La humillación de Villa Rosa

Posted on: septiembre 6th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

El penoso espectáculo de Villa Rosa donde  un Presidente es rechazado con furor desatado, no solo confirma lo que ya sabíamos (su estrepitosa pérdida del apoyo popular) sino, sobre todo, la torpe ceguera de una dirigencia negada a reconocer la nueva realidad política y electoral. En la suposición de que los años dorados de Chávez y sus seguidillas de comicios triunfantes se han prolongado hasta el presente, cerraron los ojos ante la contundente demostración de la Toma de  Caracas, en sentido contrario, exponiendo  la frágil y extraviada figura presidencial a la humillación de una masa enfurecida por toda clase de penalidades, carencias y frustraciones.

 

 

 

 

Ese desconocimiento del cambio, en plena vigencia, puede atribuirse a la idea de que lo que está ocurriendo es lo que siempre ocurre y debe ocurrir cuando se trata de aplicar la receta marxista. Por tanto, la construcción de una sociedad secuestrada por el totalitarismo y uniforme en la pobreza y la resignación, necesariamente debe pasar la prueba de las privaciones, la violencia y en general la demolición del viejo orden burgués. De manera que toda arbitrariedad y crimen que se cometan están permitidos y se justifican  en aras de la consumación del proceso revolucionario. Solo que ahora no cuentan con la aprobación popular y esta diferencia es la que pretenden ignorar con las nefastas consecuencias ya anotadas.

 

 

 

Otra hipótesis, radicalmente diferente, es aquella según la cual detrás de los amagos ideológicos se esconde, puro y simple, el apego al poder luego de casi dos décadas de acostumbramiento a ejercerlo con toda impunidad. Así, la disposición arbitraria del tesoro nacional y un tren de vida  regalado, que contrasta con las penurias de las grandes mayorías, los llevaría a intentar el mandato vitalicio, amparados por el único poder, el de las armas, que los mantiene sobre el frágil tinglado de la presunta revolución.

 

 

 

En todo caso, podríamos contemplar  un tercer  escenario, aquel de la combinación de los dos primeros, valga decir, el desarrollo de un proceso que comenzó con muchas ilusiones y buenas intenciones y que por el camino fue degenerando hasta el punto de la decadencia total que hoy experimenta. Decadencia donde ya ni siquiera se acude al reclamo de la utopía y de la sociedad perfecta e igualitaria para justificar la permanencia indefinida en el poder. El problema, presente en los tres casos, es que a diferencia de anteriores experiencias, los venezolanos no han bajado la cabeza y antes que la aceptación fatalista de la pesadilla socialista, la resignación y el  miedo, asumieron la protesta democrática  y pacífica para enmendar casi veinte años de ignominia y no pocas equivocaciones electorales.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

El más primitivo de los dilemas

Posted on: agosto 23rd, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Si  el estoicismo con el que los venezolanos están confrontando la más  terrible crisis nunca antes vivida por el país constituye una virtud o, en su defecto, una  impostura, resulta un enigma que solo podrá despejar el  tiempo, en este caso con una fecha concreta ya señalada: el 1 de septiembre.

 

 

 

Ese día sabremos si estamos ante un ejemplo de sabiduría popular fundamentada en la espera de un cambio que opere por la vía democrática y civilizada del referéndum revocatorio o si por el  contrario la larga paciencia demostrada, cada día, en las colas interminables para remediar malamente el hambre, obedece al temor de desatar una espiral de violencia imparable que repita la tragedia del 27 de febrero de 1989. Aunque también podríamos aventurar  una combinación de escenarios porque al final  ambos terminan complementándose, uno desprendiéndose del otro, en un juego donde privan el sentido común, la prudencia y el instinto de conservación.

