) de mediados del siglo XX y comienzos del XXI. Pero está claro que la audaz maniobra, un giro en U que echa por tierra una política sostenida por más de medio siglo largo, entre altas y bajas tensiones, se vincula a la necesidad urgente de sostener económicamente a un régimen que tuvo en la URSS su mejor base de sustentación.

 

 

Así, en el comienzo fue Moscú y La Habana se convirtió en cabeza de playa del imperio soviético, a 90 millas del territorio enemigo y a tiro de sus misiles, con lo cual la isla estuvo a punto de ser la causa de la tercera guerra mundial. Todo a cambio de la sumisión ideológica y la entrega incondicional de principios como aquel que paradójicamente pregonaba el aparato propagandístico según el cual Cuba era » territorio libre de América» y todo se reducía al dramático dilema de «patria o muerte». Hasta que bajaron los precios del petróleo, desapareció la Unión Soviética, cayó el muro de Berlín y así uno de sus más distantes satélites, negado al cambio y dispuesto a morir aferrado al poder, se encontró huérfano y desasistido del mezquino sostén económico que apenas alcanzaba para evitar el hambre total.

 

 

Vino, entonces, el denominado «período especial»‘ que no era otra cosa que el acrecentamiento de las penurias a niveles que ya se hacían insoportables y entonces apareció en el nublado horizonte la carta de salvación, materializada en la figura de Hugo Chávez, salvador in extremis de los hermanos Castro y de su dominio total de la sociedad cubana. Solo que en estas circunstancias la colonia, que dependía de la metrópolis soviética, se convertía, a su vez, en metrópolis, aunque sostenida por la riqueza interminable de la providencial colonia petrolera. Operaba, de esa manera, un curioso intercambio a través del cual la metrópolis suplía de contenidos, transplantando su modelo, llave en mano y «asesores» mediante, en la dócil y maleable colonia, mientras esta ofrecía, a cambio, dólares y petróleo. Era el renacimiento de la Cuba castrista, rescatada por la milagrosa aparición de un hombre que llegaba al poder con un siglo de atraso.

 

 

Pero la riqueza interminable de la colonia llegó a su fin, otra vez, por la baja de los precios del petróleo y la metrópolis, luego de alzar la vista y toparse con la imagen de Barack Obama, (dispuesto a nadar contra la corriente y liberarse de lo que denomina el «Manual de Washington») decidió despedirse de los herederos de la colonia con una postrera maniobra. Como necesita desesperadamente la asociación con el otrora odiado imperio, está dispuesta a convertirse, de nuevo, en colonia. Pero sabe que ese paso implica el fin de su modelo económico y a la postre de su modelo político. El problema está en que debe guardar las apariencias y ser leal a la imagen de dureza, frente a la aparente flexibilidad de Obama, cuando en realidad el gran cambio, la transformación profunda, la autocrítica decisiva, está de su parte. Entonces acude al heredero de Chávez, lo recibe con inocultable languidez, le lanza una condecoración y lo envía de regreso a casa. Así transmite la sensación de que sigue aferrada a sus anacronismos, de que no se ha entregado desvergonzadamente al «imperio» y de que permanece leal a su viejo y ya inservible aliado. Prueba inequívoca de que cuando aparecen santos nuevos, los viejos no hacen milagros.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

El ocaso de la internacional chavista

Posted on: marzo 9th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

El homenaje a Hugo Chávez, por parte de los mandatarios amigos (subvencionados), en el tercer aniversario de su muerte, antes que revestir el carácter solemne de una vida y obra en plena vigencia, tuvo más bien el tono lánguido y desvaído de las despedidas definitivas. En el marco de un país sometido a las más crueles penalidades y frente a una región donde la internacional chavista se diluye en medio de todo tipo de escándalos y de corruptelas que comprometen a sus socios, el deslucido evento, con notorias ausencias, antes que realzar la figura del ilustre difunto, puso en evidencia el triste final de una época.

