La doctrina Istúriz

Posted on: enero 26th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Una de las banderas tradicionales del socialismo duro, valga decir con pujos totalitarios, ha sido la superioridad moral frente a lo que se considera el capitalismo explotador de las grandes y sufridas mayorías. Esa convicción se sustenta en el dogma según el cual toda arbitrariedad que se cometa, con el fin de alcanzar los objetivos supremos de la revolución, no solo está justificada sino que su ejecución se concibe como un deber ineludible del buen revolucionario porque, en el fondo, lo que se persigue es la liberación de los oprimidos mediante la destrucción del orden establecido.

 

 

Ocurre, sin embargo, que la imposición de ese criterio expeditivo, implica la existencia de una estructura de poder que otorga, a quienes lo detentan, una discrecionalidad absoluta, en paralelo a la histórica ineficiencia cuando se trata de convertir al Estado en el único agente económico, social y político, lo cual genera toda clase de incongruencias y se manifiesta en penurias para esa grandes mayorías. Ante la incapacidad para generar bienestar y armonía porque el nuevo orden no aparece por ningún lado y lo que hay es caos y violencia, se recurre a la represión y así, en nombre de su liberación, se cometen toda clase de crímenes en contra del pueblo, rebajado a la condición de masa acrítica, dócil y temerosa de expresar su rechazo frente quienes exhiben impúdicamente, tras el tenue ropaje de la retórica marxista, unas ansias de poder que se manifiestan en el ansia no menor del saqueo inmisericorde de las arcas públicas.

 

 

Es falsa, entonces, la tesis que ahora asoma con todo cinismo el vicepresidente Istúriz, según la cual «el socialismo no ha fracasado porque no lo hemos construido». En primer lugar está cuestionando la palabra sacrosanta del supremo gigante, quien bautizó su nueva-vieja versión del potingue soviético, recalentado y aderezado con piña colada enlatada en Cuba y finalmente el toque hispano con sabor a cocido madrileño que le pusieron los chicos de Iglesias, con el pomposo título del «Socialismo del Siglo XXI». De manera que, según el exdirigente de AD, el MEP, Causa R, Patria para Todos y el PSUV, su fenecido y máximo patrón, engañó a todo el planeta y lo que hemos sufrido en los últimos tres lustros es una vulgar patraña, una trágica farsa a punto de concluir. A menos que haya ocurrido lo contrario y Aristóbulo sea, entonces, quien miente.

 

 

Pues sí, al final quizás haya algo de verdad en las palabras del Aristóbulo quien, pese a su duro trajinar de tienda en tienda, buscando la huidiza verdad que solo encontró luego de su aterrizaje en el poder, por fin ha dicho lo que piensa porque si en algo se distingue de sus compañeros de partido es que él sí piensa. Una distinción importante porque con engaño o sin él, lo que trae el viejo y el nuevo socialismo (en su versión totalitaria) es lo mismo que sus dirigentes atribuyen al malvado y despiadado capitalismo.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

El dilema de Maduro

Posted on: enero 19th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Hundido en sus contradicciones Nicolás Maduro ha hecho un llamado al diálogo y a la unidad nacional con el propósito de superar lo que él mismo califica de «catástrofe», solo que al mismo tiempo ha advertido que continuará aferrado al modelo económico, causa del caos y la hambruna que ya se manifiestan en el creciente descontento de una sociedad que está exigiendo un cambio radical, tal y como quedó claro el pasado 6 de diciembre. Pero no, antes que atender al mensaje y obrar en consecuencia, ahora exige, bajo el ropaje jurídico de la emergencia económica, una nueva ley habilitante para prolongar el intervencionismo y los controles estatales sobre una economía postrada y exangüe.

Plantear un diálogo con unas condiciones previas que soslayan el propósito de enmienda y el convencimiento sobre la necesidad de impulsar un cambio de rumbo, no conducen sino al desbarrancamiento total y a la imposibilidad de iniciar un proceso de ajustes que ya no puede seguir esperando. Pero para que eso ocurra Maduro y su gobierno colegiado, deben comprender que si alguna vez los venezolanos votaron mayoritariamente por la opción del denominado socialismo del siglo XXI, ahora cambiaron la señal y exigen un cambio, no ya solo de modelo económico sino, sobre todo, de rescate de la democracia y el sistema de libertades.