 

 

 

Estaría claro, entonces, que la estrategia desarrollada por la dirigencia de oposición, agrupada en la MUD, ha calado hondo en densos sectores de la sociedad que captaron el mensaje implícito en la convocatoria: la única alternativa civilizada para lograr el cambio que reclama el país es el referéndum revocatorio. Valga decir, la salida  pacífica está garantizada por el voto popular, factor básico de toda democracia que además garantiza un triunfo arrollador en las circunstancias actuales. De manera que los venezolanos tienen conciencia de todo esto y saben, por experiencias aún recientes (citemos solo el 4 de  febrero de 1992) que se caería en la peor de las contradicciones si se recurre a un golpe de Estado para “salvar” a la democracia, tal y como lo denuncia, sin pruebas, Nicolás Maduro. Así, el hombre que antes  participó en una intentona golpista real, advierte ahora sobre una conspiración que solo existe en su mente. El golpe, claro, vendrá, pero será de votos.

 

 

 

El problema está en que el chavismo solo quiere votaciones cuando está en capacidad de ganarlas, cosa que dejó de ocurrir hace ya tiempo y ahora que estamos sufriendo todos los males imaginables, como producto de su política de destrucción nacional y el talante de la gente  se ha  modificado radicalmente, sabotea el juego democrático y apuesta a la amenaza con el uso de la fuerza en su intento por quedarse en el poder.

 

 

 

Llegados así al punto del dilema primitivo por excelencia (la exhibición del poder de fuego como factor disuasorio) solo queda la movilización de la inmensa mayoría del país en una demostración masiva, contundente y pacífica que venza los temores, rompa con la pasividad, haga cumplir  el mandato popular, convenza a los detentadores de la fuerza indicándoles por dónde van los tiros, (en este caso a manera de metáfora) en un país que se propone marchar hacia adelante, dejar atrás un periodo ignominioso de su historia y volver a la vida luego de dos décadas de oscurantismo.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

Sobre Leopoldo

Posted on: agosto 16th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Si nos pusiéramos por un instante en el pellejo de Leopoldo López, luego de conocerse la confirmación de su sentencia condenatoria, quizás podríamos  experimentar una sensación de impotencia y desolación si nos dicen que nos esperan trece años de ignominia detrás de los barrotes en la cárcel de Ramo Verde. Y digo “quizás” porque Leopoldo estaba claro que era esa y no otra la decisión que tomaría un tribunal manejado desde el Palacio de Miraflores. De  manera que no había lugar para sorpresas y eso lo sabía Leopoldo mejor que nadie, porque es él, al igual que las decenas de presos políticos de este gobierno, la víctima en una historia que aún tiene por delante unos cuantos capítulos antes de llegar a su final.

 

 

La entereza y una voluntad inquebrantable han sido las virtudes que llevó Leopoldo a la cárcel, consciente de que de allí solo saldría cuando el país  deje de ser un inmenso calabozo.  Quizás se equivocó en los tiempos, no llegó a imaginarse un cautiverio tan largo y posiblemente no previó  la sevicia de sus captores, ni la infinita capacidad para tratar de reducirlo, tanto a él como a su familia, acudiendo a las más bajas formas de humillación y de maltrato. Pero, estas falencias, antes que disminuirlo, han dado cuenta de la fortaleza de sus convicciones y de unas reservas morales que solo asisten a los auténticos líderes.

 

 

 

Sometido a todo tipo de vejámenes y privaciones, reducido su horizonte a un estrecho calabozo, impedido de ver a su familia durante largos períodos, Leopoldo ha sabido mantener intacta su dignidad y ni en los peores momentos ha transado con sus captores. Esta actitud lo convirtió en demostración palpable de la violación de los derechos humanos y en símbolo viviente de resistencia indeclinable ante la dictadura, rompiendo en pedazos el mito de la democracia venezolana en los foros interna­cionales.

 

 

 

Quizás demasiado tarde (han pasado casi veinte años y fue necesario llegar al borde de la destrucción física y espiritual del país) ese mismo mundo que cayó cautivado ante el verbo arrebatador de Hugo Chávez, asiste al derrumbe  de una leyenda dorada que se diluye en el caos, el hambre y la violencia. Pero por fin  Venezuela vuelve en sí y en ese despertar ha sido vital, con sus errores y aciertos, la contribución de Leopoldo López, a quien el aislamiento y la incomunicación no lograron despojarlo de su poder de convocatoria y de su conexión con la gente.

