Sin revocatorio no hay paraíso

Posted on: enero 30th, 2022 by Super Confirmado No Comments

 

La oposición, o una parte de la oposición, se quedó sin el  “referendo revocatorio”. Y todo a causa de que tres miembros del CNE decidieron convocar  la recolección de las firmas  (unas cuatro millones) en un solo día y en un horario que no alcanzaba las 12 horas, lo cual obligó al rector Roberto Picón a publicar una carta en la cual demostraba la imposibilidad de tal hazaña y dejaba colar  la denuncia de que el régimen estaba boicoteando el RR.

 

 

En igual sentido se pronunciaron la mayoría de los partidos de oposición, al igual que instituciones como la Conferencia Episcopal Venezolana  (CEV) y directivas de gremios sindicales y empresariales. Pero nada que hiciera rectificar el error del organismo controlado por la dictadura (el CNE), que otra vez reveló a quien sirve y para que sirve.

 

Quedó, entonces, en el ambiente la pregunta de por qué Maduro, que desde que fue incluido por la Corte Penal Internacional de La Haya en un expediente “por violaciones de los Derechos Humanos”, comenzó a “aflojar  la mano” y a tomar medidas que lo alejaran de las dictaduras duras y crueles y a tratar de demostrar que no era él, ni el sistema, los que violaban la Constitución sino funcionarios descarriados y arbitrarios que pagaban cárcel o eran investigados, salía ahora con una violación extrema de la Constitución  y negándole un derecho a cuatro millones o más de venezolanos que exigían el revocatorio.

 

 

Y  la primera respuesta viene por el lado de su incapacidad de verse confrontado por multitudes que, no solo iban a recorrer el país voceando su rechazo al dictador, sino que irían a las urnas a votar porque le revocaran el mandato.

Es decir que, a pesar de contar con la ventaja -que ha aplicado otras veces- de revertir la voluntad popular en un apoyo a su impresentable mandato, Maduro evitó que nacional e internacionalmente se vieran las imágenes de millones de venezolanos por pueblos y ciudades, llanos y montañas, selvas y playas gritándole “No” al peor gobierno que ha conocido Venezuela en toda su historia.

 

 

Tal ocurrió en el 2016, cuando siguiendo la pauta que trazó el excandidato presidencial y exgobernador, Henrique Capriles Radonski, de exigirle aceptara convocara un referendo revocatorio para su primer mandato, Maduro simplemente lo boicoteó y después ordenó al CNE de la época, uno que presidía la inefable Tibisay Lucena, que lo declarara improcedente.

 

 

Pero ya para esa oportunidad el exlíder de sindicatos autobuseros demostró que no era un sucesor del finado Chávez con la valentía democrática necesaria en un evento donde la oposición, representada mayoritariamente en sus partidos, iba a eyectarlo de Miraflores por el poder de los votos.

 

 

De entonces acá, Maduro si ha ido a elecciones, pero procediendo a sacar de juego a los partidos democráticos y sustituyéndolos por fracciones de los mismos que han pasado a representarlos por grupos que, sencillamente, han actuado como esquiroles del dictador.

 

 

En otras palabras, que salvo en las primeras elecciones donde resultó electo (13 de abril del 2013) después de aplicarle un fraude monumental a Capriles, Maduro siempre concurre en solitario a las elecciones, y en esas circunstancias, donde, por supuesto, barre.

 

 

No era, entonces, jugar al adivino asegurar que Maduro y su pandilla no permitirían ni siquiera la recolección de firmas para el evento, y así, ciertamente, sucedió.

 

 

En cuanto a la oposición, no puede decirse que todos los partidos han lamentado la decisión del dictador, pues, ya sabemos -y así lo afirmamos en un artículo anterior- que los partidos del G-4, los que integran al llamado “Interinato” (Voluntad Popular, Acción Democrática, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo), preferían que el RR no se realizara, pues si Maduro elegía contarse y lo ganaba con trampas, quedaba claro que si los partidos del gobierno Interino habían asistido, era porque lo reconocían como presidente y entonces, quienes pretendieron sustituirlo, habían actuado al margen de la ley.

 

 

La decisión de la dictadura, por consiguiente,  de no contarse en el RR, deja la política venezolana con dos gobiernos, uno que podríamos llamar del “Poder Ejecutivo”, y otro, del “Poder Legislativo”, y la fecha para dirimir sus posiciones pasa a las elecciones presidenciales de finales de 2024.

 

¿Qué ocurrirá en los próximos tres años? ¿Habrá algún suceso que fuerce a Maduro a ponerle fin a la semilegalidad del “Interinato”, para quedar como un dictador en forma, de los de tomo y lomo, sin actuaciones híbridas que permitan decir que aún no llega a comportarse como un dictador tradicional, de los de verdad verdad y hay que seguir dándole el beneficio de la duda hasta que  cruce la línea roja?

 

 

Es difícil predecirlo, pero no hay duda que si la oposición no se compromete formalmente en una especie de acuerdo a respetar el status quo tal como está y sin concesiones, los días de Guaidó y demás líderes opositores en libertad, están contados.

 

 

Lo mismo podría decirse de la comunidad internacional y en especial de Estados Unidos, en el sentido de comprometerse a no invadir ni ejercer presiones  contra el país del gobierno del “Socialismo del Siglo XXI”.

 

 

En cuanto a la oposición, también tendría que cumplir algunas reglas de oro, si quiere embestir y derrocar la dictadura y escapar al dictum de las presidenciales del 2024.

 

 

La primera sería forjar una unidad que enlace a todas las militancias y liderazgos antimaduristas. La segunda, comenzar a movilizar de nuevo al pueblo en la calle. Y la tercera, lograr un apoyo internacional que no esquive la posibilidad de alguna acción militar contra la dictadura, de ser necesaria.

 

 

Pero igualmente el G-4, para mantenerse entre las opciones para liderar los cambios y acciones, debe revisar las actuaciones del llamado “Interinato” y limpiarlo de las denuncias de corrupción que lo han acosado en los últimos meses.

 

 

Si no, de mantenerse tanto el régimen, como la oposición, en la actual coyuntura de cohabitación forzada -como los matrimonios obligados-, solo un tercer factor estaría en capacidad de insurgir y llevarse en su estallido tanto a la dictadura, como a la oposición.
 

Manuel Malaver

 

Abstención o revocatorio

Posted on: enero 23rd, 2022 by Super Confirmado No Comments

 

Todo me induce a predecir que con relación a la decisión de participar o abstenerse en el revocatorio, el “G-4” optará por una política igual o parecida a la adoptada en las elecciones regionales del 21 de noviembre pasado, donde la línea del sector opositor fue la “abstención” pero sin oponerse a que otros partidos y aun dirigentes de sus organizaciones lo hiciesen.

 

 

La causa de tan inusual paradoja en una época en que “jugar limpio” es inexcusable para las organizaciones democráticas que aspiran al voto popular, es que participar en el revocatorio significa aceptar que Maduro es el presidente constitucional de la República y no un usurpador y entonces, todo el supuesto jurídico en que se sustenta el llamado “Interinato”, se caería como un castillo de naipes.

 

 

En efecto, no se revoca a quien no existe y menos si es un usurpador, porque en ningún sentido es objeto de las disposiciones que la Constitución contempla para elegir o destituir como el Primer Magistrado del país.

 

 

Y no importa a este respecto que la intención de voto favorable a la revocatoria del dictador llegue al 90 por ciento o que Maduro ofrezca todas las garantías para respetar los resultados (CNE independiente incluída), porque el “G-4”, -y en especial los factores políticos que lo sustentan: “Voluntad Popular” (Leopoldo López) y el Interinato (Guaidó)- debe aferrarse a que no puede ser rechazado por el voto popular, ni mucho menos garantizar su respeto quien, no siendo presidente sino usurpador solo le queda mantenerse por la fuerza y solo por la fuerza.

 

 

Y evidentementemente que no hay dudas que este siempre han sido los objetivos del sistema electoral de Chávez y Maduro y que esta vez no tendría porque ser lo contrario, pero las razones para participar de la oposición en su conjunto habría que buscarlas en la intención de los electores para participar y de que lado estarían sus preferencias, para así continuar al menos -si es que pierde con o sin fraude-con una agitación de masas, con el crecimiento de la organización y el empoderamiento políticos que, finalmente, den al traste con una pandilla que no saldrá de Miraflores sino por la fuerza.

 

 

En otras palabras que, los intereses del país no pueden residir en la conveniencia de un grupo -en este caso del Interinato-sino de los millones de nacionales que dentro o fuera de las fronteras, tienen como aspiración fundamental arrebatarle el territorio a Maduro y sus pandilleros.

 

 

Tal se vio y se tradujo en la sorpresa de la victoria opositora para la gobernación de Barinas, donde la abstención del “G-4” no evitó que organizaciones, grupos e individualidades participaran en un porcentaje que pasó del 30 por ciento y que de no estar signada por la anarquía que generó la ausencia de un comando único y una política única, pudo alzarse, al menos, con la mitad de las gobernaciones.

 

 

¡La victoria opositora en la gobernación de Barinas!. No cualquier victoria, sino una cuya importancia histórica y política se equiparó, simbólicamente, a la mitad del resto de las entendidades regionales, pues significó la expulsión del chavismo genésico de su terruño natal y su sustitución por un gobernador democrático que después de 22 años de dictadura marxista está vivo para volver a instalarse en el poder.

 

 

¿Y cuántas sorpresas de calibre parecido no podrían verse en unas elecciones para el revocatorio, ahora que la arena electoral está más caliente y el ejemplo de la batalla de Barinas más vivo?

 

 

Seguro que muchas, pero el “G-4” y particularmente Leopoldo López y Juan Guaidó no quieren ver perturbada la quietud del Interinato, que realmente funciona con activos que la comunidad internacional se niega con toda legalidad a entregar a Maduro y sus fascisnerosos y que los partidos y líderes democráticos que los han recibido para capitalizar para el futuro, manejan más bien para el funcionamiento de sus burocracias, pero sin que se agencie una vía para derrocar la dictadura, restaurar la democracia y devolver al pueblo los recursos confiados al Interinato.