 

 

No en balde, paralelo al evento, el más conspicuo de los socios, el expresidente brasileño Lula Da Silva, luego del allanamiento de su casa, era trasladado a una sede policial para rendir declaración sobre su supuesta participación en hechos de corrupción que comprometen a la estatal petrolera, Petrobras y a la multinacional Odebrecht por un monto calculado en más de dos mil quinientos millones de dólares. Investigación que incluye a la actual presidenta, Dilma Rousseff y que involucraría a Chávez y su campaña electoral para la reelección en el 2012.

 

 

De capa caída anda también el discípulo preferido de Chávez, el presidente boliviano Evo Morales, quien perdió el referéndum de 21 de febrero, con cuyos resultados favorables contaba para intentar una enésima reelección, entre otras razones por la denuncia sobre el drama amoroso que protagonizara con una joven quien, aparte de ser su amante, fungía como gerente comercial de una empresa china que contrató obras, sin licitación, por 500 millones de dólares.

 

 

Tampoco está cómoda la expresidenta argentina Cristina Kirchner, quien podría ser llamada a declarar, en calidad de testigo, a propósito de la muerte del fiscal Alberto Nisman, encontrado con un tiro en la cabeza a pocas horas de presentar, ante el Congreso, una denuncia en contra de mandataria por presunto encubrimiento de funcionarios diplomáticos iraníes, acusados de ser los autores del atentado, perpetrado con un coche bomba, contra la Asociación Mutual Israelita Argentina, hecho ocurrido en 1994 y en el cual murieron 85 personas.

 

 

Ni hablar de Raúl Castro, quien, ante la reducción de los aportes venezolanos a la economía de la isla, no se tomó la molestia de hacer presencia física en Caracas ocupado, como está, en organizar la visita de Barack Obama. Lo mismo ocurrió con el ecuatoriano Rafael Correa, que despachó el asunto desde el propio Quito, con unos cuantos lugares comunes elogiosos sobre la tarea de igualación social (hacia abajo) impulsada por su mentor venezolano, a quien, en buena medida, le debe su arribo al poder. Y hasta ahí llegó la lealtad de unos socios que vuelven la mirada hacia otros horizontes en busca de nuevos proveedores porque ya no tienen a Chávez y si lo tuvieran todo el influjo de su poder de atracción y persuasión habrían disminuido su potencial en la misma proporción en que se redujo la renta petrolera y el país se transformó en ejemplo vivo de una obra aniquiladora y destructiva que rebasó las expectativas más pesimistas sobre el denominado socialismo del siglo XXI.

 

Roberto Giusti

@rgius

Chávez y Trump

Posted on: marzo 1st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Aunque parezca mentira la precandidatura a la presidencia de Estados Unidos del magnate newyorkino, Donald Trump, hasta ahora arrolladora, presenta un perfil populista y autoritario que nos remite, casi inconscientemente, a la figura de Hugo Chávez. Nada más descabellado pensarán nuestros avisados lectores quienes, con buenos argumentos, podrían argüir que el accionar político del desaparecido caudillo se sitúa en las antípodas del discurso que vende el empresario de los casinos y de los bienes raíces en el cambiante mercado electoral norteamericano. Uno de izquierda, el otro de derecha, Chávez socialista, Trump liberal (en lo económico), el primero militar, el segundo civil, el venezolano «antiimperialista», el norteamericano dispuesto a reconquistar el dominio de una potencia que, pregona, se encuentra en decadencia.

 

 

Pues bien, no es tan así como lo pintan si consideramos que tanto el uno como el otro se inscriben en el bando de los outsiders, es decir, de aquellos dirigentes que, sin formar parte de las élites políticas, irrumpen en un campo que en teoría le está vedado para desplazarlas de los centros de poder. Y si ese es el caso de Chávez, el de Trump resulta un tanto más complejo porque si bien viene de «afuera» está librando su lucha desde «adentro», es decir, desde un bastión del conservatismo como lo es el Partido Republicano. En realidad Trump insurge contra el «establishment», apoyado por un masa de votantes hastiados del juego político tradicional y de una verborragia que no se traduce en bienestar para las mayorías, algo similar a las características que presenta el precandidato demócrata Bernie Sanders y sus denuncias sobre los vínculos de Hillary Clinton con Wall Street.