 

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia    

La resignación como norma de vida

Posted on: agosto 9th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

A estas alturas darse a la tarea de hurgar sobre la naturaleza ideológica del chavismo luce como una ociosidad imperdonable. Que si Chávez se declaró socialista en el 2004 y un año después dio un paso definitivo al proclamarse marxista-leninista son datos intrascendentes que no sirven para nada a la hora de aplicar soluciones urgentes a la tragedia que está arrasando con lo que aún queda del país.

 

 

 

Ni siquiera resulta aceptable el debate sobre el tipo de modelo que debe sustituir al desastre en el cual está extinguién­dose la población porque con hambre no se discute. Se actúa. Por eso se impone, antes de que sea tarde, de una buena vez y con el apoyo de la comunidad internacional, la aplicación de un programa masivo de ayuda humanitaria que atienda urgencias como la falta de alimentos, insumos médicos y medicamentos.

 

 

 

De la misma forma un diálogo que se extienda sin límites de tiempo, en atención a temas como el papel del Estado en una nueva Venezuela administrada, desde la pluralidad y el acuerdo, está muy bien y será vital para la reconstrucción, pero no dejará de ser un acto de hipocresía y de  tremenda injusticia en el cual, mientras la gente se sigue muriendo de mengua y no se combate la espiral de violencia que reina en el país,  los dialogantes se complacen en explorar sus diferencias doctrinarias con la barriga llena.

 

 

 

Es obvio que las soluciones de urgencia no van a la raíz de  los problemas y sobre esos temas es donde se fundamenta la necesaria celebración de un referéndum revocatorio, el cual tampoco debe añadirse a la lista de condiciones para dialogar porque los derechos, y más si están consagrados en la Constitución, no se negocian y porque hacerlo te convierte en cómplice de una práctica  que violenta la autonomía de los poderes.

 

 

Ahora bien, no resulta entonces tan ociosa la pregunta sobre si Chávez, siendo el responsable de este milagro al revés, por obra del cual convirtió al país más rico del continente en uno de los más pobres y violentos, lo hizo ex profeso y consciente de que la aplicación del recetario clásico de los socialismos reales desemboca en el hambre, la miseria y un grado tal de represión que siembra el miedo e impone la resignación como forma de sobrevivencia.

 

 

 

La inquietud, entonces, es válida hasta ahora porque si eso era lo que efectivamente perseguía, le está saliendo  muy bien. Queda, sin embargo, la otra opción, es decir, que las terribles consecuencias que vive el país no hayan sido provocadas intencionalmente sino generadas por la impericia, la ineficacia, la   irresponsabilidad y la corrupción. Pero eso ya no importa, ni siquiera si se trata de una mezcla de ambas, porque el resultado sigue siendo el mismo.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

 

 

 

 

 

 

El dictador Ortega

Posted on: agosto 2nd, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Luego de siete años tras las rejas, donde purgaba condena acusado de atracar un banco,  el aún joven dirigente del Frente Sandinista,  Daniel Ortega, pudo montarse en un avión y salir de la Nicaragua de Anastasio Somoza. Su liberación ocurrió luego de que un comando del FSLN asaltara la casa del presidente del Banco Nacional de Nicaragua, José María Castillo, donde se celebraba  una fiesta a la que asistían un hermano del dictador y el embajador de  Estados Unidos. Luego de tres días de negociaciones con los secuestradores Somoza se comprometió a entregarles ocho sandinistas presos, incluido Ortega, a cambio de un grupo de altos funcionarios del gobierno, el pago de ocho millones de dólares  y un avión que los trasladara a la Cuba de Fidel Castro.