 

 

Desde luego que en esta coyuntura ruedan toda suerte de rumores, consejas y denuncias sobre el manejo de los activos de parte de los “administradores”  y algunas de las más graves vienen del líder de un partido que es puntal en el cuarteto del “G-4”,  Julio Borges, el presidente de “Primero Justicia”, acusaciones sobre el despilfarro de cientos de millones de dólares, con pedidos de que se dé “cuentas” al pueblo de Venezuela de esos fondos, de “sus fondos”, pero aun no hemos oido una palabra sobre un tema tan transcendente para asegurar la solvencia de unos líderes opositores.

 

 

Pero tan, o más grave que el problema de los activos, es que el “G-4” y en particular el presidente del Interinato, Juan Guaidó, no ofrecen al país una política antidictadura concreta, viable, objetiva y confiable, que se aleje de unos llamados aéreos a presuntas movilizaciones nacionales, a una unidad que mientras no se disuelva el “G-4” en toda la oposición  y, sobre todo, se le de cuenta de los activos, se va a lograr, por lo cual, lejos de sostenerse que el Interinato es clave para derrocar la dictadura, está resultando más bien eficaz para consolidarlo.

 

 

O por lo menos,  para dividir a la oposición tradicional, que ya manifiesta poca capacidad para llevar adelante cualquier convocatoria y trasmite la impresión de que Maduro y su pandilla tienen al país de su cuenta.

 

 

¿Qué nos espera entonces en la agenda de la política opositora para los próximos meses? Pues nada distinto a lo que presenciamos en los meses previos a la campaña para las elecciones del 21 de noviembre: el “G-4” y particularmente “Voluntad Popular”, el Interinato, Leopoldo López y Guaidó llamando a la abstención y el resto de partidos, sobre todo los llamados “Alacranes”, pero también partidos y líderes independientes, llamando a la participación.

 

 

Entre estos últimos, aparecerán figuras nuevas, como pueden ser los chavistas radicales viudas de la familia Chávez de Barinas, pero también se ve muy activo al prófugo y expresidente de PDVSA, Rafael Ramírez, el cual asegura que es la última oportunidad para salir de Maduro pues más del 90 por ciento del electorado ha decidido demoler al dictador y está es la oportunidad.

 

 

César Pérez Vivas, Américo de Gracia y Daniel Ceballos también comparten esta tesis, y, por supuesto, Eduardo Fernández, Henry Falcón y Richard Mardo estarán en las filas de los “revocatistas” contra viento y marea.

 

 

Pero también muchos dirigentes y grupos de los partidos del “G-4” estarán entre los que harán cola el día de las elecciones sin que sus partidos se den cuenta y Guaidó declare que aunque la organización que representa declara nulo el evento, no le quita a los venezolanos el derecho de hacer lo que quieran con su voluntad política.

 

 

Y así se salva de la pifia de “reconocer” a Maduro restándole constitucionalidad al Interinato, en tanto anima a todos los dispuestos a contribuir con otro empuje al hundimiento del exlíder autobusero.

 

 

Mientras se prepara para otras elecciones donde si puede participar sin quitarle legalidad a su gobierno: las presidenciales del 24.

 

Manuel Malaver

 

¿Por qué explotó la protesta social en Cuba y se atascó en Venezuela?

Posted on: julio 18th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

No hay dudas que una primera respuesta podría urdirse considerando la diferencia de los modelos de socialismos que naufragan en uno y otro país. Mientras el cubano es hijo de los peores años de “Guerra Fría” – aquellos 60 que podrían emblematizarse con la “Crisis de los Cohetes” que casi lleva al mundo a un holocausto nuclear-, el venezolano irrumpió 10 años después de colapsada la Unión Soviética y sus satélites (algunos países de Asia y los de Europa del Este, menos Cuba y Corea del Norte), en 1999, en el período que se conoce como la “postGuerra Fría”, utopía que algunos filósofos de la historia llegaron a profetizar como “libre de socialismos”.

 

 

Con estas credenciales podemos establecer que el modelo de socialismo cubano es frenéticamente estalinista, de sociedad cerrada no distinta a un campo de concentración, de partido y pensamiento únicos, donde los delitos de conciencia están prescriptos en la Constitución y la presidencia la ejerce un dictador vitalicio (llamado el “comandante en jefe”), con facultades dinásticas, que en Cuba ya pasaron de Fidel a su hermano Raúl Castro y hay quien dice que en poco tiempo estará en manos del hijo mayor de este último, Alejandro.

 

 

Desde luego que este régimen de estatismo omnímodo -de duración excesiva aún para una región que conoció entre sus dictadores a especímenes como Porfirio Díaz, Juan Vicente Gómez, Rafael Leónidas Trujillo y Anastacio Somoza- desencadenó una de las grandes catástrofes económicas del siglo XX y aun del XXI, pues a una sociedad que años antes del arribo de los Castro al poder en 1958 era la quinta en crecimiento, bienestar social e igualdad del subcontinente después de México, Brasil, Argentina y Venezuela, la redujo a ruinas, donde no se produce absolutamente nada y los únicos ingresos devienen de las remesas que envían los cubanos en el exilio a sus familiares y servicios que prestan nacionales que trabajan en calidad de esclavos en el exterior en áreas como medicina, y servicios de inteligencia y represión.

 

 

Artículos Destacados LEER MÁS Vicente Brito: El modelo estatista del «siglo XXI»ha desmejorado la calidad de vida del venezolano ‑ Noticiero Digital

En cuanto al modelo socialista “postGuerra Fría” establecido en Venezuela por un militar retirado de baja graduación, el teniente coronel Hugo Chávez (llamado “Socialismo del Siglo XXI”) tuvo que aprender las lecciones que se derivaban de la caída del “Muro de Berlín” y del derrumbe del Imperio Soviético y ya no llegó al poder mediante la fuerza de una guerra guerrillas, de un golpe de Estado o una explosión popular (no obstante que Chávez había participado en una intentona golpista el 4 de febrero de 1992) sino participando en unas elecciones democráticas que, al parecer, ganó limpiamente y prometiendo gobernar respetando la Constitución vigente (la del 61) que establecía el sistema de partidos, la alternabilidad en el poder cada cinco años, la independencia de los poderes y la salvaguarda plena de los derechos humanos y garantías ciudadanas.

 

 

Pero hasta aquí el modelo socialista venezolano se diferenció del cubano. En los hechos, en los inevitables e inapelables hechos, Chávez le dio un viaje sin boleto de retorno a la Constitución y la democracia -que él mismo había refrendado en una Asamblea Constituyente celebrada el mismo año de su ascenso al poder- y empezó a comportarse como un dictador, no del siglo XX sino del siglo XIX y a patentar una eficacia neototalitaria y autoritaria que no envidiaba en nada a Stalin, Hitler y adláteres.

 

 

Lo más importante a subrayar a este respecto fue que empezó disolviendo y pasando a controlar las Fuerzas Armadas Nacionales (que pasaron a llamarse FAN), así como a todos los cuerpos represivos del Estado, que de “apolíticos y profesionales” fueron ideologizados y partidizados, hasta llegar a ser las “guardias pretorianas” que reprimen y asesinan con la misma eficacia de las Fuerzas Armadas y el G-2 cubanos.

 

 

Paralelamente le tocó el turno a la economía, convertida de privada en pública, a través de progresivas “expropiaciones y tomas”, de asaltos y robos a mano armada, hasta hacerlas socialistas y ponerlas en manos de una burocracia incompetente y corrupta, que igual como había pasado en Cuba 62 años antes, las redujo a polvo.

 

 

En lo que si es indudable que innovó el “Socialismo del Siglo XXI” fue en el orden político, pues mantuvo vigente y sin excesivas presiones el sistema de partidos opositores, en tanto les permitía participar en cuantas elecciones se hicieran necesarias o no necesarias, más o menos en paridad de condiciones, pero eso si, reservándose la mayoría en los organismos electorales, los que contaban los votos y decidían en cuales estados, distritos, municipios o escaños en la Asamblea se le podía reconocer el triunfo a los candidatos de la oposición.

 

 

Pero si aún llegó a aceptarse la pérdida del Poder Legislativo en pleno, como sucedió en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre del 2015, donde el chavismo perdió la mayoría absoluta aunque después la escamoteó y aceptó que el 6 enero del 2019, con motivo de la elección del diputado Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional, este fuera proclamado presidente “legítimo e interino” y anunció un programa para la reconquista del Poder Ejecutivo.

 

 

Fue la apoteosis del modelo de “la gran ilusión”, pues la oposición podía ganar elecciones y serle reconocidas en cualquiera de los poderes del Estado, menos del Ejecutivo -desde donde se controla el Ejército y las policías represivas- y del modelo de socialismo híbrido, de dictadura electoralista, y con la oposición gobernando en alcaldías, gobernaciones y diputaciones “asignadas”, se forjaba la fantasía de que algún día se podían reunir los votos para ganar la presidencia de la República.

 

 

La otra novedad fue que el modelo socialista que también se llamó “castrochavista”, avanzó en medio de una fuerte y recurrente conflictividad política y social, pero que jamás llegó a romper el pacto de convivencia entre socialistas y demócratas, pues cuando las aguas estaban a punto de romper los diques y producir un resultado final favorable a la oposición, la dictadura sacaba la bandera blanca, llamaba a un diálogo o negociación para discutir un acuerdo de paz que evitara el derramamiento de sangre y la violencia acabara por destruir lo que quedaba del país.

 

 

Así hubo diálogo y negociación entre gobierno y oposición después de la movilización y golpe de Estado frustrado del 11 de abril del 2002; diálogo y negociación en julio del 2014 cuando el pueblo se lanzó a la calle para protestar por el fraude electoral con que Maduro dijo haber ganado las elecciones del 13 abril del 2013; diálogo y negociación en el 2016 para contener las confrontaciones de calle que siguieron a la victoria parlamentaria con que la posición le arrebató la mayoría absoluta al chavismo en la Asamblea Nacional el 5 de diciembre del 2015; y diálogo y negociación en toda la alargada que va de comienzos a finales del 2017 cuando la oposición era el otro poder, la otra mitad del poder, y diálogo y negociación en el 2020 después que Guaidó se declaró “presidente interino” y solo por la intervención del Papa, la ONU, la UE, la OEA y el Grupo de Río, bajo la guardia.

