Populismo en el imperio

Posted on: noviembre 10th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 
Cuando los estrategas de campaña de los demócratas colocaron en un video las megalómanas semejanzas entre Chávez y Trump lo único que lograron, visto por los resultados finales, fue la ira de la mala estudiante de Trabajo Social que tenemos por canciller. Pero más allá de las pataletas, era cierto, ambos personajes representan una misma y muy mala cosa que se reafirma como la gran amenaza para las democracias del mundo: el populismo.

 

 

 

No importa el nivel de desarrollo alcanzado, la tradición democrática de los pueblos, el promedio de instrucción pública o una amplia libertad de expresión. El populismo, eso que podría definirse como las promesas y ejercicios gubernamentales de líderes irresponsables que menosprecian a sus pueblos, no se alimenta de las virtudes civilizatorias, sino de todo lo contrario, de las mezquindades de su frustración. La atracción populista crece y se fortalece desde la imposibilidad que tienen los que se evalúan como perdedores relativos del sistema de explicarse el porqué de sus límites materiales o de su propia infelicidad.

 

 

 

Los votantes de Trump son grupos enteros que se creían poseedores de un mejor destino, y que ven con frustración lo escaso de sus logros o el derrumbe de sus aspiraciones. Entendámonos bien, la tierra fértil para el populismo no es la pobreza, puede que incluso tampoco la desigualdad. El mensaje simplón y vengador que atrapa las preferencias del electorado populista es la percepción y la evaluación de la propia situación como un infortunio, que poco o nada tuvo que ver con sus acciones.

 

 

 

El populismo es una oferta para vencidos que suponían la gloria dada e inminente. Eso es lo que atrae a las grandes mayorías de frustrados a dejarse embaucar por las autocomplacientes explicaciones que señalan en otros (inmigrantes, musulmanes, latinos, trasgresores y gente tachada como malsana en general) la responsabilidad de los fracasos que, en el caso norteamericano, es mayoritariamente, pero no en exclusiva, de los blancos, anglosajones y protestantes autoproclamados herederos de los fundadores de la gran potencia.

 

 

 

Tal y como nos ocurrió a nosotros en Venezuela, el asalto al poder de un líder populista, luego del shock inicial y la sensación de tragedia política por parte de quienes adversamos estos movimientos, es la constatación de que tales líderes realmente no son ni causa ni constructores de nada, son el simple y terrible síntoma de algo que no marcha muy bien en nuestras sociedades, de un cáncer que comenzó a manifestarse recordándonos que, como ocurre con la enfermedad fisiológica, el asunto es muy grave porque no se detectó a tiempo.

 

 

 

En el caso venezolano, como bien sabemos, fue la acumulación de la frustración de un pueblo pobre que se creía sentado sobre una riqueza inconmensurable. La corrupción, el simplismo de algo mal repartido, fue la explicación que necesitó el pueblo para liberarse de complejidades interpretativas o de responsabilidades dolorosas.

 

 

 

Trump ha hecho algo similar con los frustrados (más que empobrecidos) sectores tradicionales de ese basto país. Les dio una interpretación a sus desdichas, lanzándolos en contra de los diferentes, de aquellos a los que sus prejuicios consideran inferiores. Les dio una solución, tan sencilla como falsa, donde poder esconder sus errores y debilidades. Ellos, sentados en sus cómodas mecedoras heredadas de sus padres colonizadores y pioneros, vieron sin poder asimilarlo cómo una raza de inmigrantes, teniendo la penuria de sus países de origen como incentivo, se hicieron con los signos de progreso que suponían les estaba reservado.

 

 

 

 

El norteamericano tradicional necesitaba su vengador, así como en su momento la empobrecida clase media venezolana necesitó el suyo. Nosotros llevamos 18 años cargando con sus secuelas, los norteamericanos recién comienzan.