 

 

 

Cuarenta años después, a lo largo de los cuales ha desarrollado una azarosa trayectoria política, desde el joven comandante de una esperanzadora revolución que atrajo la mirada curiosa del mundo, hasta el septuagenario desencantado cuya permanencia en el poder ya supera la del dictador Anastasio Somoza, Daniel Ortega se deja de miramientos, rompe con las formalidades, saca a relucir su verdadera naturaleza y se apropia del  Parlamento mediante la manipulación  de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo Supremo Electoral. Con  la destitución de 28 diputados de oposición se convierte en dueño de la Asamblea Nacional y prepara el terreno para su enésima reelección, ahora con el triunfo, asegurado de antemano.

 

 

 

La receta, sin embargo, no resulta ajena a los venezolanos y ni siquiera a los latinoamericanos porque eso de liquidar el Poder Legislativo cuando este cumple con sus funciones anda rodando desde hace tiempo por buena parte del continente. Así, el método del cual Alberto Fujimori es uno de los precursores, lo aplican  los falsos demócratas que ya no intentan la toma del poder a base  tancazos y madrugonazos   (y en eso Chávez aprendió de la experiencia fallida del 4F, aunque siempre contó con una Asamblea Nacional sumisa), sino por la vía democrática. Solo que pretenden quedarse indefinidamente y es allí cuando aparecen los leguleyos  con las más desopilantes ocurrencias jurídicas para acomodar las leyes al capricho del sátrapa de turno. Es decir, en el caso que nos ocupa, Daniel Ortega, pero para no  ir muy lejos, también Nicolás Maduro, a partir del triunfo de la oposición en diciembre del 2015.

 

 

 

Claro, cada cual tiene su propio enfoque y su estilo  pero todos coinciden en un punto al perfilar sus  cambios ideológicos según las circunstancias y ese pragmatismo se convierte en la clave de su sobrevivencia y permanencia en el poder. Ortega, por ejemplo,  en su condición de político profesional viró al sandinismo desde sus creencias originales en la juventud conservadora. De allí saltó  al marxismo-leninismo-castrismo para luego pactar una repartición del poder, sin ascos, con José Arnoldo Alemán, considerado como uno de los presidentes más corruptos del mundo.

 

 

 

Pero ya se le agotaban los cartuchos cuando apareció  la figura providencial de Hugo Chávez con quien Ortega resolvió el problema económico, solventado hasta entonces, de acuerdo a los informes de WikiLeaks, con dineros del narcotráfico. Gracias a la mano protectora que se le extendía  desde Venezuela, Ortega  cerró el círculo de sus veleidades doctrinarias para reconvertirse a sus ideas originales, con un toque, eso sí,  de populismo y blandenguería  seudorreligiosa para aplacar al público  de galería.

 

 

 

Ortega le compró todos los delirios a Chávez, incluyendo la abortada refinería  que llevaría el pomposo nombre del  El Supremo Sueño de  Bolívar y que tendría un costo de 4 mil millones de dólares. Mientras tanto y  más allá de las quimeras,  aseguró  250 mil barriles diarios de petróleo a precios y plazos preferenciales, además de los  envíos de efectivo para  la caja chica y el funcionamiento de los denominados Consejos del Poder Ciudadano. Todo a cambio de su adhesión  incondicional.  Pero de repente la tortilla se volteó, se vinieron abajo los precios del crudo, dejaron  de fluir los petrodólares, no hay bienhechores a la vista y al igual que su colega Maduro, obsesionado como está con el poder, prefiere estacionarse en la reelección indefinida para convertirse en una versión tragicómica y desfasada del hombre que una vez contribuyó a derrocar.

 

 

 

@rgiustia

¿Nostalgia, yo?