 

 

Y hay diálogo y negociación ahora, en estos días, cuando Maduro, habiendo frustrado y pateado la mesa de todos los anteriores -que ya pasan de diez-, después de eliminar la legalidad del los partidos democráticos y sustituirlos por grupos de comparsa que se prestan a sus elecciones controladas, hizo elegir una Asamblea Nacional de su puño y letra que eliminó la legítima, la del 2015 y amenaza con convocar a unas elecciones para alcaldes y gobernadores el 21 de noviembre próximo, que ejecutarán una “Ley de Ciudades Comunales” que será el fin de las facultades que concede la Constitución vigente a las autoridades regionales, nacionales electas en comicios legales y efectuados y reconocidos por un CNE independiente y sin interferencias de Maduro y sus compinches.

 

 

De modo que, en lo que podríamos ir concluyendo, es que en la anacrónica sociedad del socialismo cubano, con un régimen esclerótico y totalitario que no permite otra actitud que la esclavización y el sometimiento, donde no hay partidos, ni elecciones, ni grupos políticos que se expresan y puedan protestar, pues en masa los “humillados y ofendidos” han terminado por explotar, por romper las barreras, los barrotes, las cadenas y arriesgando la vida y la escasísima libertad de acción y movimientos que le puede ofrecer una de las dictaduras más crueles del siglo pasado y del actual, pues explotó y está en la calle, acorralando por primera vez en 62 años a unos opresores que no conocían a los hombres libres y ahora se los tienen que calar por lo que reste por la conquista total de su libertad, democracia y respeto a sus derechos humanos.

 

 

En Venezuela, a contraparte, dictadores y oposición siguen negociando, dialogando, no hay comida, agua, luz, medicina, gasolina, transporte, gas, las libertades y garantías son cada vez más precarias y ficcionales, llegan hasta donde no pongan en peligro la estabilidad de Maduro y su banda de asesinos, pero siguen negociando, dialogando, sin duda que para llegar a otro fiasco, a otra frustración.

 

 

Y así se avanza en la dinámica psicológica, concebida y experimentada por primera vez en los años 20 del siglo pasado en la Unión Soviética, y que se aplica en todo país comunista que se precie de tal, de “resignación aprendida” y cuyo mecanismo es el siguiente: se fracasa tantas veces en la practica de una estrategia tras de la cual se esconde la victoria que se termina aprendiendo que el socialismo es inderrotable y no queda más remedio que calárselo y resignarse y cohabitar con los verdugos.

 

 

Quizá hasta que transcurran 62 años, que fue el tiempo que necesitaron los cubanos para convencerse que habían sido objeto de uno de los más grandes fraudes de la historia.

 

 

 

Manuel Malaver

¿Por qué no surge en el país una oposición armada?

Posted on: julio 7th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

Evidentemente que una primera razón hay que buscarla en el paradigma o doctrina que dejó instalada en la politología de finales del siglo XX y comienzos del XXI la caída pacífica y sin disparar un tiro de la Unión Soviética y, según la cual, la “Guerra Fría”, como estrategia para destruir el comunismo, había sido un fracaso y solo había que tener paciencia y esperar por el tiempo que fuera necesario para ver desplomarse como castillos de naipes a países e imperios que lo tuvieron todo -militarmente hablando-, hasta la capacidad de destruir el capitalismo y la democracia en pocos segundos.

 

 

En otras palabras, que se impuso, por reductio ad absurdum la paradoja de que los “pacifistas, dialogistas, negociadores y cohabitadores” tenían razón y que, si sus opiniones y políticas hubieran prevalecido en la “Guerra Fría” contra las de los Churchill, Dulles, Eisenhower y Reagan, los Estados Unidos y sus aliados se hubieran ahorrado cientos de miles de muertos y millones de heridos y desaparecidos.

 

 

Visión intropectivista que ignoraba el detalle de que mientras pasaban los años de los diálogos y las negociaciones, en los países que sufrían el sistema comunista, cientos de millones de personas, y hasta miles de millones, eran reducidos a la esclavitud, morían de hambrunas y endemias, eran condenados a muerte y cárceles perpetuas por delitos de conciencia y pasaban parte, o toda su vida, en campos de concentración y Gulag.

Realidad espectral, inhumana y retrohistórica que continúa en los países comunistas que escaparon al derrumbe del Imperio Soviético, como Cuba y Corea del Norte e intenta reproducirse en aquellos donde el socialismo se ha, sorpresivamente, restaurado como Venezuela y Nicaragua.

 

 

La segunda razón por la cual en Venezuela no ha surgido hasta ahora una oposición armada a la dictadura socialista de Chávez y su sucesor Maduro es que en el país de Bolívar el socialismo no llegó por una estrategia de guerra de guerrillas, golpe de Estado, o explosión social violenta, sino a través de un proceso electoral según establecía la Constitución que imperaba en 1998, y que le permitió al candidato Chávez -quien fue encarcelado por encabezar una intentona golpista fracasada el 4 de febrero 1992-alzarse con una mayoría de votos y empezar a gobernar con la promesa de que, ni la Constitución vigente, ni sus derechos, ni sus instituciones serían tocados ni “con el pétalo de una rosa”.

 

 

Fantasía en la cual la oposición democrática debió desconfiar desde un primer momento, pues el “paquete chavista” también traía la amenaza de convocar una Asamblea Constituyente, pero que, contra todos los pronósticos que veían en la misma la estructura jurídica para empezar a instaurar la “revolución socialista, anticapitalista y antidemocrática”, dejó la Constitución anterior, la del 61, casi intacta, manteniendo el sistema de partidos, la independencia de los poderes, la alternabilidad en el gobierno y la salvaguarda de los Derechos Humanos como principios fundamentales.

 

 

Pero eso es en “el papel”. Porque en los “hechos”, Chávez empezó usando y abusando del carácter presidencialista que se mantenia desde la vieja Constitución, la del 61, y se reforzaba en la nueva, creando las bases de una democracia que era escandalosamente plebiscitaria y populista y ponía las primeras piedras para que las instituciones, que solo debían actuar de acuerdo a lo que pautaba la ley, solo oyeran y se comportaran de acuerdo a los dictados del caudillo.

 

 

La primera en ser abordada, atacada e invadida en esta dirección fueron las Fuerzas Armadas Nacionales (que pasaron a llamarse Fuerza Armada Nacional), que rápidamente fue sacada de los cuarteles e incorporada a actividades sociales, como la construcción de viviendas, la limpieza de barrios, la ejecución de tareas sanitarias, la pavimentación de caminos y carreteras, y otras tantas “batallas sociales” que las desdibujaron e incidieron en la pérdida de su apolicismo y profesionalismo

 

 

Pero el status quo post constituyentista trajo otras novedades, como pudieron ser el nombramiento de un nuevo Consejo Supremo Electoral (que pasó a llamarse CNE), otra Alta Corte Suprema de Justicia (el actual TSJ), una nueva Fiscalía y un nuevo Poder Legislativo de una sola Asamblea, la cual debía instrumentar el nombramiento de los miembros de los nuevos poderes, estableciendo pautas u procesos para que todo el país estuviera representado.

 

 

Así mismo, se recurrió a un electoralismo excesivo y, según el cual, no debía existir un solo poder electivo que no fuera fruto de la voluntad popular expresada en el voto y la novedad de los referendos, para que el pueblo expresara mediante en voto si un funcionario, a mitad de su período, permanecia o se iba del cargo.

 

 

Mención aparte debe merecer el hecho que las elecciones se automatizaron, introduciendo para la realización del acto de votar y el conteo de los votos, unas máquinas electrónicas, las Smartmatic, que se convirtieron a la postre en una de las herramientas fundamentales para que los fraudes electorales casi resultaran perfectos.

 

 

En otras palabras, todo lo que posteriormente se ha conocido como “dictadura electoralista”, pues cuidando el régimen chavista de que todos los entes, organismos e instituciones que se escogían para realizar las elecciones mantuvieran una mayoría favorable a sus propuestas y objetivos, el proyecto socialista seguía viento en popa e independientemente de los triunfos parciales que en procesos electorales pudiera tener la oposición.

 

 

Y en efecto, en elecciones para alcaldes, gobernadores y diputados, la oposición pudo ver que la dictadura le aceptaba y que incluso los dejara gobernar o medio gobernar, pero sin que esto hiciera mella en el control y copamiento que el castrochavismo mantenía del sistema.

 

 

Entre tanto, la oposición recibía permanentes y continuas dosis de ilusión, era más y más embriagada por fantasías de que la dictadura podía ser derrotada en las urnas y que si se llegaba un momento, en la crisis económica, de devastación social, corrupción generalizada e incompetencia política que es el resultado de todo experimento socialista, entonces el pueblo se volcaría abrumadoramente a la urnas y en unas elecciones inobjetables derrocaría pacíficamente a los dictadores con los votos.

 

 

La dictadura, desde luego, vio venir esta crisis, este desmadre con relación a su apoyo electoral y de respaldo de calle, pero lejos de renunciar a sus opciones en las urnas, lo que hizo fue mantenerlas, pero haciendo nulo el acceso al mando de los opositores electos para alcaldes, gobernadores o diputados, pues bien, en el caso de los primeros les nombraba sustitutos “encargados” que eran los que recibían los presupuestos y el apoyo de las autoridades locales y regionales, y en cuanto a los diputados, les instruía acusaciones para detenerlos u obligarlos a irse del país.

 

 

Un caso emblemático que es inexcusable no citar en el contexto de desenmascarar la “dictadura electoralista” del régimen, es el de las elecciones para elegir diputados del 15 de diciembre del 2015, en las cuales, habiendo la oposición ganado por mayoría absoluta, rápidamente el régimen cuestionó y anuló la elección de tres diputados y luego, a través de la Sala Constitucional del TSJ -sin tener facultades para ello- redefinió las facultades del Poder Legislativo, prácticamente pisoteando la Constitución Nacional y burlándose de la voluntad popular.