 

 

En realidad Trump antes que neoliberal es un típico populista que no vacila en acomodar su discurso a la necesidad del momento y al tipo de auditorio que tenga por delante y cambiarlo, si es necesario, con absoluto y total desparpajo, tal y como lo hizo Chávez cuando, siendo candidato, no tuvo problemas en reconocer que Fidel Castro era un dictador y luego de ser electo presidente referirse a Cuba como «el mar de la felicidad». Trump, igualmente, ha demostrado una falta de coherencia evidente al modificar sus puntos de vista en temas como el control de armas y un sistema de salud que, a su juicio, debe ser financiado por el Gobierno, algo que resulta un anatema desde las duras posiciones conservadoras de la dirección republicana.

 

 

Otra característica que hermana a los dos consumados show men es su hábil manejo de las emociones ante las grandes audiencias y el endilgarles a los enemigos, reales o imaginarios, en una mezcla de medias verdades y medias mentiras, las culpas de los males que aquejan a sus respectivas sociedades y al universo mundo. En el caso de Chávez era el «imperio norteamericano» y la burguesías criollas y en el de Trump, (quien no tiene reparos en manifestar su xenofobia) son los latinos, más concretamente los mexicanos y todos, absolutamente todos, los musulmanes.

 

 

Dotados de un leguaje agresivo y belicoso ambos captaron y captan seguidores cautivos ofreciendo, con simplismos reductores y promesas imposibles de cumplir, soluciones a todos los problemas. Pongamos por ejemplo el Chávez delirante que prometió la edificación de una base aeroespacial en territorio venezolano o el cambiarse de nombre si durante su gobierno quedaba un solo niño de la calle o veamos a Trump anunciando su intención de construir un muro a lo largo de la frontera, pagado por México, para evitar la entrada de ilegales y luego, contra todo pronóstico, ufanarse de tener el apoyo de las mayorías latinas, como habría ocurrido en el caucus republicano de Nevada (asambleas populares).

 

 

Existe, sin embargo, un mal en común del cual devienen todos los anteriores y ese es el talante autoritario que los lleva a buscar el control, desde el ejecutivo, sobre el resto de los poderes, algo logrado, en buena medida por Chávez y que en Estados Unidos parecería imposible por aquello del sistema de pesos y contrapesos que sí funciona y porque el establishment hará todo lo posible por evitarlo. Ahora, en lo que sí están separados por una gran distancia es en un hecho nada desdeñable: Chávez requirió el apoyo de los dineros públicos y privados para sus campañas electorales, mientras que Trump se los paga él mismo, a diferencia de aquellos tiempos en los que se los pagaba a otros. Con lo cual queda demostrado, una vez más, que ninguna sociedad está vacunada contra el virus del populismo en cualquiera de sus versiones, incluyendo la autoritaria.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

El cambio total

Posted on: febrero 23rd, 2016 by Laura Espinoza No Comments

La percepción sobre la incapacidad del chavismo para gobernar a estas alturas es ya una creencia firme, incluso entre quienes siempre votaron por el caudillo y el 6D lo hicieron por la oposición. Es más, a esa corriente de opinión que ya parece irreversible habría que sumarle a los desilusionados, quienes ante el agravamiento de la crisis han modificado su actitud en los dos primeros meses del año. Y no se equivocan porque la terquedad en permanecer atado a la única opción que garantiza la continuación del fracaso, se puede calificar de incapacidad para reconocer los errores y rectificar en consecuencia.