Que por obra de los mecanismos institucionales, tan maltratados y manoseados, pero capaces de funcionar en su nivel básico (la consulta electoral), se haya manifestado la rectificación, implica que el chavismo tiene dos opciones: o abrirse al diálogo para generar el cambio radical desde el gobierno o dar un paso al costado y permitir que otros, conscientes del mandato popular, asuman la tremenda responsabilidad de sacar al país del foso en el que lo han sumido. En otras palabras, o el gobierno cambia de modelo y asume la transición o no lo acepta y se produce un cambio de gobierno. No hay otra vía y oponerse al dictado de esa realidad significaría la consumación del peor de los escenarios planteados. Debe recordar Maduro que para la primera opción contaría con el apoyo masivo de todos los sectores. Lo mismo para la segunda. Pero si se empeña en una tercera e inviable salida el resultado sería esa «catástrofe » que curiosamente atribuye a una guerra económica de la cual él es el más conspicuo protagonista.

@rgiustia

El desmontaje de un mito

Posted on: enero 12th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

No hay nada más políticamente incorrecto que atizar la ahora denominada «guerra de los retratos» para insistir en el tema cuando, como bien lo advierte el Chuo Torrealba y asienta un nutrido grupo de venezolanos de oposición, la Asamblea Nacional no debe caer en la trampa de un debate inútil y concentrar todos sus esfuerzos en la superación de una crisis que demanda soluciones de urgencia ya. Tarea que adquiere ribetes de epopeya si consideramos que el gobierno, lejos de comprender la necesidad de un cambio de modelo económico, persiste en repetir la misma receta fracasada, luego de 17 años de intentos fallidos, aunque ahora con otros actores al frente de su aplicación.

 

 

Ignoramos si esa terquedad ya patológica obedece a una retorcida maniobra urdida para acelerar el proceso de radicalización, algo que nos puede colocar al borde de una verdadera catástrofe porque el tiempo apremia o si, por el contrario, estamos ante un gobierno que no termina de asimilar la realidad política surgida a partir del 6D y sigue manejándose como si tuviera el apoyo de la mayoría. Mayoría que sí comprendió, aun cuando a un precio muy alto en privaciones y disminución galopante de su nivel de vida, la necesidad de un cambio radical en la conducción del país. Así planteadas las cosas uno pensaría que la solución pacífica es la única salida aceptable si no queremos caer en lo impensable y eso implica agotar los esfuerzos de un diálogo, por imposible que parezca, porque de no pactarse un acuerdo de convivencia entre poderes la Asamblea Nacional, en cumplimiento del mandato popular, tendrá que intentar, por la vía constitucional, un cambio de gobierno antes que un cambio de modelo.

 

 

Ahora bien, en descargo de Henry Ramos debemos acotar que, más allá de las consideraciones jurídicas y políticas expuestas por él para ordenar la mudanza de los retratos, se imponía la necesidad de comenzar la tarea de desmontar el mito de Chávez y su presunta dimensión histórica y heroica de hombre de Estado a quien asistía un espíritu indoblegable a la hora de reivindicar a los oprimidos. La verdad es que a causa de su ambición desmedida de poder y la aplicación de un modelo empobrecedor, llegamos a esta situación de crisis terminal en que nos deja el denominado socialismo del siglo XXI.

 

 

Entiendo que tal apreciación y el consiguiente desenmascaramiento del personaje puede caer mal dentro de un segmento de la población que reclama un cambio y al mismo tiempo sigue siendo chavista, pero una realidad como esa, construida sobre la base del culto a la personalidad y un aparato propagandístico que costó miles de millones de dólares, no puede ignorarse por un interés meramente político-electoral. Ahora bien, ante un eventual conflicto de poderes ciertamente debería importarnos poco la suerte corrida por un retrato de Chávez ubicado en la frontera que separa a lo naif de lo kitsch y otro de Bolívar ajustado a lo deseos estéticos, de emulación narcisistas por alguien que quiso montarse en el caballo blanco de su «padre eterno» y no pudo porque llegó con 200 años de retraso.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

En la encrucijada del 5E

Posted on: enero 5th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

No hubo, no hay tiempo para celebraciones ni para nada que se le parezca. El nuevo presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos y los restantes 111 diputados electos por el voto popular, entran de lleno y sin anestesia en el fragor de una dura lucha por hacer respetar la voluntad de la mayoría de los venezolanos y en consecuencia garantizar la vigencia de un poder que cambia de manos, ante un adversario dispuesto a cualquier desaguisado para impedirlo.