 

 

Otros ejemplos podrían citarse después de lo ocurrido en el 2015, como fue el caso de los gobernadores opositores electos en el 2017 (unos cuatro), a los cuales se les nombró “protectores” desde Miraflores que son en realidad los que llevan las riendas del poder en los Estados.

 

 

Pero nada que melle el “pacifismo, el dialogismo y el electoralismo” de la oposición venezolana que, en sus tres versiones, (un sector que está incorporado al gobierno y participó en las últimas elecciones parlamentarias convocadas por Maduro en diciembre pasado, otro que se presta a participar en unas elecciones para gobernadores que se realizarán en noviembre próximo y un último que adversa y declara nulas las elecciones mencionadas, pero que está auspiciando un diálogo con Maduro para anunciarle que participaría en unas elecciones generales si se elige un CNE independiente que evite nuevos fraudes).

 

 

Para decirle en breve, que todas, absolutamente todas las “oposiciones” venezolanas, están convencidas de que se puede derrotar a la dictadura en unas elecciones libres y donde un árbitro comicial imparcial garantice la honestidad y la transparencia de los resultados.

 

 

¿Y de la oposición armada, qué dice de la oposición armada? ¿Por qué no se piensa que un ejército de venezolanos con ayuda desde el exterior que proyecte y realice una invasión y desde algún punto empiece una guerra de hostigación que galvanice al país y termine produciendo o la fuga o la derrota del tirano?

 

 

¿Por qué no se promueve desde la OEA la aplicación del TIAR o desde la ONU el Estatuto de Protección que genere una intervención multilateral y produzca el colapso y el fin de la dictadura?

 

 

¿O se llega a un acuerdo con el gobierno de Colombia o el de Estados Unidos para que ejecuten alguna acción militar que ponga a Maduro contra la pared y lo obligue a renunciar o llegar a un acuerdo para que sea el pueblo el que elija sus nuevos gobernantes?

 

 

Nada de eso, dice la oposición a una voz y sin distingo de orígenes, colores o ideologías: Una oposición armada estaría condenada al fracaso porque nunca tendría más armas que el gobierno, y, además, generaría más daños, pérdidas y sufrimientos que los que ejecuta la dictadura con la destrucción de Venezuela segundo a segundo y centímetro a centímetro.

 

 

¿Vente años más para derrotar a Maduro? Si, dicen a coro los electoralistas, si son necesarios. La salvación de Venezuela está primero.

 

 

Manuel Malaver

Michel Bachelet: ¿santa o diabla?

Posted on: junio 22nd, 2019 by Laura Espinoza No Comments

Michel Bachelet llega a Caracas como Alta Comisionada de la ONU para la Defensa de los Derechos Humanos en unas circunstancias en que, cualquier paso en falso, podría convertirse en un grave daño para los 30 millones de venezolanos que esperan que su visita sea de gran ayuda en la lucha que sostienen, desde hace 20 años, contra la dictadura en cuya jefatura se han turnado Chávez y Maduro.

 

 

Por eso esperamos que la expresidenta de Chile actúe en Caracas olvidándose de las simpatías y compromisos que tiene -o alguna vez pudo tener- con la ideología en que dice militar el dictador de Venezuela y respondiendo a las esperanzas que esta vez ponen en ella los venezolanos para que contribuya a restituirle los derechos que le han sido arrebatos.

 

 

No se trata Alta Comisionada y expresidenta Bachelet de denuncias de las que, no pocas veces, y con más o menos razón, surgen en los debates políticos entre partidos o ideologías, sino de evidencias y hechos incontrastables que siembran el horror y la condena en los cinco continentes, y muy en particular en este, el de América, en que tanto hemos contribuido los chilenos y venezolanos a ser independiente, demócrata y libre.

 

 

Y empezaría por referirme a uno que le afecta muy de cerca como sudamericana y chilena, como es el caso de los cinco millones de refugiados que la dictadura de Maduro ha obligado a salir forzosamente de su tierra, de la patria que liberaron y construyeron, para residenciarse, mayoritariamente, en países vecinos y hermanos que, en retribución al que tantas veces los acogió -con pocas excepciones-, les han abierto generosamente sus fronteras.

 

 

Y entre los primeros tenía que estar Chile, el más lejano y el más cercano, como que en él habitan en este momento 500.000 mil venezolanos, que son recibidos como hijos que se fueron y regresaron, tardan poco tiempo en encontrar trabajo y disfrutan de las ventajas que ofrece la seguridad, las simpatías y la hermandad de los chilenos.

 

 

Es verdad que de todos los países sudamericanos donde los venezolanos se han visto obligados a refugiarse, Chile, es el que cuenta con la mayor prosperidad y estabilidad económica, pero es también aquel cuya amistad con Venezuela puede datearse con lazos de más lejos y más fuertes.

 

 

También es el que tiene aun más frescas las heridas y crueldades a donde puede llegar una dictadura contra aquellos que la enfrentan y que usted misma sufrió cárceles, vejámenes y exilio de parte del dictador Augusto Pinochet, pero quiero insistir en que, persecuciones y dictadores aparte, la unión entre chilenos y venezolanos sería igual porque la historia decidió que, sin detenerse en distancias, esta gente austral y del trópico no pudieran alejarse.

 

 

Ya a finales del siglo XVIII (1798), por ejemplo, los libertadores O, Higgins y Miranda se encontraron en aquella “Logia de la Gran Unión Americana”, que daría origen a la “Logia Lautaro” (1812), en la que militaron José San Martín, Manuel Belgrano y Ramón Freire, y fueron de las primeras en plantearse en el viejo y nuevo continentes la necesidad de organizarse y concientizarse para luchar por la independencia de las Américas.

 

 

¿Y cómo no mencionar y traer otra vez al más encendido recuerdo, al Canónigo José Cortés Madariaga, chileno residenciado en Caracas a comienzos del siglo XIX, que fue clave en los sucesos del 19 de Abril de 1810 que dieron inicio a la gesta de la Independencia, quien sufrió prisión en La Carraca, España (la cárcel donde murió Miranda) después de la caída de la Primera República, y regresó en 1817 a incorporarse a la Guerra de Independencia y no abandonar a Venezuela hasta verla liberada luego de la batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821?

 

 

Creo, sin embargo, que fue Andrés Bello, el caraqueño que había viajado a Londres en 1810 con Bolívar y Luís López Méndez en una misión diplomática y permaneció en Inglaterra hasta 1829, cuando fue llamado por el gobierno chileno a que se incorporara a la gigantesca tarea de reforzar su constitucionalidad, el sistema judicial y la educación, quien terminó de amalgamar la hermandad venezolano-chilena que dura hasta hoy y espera por un futuro de nuevos brillos.

 

 

Hermandad que no faltó en el siglo XX cuando los demócratas venezolanos encontraron en Chile un refugio seguro al huir de las dictaduras de Juan Vicente Gómez (1908-35) y Marcos Pérez Jiménez (1952-58), y los chilenos que huían de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-89) vieron en Venezuela el país hermano donde encontraron libertad, trabajo, seguridad y el hogar patrio que habían perdido.

 

 

Hago este recuento no porque piense que la Alta Comisionada y expresidenta Bachelet lo ignore, sino porque quiero resaltar la importancia y transcendencia que los demócratas venezolanos damos a su presencia en estos días capitales para la persistencia de la patria tal como la soñaron Miranda, O, Higgins, Bolívar, el Padre Madariaga y Andrés Bello y tantos venezolanos y chilenos que en el curso de estos dos pasados siglos se han dado la mano para que Chile y Venezuela, no solo sean libres y demócratas, sino que vivan en paz y bienestar.

 

 

Por supuesto que esa no será la Venezuela que encontrará la señora Bachelet si los dictadores le permiten visitar las cárceles, los hospitales, las escuelas, las universidades, el transporte, las fábricas, los servicios públicos y el conjunto de estructuras, instrumentos y situaciones que hacen la vida civilizada.

 

 

Y sobre todo, si se pasea por las calles, plazas públicas, urbanizaciones y barrios populares, porque aunque cueste decirlo y aun más creerlo, la destrucción a que ha sido sometido el que fue uno de los países más prósperos de América y Europa, por los llamados narcosocialistas, alcanza niveles que es difícil no admitir fue hecha a propósito para reinar sobre las ruinas.

 

Tal como puede verse en la Cuba de los hermanos Castro y en todos los países donde el modelo o sistema que lleva la firma de Carlos Marx se ha entronizado, pero solo para dejar como rúbrica crueles dictaduras que han ejecutado las violaciones de los derechos humanos más perversas y masivas que se conocen en la historia de la humanidad.

 

 

Y cuya diferencia con el caso venezolano, fue que quizá se llevaron a cabo más rápido y sin detenerse en normas ni simulaciones, en cambio que aquí se han tardado 20 años en escribir el libreto y hacerlo realidad pero sin que tenga que envidiarle nada a los anteriores, a sus antecesores.

 

 

Tampoco son comparables la resistencia y el tesón que han desplegado los venezolanos para no dejarse vencer e insistir siempre en que cualquiera sea la profundidad y la extensión con que la plaga socialista se ha sostenido en el país, siempre el pueblo tendrá fuerza, coraje y perseverancia para derrotarla.

 

 

Y ojalá la visita de la Alta Comisionada y expresidente de Chile, Michel Bachelet, haga parte de esas luchas, y no un tropiezo oscuro que no merezca recordarse.

 

 

 

Manuel Malaver

@MMalaverM

Cayeron Andrade, Gorrín…!y los que faltan!

Posted on: noviembre 25th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

Entre los que faltan está en, primer lugar, “Derwich Associates”, el grupo de seudo empresarios residenciados en el Country Club y empararentados con rancias familias de la oligarquía caraqueña que, sin conocer ni haber invertido nunca un céntimo en negocios relacionados con la electricidad, se hicieron en el 2010 con 11 contratos por un total de 20.000 millones de dólares para comprar termoléctricas que jamás llegaron al país y, si lo hicieron, fue en muy malas condiciones.

