El tensionamiento de la repolarización en las últimas cinco semanas, ha conducido a que los extremos se apoderen de la escena política y comunicacional. Nada que sea ponderado cautiva la atención de los medios, y los actores políticos tienden a responder a los intereses comunicacionales.
En el marco antes expresado, la tensión social también se ha exacerbado, colocando a la violencia política en primera fila: el gobierno reprime de manera brutal y la oposición extrema pone de carne de cañón a los jóvenes para enfrentar, en la desigualdad de combatir contra la fuerza de quien posee el monopolio de la fuerza, al Estado. Así la lucha no es de David contra Goliat, sino de tigre contra venado.
Son cuatro los elementos fundamentales que determinarán el destrabe de este juego:
Comprender que sólo las manifestaciones no violentas tienen un verdadero resultado. Aquellas que tienen una retaguardia preparada en el momento de la retirada del sector cívico están destinadas al fracaso y a someter a riesgo a vidas inocentes de manera absolutamente innecesaria, porque una cosa es responder instintivamente o tomar medidas de resguardo ante la represión brutal del gobierno y otra es prepararse para la confrontación de manera premeditada.
Entender que las manifestaciones no violentas, y menos las violentas, lograrán resolver el problema que hoy vive el país si no van acompañadas de acciones tendientes a lograr que sectores institucionales del gobierno den un paso al frente en el restablecimiento del orden constitucional, y eso incluye a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y los Poderes Públicos. Por eso es que el «escrache» (con la legitimidad que pueda tener por la impunidad imperante), no es útil para lograr que funcionarios claves den un paso al frente así como lo dio la Fiscal Luisa Ortega en la reinstitucionalización del país.
Asumir que sólo el diálogo (transparente, diverso y plural), para negociar cómo garantizaremos que no nos matemos en una confrontación civil estúpida y fratricida y el restablecimiento del orden constitucional, es la única fórmula que tiene plena garantía de resolver el asunto: antes, en medio o después de una guerra civil, y que lo más inteligente es que lo hagamos antes de que suceda senda idiotez.
Aceptar que la resolución de la crisis que vivimos no puede ser resuelta en el marco de la polarización, por lo que los actores despolarizados, despolarizantes y distintos a la polarización asuman su rol protagónico, organizándose para dar frente a lo que demanda un sector de más del 65% de la población, que no se identifica hoy ni con el gobierno-Psuv ni con la oposición-MUD.
En estos días he visto con asombro cómo se han derrumbado varias estatuas de Chávez; primero porque no sabía que había tantas estatuas de él, sin duda un error que no lo creo ingenuo, porque quienes las mandaron a hacer y las montaron sabían que eso sucedería, pero no porque exista un desprecio generalizado contra Chávez, recordemos que la última medición hecha pública de su popularidad ronda el 50%, sino porque al final esas estatuas reflejan el uso abusivo de asociar al gobierno de Maduro con Chávez, para al final querer derrumbar la única y verdadera estatua de Chávez (asumiendo por «estatua» un símbolo que merece honores y respeto): la Constitución de 1999. Lo que tumba el pueblo son las estatuas de Maduro, huecas, débiles y de mala calidad, mientras él tumba la única estatua de Chávez reflejada en la dinámica Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, al convocar a una Asamblea Nacional Constituyente sin consulta popular para derogarla.
@NicmerEvans
Nicmer Evans
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Fuente: https://www.aporrea.org/actualidad/a246190.html