Posted on: julio 26th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Hace seis meses salí de Venezuela y hasta ahora no he sentido el menor síntoma de nostalgia. Todo lo contrario, a pesar de las serias dificultades que debo enfrentar en calidad de emigrante, aún no totalmente adaptado a la nueva realidad dentro de la cual debo moverme, tengo la certeza que al salir a la calle no seré víctima potencial de un atraco o de un homicidio. Lo mismo ocurre si debo reaprovisionarme de la medicina para la hipertensión porque, a diferencia del país que dejé atrás,  ya sé que no tendré que calarme una cola de diez horas para que al final de la tarde me digan que el Atenolol se agotó y que vuelva la próxima semana, si antes no he sufrido un infarto.

 

 

 

Pero esa carencia  no significa casi nada ante quienes mueren, entre ellos muchos niños, por falta de reactivos para combatir el cáncer porque el gobierno, responsable de esta aberración, prefiere que la gente reviente antes que aceptar la ayuda humanitaria que se le ofrece desde diferentes instancias. En otras palabras, la burocracia cívico-militar prefiere sacrificar vidas antes que reconocer la catástrofe  generada por la irrespon­sabilidad, la ineficacia y la corrupción.

 

 

 

Tampoco es motivo de preocupación para el emigrante la alimentación; aunque un venezolano recién llegado, que hace rato perdió los viejos hábitos del consumo, cual ruso o cubano de los tiempos del socialismo real, no puede disimular su asombro ante unos estantes repletos de alimentos y una clientela nativa que va llenado el carrito con una parsimonia y  una abundancia que se le hacen obscenas. Triste contraste con una escasez, en Venezuela, que nos retrotrae a las hambrunas sufridas por la Unión Soviética de Stalin,  la China de Mao o por algunos países africanos en el Siglo XX.

 

 

 

En tales circunstancias se podrá comprender que resulta imposible sentir nostalgia, saudade, morriña o como se le quiera llamar, por un país sumido en la ruina, la violencia y la incertidumbre; obra de  una voraz oligarquía que necesitó apenas dos décadas para destruir lo que se había edificado en gobiernos civiles  durante casi medio siglo. Así las cosas, la nostalgia, la bonita, la benéfica, aquella que nos mueve el espíritu con el deseo de volver, solo será posible el día en que Venezuela recupere su condición de país libre.

 

 

 

Reconozco, sin embargo, que si bien los mayores podemos  retroceder bien atrás en el tiempo para sentir verdadera nostalgia, (algo negado a los más jóvenes), el sentimiento que les inspira a los emigrantes la ausencia prolongada es el remordimiento porque resulta muy difícil llevarse el pan a la boca, comprar la medicina o atenderse un cáncer, como ha sido el caso de mi familia, con  prontitud, esmero y eficacia, cuando estoy consciente que nada de eso ocurre en mi  país.

 

 

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

El populismo: Obama, Chávez y Trump

Posted on: julio 5th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

La polémica en torno al concepto de «populismo» surgida entre los presidentes de México, Peña Nieto y de Estados Unidos, Barack Obama, carecería de interés si se tratara de una mera contradicción retórica producto de un problema de interpretación y/o de traducción. En realidad la diferencia entre el término «popular» y el vocablo «populista» son más que evidentes y no es el caso dedicarse a definir aquí ambos términos. Pero el asunto va más allá porque cuando Obama defendía el «populismo» se refería a lo «popular» y ciertamente desde una parte del espectro político se ha jugado con las palabras en cuestión para convertirlas en sinónimos. De manera que Obama y sus políticas sociales se caracterizan como una forma del «populismo» cuando en realidad se trata de programas animados por un marcado acento popular y reivindicativo.

 

 

 

Pero el justo reclamo del saliente presidente norteamericano no está dirigido solo a demostrar su preocupación por el bienestar de los más vulnerables y tratar de hacer realidad su fijación con el tema de la desigualdad, al fin y al cabo un compromiso adquirido con diversas minorías y que, en algunos casos, no pudo cumplir a cabalidad por el obstruccionismo de los republicanos. La carga era de profundidad y tenía como blanco, en realidad, a Donald Trump: «Las personas que nunca se han preocupado por un trabajador, que nunca han luchado por cuestiones sociales, no son de la noche a la mañana populistas porque digan algo controvertido para obtener votos. Eso es más bien xenofobia o, aún peor, es cinismo. Tengan cuidado de etiquetar de populista a cualquiera que emerja en una situación de ansiedad. Pregunten dónde ha estado, si ha luchado por el bien del trabajador, si ha creado oportunidades para otros».