 

 

Fue con motivo de aquella emergencia eléctrica decretada por Chávez a finales del  2009 y para resolver la cual trajo desde Cuba al recien fallecido Ministro, Alí “Tira la piedra y esconde la mano” Rodríguez, nombrándolo ministro de  Energía Eléctrica con facultades para comprar sin licitación equipos y tecnología que considerase indispensables para resolver la crisis.

 

 

Un auténtico lomito o panal donde concurrieron los cubanos a vender chatarra presididos por Ramiro Valdés, expertos brasileños que eran en realidad agentes de Odebrecht, Lula da Silva y Marco Aurelio García, los austurianos de Duro Felgera, los argentinos de Pérez Companc y estos noveles entrepeneurs venezolanos, “Derwich Associates”, no se sabe si salidos de las canteras de tantos magnates cuartorrepublicanos que pensaron podían seguir haciendo de las suyas con una oveja descarriada, pero propensa a volver al carril, llamado Hugo Chávez.

 

 

Lo cierto es que no eran desconocidos para Narvis Villalobos y Javier Alvarado, -hoy juzgados en España por el Caso de la Banca de Andorra-, quienes, rápidamente, se los presentaron a Alí Rodríguez y  Rafael Ramírez (y hay quien dice que hasta el mismísimo, Hugo Chávez) y fraguaron una de las estafas más colosales  prepetradas en cualquier tiempo y país,

 

 

Hoy todos los miembros de “Derwick y Associates” (salvo Francisco Convit que es un prófugo desde hace meses de la justicia norteamericana por “blanqueo de capitales”), a diferencia de lo que pasa en estos momentos con Alejandro Andrade y Raúl Gorrín en un tribunal de Florida, se dan la gran vida en España, y muy especial en Madrid, donde invierten en construcciones inmobiliarias, empresas turísticas y de anteojos de sol, cotos de caza y fincas para toros de lidia que, lógicamente, los convierten en advenedizos muy cercanos a la nobleza española vieja y nueva.

 

Personajes que invierten fuertemente en la política, sobre todo en la del país origen de su fortuna, donde dicen financian hasta partidos de la oposición y no digamos a portales de internet cuyo rol es hablar de toda la corrupción que  sucede en Venezuela  y el mundo, menos de la que está asociada o es patrocinada por “Derwich y Associates”.

 

 

Como aquella emisión de bonos por 4500 millones en dólares ofertada por PDVSA el 13 de noviembre de 2013 donde incursionaron por primera vez en el mercado bursátil,  apalancados por un personaje que la providencia puso en su camino, Alejandro Andrade, quien había sido Tesorero en el ministerio de Finanzas y se hizo representar en la operación por un novel “inversionista” de su más alta confianza: Raúl Gorrín.

 

 

El personaje, la ocasión y su objeto es de primerísima importancia para seguir el hilo de esta historia, ya que Gorrín era absolutamente desconocido en el mundo de  las finanzas nacionales e internacionales y que de repente apareciera apadrinado por Andrade que ya fungía como un conspicuo representante del chavismo en círculos económicos y políticos de Estados Unidos, hizo que los “Chicos de Derwick” lo aceptaran con cierta reticencia.

 

 

Máxime, cuando, después de la operación que salió exitosa, los socios, Derwich y Gorrín, se acusaron mutuamente de no haber jugado limpio.

 

 

Pero nada que importara al capo mayor, Andrade, quien, desde aquellos tiempos, cortó  sus relaciones con “Derwich Associates”, y empezó a utilizar más y más a Gorrín como un pupilo al cual se le podían encargar operaciones de altísimo calibre, como resultó ser la compra del canal Globovisión una vez que Maduro se hizo con el poder.

 

 

Quién es ese Gorrín que compró Globovisión se preguntaba la gente en la calle, en el canal y en el propio gobierno, y tendía a confundirlo con otro Gorrín, Álvaro, quien había sido presidente del Banco Canarias y había huido del país durante la crisis financiera que arrasó con las casas del bolsas y algunos bancos nuevos y viejos el el tercer trimestre del 2010.
Pero nada que ver, se conocían muy poco, a pesar de que Raúl como abogado se había destacado como miembro de la “Banda de los Enanos”, hombre de confianza  de sus jefes, Mariano Díaz y Gustavo Perdomo, y por tales títulos, había sido contratado por el Canarias para que manejara sus relaciones con el ministerio de Finanzas, y en especial son su Tesorero, Alejandro Andrade, todo lo relacionado con el tema de  las “Notas Estructuradas”.

 

 

Las “Notas Estructuradas”, uno de los tantos instrumentos financieros creados desde el ministerio de Finanzas  dicen que por el operador financiero, Moris Beracha, quien le ofreció al gobierno la oportunidad de comprar bonos basuras de paises con deudas impagas como Argentina y Ecuador, estructurarlos en un solo solo bono, que luego se vendía a los bancos y casas bolsa nacionales a precios de 4,50 dólares para que después los colocaron a cotización de mercado.

 

Fue las “Minas del Rey Salomón” y el “Festín de Balsazar” a un tiempo ya que, mientras operadores del gobierno como Andrade, Merentes e Isea hacían su agosto colocando “Notas” a través de intermediarios (Beracha, Díaz Granados, Capriles, Gorrín) estos las vendían hasta con 5 o más puntos a los bancos y casas de bolsa que, después las colocaban a precios de mercado entre traders nacionales e internacionales.

 

 

Pero fue también el final de la época en que un gobierno ahito de petrodólares llegados del boom petrolero se dispuso a cortar amarras, según bajaban los precios del crudo y empezó a golpear a la banca privada nacional en sus expresiones comercial, universal y bursátil, a desaparecer a CADIVI, los 5000 dólares anuales para viajeros y los cupos para el dólar electrónico que, también, ya para el inicio del gobierno de Maduro, se habían esfumado.

 

 

Con las vacas gordas, también se va Andrade y se establece en Estados Unidos en el papel de un exfuncionario chavista independiente que se niega a darle cuentas al gobierno de Maduro de la colosal fortuna que se llevó al exterior, porque, era el “Presidente Eterno” quien le había dado el poder que disfrutó durante una década y no este civil advenizo que, además, estaba destrozando el legado del Comandante.

 

 

La misma situación que, al parecer, está viviendo Rafael Ramírez quien, vive un exilio clandestino perseguido por el régimen, dicen que protegido por Estados Unidos, pero quien sabe si negociando y decidido a dar un salto de garrocha más alto que el de Andrade.

 

 

Solo Gorrín quedó clavado en Venezuela, pero por Globovisión, canal que lo ha llevado a extremos de complicidad con la dictadura y por eso mismo buscando que lo expropien o compren para salir de este infierno.

 

 

Lo cierto es que Andrade está hablando y entregando todo cuanto tiene el gobierno de los Estados Unidos y recibierno el respaldo de Ramírez, el cual, a su vez, es acusado por Maduro ser el huevo de la serpiente corrupta que acabó con PDVSA y de llevarse cuantíosimos bienes en líquido que dejan pálidos a los de Andrade y los “Derwich y Associates”.
Pero un tsunami descomunal está arrasando con el chavismo y sus herederos bastardos del madurismo que, por supuesto, no es suceso que esté siendo echado por la borda por la comunidad internacional y una oposición venezolana decidida a salir de esta pesadilla cuando antes.

 

 

Cuentan que días después del frustrado golpe del 11 de abril del 2002, Chávez, reunido con el alto gobierno, dijo que más nunca lo volvería a agarrar un golpe limpio ni a él, ni a su familia, ni a su partido,  dio órdenes de tomar casi por la fuerza al Banco Central y al ministerio de Finanzas y nombró a Alejandro Andrade jefe de la operación.

 

 

Hoy con Andrade en manos de la justicia norteamericana y entregando todo el capital que se robó a los jueces que los enjuician, pareciera que estádecretando el fin de la revolución chavista y madurista.

 

 

 

Manuel Malaver

 

 De la dictablanda de Chávez a la dictadura de Maduro

Posted on: octubre 15th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

No me cuento entre los venezolanos que no advirtió en 1999 que el recién constituido gobierno de Hugo Chávez conduciría más temprano que tarde a una dictadura y que, cualquiera fueran los atajos que tomara el teniente coronel para simular sus irrefrenables impulsos, un día amanecería fusil en mano declarándose como único e incuestionado dictador.

 

 

 

Se descubría, no solo en las preferencias por la dictadura de los hermanos Castro de Cuba que empezó a revelar tan pronto salió de la cárcel, sino en el discurso ultraradical que, no obstante no mostrar las pezuñas socialistoides por razones electorales, tomaría rápidamente el curso que, acostumbran los regímenes marxistas de origen dudoso, según van tomando confianza.

 

 

Pero también habría que referirse a aquellas multitudes que empezaron a rodear a Chávez una vez que

 

 

El Chávez que convoca la Constituyente en febrero de ese mismo año, ya revela que siente que ha y si la nueva “Carta Magna” solo llega a un presidencialismo feroz pero sin eliminar del todo la independencia de los poderes, sale convencido que la mantendrá hasta que las condiciones objetivas y subjetivas indiquen el zarpazo final.

 

 

Hay muchos discursos aquel 1999, y declaraciones, y viajes, y gestos, y promesas en las que se presenta como el hombre del pueblo que vino a liberar al pueblo, pero sin que la gestión presidencial pase de dar inicio a la gigantesca burocracia que años más tarde asombraría a Pepe Mujica cuando lo visitó como presidente de Uruguay.

 

 

Pero para mediados del 2001, es posible que Chávez barruntara que se había equivocado en todos sus cálculos y que, con una caída del 70 por ciento en las encuestas y las calles plenas de manifestaciones crecientes que pedían su destitución, es posible que pensara que solo un milagro podía salvarlo.

 

 

Y el milagro vino con la gigantesca manifestación del 11 de abril del 2002, cuando, con una dirección políticamente dispersa e improvisada, con mandos múltiples y obligada a decidir sobre la marcha, se produce el derrocamiento de Chávez por la acción de un movimiento cívico-militar, que, durante dos días va de error en error, hasta que el derrocado presidente recompone sus fuerzas, da un contragolpe y regresa el 13 de abril.