 

 

Maduro prefiere el caos y sus tremendas consecuencias antes que abjurar del sacrosanto dogma del socialismo del siglo XXI, lo cual implicaría la negación de «la doctrina Chávez», en el caso de que esta calamidad pueda llamarse «doctrina» y la aceptación de que muy lejos de la liberación, del bienestar y de la felicidad que tanto pregona, lo que está dejando atrás es opresión, miseria y hambre. Pero la cosa no resulta tan simple porque cuando se trata de implantar un sistema socialista no hay eficiencia que valga, los resultados terminan siendo los mismos y el cambio de modelo se impone dictado por una realidad que ya no da para más. Así ocurrió con la caída del imperio soviético y de la China de Mao, para citar apenas dos de los ejemplos más socorridos, donde la eficiencia, sobre todo, en el arte de anular los más elementales derechos humanos, pero también en la creación de un Estado todopoderoso y fisgón, provocó la condena de varias generaciones a la esclavitud y la estrechez. Es decir la eficacia, a la hora de desarrollar la doctrina, lejos de cumplir con los objetivos de liberación, justicia social y una vida digna para todos, produjo exactamente lo contrario.

 

 

En Venezuela nunca se pasó del Estado primario, es decir, de la destrucción del orden establecido porque la consiguiente creación de uno nuevo nunca llegó y eso, a la postre, ha resultado tan dañinos como los modelos completamente acabados de las dos grandes naciones-Estados del socialismo real. En otras palabras, no pasamos de la primera etapa del «proceso»‘, estos revolucionarios no superaron la cota mínima de (des)control, el terremoto dejó, aunque maltrechos, algunos valores y ahora que intentan la toma definitiva del poder y se quitan la máscara democrática, descubren que ya es muy tarde, que no aprovecharon el momento, cuando estaban la cresta de la ola y el cambio, que en Rusia y China fue solo de modelo económico, en Venezuela se plantea como total. De manera que si algo bueno nos dejaron los 40 años de una democracia tan vituperada, es la existencia de un sistema electoral que, en medio de todas las aberraciones y gracias a la tradición del voto, corta pero tradición al fin, será clave para la reconstrucción del país y la creación de un nuevo orden que no se concibe fuera del sistema de libertades y el mandato popular.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

Dos golpes

Posted on: febrero 16th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

El 7 de noviembre de 1917 los bolcheviques rusos, bajo la jefatura de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin y de León Trostky protagonizaron un golpe de Estado, disolvieron el gobierno provisional de Alexandr Kerenski y con el apoyo armado de la Guardia Roja (milicias del partido), expulsaron a la mayoría conformada por los mencheviques y socialistas revolucionarios del denominado Congreso de los Soviets. Fue así como un partido de 200 mil militantes tomaba el control de 170 millones de rusos atrapados, para el momento, en el foso de la Gran Guerra e ignorantes de estar ante un naciente poder que extendería su dominio e influencia hasta los lugares más recónditos del planeta detrás de una quimera que fue dejando, a lo largo de 74 años, una estela de desgracias y millones de víctimas. Desgracias que, como en el caso cubano, aún sobreviven o peor aún que, como en el venezolano, nacieron luego de desaparecer el imperio soviético.

 

 

No vayan los lectores a suponer que pretendemos hacer de Nicolás Maduro una suerte de Kerenski tropical o que queramos convertir a Aristóbulo en el Trotski venezolano, no señor. Las diferencias de tiempo, lugar y de proporciones históricas entre aquellos personajes y éstos nuestros de hoy en día resultan abismales y cualquier intento de equiparación resultaría una ociosidad. Consideremos, además, que lo de aquí, en medio del drama, tiene unas apariencias demasiados visibles de farsa, muy distante de la terrible y despiadada seriedad que caracterizó a los bolcheviques cuando se trataba de liquidar al enemigo de «clase».