 

 

Ignoramos pero presentimos qué tiene preparado el chavismo para el día de hoy porque sus voceros han anunciado una manifestación de «los de Chávez» y sabemos cómo suelen terminar estas convocatorias, máxime cuando la alternativa democrática, a su vez, ha anunciado la celebración de un acto similar en apoyo a los diputados entrantes.

 

 

Una situación dilemática que pondrá a prueba hasta dónde puede llegar la ambición desmedida y el apego al poder por parte de una dirigencia cuya hegemonía se resquebraja por todos lados. Pero más allá del derecho de la nueva mayoría de respaldar a sus diputados, luego de la aplastante victoria del 6D, uno se pregunta qué razón puede aducir este PSUV de hoy, derrotado inmisericordemente, para concentrar a lo que le pueda quedar de militancia, que no sea el impedir lo ya decidido por el electorado.

 

 

Así las cosas, el debate en la MUD sobre las prioridades que deben marcar su agenda legislativa, es decir si primero se aprueban las medidas para frenar los efectos de la crisis económica o, en su defecto se privilegia aquellas dirigidas a la inmediata amnistía para los presos políticos, luce prematuro porque la tarea inmediata está en garantizar la sobrevivencia de Asamblea Nacional como poder autónomo cuyas decisiones, de acuerdo a la Constitución, deben tener peso decisivo. Pero eso pasa por el acatamiento de un Ejecutivo dispuesto, hasta hoy, a desconocer la existencia de una mayoría calificada por parte de la oposición y ahí aparece el nudo gordiano.

 

 

No somos nosotros los llamados a aconsejar a nadie sobre lo que debe hacer la oposición democrática ante un trance como el planteado, pero si nos atenemos a la estrategia que nos ha conducido a este punto crucial, concluiremos que ha sido la lucha democrática, pacífica y electoral la que lo permitió. En consecuencia, no habría razón alguna para cambiar el método en esta instancia decisiva y sobre todo cuando la pelota está del lado del adversario.

 

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

Ayuda memoria para olvidadizos

Posted on: diciembre 29th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Los mejores problemas, aquellos que provienen de un logro alcanzado luego de larga persistencia en la lucha son los ideales, los deseados, pero también pueden convertirse en la causa de un fracaso posterior que eche por tierra todo lo alcanzado. Ese constituye, precisamente, el contratiempo que está confrontando la oposición venezolana luego de la impresionante demostración de apoyo popular obtenido el seis de diciembre. Curiosamente los reveses electorales del pasado, al menos en los últimos tiempos, es decir, a partir del 2006, fueron asumidos por la mayoría de los integrantes de la MUD con la suficiente entereza como para convertirlos, sobre la base de una estrategia compartida e inalterable, en crecimiento exponencial de la opción democrática. Sin embargo cuando, gracias a ese proceso de rectificación la dirección política consigue el objetivo, en este caso el de modificar, por la vía electoral, la correlación de fuerzas en uno de los poderes tomados por el adversario, se empecina entonces en ahondar las diferencias que se suponía habían sido superadas, corriendo el riesgo de echar por la borda aquello conseguido con tanto esfuerzo y en medio del peor escenario imaginable.