 

 

Fue un regreso sin gloria, de todas maneras, pues si no fue heroico perder el poder sin arriesgar un pelo, menos lo fue retomarlo por la sola acción de unos que al parecer nunca se convencieron que estaban a punto de evitarle a Venezuela una incalificable tragedia.

 

 

Nada, sin embargo, que contuviera las protestas ni la decisión de la sociedad civil de volverlo arrollar, hasta que, dos acontecimientos lo reinstalan definitivamente en el poder: el fraude electoral en el Referendo Revocatorio de agosto del 2004 y el comienzo del ciclo alcista de los precios del crudo que se extiende hasta el 2008.

 

 

Por el primero, la oposición cae en una crisis de identidad que la lleva a proclamar que no participará en agendas políticas electorales futuras porque “la abstención” derrotará por su misma al chavismo; y por el segundo, el chavismo resuelve sus problemas de caja y con unos ingresos que no terminan de crecer hasta elevarse en julio del 2008 a 128 dólares el barril, emprende una audaz política clientelar que, a través de la Misiones, le procuran el respaldo de calle y de votos que lo convierten en una dictadura electoralista.

 

 

Tocamos aquí con la clave que, hace de Chávez un líder, no solo nacional, sino intercontinental y mundial y que le proporciona los recursos que, con muchos discursos y mucho más políticas sociales de corte parroquial y distribucionistas lo hacen soñar que gobernará hasta que Dios se digne separarlo de este mundo.

 

 

No obstante, la oposición democrática -ahora agrupada en la MUD-, emprende la recuperación en diciembre del 2006 al llevar a Manuel Rosales como candidato en las presidenciales y alzarse con el 38 por ciento de los votos; en diciembre del 2007 derrota Chávez en un referendo para una reforma constitucional que buscaba darle luz verde al socialismo; en el 2009 gana por mayoría de votos la Asamblea Nacional y en el 2010 una elección de gobernadores le permite recupera 9 de las 22 gobernaciones.

 

 

Ya ha terminado el ciclo alcista, los precios del crudo ruedan a la baja, el gigantesco ingreso (tres billones de dólares según cálculos) se ha dilapidado en los intentos de implantar el socialismo dentro y fuera del país, una pavorosa corrupción y la agujas del reloj político parecen regresar aquellos años de comienzos de los 2000 donde Chávez y la oposición estaban frente a frente y sin ventajas comparativas.

 

 

Es un desafío cuyo final Chávez no alcanza a vivir porque muere en Caracas el 5 de marzo del 2013 de un cáncer en la pelvis y traspasa el mando a un funcionario, Nicolás Maduro, que ha demostrado ser la elección menos apropiada para cumplir tamaña responsabilidad.

 

 

El régimen de Maduro cosecha ya el fracaso de la revolución chavista, y por tanto, no es un gobierno de vivencia sino de sobrevivencia, porque día a día ve como sus antiguos seguidores le dejan solo y se incorporan a las filas de la oposición para contribuir a su derrocamiento.

 

 

Un hito fundamental en este cambio de tendencias, sucedió el 6 de diciembre del 2015, cuando en las elecciones parlamentarias, la oposición democrática obtuvo la mayoría absoluta de los votos con los que recibía el mandato de imponerle a Maduro un cambio de su política económica, o desalojarlo del poder.

 

 

Y esta lucha entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo, contuvo durante dos años la carga necesaria para que Venezuela saliera de la pesadilla castrochavista o la golpeara con tal fuerza que el 2017 no le significara sino unos pocos meses en su capacidad de sobrevivencia.

 

 

Son los tiempos también en que, con una economía en ruinas y el 80 por ciento de los venezolanos esperando para destituirlo en un Referendo Revocatorio, Maduro asume plenamente la dictadura, procediendo a desmontar lo poco que quedaba de las instituciones chavistas y de garantías individuales y decidiéndose a gobernar ya sin apego a ninguna norma, ni disposición constitucionales.

 

 

Es la irrupción de una realidad largamente represada, simulada e incluso negada por sectores opositores que siempre alegaban que quedan brechas para realizar la democracia pero que ahora, al igual que todo el país, está admitiendo que llegó la dictadura.

 

 

La dictadura marxista, colectivista y totalitaria, la que ya está en la calle deteniendo opositores y encarcelándolos sin fórmula de juicio, o asesinándolos como acaba de suceder con el concejal, Fernando Albán, la que los obliga la exilio forzoso, la que los persigue en sus casas, las fábricas, los campos y el parlamento y no deja otro recurso que enfrentarla y luchar contra ellos.

 

 

Como ya hicieron los venezolanos que combatieron las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos

 

 

Todos en un haz por el regreso de la democracia y la libertad a nuestros países y porque dictadores de ningún género usurpen las constituciones y tomen el Estado de Derecho desde dentro para destruirlo.

 

 

 

Manuel Malaver

@MMalaverM

Uribe, Duque y Trump: los enemigos irreductibles de Maduro

Posted on: octubre 8th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

 

En su estrategia de sobrevivencia por lo menos hasta mediados del próximo año, Maduro se ha planteado romper el frente de sus enemigos fundamentales, Álvaro Uribe, Iván Duque y Donald Trump, y de ahí que, tan pronto recibió el aviso de sus operadores en Washington y Nueva York de que podía realizarse una reunión con el presidente de EEUU en el marco de la reunión de la Asamblea General de la ONU corrió hacia la “Gran Manzana”, sin que lo sospecharan ni sus asociados más íntimos y firmemente convencido de que en la noche le clavaría hasta el estoque la daga a sus enemigos de este y otros continentes.

 

 

Sería la victoria de su vida, el triunfo que le había negado una carrera que algunos adhieren a sus actividades como agente de la inteligencia cubana, y otros a que es simple y llanamente un mediocre, un aturdido y calculador que espera que los demás hagan el trabajo para después arrimarse a recoger los gajos del laurel.

 

 

 

No quiso, sin embargo, que todo saliera así como de las intrigas del G-2 cubano y sus lobistas y autorizó que se le filtrara a la “Cadena Caracol” de Colombia la “fake news” de que en “las próximas horas” tendría una reunión con Trump, -ilustrándola con un video desde la propia nave que lo transportaba a Nueva York donde afirmaba que desde la ONU “defendería los intereses de la patria ofendida”-, mientras en las redes la eficiente maquinaria de los trolls de los Rodríguez hacía correr “la voz” de que la reunión era un hecho.

 

 

 

Sin embargo, las horas pasaron después de la llegada del dictador a la ONU entre un discurso destemplado pronunciado en una sala que no alcanzó a llenar el 10 por ciento -y en el cual, lo único importante fueron una vez más sus ruegos a Trump para que realizaran la entrevista-, una rueda de prensa en la noche donde reiteró el mismo pedido y dos desmentidos de portavoces de la Casa Blanca y el Departamento de Estado informando que “no había razones para pensar en una reunión entre los presidentes de EEUU y el de Venezuela”.

 

 

En otras palabras que, Maduro regresó a Venezuela el viernes como se había ido, sin nada, ni siquiera una promesa vaga de contacto o entrevista con el “hombre más poderoso del mundo” y, tal vez como nunca aplastado por las noticias que rodaban por el globo de que por lo menos cinco jefes de gobiernos de la región habían introducido en la Corte Penal Internacional de La Haya un documento acusándolo de “Crímenes contra La Humanidad”.

 

 

 

Pero había más, mucho más: en su discurso ante la Asamblea General, el presidente de Colombia, Iván Duque, se mostró feroz en sus críticas al jefe de la dictadura venezolana e insistió en su tesis de que “la no intervención en los asuntos internos de los países, no podía extenderse a los gobiernos que no respetaban a los derechos humanos de sus ciudadanos”.

 

 

 

En lo que respecta a Trump y al Secretario de Estado, Mike Pompeo, también fueron taxativos en no dejar dudas de que la política de Estados Unidos con relación a la dictadura de Maduro, no excluía “ninguna” decisión, entendiendo por tales “las más fuertes”.

 

 

Y era con referencia a la posición de los dos presidentes de las posturas más radicales en relación a su régimen, el de Estados Unidos, Donald Trump, y el de Colombia, Iván Duque, que tomaba todo su sentido la prisa de Maduro, su empeño -y que casi podríamos calificar de “desesperación”- de una reunión con Trump, pues de tener lugar la misma, era evidente que, rompía, aunque fuera por unos meses, la unidad de los dos poderosos enemigos sin cuyas fuerzas políticas y militares era imposible una intervención en Venezuela.

 

 

 

Percepción del nudo más decisivo, eficaz, pero a la vez más débil, para el logro de tal avance en el desarrollo de la crisis que no podía venir si no de Cuba, del G-2, y que fue la organización de inteligencia que puso más empeño en convencer a Maduro de que la “entrevista, de darse”, podía resultar no “obra maestra” y con la carga político-militar suficiente para alejar, aunque fuera por unos meses, a tropas colombianas y norteamericanas de los predios de la revolución castrochavista.

 

 

 

Para convencer al sucesor de Chávez, no hay duda de que los isleños echaron manos al carácter cambiante, neurótico, inestable, impredecible y personal de la política exterior de Trump, recordando su ambigua con relación con Putin, pero sobre todo el hecho de cómo, semanas después de jurar pulverizar a la Corea del Norte de Kim Jong-un, corrió a reunirse con el presidente nordcoreano y declarar que se había encontrado con “un genio”.

 

 

¿Por qué no podía pasar lo mismo con el venezolano que, no tendía bombas nucleares, pero si propuestas con relación a las riquezas mineras venezolanas, su influencia sobre Cuba, las FARC y el resto de países democráticos pero antiestadounidenses del Caricom? ¿Y si sucedía el milagro, como sucedió en Corea del Norte, no era suficiente para sacar de juego durante lo que queda de año -y quizá del 2018-, a Uribe, Duque, el Grupo de Lima, Almagro y lo que queda de la oposición venezolana?