 

 

 

Obviamente, las similitudes hechas no son tan exactas. Nos sirven como recurso didáctico para poner de bulto el fétido alimento de los populismos. Sus consecuencias, claro está, dependerán de los contextos, del medio institucional social y estatal al que se enfrentan. La línea de defensa que tendrá la sociedad norteamericana para controlar los daños de las locuras de su recién electo líder populista son sus instituciones, las bases constitucionales y las lecciones republicanas que los padres fundadores de esa nación aplicaron en el Nuevo Mundo para la sorpresa y puede que envidia de la Europa que las inventó.

 

 

 

La contención de la “frustración blanca”, así podríamos llamar esta oscura hora en la historia de Estados Unidos, seguramente serán las instituciones y la tradición democrática que crearon sus padres. Como reza la maldición china, vienen tiempos interesantes y lo serán para todos, por tratarse de un populismo en el Imperio.

 

 

Luis Pedro España

 

Recuperar la civilidad, para salvar la patria

Posted on: octubre 27th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Quizás la peor tragedia de nuestro continente ha sido cuando los soldados se meten a políticos. Dicho de otra manera, cuando los militares se alejaron de la política, fue cuando Latinoamérica concretó sus mejores épocas. El continente cambio favorablemente cuando la institución armada dejó de ser actor político para consolidarse como institución del Estado. Cuando pasó de gobernante e injerencista, ha subordinado y obediente del poder civil.

 

 

 

Los ejemplos son tan abundantes que citarlos no es sino desperdiciar el espacio de un breve artículo. Conformémonos con indicar que la desmilitarización de la región en los años ochenta y la consolidación definitiva de su carácter democrático y civil, fue el inicio de un proceso continuo de desarrollo y bienestar, el cual, si bien no ha sido con la velocidad que todos quisiéramos, es innegable el avance y respeto por los derechos y la vida humana, en comparación con todas las etapas militaristas que vivió América Latina en su pasado.

 

 

 

Venezuela, a diferencia de nuestros países hermanos, ha recorrido una senda muy diferente. El sistema instaurado desde 1999 abrió las puertas para la politización militar. Sea porque la propugnación del modelo provenía de los cuarteles, fuera porque el personalismo del sistema no podía desprenderse del uniforme militar, o simplemente porque el poder civil (representado en partidos e instituciones desprestigiadas) terminó entregándose a la aventura del ahistórico proceso que vivimos; en el presente tenemos un discurso legitimador de la injerencia militar en política que ha funcionado como jurisprudencia extra-constitucional que habilita a los jefes militares a comportarse, tal y como los hemos visto en los últimos días.

 

 

 

En la medida en que este gobierno deslegitimado y sumido en la impopularidad, pero aferrado al poder con las garras y los dientes, de quien sabe que oscuros interés, se agrava aceleradamente, esa habilitación del soldado en la política, se hace más cruenta y recurrente, encaminándonos a lo que podría ser de facto, y para desgracia de todos, el primer intento, la nueva aproximación o re-inauguración de un gobierno militar del siglo XXI.

 

 

 

El proceso constitucional previsto para librarnos de ese mal, la consulta al pueblo, fue pateada por los intereses y los personeros que hoy, con la desfachatez que viste su hipocresía, llaman a un dialogo que tiene más intermediaros que objetivos, más gesticulaciones que concreciones y, no se me ocurre otra cosa, más intensiones de salvar al gobierno que de salvar al pueblo de sus padecimientos.

 

 

 

El gobierno, en su eterna dobles, en esa postura malandra que coloca la mentira y el engaño como mampara para ocultar las intenciones trasgresoras, muestra la carta del diálogo con la misma intensidad que las declaraciones amenazantes y las sentencias penales en contra de los líderes de la oposición. Así, sin gestos de confianza, resulta muy difícil que lo deseable, que lo que todos aspiramos sea realidad: salir del atolladero de la ingobernabilidad presente sin la necesidad de que medien los militares.

 

 

 

Así las cosas llegamos al borde del renacer militarista porque el gobierno pateo la mesa. Se inventó una excusa para impedir la consulta popular. Ese hecho, aunque para muchos es un dato del tablero que había que calarse, no puede desconocerse o, peor aún, no puede ser sustituido por una opción de negociación a ciegas, donde nadie garantiza (ni siquiera el Vaticano) para qué y sobre qué, será el diálogo.