 

 

Por momentos pareciera que los más esclarecidos dirigentes pierden la brújula y olvidan la tremenda responsabilidad que depositó en ellos y en sus respectivos partidos un electorado que con el voto manifestó su rechazo a un modelo que hace aguas por todos lados y al hastío que le generan 17 años de estéril confrontación. Pero más allá de eso, que no deja de tener importancia, los venezolanos votaron por la necesidad urgente de un cambio radical que les permita superar la peor crisis sufrida por el país a lo largo de su historia. Unas expectativas de tal magnitud superan, incluso en condiciones normales, los alcances de un solo poder y en un país donde el gobierno se muestra totalmente reacio no digamos a conservar el poder, sino a compartirlo, dispuesto a hacer cualquier cosa para desobedecer el mandato popular, la tarea adquiere relieves colosales. Ahora, si a todas esas condicionantes le agrega usted la emergencia de brotes de canibalismo, impulsados por viejas rencillas de menor cuantía, aun cuando en la superficie se debata sobre las diferentes formas de librar la lucha, usted llegará a la conclusión de que se están desviando, en el peor de los momentos, de los objetivos trazados y transformados en tareas de obligatorio cumplimiento.

 

 

Y aun cuando pueda entenderse como una obviedad, es necesario recordarles a los olvidadizos que la lucha, mediante la cual se construyó una nueva mayoría, se fundamentó en la vía democrática y electoral, algo que lucía como una causa perdida vista la liquidación progresiva y sistemática del sistema de libertades que corría en paralelo con el deterioro imparable de los derechos humanos. Esa es la ruta por la cual ha empezado a marchar la sociedad venezolana y ese es el mandato que pesa sobre los 112 venezolanos escogidos por el pueblo para que hagan valer sus derechos. Lo demás es darle armas (en sentido figurado) a un adversario que aún no se recupera del knock out del 6D.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

¿El fin del chavismo?

Posted on: diciembre 22nd, 2015 by Laura Espinoza No Comments

¿Sobrevivirá el chavismo a la derrota electoral del 6D? Es una pregunta cuya respuesta, lejos de lucir intrascendente, debe marcar el futuro del país a corto y mediano plazo. ¿Estamos ante un fenómeno circunstancial, como dicen los voceros oficialistas, que muy pronto será superado por el rescate de una lealtad popular que hasta hace un par de años parecía indestructible o la profunda caída electoral marca el inicio del fin de un movimiento sin real calado en el sentir de los venezolanos?

 

 

En realidad las respuestas son muchas y de variada naturaleza, y para llegar a ellas tenemos que evaluar las siguientes premisas: primera, el chavismo es una corriente ideológicamente anacrónica, que llegó a su cita con el poder con más de medio siglo de retraso, en un caso, y más de cien años visto desde otra perspectiva. Segunda, como consecuencia de lo anterior, la concepción chavista del poder se centraba en el mandato de un caudillo, a cuya imagen y semejanza se armó un régimen que era un hombre llamado Hugo Chávez. Así, a cualquiera que viniera después (y Chávez, quien daba por sentado que gobernaría por mucho tiempo, no previó le sucesión) le resultaría imposible calzar en un molde elaborado única y exclusivamente para él. Ahora sabemos que el sucesor, designado con mucho de improvisación y tomando en cuenta como virtudes fundamentales la obsecuencia y la obediencia, no calzaba en el molde, en su caso particular, porque éste le quedó demasiado grande.

 

 

Y decíamos anacrónico porque si el peronismo, un patrón que presenta como antecesor unas cuantas coincidencias con el populismo chavista, emergió en un contexto en el cual lo que dominaba en América Latina eran las dictaduras militares, Chávez irrumpe en el vecindario democrático, cual fantasma del pasado, con un golpe de estado y un modelo económico y político fundamentado, a través del filtro cubano, en el totalitarismo soviético y el aliño nacionalista de un supuesto socialismo bolivariano.

 

 

Sin embargo, el pastiche funcionó debido a dos factores: uno, el carisma, la audacia y la astucia de un militar que supo entender el mecanismo perverso de usar la democracia, en este caso las elecciones, para destruir la democracia; otro, la abundancia generada por los altos precios del crudo, que le permitió financiar la creación de una inmensa estructura clientelar, base sobre la cual montó su leyenda de luchador invicto en veinte torneos electorales, gracias a los cuales se apropió del resto de los poderes públicos y en síntesis, de la economía y de la sociedad.