 

 

 

Y con estos argumentos, no hay dudas que Maduro y el G-2 empezaron a financiar desde comienzos de año un poderoso lobby que en Washington, Nueva York, Miami y cualquier ciudad norteamericana, debía activar todos los caminos que condujeran a Trump.

 

 

 

Caminos, vías, puentes y atajos que al aparecer cerrados los días miércoles y jueves de la semana pasada, le trajeron al madurismo un mensaje que es, a partir de esos días el que construirá su política exterior, pues desecharlo podía significarle una pérdida del poder más rápida y contundente de lo que se prevé: Álvaro Uribe, Iván y Donald Trump son sus enemigos irreductibles y los primeros utilizarán todo el poder que tienen en el gobierno colombiano para que continúe la presión sobre Maduro, y el segundo, el de todos sus aliados dentro y fuera del continente para apoyar cualquier acción que arranque desde Bogotá hacia la frontera sur de Venezuela.

 

 

 

Ya el vicepresidente Pence lo dejó claro cuando afirmó que no dejara sola a su principal aliado en la región, Colombia, en un conflicto con la dictadura de Maduro, y el jueves no más lanzó el misil de que “China había proporcionado un salvavidas al corrupto régimen de Maduro”, sin aclarar si era ayuda militar o financiera.

 

 

 

Pero sea lo que fuera, a Washington no se le escapa que China o Rusia podrían tener alguna presencia en caso de que estalle un conflicto entre Colombia, EEUU y Venezuela, pero sin que les den otra importancia que advertirles que están metiendo las narices donde no deben.

 

 

 

En cuanto a Maduro, el mismo jueves procedía a pronunciar el ataque más fuerte que se le conocía hasta ahora contra el presidente, Iván Duque, llamándolo “diablo” y acusándolo de promover una política agresiva “para destruir a la FANB”, en tanto que el canciller colombiano, Holmes, anunciaba una visita a la frontera con Ecuador para tomar información de primera mano sobre la situación de los refugiados venezolanos.

 

 

 

En otras palabras que, después de los resultados desastrosos de la política de Maduro en la ONU, después del fracaso del lobby para lograr una entrevista con Trump, comienza “otra verdad” para el futuro de las tensas relaciones colombo-venezolanas y es el de prepararse para algún tipo de choque u hostilidad que puede llamarse choque, intervención o invasión.

 

 

 

Una confrontación que hasta las horas de redactar estas líneas luce inevitable a menos que de la parte venezolana un golpe de estado, o una explosión popular, ponga fin al madurismo.

 

 

Manuel Malaver

@MMalaverM

Sudamérica y el costo de coexistir con Maduro

Posted on: agosto 26th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Como el sistema socialista es “minuciosamente improductivo” (Carlos Alberto Montaner dixit), entonces, toda coexistencia (o convivencia) con el país o países que lo “procesan”, implica pagar costos que, pueden venir o por la subversión que inevitablemente traslada a gobiernos neutrales o ambiguos, la transferencia de bienes ilícitos vía el contrabando,  el narcotráfico o cualquier otro modus de la delincuencia organizada, la extorsión o el chantaje puro simple, sea político, militar o comercial.

 

 

Una muestra completísima de tan corrosivo engendro, es el que sufren los países democráticos y capitalistas de Asia Oriental -específicamente Corea del Sur y Japón-, en su relación con la socialista Corea de Norte, país  que sobrevive por “servicios políticos” mercenarios prestados a China y Rusia en sus disensos con Estados Unidos, mientras aplica el “chantaje nuclear” a los gobiernos que le adversan, les piratea sus patentes, importa, vía contrabando, cualquier bien canjeable y exporta mano de obra esclava obligada a enviar remesas a casa so pena de castigar a sus familiares que permanecen como rehenes y, de paso, puede pasar el sombrero mendigando ayuda humanitaria si se le ofrece.

 

 

Corea del Norte, sin embargo, no ha llegado a utilizar un novedoso método de extorsión, chantaje y subversión que consiste, en forzar al exilio a millones de nacionales hacia a países democráticos abiertos, activos en la lucha contra el socialismo, el totalitarismo y el autoritarismo, tal estrenaron hace un trienio desde Siria hacia Europa los dictadores Vladimir Putin y Bashar Al-Assad y copia con creces y avidez el dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, quién, desde mediados del año pasado, ha despachado a sus vecinos de Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Argentina y Chile una cifra cercana a los tres millones de refugiados venezolanos.

 

 

Se trata, en realidad, más que de extorsión,  chantaje y subversión, de  actos de guerra, pues ya puede suponerse la conmoción que genera en la estructura de los países vecinos de Venezuela, y en general, de Sudamérica, la inesperada presencia de cientos de miles de personas que no estaban dateadas, mapeadas, ni calculadas  en los índices que evaluaban su crecimiento a futuro.

 

 

Y que resulta especialmente desestabilizador cuando se refiere a países pobres, ya de por sí sometidos a las presiones que vienen tras el bajo crecimiento, la escaza productividad, servicios públicos ineficientes y una  infraestructura  generalmente no disponible sino en las grandes y medianas ciudades y que no alcanza  cubrir sino el 10 por ciento del  territorio nacional.

 

 

En muchos sentidos, una coyuntura no diferente a la que emergió en Europa occidental con la masa de refugiados que Putin y Bashard Al Assad forzaron al exilio desde Siria, si bien recordarse que Europa siempre fue tierra que buscaron emigrantes de todo tipo, y en la actualidad, a pesar de la crisis económica del 2008 que aún no termina, cuenta con recursos para capear la emergencia.

 

 

No es el caso de Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Argentina y Chile, países más inscritos en la tradición y cultura de enviar refugiados a otros países y no de recibirlos.

 

 

Y entre otros, a Venezuela, el país que durante décadas, y hasta la llegada del socialismo hace 20 años, recibía emigrantes de todo el mundo, porque tenía recursos para ofrecerle  y los necesitaba como mano de obra para su desarrollo.

 

 

De modo que, ya podemos suponer lo que representa para países tan, o más pobres que Venezuela, y sin cultura ni tradición para recibir emigrantes, saliendo a duras penas de décadas de pobreza por el auge de los precios en las materias primas vividos en los últimos años, luchando por reducir la desigualdad e injusticias sociales y los déficits de todo orden en cuanto a la inversión en salud, educación, transporte e infraestructura, con estos millones de refugiados venezolanos ab portas y exigiendo ubicación en el mercado de trabajo, acceso a los servicios y a la seguridad social.

 

 

Y por causas políticas, provocadas y estrictamente diseñadas por la dictadura narcosocialista de Maduro con el objetivo de subvertir la región y lograr que les permitan extender su reinado por largas décadas -y hasta siglos- para fundar una dinastía, tal cual logró la familia Sung en Corea del Norte y los Castros en Cuba en los últimos 60 años, y que no terminará porque mejore la economía venezolana y el país disponga de los bienes necesarios para mantener a los que se han quedado y atraer a los que se han ido, sino que día a día, semana a semana y mes y mes, continuaremos viendo estos enormes contingentes de venezolanos huyendo hacia otras tierras y buscando el alivio, la habitabilidad y la seguridad que siempre tuvieron y les ha arrebatado una tiranía feroz que los desnacionaliza y los obliga a ser un pueblo errante y que busca inserción en otros pueblos.

 

 

Las preguntas son: ¿continuarán los países de la región, y particularmente los más desestabilizados por la delincuencia organizada de Maduro, como Colombia, Ecuador, Perú, Argentina  y Brasil de brazos cruzados, permitiendo que dos dictaduras   neototalitarias y moribundas hayan pasado a cobrarles su empeño en no darles anclaje entre pueblos que han descubierto su perversidad, inicuidad e inutilidad, en tanto, una nueva forma de subversión, el exilio forzado, amenaza con desbancar sus planes de estabilidad, lucha contra la pobreza y crecimiento?

 

 

¿Habrán percibido que no hay forma de coexistencia posible con dictadores de la postmodernidad, de los tiempos de la llamada “guerra asimétrica” y que, mientras no son derrotados militarmente, recurren a todas las formas de subversión posibles como el terrorismo, el narcotráfico, la limpieza étnica, el exilio forzado y el chantaje nuclear con tal de no perder su apuesta milenarista y apocalíptica ?

 

 

¿Hacen esfuerzos, contactos y reuniones para tomar las cosas tal cual son, como una forma de guerra y se preparan para afrontarla, para unirse al pueblo venezolano en su lucha por desalojar a Maduro y su pandilla de Miraflores y de Venezuela?

 

 

En realidad, no tenemos información precisa y confiable para contestar  estas preguntas, pero puedo asegurar que, la preocupación cunde y se expande en las cancillerías de los gobiernos sudamericanos, y que, cómo se trata de un problema de “real politik”, ya podemos suponer dónde va concluir.

 

 

Lo que si nos atrevemos a establecer es que, Colombia tendrá un papel preponderante en cualquier coalición que se arme para destruir al madurismo, pues, siendo el país mayormente afectado por el exilio forzoso de refugiados venezolanos (un 60 por ciento), es también el que tiene la más grande frontera con Venezuela (2500 kilómetros) y las Fuerzas Armadas mejor entrenadas y dotadas para llevar a cabo con éxito una iniciativa de esta envergadura.

 

 

Aparte, debería subrayarse que, el actual liderazgo político y militar colombiano, el que preside el “Centro Democrático” del expresidente Álvaro Uribe y el presidente, Iván Duque, es el que mantiene mayor distancia y un enfrentamiento de vieja data con el castromadurismo, que desde los tiempos del difunto Hugo Chávez, se alió a las FARC, al ELN  y a los carteles de la droga para destruir a la democracia neogranadina.

 

 

De igual manera, habría que destacar la presencia de Estados Unidos en un esfuerzo de guerra que se traduzca en una invasión para pulverizar la peor lacra subversiva que ha conocido la región en las últimas dos décadas, y sin cuya decapitación, es imposible que  Sudamérica vuelva a ser la tierra de la libertad y la democracia.