 

 

Pero quizás se quedó corto, porque el populismo se encarna en un líder carismático, no importa si es de izquierda o de derecha, que seduce a las mayorías con un discurso excluyente y demagógico. Así, en el ínterin y bajo el pretexto del cumplimiento de la voluntad popular se lleva por delante las normas democráticas, pregona la liquidación del adversario, destruye el aparato productivo y genera unas expectativas de grandeza y prosperidad que nunca se cumplen. En ese caso son los sucesores de esos caudillos iluminados quienes pagan los platos rotos de una sociedad que se vuelve contra ellos con la misma pasión con la que los apoyaron. Ese no es, entonces, el «populismo» de Obama, pero sí fue el de Chávez (el mismo que está enterrando a Maduro) y el que podría aplicar Trump en caso de ganar las elecciones.

 

Roberto Giusti

@rgiustia

Cuando el pueblo se equivoca

Posted on: junio 28th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 
Una noche de diciembre de 1983, luego de su derrota ante Jaime Lusinchi, en elecciones celebradas ese día, Rafael Caldera dijo que «el pueblo nunca se equivoca y lo que él decida está bien». Con esta frase, nada original, porque ya la había utilizado en su tiempo Juan Domingo Perón y mucho antes se le atribuyó erróneamente a Rousseau, el expresidente y candidato, para entonces de Copei, no solo reconocía el triunfo del dirigente adeco, sino que cometía, a su vez, una equivocación sobre algo que la historia nos demuestra a cada momento: el pueblo sí se equivoca y lo que él decide, a menudo, está mal y a veces muy mal.

 

 

Basta con citar dos o tres casos tomados al azar, en distintas circunstancias, tiempos y lugares, en los cuales la voluntad popular comete pifias imperdonables, la más socorrida de las cuales fue la elección que le permitió a Adolf Hitler convertirse en canciller alemán. Pero también podemos referirnos, para situarnos más cerca, al estruendoso error de los electores peruanos, quienes, mayoritariamente, se inclinaron por el enigmático y desconocido candidato Alberto Fujimori en elecciones celebradas en julio de 1983. Caso que pone de relieve la escasa memoria de un electorado que estuvo a punto de elegir presidenta, casi un cuarto de siglo después, a la hija del exdictador.

 

 

 

Pero si de mala memoria se trata nadie le gana a los votantes venezolanos quienes, movidos por el anhelo de conquistar la felicidad tomando el atajo de la vía rápida, caen seducidos por la promesa fácil y el odio al enemigo de turno, bien sea el imperio norteamericano, los partidos tradicionales, la «burguesía dominante», el secretario  general de la OEA o la sombra de Álvaro Uribe. Y decimos nadie nos gana en este juego de equivocaciones porque Hugo Chávez, el gran responsable de la desgracia que vive Venezuela, fue electo una vez y reelecto en tres oportunidades. Con el agravantes que su sucesor también ganó por la vía electoral. Pues bien, fue necesario llegar al extremo del hambre, del crimen desatado y del salvaje saqueo del tesoro nacional, para que las grandes mayorías tomaran conciencia de la realidad.