 

 

La ilusión se deshizo cuando los dos factores desaparecieron casi simultáneamente. Primero fue la muerte del caudillo, que dejó claro, en pocos meses, que el vacío dejado por él sería imposible de llenar, tal y como se pudo comprobar en las elecciones presidenciales del abril del 2013. Y segundo, la baja de los precios petroleros, que pusieron al descubierto la debilidad de un gobierno que malgastó una cantidad alucinante de divisas y cuya herencia se manifiesta en la más terrible crisis económica vivida por el país en toda su historia.

 

 

Quizás ya tarde los venezolanos, inmersos en todo tipo de insólitas privaciones, comprendieron la estafa a la cual se les sometió durante largos 17 años de desgobierno chavista. Vistas así las cosas, resulta difícil pensar en un renacimiento del fenómeno chavista, condenado a pagar el precio de haber intentado retroceder el país en el tiempo y a un costo que llevará décadas superar, aun incluso en el supuesto negado de que el precio del barril de crudo llegara a subir a los niveles que tuvo hasta el 2014 y de que, paralelamente, apareciera en el horizonte un émulo capaz de llenar el vacío dejado por el caudillo.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

Venezuela como Argentina, preludio de una victoria

Posted on: noviembre 24th, 2015 by Maria Andrea No Comments

Con Argentina pasa lo mismo que con Alemania. Cultos, metódicos,  organizados y civilizados, para decirlo con los lugares comunes de rigor, los alemanes eligieron canciller a Adolfo Hitler a través del voto popular.  El de Argentina, siendo el pueblo más lúcido de la América Latina, el  mejor equipado intelectualmente y, por tanto, el más consciente, dador de una serie de figuras destacadas universalmente en los más disímiles ámbitos, desde la literatura a la religión, fue víctima de seis golpes de Estado en el período que va de 1930 a 1984, de una  dictadura militar de las más feroces y sangrientas en los años 70 y 80 y de una de las expresiones fundamentales del populismo latinoamericano, el peronismo, cuya huella se mantiene hoy en día a pesar de haber recibido el pasado domingo un golpe con la derrota de Daniel Scioli.

 

 

 

De Perón a Menem y los montoneros
Con su carga populista, el discurso de redención de los descamisados, la aplicación masiva de políticas sociales, el fortalecimiento de los sindicatos, sus posturas antiimperialistas, sus veleidades fascistas y la  creación de «un aparato semitotalitario de captación, control   y represión» tal y como lo asienta el sociólogo marxista Marcos Kaplan, la pareja Perón-Evita se convirtió en una leyenda, capaz de trascender en el tiempo sorteando todos los avatares, incluyendo la vuelta del general al poder, ya anciano y luego con Isabelita (su segunda esposa), derrocada por los militares.

Pero la sombra que proyectaba el peronismo era de tal dimensión que le alcanzaba para que en su momento fuera reivindicado por los montoneros, grupo guerrillero de adscripción marxista y cheguevarista y al mismo tiempo por Carlos Menem, quien durante sus dos períodos presidenciales adoptó, como programa económico, los postulados  del Consenso de Washington, con lo cual se convirtió en una encarnación de la novísima y extravagante versión del «peronismo neoliberal».

 

 

 

Una relación íntima
Luego de la crisis de comienzos de siglo vendrían los Kirchner, quienes reimplantaron un peronismo de izquierda y sostuvieron un acercamiento íntimo en lo personal y en lo ideológico con el gobierno de Hugo Chávez. Durante el mandato de Néstor Kirchner y los dos de su esposa, Cristina, se produjeron enfrentamientos con factores de poder como los medios de comunicación y los productores agropecuarios,  aun cuando algunos críticos de la gestión matrimonial (2003-2010) señalen que si bien abjuraron de las políticas neoliberales y aplicaron un programa de políticas sociales y de redistribución,  que llevó a Hebe Bonafini, titular de las Madres de la Plaza de Mayo, a advertir que «Cristina ha superado a Eva Perón», en el fondo dejaron intacta a la derecha económica y a sus grandes intereses.