 

 

A este respecto, no debe olvidarse que Maduro mismo, y Chávez antes de él, proclamaron que formaban parte de una suerte de resurrección de la “Guerra Fría” y que al lado de China, Irán, Rusia, los grupos terroristas del Medio Oriente, los países que entonces constituían el ALBA y el llamado “Socialismo del Siglo XXI”, venían a destruir al imperialismo, al capitalismo y a su buque insignia, Estados Unidos de Norteamérica.

 

 

Una confrontación que se ha reforzado con el ascenso del republicano, Donald Trump, a la presidencia de Estados Unidos y su decisión de enfrentar a la Cuba de Raúl Castro, a la Venezuela de Maduro y liderar el fin de la peor pesadilla y factor de atraso que ha sufrido la región en toda su historia.

 

 

 

Para concluir, la tormenta de una guerra internacional empieza a moverse contra Maduro y su pandilla y de la misma no dudo que saldrá un democracia venezolana recargada, fortalecida y consolidada.

 

 

 

Manuel Malaver

López Obrador: un profeta desarmado

Posted on: julio 5th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

Si tal como aseguraban hasta ayer encuestólogos, brujos y astrólogos, Andrés Manuel López Obrador (AMLO o El Peje) se alza hoy, abrumadoramente, con la presidencia de México, , será el décimo líder populista o socialista en recibir de las mayorías populares la oportunidad de  acabar o corregir los desequilibrios económicos, políticos, sociales y morales que, al parecer, de manera eterna y desde épocas inmemoriales, son la marca de fábrica de México y la región.

 

 

 

Una variopinta humanidad que incluye a ejemplares como el fundador de la dinastía, el general Juan Domingo Perón, de Argentina (quién recibió la 5ta economía del mundo a comienzos de los 40 para hundirla en un foso de pobreza, miseria y corruptelas del cual no se ha recuperado en 80 años); Fidel Castro, de Cuba, trastocado de abogado en “Comandante en Jefe” y autor de una de las tragedias más hórridas del continente y del siglo, la destrucción masiva, inclusiva y reiterativa de una economía en auge hasta dejarla 55 años después reducida a  escombros, ruinas; otro general, Juan Velazco Alvarado, del Perú, con 12 años en el poder y los mismos resultados de sus predecesores;, y otros, Omar Torrijos y Manuel Antonio Noriega de Panamá; el único militar de baja graduación de la lista que, además, era marxista, leninista y santero, el teniente coronel, Hugo Chávez, de Venezuela; y civiles como los esposos Kirchner de Argentina, Lula Da Silva de Brasil, Evo Morales de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador, Daniel Ortega de Nicaragua y Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén de El Salvador.

 

 

La diversidad, sin embargo, no excluye los rasgos característicos, identitarios y unificadores como pueden ser: 1) El origen cuartelario, militar y autoritario, ya fuera adquirido en academias, o hechos de guerras como guerrillas, o insurrecciones populares.-2) El absoluto menosprecio a la ley, bien fuera la heredada del ancien régimen, la presente o la por venir.-3)Nacionalismo, patrioterismo y adoración por los símbolos patrios.-4) La angustia y preocupación por la crisis moral que, según ellos, corroía al país que se disponían a conquistar y gobernar y cuya cura imponía la violación de la Ley.- Y 5) Odio a los Estados Unidos de Norteamérica, pero más por sus virtudes que por sus defectos, el país que se etiquetaba como imperialista y posible invasor, cuando en realidad se le odiaba porque representaba la otredad de todo lo que el populismo y el socialismo aman e idolatran.

 

 

En otras palabras que, al hablar de populistas y socialistas  latinoamericanos, hablamos de hombres violentos, impacientes, ásperos, malhumorados y alérgicos a remilgos constitucionalistas y legales que son ignorados y anulados y , si es necesario, sustituidos por constituciones y leyes que el general, caudillo o comandante hace a su medida,  para buscarle atajos a su sed de redención de los pobres y de  la patria que, sin más tardanza, podemos  capitular como la “Ley del Revólver”.

 

 

Cuáles han sido los resultados de esta exótica, sui géneris y etnosudamericanista manera de entender la sociedad, el poder, la economía y la política podemos verlos en los 80 años de control del peronismo en Argentina, en los 55 del castrismo en Cuba, en los 20 del chavismo en Venezuela, en los 10 del lulismo en Brasil y, consecutivamente, en todos los espacios donde tan destructora plaga ha aterrizado con sus promesas de justicia social, igualdad, desarrollo y bienestar a los que, por obra y magia del carisma del caudillo protector, se accede al reino de Dios en la tierra y al país donde fluye leche y miel.

 

 

Inestabilidad y viaje de crisis en crisis en Argentina, hambrunas y retroceso al siglo XIX en Cuba, y transfiguración de Venezuela en un país en ruinas donde ya casi 5 millones de personas huyen como de un tsunami, es la suma que dejan el populismo y el socialismo en la región en estas dos primeras décadas del siglo XXI  que parecen eternas.

 

 

Porque mañana, México podría ser la próxima víctima si, como aseguran encuestadores, brujos y astrólogos, Andrés Manuel López Obrador, alias AMLO o El Peje sale ganador en una contienda en la cual sus oponentes más cercanos, Ricardo Anaya del PAN, y José Antonio Meade del PRI, apenas alcanzan el 28, 2 y el 21, 9 por ciento en las encuestas.

 

 

Un izquierdista, según todos los trazos, aunque nos negaríamos a darle las precisiones de populista o socialista pues procede de dos partidos, el PRI y el PRD, hijo y nieto de la “Revolución Mexicana” que, gobernó durante 70 años en un sistema de partido único pero de presidente electivo y período de 5 años que, por no contar con la reelección no llegó a ser vitalicio o semivitalicio y le dio una rotación a las élites priistas como para permitirles una duración sorprendente larga.

 

 

Más importante resultó no negar sino auspiciar los partidos de oposición, como los dos colocados en los extremos, el Partido Socialista Mexicano y el derechista PAN, cooptado el primero hasta desaparecer, pero no el segundo, que sostuvo una oposición heroica hasta que, colapsado el llamado modelo de la “dictadura perfecta” (Octavio Paz dixit) fue electo presidente uno de sus líderes, Vicente Fox, que gobernó del 2002 al 2006 y legó el gobierno a otro panista, Felipe Calderón, que cubrió el período 2006-2012, cuando fue sustituido por el regreso del priista,  Enrique Peña Nieto.

 

 

Vale decir que, a diferencia de la mayoría de los populistas y socialistas latinoamericanos, López Obrador, no viene de los cuarteles, ni de las luchas guerrilleras e insurreccionales sino de una primera etapa en que, como priista, se fajó por los derechos de los indios chontales de su Tabasco natal, a los que cuales enseñó el uso de los “camellones” para mejorar la productividad de las siembra, así como diversas formas de organización para enfrentar el despotismo de los poderes locales, regionales y nacionales.
En otras palabras, que López Obrador no es un profeta armado, como si lo fueron Perón, Castro, Velazco Alvarado, Torrijos y Chávez, sino desarmado, y este detalle de origen maquiavélico, puede ofrecer señales para llegar a una aproximada diferencia de su mandato con el de sus congéneres.

 

 

 

Pero más significativas han sido las batallas sostenidas contra la “dictadura perfecta”,  y frente a  la cual –y ya como miembro de la disidencia que encabezó Cautémoc Cárdenas, en el PRD-ha peleado por sus votos en la diputación, la gubernatura, la Alcaldía de México y en un célebre enfrentamiento con Felipe Calderón, por la presidencia de México en las elecciones del 2006.

 

 

Pero en lo que se refiere a sus ideas para transformar la economía del país, muy poco se conoce, pues pareciera no importarle mucho las indicadores, los porcentajes de inflación o crecimiento, salvo en lo que es un dogma de la historia mexicana: no a la privatización de PEMEX y, mucho menos, a los gringos.
Vale decir que, en lo esencial, es un buen hijo del paternalismo latinoamericano que no concibe al mundo sin una participación abrumadora del estado en la economía, o elípticamente, sin el control del capital y el empresariado privado que arriesgan el pellejo para que los pobres, clases medias y ricos dispongan de lo indispensable para vivir según se los permita el fruto de su esfuerzo y trabajo.

 

 

Y siendo paternalista y estatista, López Obrador es un firme creyente de la religión del gasto público, al cual asigna todos las obligaciones, esfuerzos y deberes para que los pobres, semi pobres y ricos de su país reciban lo que él, y el resto de los populistas y socialistas piensan no corresponde al sector privado de la economía, ni a los individuos, sino al Papá Estado.

 

 

Pero si él creció y amamantó en las fauces de este “Ogro Filantrópico”, -como lo llamó en un ensayo memorable, Octavio Paz,- pues, aparte de ayudar a sus padres, Andrés López Ramón y Manuela González de Obrador,  en una bodega que instalaron en la natal, Tepetitán (“La Posadita”)  y en otra después en Vista Hermosa (“Novedades Andrés”), la escuela primaria, la secundaria y la universitaria (es graduado de Sociología y Politología en la UNAM) así como los cargos que ocupó en el PRI, el PRD y por elección popular, fueron sufragados con cargo al presupuesto del Estado.

 

 

Como tampoco trabajaron Perón, los Castro, Velazco Alvarado, Torrijos, Chávez, los Kirchner, Evo Morales, Correa, Ortega, Funes, López Cerén puros burócratas que consiguieron en la política revolucionaria una forma de vivir financiada por quienes. en momento determinados, se oponían o apoyaban a los jerarcas del Estado.

 

 

En otras palabras, al gasto público que, es la fuente generadora de la corrupción en América Latina, y que, mientras no sea reducida porque la riqueza debe provenir de la actividad de los particulares y no de los entes del Estado, estaremos en el círculo vicioso de bramar día y noche contra una pandemia irremediable e incurable,  mientras se condena al capitalismo liberal que la reduce y se apoya al socialismo y el populismo que la agiganta.

 

 

La experiencia que inicia el lunes López Obrador como presidente de México será una buena oportunidad de volver a enterarnos de todo ello y a través de una película donde al protagonista no le faltarán buenos actores secundarios y excelentes extras.

 

 

 

Manuel Malaver

@MMalaverM