 

 

 

¿Se podría afirmar, entonces, como piensan algunos sin decirlo, que el venezolano carece de las herramientas del conocimiento, de la información y de la tradición democráticas necesarias para saltar por encima de los vendedores de pomadas milagrosas y demás hierbas envenenadas? Pues no porque la Alemania de Hitler era uno de los países mejor equipados intelectualmente.  Tampoco se puede culpar a Inglaterra, donde funciona el parlamento más antiguo de la humanidad, por haberse pronunciado contra su permanencia en la Unión Europea, considerando que la mayoría piensa que es lo mejor para su país a pesar de las consecuencias deplorables que va a generar. Lo  mismo podría decirse de Estados Unidos, donde la colectividad del Partido Republicano, en contra de la dirigencia, apoya la candidatura de un Donald Trump racista y excluyente. ¿Y qué pensar sobre España, que ya no se contenta con ser nuestra madre patria, sino que ha estado prohijando una criatura mestiza llamada originalmente Podemos y cuyo avance se vio frenado en las elecciones del pasado domingo, luego de su pacto con la izquierda retardataria española? Un revés a tiempo de esta curiosa organización cuyo nacimiento se vio asistido por unas relaciones, más o menos furtivas, entre el chavismo de la remota, pero tan cercana Venezuela y el núcleo de una secta académica que le vendió alimento ideológico recalentado a cambio de unos cuantos millones de dólares. Y decimos a tiempo porque esa suerte de chavismo español amenazaba y aún amenazaría (aunque disminuida) con formar gobierno ante el complicado escenario político español.

 

 

 

Sin embargo los intentos de regresión persisten, asumen diversas expresiones (desde la ultraderecha hasta la ultraizquierda) enmarcadas en el populismo, aun cuando todas tienen el mismo objetivo y consiguen respaldo en electores azotados por una crisis que las fuerzas del establishment no han podido conjurar  totalmente. Planteadas así las cosas la aparición de los outsiders no se ha hecho esperar y el pueblo está demostrando, en todas partes, que la  posibilidad de equivocarse puede ser infinita. Al final, la democracia no consiste solo en la libertad de escogencia sino en saber escoger porque, en muchos casos, se escoge a quien pretende acabar con la democracia.

 

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia

El hambre no espera

Posted on: junio 21st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Bajo la premisa de que el hambre no espera, los esfuerzos que desde distintos frentes se hacen para lograr el establecimiento de un diálogo entre Gobierno y oposición lucen extemporáneos y desfasados de la realidad. Los saqueos y las consiguiente violencia que estos generan en todo el país se desarrollan con una dinámica tan endiablada que las discusiones en los foros internacionales y la controversia, planteada por burócratas de distinto pelaje y la barriga llena, se muestran como meros ejercicios retóricos que no conducen a saciar, en lo inmediato, la demanda insatisfecha de los tres golpes diarios que se le niega a la aplastante mayoría de los venezolanos

 

 

 

Con esto no pretendemos desestimar los intentos, bien intencionados en la mayoría de los casos, por lograr una solución negociada a la crisis venezolana, pero a estas alturas está claro que la única solución implica un cambio radical,  ya no solo de modelo, sino de Gobierno y eso es algo que el chavismo desecha por completo. ¿Se imaginan ustedes a Nicolás Maduro anunciando un acuerdo con el FMI, a Diosdado Cabello invitando a Lorenzo Mendoza a su programa de televisión para que hable sobre la reconstrucción del aparato productivo, a Pérez Abad promoviendo la reprivatización de las empresas arruinadas luego de su estatización o a la Ministra de la salud aceptando la ayuda humanitaria en materia de medicamentos?

 

 

 

Frente a tanta obcecación mentes sensatas de la oposición han propuesto el Referéndum Revocatorio, una salida que trasciende los acuerdos entre burócratas y les permite a los venezolanos abrir caminos democráticos a la crisis, sorteando el fantasma de la violencia, dándole al Gobierno la posibilidad de irse del poder por mandato de los electores y no por obra de un madrugonazo. El problema está en que el madurismo, luego de su colosal fracaso, en todos los órdenes y aferrado a la idea de que vivimos aún los años del dominio chavista total, pretende ningunear el mandato de una mayoría que ya le quitó su apoyo. Entramos, entonces, en otra fase en la que desaparecen los formalismos institucionales, el Gobierno se despoja de la máscara democrática y empieza a mandar sobre la base de su capacidad represiva.