Lo cierto es que fueron doce años de un  neo-peronismo agresivo y excluyente que, con un lenguaje nada ajeno a nuestro país, acusaba a los productores del campo de «especuladores, golpistas y desestabilizadores», aprobaba una ley restrictiva de la libertad de expresión y procedía a la estatización arbitraria de empresas privadas. Todo esto con el apoyo del gobierno venezolano, que le suministraba petróleo y gas y compraba bonos de la deuda argentina por más de tres mil millones de dólares, al tiempo que  estallaban escándalos como el del maletín con 800 mil dólares, descubierto en el equipaje de mano  de un agente venezolano (Guido Antonini Wilson), quien viajaba desde Caracas a Buenos Aires en un avión de Pdvsa, teniendo como pasajeros a funcionarios de la compañía  petrolera y del gobierno argentino y cuyo destino era, según el propio Antonini Wilson, el comando de campaña para la reelección de Cristina Kirchner.

 

 

 

Macri y el populismo en jaque
Ahora, con la elección de Mauricio Macri la complicidad entre los gobernantes de ambos países (Maduro continuó la política de Chávez aunque con las arcas vacías) no solo  cambiará radicalmente, sino que desde ya el presidente electo ha advertido  que uno de sus primeros viajes al exterior será a La Asunción, Paraguay, donde se realizará la Cumbre de Mercosur, en la cual  se plantearía la cláusula democrática por la prisión de Leopoldo López.

Así, la sombra del peronismo, valga decir, del populismo autoritario en Argentina, comienza a diluirse  por decisión mayoritaria de los argentinos, quienes finalmente se despiden de una rémora que parecía eterna para entrar en otro ciclo con la elección de un gobierno democrático, incluyente y abierto al cambio en todos los ámbitos. Cambio que debe marcar una tendencia en el continente, (el intervencionismo chavista se diluye) y convertirse en el preludio de un fenómeno similar, que ya luce como irreversible, el próximo seis de diciembre en Venezuela. Ahora sólo queda esperar a que se acepte el veredicto popular con la gallardía y el espíritu democrático con que lo hizo Daniel Scioli. 

@rgiustia
Por Roberto Giusti 
El Universal 

 

De Caracas a París

Posted on: noviembre 17th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Una de las grandes diferencias, entra muchas otras, entre los países desarrollados de occidente y la mayor parte del conglomerado de los pueblos del sur, ha sido la seguridad, la certeza y la paz, atributos contrastables con la incertidumbre, la zozobra y el miedo. Así, a grandes rasgos, mientras en el norte reina la abundancia, el Estado de derecho y una vida relativamente larga, previsible y pacífica, que el Estado se encarga de hacerla incluso placentera, en el sur prevalecen la pobreza, la anarquía, la violencia y el miedo.

 

 

Pero más allá de una realidad histórica marcada por la sujeción colonial y el control ejercidos por las grandes y medianas potencias sobre países y continentes, que se extiende hasta nuestros días, lo cierto es que las otrora metrópolis se han convertido en receptoras, entre hostiles y necesitadas, de una gran masa de inmigrantes, muchos de ellos provenientes de sus antiguas colonias.

 

 

El sur se instala en el norte y París, la ciudad luz, símbolo de la modernidad y precursora del sistema de libertades en occidente, recibe el mensaje de que las cosas han cambiado radicalmente y los bienes de la paz, la seguridad y la certidumbre se diluyen sin progresivamente luego de los atentados contra las Torres Gemelas, Atocha, Londres y más recientemente el avión ruso que explotó en el aire.

 

 

Solo que en este caso no parece tratarse de una operación largamente meditada, que implicaría una acuciosa tarea de inteligencia, la preparación sicológica y técnica de los ejecutores (quienes aprendieron a pilotar aviones en escuelas de Estados Unidos)  y la participación de decenas de personas en diferentes fases de la planificación, como ocurrió  en el caso de las Torres Gemelas. Aquí estamos ante la perpetración de un hecho de violencia elemental en la que ocho fanáticos enloquecidos disparan a mansalva sus ametralladoras contra civiles inocentes, se tiran, sin lograrlo, la parada de llegar al presidente Hollande y luego se inmolan, en una acción chapucera y con visos de improvisación que, sin embargo, da cuenta de cuán fácil resulta poner en jaque a una ciudad, a un país y en realidad a todo el planeta con unos recursos tan escasos y un número tan corto de victimarios suicidas.