 

 

Sin embargo, he traído a colación el ejemplo porque ciertamente existe un vínculo entre la tragedia de allá (sin apellidos) y la farsa trágica de aquí. En primer lugar lo último, los resultados: el fracaso del modelo económico, similar en ambos casos, con las consecuencias de escasez de toda clase de bienes, la liquidación de la propiedad privada y el fantasma del hambre asomando el hocico. Segundo, la condición, en ambos procesos, de un Estado tan débil que fundamenta su poder en un único factor económico, en este caso la renta petrolera, de manera que cuando esta decae, como ocurrió en los 90 y cómo ocurre hoy en el día, el sistema colapsa y eventualmente desaparece. Es ese el caso de la URSS y parece que también será el de Venezuela. Tercero, la existencia de un modelo político que intenta el control total de la sociedad por parte de un partido, que a su vez es gobierno, es estado y también fuerza armada. Cuarto, el dogma según el cual la revolución es infalible e irreversible y en cuyo nombre se comete toda clase de desaguisados y el secuestro de un país entero. Quinto, el dominio prolongado que convierte a la clase dominante en factor generador de corruptelas y de una impunidad absoluta, en una mezcla donde se confunden los intereses de la revolución con los particulares.

 

 

Queda, sin embargo, un cabo suelto que se presenta cuando tu trabajo político se desarrolla en un marco donde aún sobreviven rasgos básicos de la democracia, tales como el derecho a elegir, de manera que cuando te sometes a la voluntad popular y pierdes el apoyo de las mayorías, entonces huyes hacia adelante, te dejas de remilgos democráticos y acudes al expediente del golpe de Estado, como lo hicieron Lenin y Trotski en 1917 y como se hizo en Venezuela este febrero del 2016, donde se pasó por encima de la Asamblea Nacional y se desconoció el mandato de casi 8 millones de votantes para satisfacer la ambición de una minoría ínfima que hace rato perdió la compostura y no está luchando por la defensa de los intereses populares, sino por conservar el poder sin importarle las consecuencias.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

El socialismo llega a Estados Unidos

Posted on: febrero 9th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Un setentón enfurruñado que se proclama socialista y un multimillonario xenófobo que no oculta sus inclinaciones racistas se han convertido en irresistibles fenómenos mediáticos, con notables posibilidades de llegar a ser candidatos presidenciales de los partidos Demócrata y Republicano de Estados Unidos. Y acudo al término «fenómenos» porque se trata de dos personajes quienes, a pesar del moverse en la periferia de las dos grandes organizaciones políticas, se han venido imponiendo sobre los intereses de los centros de poder establecidos, con posturas heterodoxas situadas en los extremos del arco político.

 

 

El primero de ellos, sobre el cual escribimos hoy, es Bernie Sanders, aspirante a la candidatura demócrata, quien, contra todo pronóstico, ascendió, en menos de un mes, del foso donde se encontraba a finales del año pasado hasta emparejar sus aspiraciones con Hillary Clinton en las primarias de Iowa; toda una hazaña si consideramos que se estaba enfrentando a una competidora cuya victoria se daba por descontada, apoyada, como está, en una sofisticada y compleja maquinaria diseñada, más allá de las primarias, para la lucha por la presidencia, en contraste con las magras finanzas y una organización limitada por la falta de recursos con las que contaba el viejo senador por Vermont.

 

 

Pero lo llamativo de Sanders, por sobre todas las características que ya lo convertían en el precandidato perfecto para abandonar la lucha en las primeras de cambio, es el haberse autoproclamado «socialista»‘ en un país donde ese término se asocia con otra palabra que hasta ahora se consideraba anatema: «comunista». De manera que nadie con aspiraciones políticas se atrevía a reclamar esa condición y mucho menos a anunciar, como lo hace Sanders, que encabezará una «revolución política y le rebajará el copete a los capitostes de Wall Street, quienes, denuncia, financian la campaña de Clinton.

 

 

A la hora de buscar las razones para comprender el batacazo de Sanders, quien superó a Obama en la tarea de recoger fondos por medio de contribuciones de diez dólares a través de la red, uno podría pensar que hay un cambio de actitud en buena parte de un electorado desilusionado por el desmejoramiento del nivel de vida y el crecimiento de la desigualdad, no obstante los logros que en materia social (el Obamacare) y de reducción del desempleo exhibe la administración Obama quien, a juicio de Sanders, ha sido tímido a la hora de enfrentar «una oligarquía multimillonaria que conspira para mantener oprimida a la clase trabajadora».