 

 

 

En esas condiciones se le colocan todos los obstáculos a la celebración del revocatorio ante unas fuerzas democráticas que tienen la obligación de presionar, acompañadas por ese pueblo que ahora las respaldan, a un CNE que aún responde a los intereses del gobierno. Solo que el tiempo apremia, el momento del revocatorio es ahora porque para después será tarde e inútil y  porque, por encima de todo, el hambre no espera.

 

 

 

 Roberto Giusti

@rgiustia

Oliver y Claudia

Posted on: mayo 31st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Hace dos meses descubrimos que mi esposa, Claudia Cavallin, tenía un tumor en el cerebro. Hace dos días, supimos que es un cáncer. El hallazgo se produjo de madrugada, mientras dormíamos y en medio de convulsiones imparables. Una semana después la estaban operando y luego de tres días pudo volver a la casa. Ahora Claudia se dispone a continuar la lucha por su vida, sometiéndose a un tratamiento de radio y quimioterapia.

 

 

 

Todo lo narrado en las líneas de arriba ocurrió de sorpresa en una población universitaria del suroeste de Estados Unidos, a pocos kilómetros de la capital del estado, a donde aterrizamos, a finales de diciembre del año pasado, huyendo de la espantosa crisis que sacude a nuestro país y apoyando a Claudia como estudiante doctoral. Así que recién llegados, sin habernos establecido aún y descifrando los códigos de convivencia en un medio desconocido, penetramos en el mundo de la atención médica en Estados Unidos.

 

 

 

Descubrimos, de entrada, el trato afable que médicos y enfermeras dispensan a los pacientes, negando así el lugar común sobre la inhumana medicina capitalista que reinaría en Estados Unidos, no obstante la demanda masiva de camas. Valga decir que desde su aprobación en el 2010 el denominado ObamaCare  (la Ley de Cuidados Asequibles) ha logrado incorporar 20 millones de personas a los servicios de salud.

 

 

 

De más está afirmar que si el episodio nos hubiera alcanzado en Caracas otra habría sido la suerte de Claudia porque, a pesar de la altísima capacidad de los médicos venezolanos, seguramente no habría podido detectarse el tumor porque los equipos de detección del mal están inservibles y si eso se hubiera podido superar entonces la operación no habría podido realizarse por falta de medicamentos. Pero suponiendo que estos hubieran aparecido, entonces la carencia a enfrentar hubiera sido la de reactivos para los tratamientos de radio y de quimioterapia. Todo eso sin contar que Claudia tiene prescrito un anticonvulsionante que no se consigue en el país.

 

 

 

No voy a negar que doy gracias a la providencia por haber salido de Venezuela y llegar al sitio indicado en el momento preciso. Claudia está viva y recibe la atención a la cual aspira todo paciente. Pero el agradecimiento viene aparejado por un sentimiento de impotencia y de indignación porque en mi país y por estos mismos días ha muerto el niño Oliver Sánchez cuyos padres, luego de un largo y estéril peregrinaje, no consiguieron los medicamentos prescritos para tratarse un cáncer contra el cual venía luchando desde meses atrás.

 

 

 

El gobierno de los pobres, el paladín de la justicia social, el salvador de la humanidad, se las ingenió para liquidar un sistema de salud que no siendo el ideal, nunca permitió ni propició aberraciones como la de los recién nacidos, quienes, en muchos casos, no pasan de vivir unas pocas horas por hechos insólitos como la carencia de tanques de oxígeno, la súbita interrupción de la energía eléctrica o la irrupción de un grupo armado que viene a rematar a un paciente en pleno acto quirúrgico.

 

 

 

El caso de Oliver es el de millones de personas cuyas vidas se encuentran bajo el riesgo de muerte o que de hecho han muerto y siguen muriendo a causa del empecinamiento criminal de una clase dominante cuya decisión de mantenerse en el poder debería asumirse, desde hace tiempo, como un crimen de lesa humanidad.

 

 

Roberto Giusti

@rgiustia