 

 

Cuando un enemigo como este (y el viernes pasado París se convirtió en un escenario bélico) abomina de la democracia, de la convivencia pacífica, de la tolerancia, de los derechos humanos y exterioriza su desprecio total por la vida, tanto de la suya como la de sus víctimas, se comprende la ventaja que tiene sobre una civilización que, con todo y sus graves contradicciones e injusticias, sostiene el derecho a la vida como valor fundamental. Queda claro, entonces, como el avance lineal y supuestamente irreversible hacia un mundo cada vez más civilizado resulta una mera ilusión y también que los países desarrollados no pueden darle la espalda a una realidad que ya se les metió en el cuarto y los aguijonea desde sus propias entrañas.

 

 

Por el camino surgen regresiones que nos devuelven a la premodernidad de un solo golpe, como ocurrió en París y como ocurre en países del sur, Venezuela entre ellos, donde se pensó que después de la democracia lo que venía era más democracia y ya sabemos cuán equivocados estábamos.

 

 

 

 RobertoGiusti

@rgiustia

El revolucionario descuidado

Posted on: noviembre 10th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Por primera vez en 16 años de dominio el chavismo marcha hacia una derrota que, a diferencia de los resultados del referéndum revocatorio de diciembre del 2007, compromete la pérdida de un bastión fundamental, la Asamblea Nacional, en el objetivo de mantener atados y obedientes los poderes que antes personificaba el gran timonel y hoy se diluyen en la confusión de un liderazgo escindido y privado de la materia básica de todo gobierno: el apoyo de la mayoría.

 

 

En esa dirección es factible constatar el fracaso de una dirigencia que, privada del accionar táctico y estratégico del gran timonel, ha puesto en evidencia su incapacidad en la aplicación de los preceptos básicos del librito marxista-leninista, fundamentado en la agitación y la propaganda, persuasión y disuasión, valga decir, en la consolidación de la voluntad mayoritaria mediante el bombardeo propagandístico, la utilización de los mecanismos pedagógicos a su alcance y la propagación de una ideología que pretende ganarse la adhesión y la obediencia persiguiendo al «enemigo de clase», antes que al convencimiento proveniente de la confrontación democrática, el debate de ideas y el planteamiento de argumentos y racionales.

 

 

En honor a la verdad el gran timonel es responsable, en buena medida, de ese fracaso, porque si bien tuvo éxito en su estrategia de acumular la mayor cantidad posible de poder, a través del clientelismo desatado, falló en algunos aspectos esenciales: primero, se empantanó, como suele ocurrir con los regímenes del socialismos real, en el intento desacompasado y contradictorio de establecer una economía socialista que nunca cuajó. Segundo, pese a la represión no se pudo aniquilar totalmente a ese terco fantasma del enemigo de clase que subsiste en medio de todas las penalidades. Tercero, la tarea de inducción ideológica, a pesar del dominio mediático y la creación de un gran aparato comunicacional, obtuvo magros resultados como lo indican todas las encuestas porque ese militante duro y resteado (con hambre y con desempleo…. etc. etc.), constituye una mínima minoría. Cuarto, antes que apoyarse en un partido grande y organizado, como lo indica el librito, que diera continuidad al sistema, el esfuerzo se concentró en el carisma y la conexión mágica del caudillo con las masas. Quinto, embebido, como estaba, en un liderazgo asentado sobre los resultados de una de elecciones consecutivas, en ocasiones avasallantes, le perdonó la vida a un sistema electoral que le era favorable y colmaba su ego en apasionado idilio con las masas.

 

 

Ahora ya no está el líder, el partido es una ficción debilitada por las facciones internas en pugna, la baja de los precios petroleros paró en seco los programas clientelares, se destruyó la economía productiva, el hombre nuevo ha desaparecido del mapa, (solo se le puede encontrar en las inmensas colas a las puertas de los supermercados mezclado con el «enemigo de clase») y para colmo de males marchamos a unas elecciones que implican el derrumbe de un choreto parapeto, levantado descuidando los preceptos básicos de los pioneros, Lenin y Stalin, a la hora de llevar a la práctica lo que en Marx fue solo una teoría.