 

 

No siendo precisamente un outsider clásico, el viejito gruñón no se anda por las ramas y su discurso trasciende los límites del radicalismo políticamente correcto en un socialdemócrata y más aún, en un dirigente del Partido Demócrata de Estados Unidos, para advertir que «sin revolución no va a pasar nada» y que la cosa va de un cambio estructural de modelo que implicaría la intervención de los grandes bancos, el aumento del salario mínimo desde los 7.25 a 15 dólares la hora, estudios universitarios gratis y un sistema de salud de atención universal tomando en cuenta que aún hay 29 millones de personas que están excluidas de los programas de salud. Todo esto se lograría aumentando los impuestos a los ricos y ejecutando un gran proyecto de construcción de infraestructura, a la manera del New Deal de Roosvelt.

 

 

Queda claro, entonces, cómo el discurso del viejito gruñón, está dando en el clavo (al menos por el momento) y ha puesto a soñar a buena parte de la sociedad, pero sobre todo a los más jóvenes, con lo cual se demuestra, ahora en el reino del capitalismo, cómo la quimera de un mundo mejor cala con inusitada intensidad en los espacios menos esperados y desafiando toda lógica puede imponerse, a pesar de que la historia demuestra lo contrario en sus resultados, cuando el sistema institucional de pesos y contrapesos deja de aplicarse en el ámbito social.

 

Roberto Giusti

@rgiustia

Del mal que te han inoculado

Posted on: febrero 2nd, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Cuando los países enfrentan problemas básicos, vinculados a la sobrevivencia, es muy difícil pensar u obrar en otra cosa que no sea su urgente solución, un lugar común útil, sin embargo, para referirse a la tragedia que vive el país. Quiero decir con esto que si estás, como la inmensa mayoría de los venezolanos, en riesgo permanente de convertirte en una de las víctimas que pierden la vida cada media hora en hechos de violencia o debes de afrontar una cola sin fin para ver si te dan chance, primero de entrar al supermercado, segundo de encontrar lo que no sabes si tienen en existencia (generalmente lo mismo detrás de lo cual anda la multitud que te rodea) y tercero verificar que la plata no te alcanza para casi nada porque una latica de atún anda por las nubes, pollo no hay , carne mucho menos y ni hablar de la leche, pues bien, si todo eso es así, será imposible que, agobiado por tanta desdicha, escasez y carestía , tengas la serenidad necesaria para interesarte en algo tan lejano y vano como los resultados de las elecciones primarias entre republicanos y demócratas de Estados Unidos, la muerte de dos ballenas en Alaska, el matrimonio gay en Guatemala o la expansión del agujero de ozono.

 

 

Así, cuando tu mente y tu cuerpo están en permanente alerta te cansas, te estresas y puedes ver en el rostro de gente decente la intención de atracarte, pero te descuidarás ante el adolescente de facciones angelicales, que de repente te apunta a la cabeza con un hierro automático de fabricación rusa. Ahí comprendes la magnitud (si sales ileso) del mal que te han inoculado, estando, como estás, atenazado por el miedo, el caos y la distorsión de la realidad. Pero, peor aún, si andas en la búsqueda desesperada y estéril de un medicamento o, para ponernos menos dramáticos, te ordenan hasta las veces en las que no debes usar la pasta de dientes o te estipulan el tiempo de tu baño diario con el agua que no sale del grifo, ya no solo te deja de importar cuál es el campeón del béisbol profesional o el último libro, digamos, por ejemplo, de Pérez Reverte, que de todas maneras ya no llega a las librerías. Y eso es así porque vas comprendiendo cómo pretenden secuestrarte ya no solo la vida confortable y previsible, sino la vida misma (de la cual, en teoría, tienes el derecho de disponer como te venga en gana). En fin, toda una operación de sometimiento para robarnos la capacidad de pensar por nosotros mismos, el deseo de saber, la inquietud por ver más allá de las narices y convertirnos a la uniformidad y a la pasividad total. Algo, que, por lo visto el 6D estuvieron bien lejos de lograr.

 

Roberto Giusti

@rgiustia