 

 

@rgiustia

El dilema de Gengis Kan

Posted on: noviembre 3rd, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Alexander Herzen, conocido como el padre del socialismo utópico en Rusia, advirtió a mediados del siglo XIX, que si los campesinos de su país se alzaban en contra de los grandes propietarios de tierras, serían liderados por «un Gengis Kan con telégrafo». Herzen, quien a pesar de su radicalismo se distinguía por su rechazo a las formas dictatoriales del ejercicio del poder, no alcanzó a vivir la realidad en que se convirtió su profecía, 60 años después, con Lenin, el golpe de Estado bolchevique de 1917 y la cruenta guerra civil que se libró para consolidar su dominio. Lo que quizás no llegó a imaginarse Herzen era cómo la experiencia soviética, con el tiempo, se repetiría en los más disímiles rincones del planeta en nombre de algunos de los valores pregonados por él, pero bajo regímenes que se caracterizaban por su adscripción marxista, la violencia indiscriminada y la imposición del terror como medios para conquistar el poder y mantenerlo indefinidamente. Modelos que seguramente habría rechazado por su vocación democrática.

 

 

Estos émulos modernos de Gengis Kan y, por extensión, de Lenin, ya no dotados solo del telégrafo sino de poder de fuego y tecnologías de punta, en buena parte de los casos, no sólo se mantuvieron sino que superaron con creces los niveles de barbarie del emperador de los mongoles en su empeño de retroceder en el tiempo sus respectivas sociedades y convertirlas en masas premodernas temerosas del castigo «divino». En otras palabras, a pesar de la inmensa expansión del dominio que ostentaba el imperio del Gran Kan o cualquiera de los que vinieron en siglos posteriores, las dimensiones, la extensión y la penetración de los controles, apoyadas en el desarrollo tecnológico, al servicio de los dictadores modernos y el refinamiento de los métodos represivos, dejan pequeños a los grandes malvados de la historia con la aparición del totalitarismo. Y uno de los anatemas del totalitarismo es el sufragio como método básico de la democracia, a juicio de Lenin «instrumento de dominación de la burguesía». Solo que con el desarrollo y expansión de la democracia en algunos países los comunistas, dejando intacta la estrategia, aceptaron la participación en eventos electorales, a veces solos, a veces conformando alianzas con partidos de izquierda democráticas y/o populistas, algunos de los cuales alcanzaron el poder. Esto, pese a la tesis de Lenin según la cual la desaparición del Estado burgués no se logrará sino «mediante la revolución violenta».

 

 

En Venezuela, por ejemplo, se dio la curiosidad de un candidato que debido a un golpe de Estado, frustrado militarmente, logra conectarse con las masas y sobre la base de un hecho antidemocrático se asoma al poder por la vía de ese mismo sistema. Luego el candidato-presidente descubre que se ha convertido en un fenómeno electoral y el país es tomado por una feria de elecciones permanentes que le sirven para concentrar y acumular poder, aclamado por una mayoría que aprobaba sus ocurrencias y recibía complacida las gangas de la bonanza petrolera. Así, el bálsamo de la riqueza fácil propiciaba un cierto bienestar y el placer que le daba al caudillo ganar elección tras elección aseguraba la existencia del sufragio.

 

 

Pero de un momento a otro, y casi simultáneamente, los dos fenómenos, bases de la gobernabilidad, desaparecieron: el líder y la bonanza. Fenómenos además irremplazables, sin remedio inmediato, porque la sequía de divisas se mantendrá hasta nuevo aviso y el sustituto del caudillo tiene un rechazo del 80%. El resultado es una crisis integral que pone de manifiesto el inconsistente tinglado sobre el cual se montó una revolución que una vez perdido el apoyo de la mayoría, advierte, en voz del heredero, que «no entregará» y gobernará «con el pueblo y en unión cívico militar», aun cuando, al mismo tiempo, proclame que reconocerá los resultados y convocará a un diálogo. Contradicción que exige una aclaratoria porque es imposible, en democracia, gobernar con un pueblo que votó por otra opción, a menos que se reconozca su mandato, expresado en los resultados, se asuma los planteamientos del adversario, se acuerde con él y se salga del modelo que tiene postrado al país. Si el llamado al diálogo es sincero, eso es lo que debe ocurrir.

 

Roberto Giusti

@rgiustia