 

 

 

Por lo pronto estas líneas se escriben en los albores de lo que será una muestra más de fortaleza y popularidad por una salida que ponga por delante la voluntad del pueblo. Ayer fue la protesta a favor de aquello que tanto nos sirvió en los años sesenta para estabilizar al mejor régimen político que a la fecha hemos tenido. Hoy ese eslogan de los sesenta de “votos si, balas no”; habrá que transformarlo por “civilidad si, militarismo no”, sólo así, se salvara la patria.

 

 

 

Luis Pedro España

¿Quién patea primero el tablero?

Posted on: octubre 13th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

El país se nos está yendo por los rincones. Noticias, experiencias cotidianas, anécdotas y vivencias sorprendentes, llenan de ejemplos esto que los venezolanos dan en llamar “tiempos que nunca habíamos vivido, o cosas que nunca nos habían pasado”.

 

 

 

Ante la magnitud del deslave social, del derrumbe de la economía, del autoritarismo ramplón y cínico con el cual el gobierno responde a una realidad que se le ha vuelto adversaria, todos necesitamos respuestas, urgentes salidas. Por ello, cuando no las escuchamos, o nos parecen que no son suficientes para dar al traste con todo esto, algunos se lanzan a la desesperanza, insultan por las redes sociales o por donde puedan expresarse, y se quejan como el pasivo de la pareja que espera que el otro resuelva.

 

 

 

En materia de alternativas o respuestas ante la crisis, el gobierno, obviamente, no las tiene. Su discurso divorciado del país es cada vez más para sus audiencias internas. Es un diálogo de sobreviviente, de una cúpula a la que le importa un rábano lo que puedan estar pensado de ellos el resto del país. Solo están pendientes de los poderes fácticos, esos de los que dependen, a los que están aferrados para no tener que pasar por el doble trámite de rendirle cuentas al país y pagar políticamente por ellas. Ellos llegaron a un punto de no retorno, por lo tanto el futuro está en nuestras manos.

 

 

 

Cuando se escriba con sosiego la historia de esta tragedia, seguramente asistamos a un ejemplo fascinante del clásico de la teoría del caos. Movimientos imperceptibles, casi irrelevantes, van acumulando consecuencias que nadie logró prever. ¿Recuerdan el aleteo de la mariposa? Resultado, una intrincada madeja que cada actor percibe desde un ángulo tan distinto que es incapaz de coordinarse con su aliado actual, o antiguo, haciendo del gobierno esa Torre de Babel que primero paraliza sus acciones y después se precipita al suelo.

 

 

 

Pero, mientras el gobierno se ocupa de su irresoluble acertijo, el país continúa cuesta abajo y sin freno. Difícil no prever algún tipo de choque o colapso. Acto extracotidiano donde parecerse o no a lo que dicen los especialistas (estallido, revuelta, golpe, etc.) es un detalle que solo conoceremos cuando ocurra. ¿Qué hacer mientras tanto?

 

 

 

Ante semejante incertidumbre quizás lo mejor sea comenzar definiendo lo que no se debe hacer, como primer paso para saber lo que habrá de hacerse. Para orientar los “no es” digamos que hay que evitar aquello que está esperando el gobierno, lo que les conviene de nuestras acciones, lo que los fortalece. Teniendo ellos la fuerza, pues todo lo que sea confrontación y enfrentamiento puro y simple, violencia o su amenaza, para ser exactos, es lo que les conviene. Adicionalmente, a la oposición le perjudica aquello que mella sus activos, es decir, el favor del pueblo.

 

 

 

Dicho así, en este momento, porque todo en política como en la vida puede cambiar, las salidas que apuesten por la fuerza, la insubordinación, la rebeldía en cualquiera de sus formas prácticas parece inconveniente para la oposición y por una sola razón: ellos tienen el poder de la violencia y obviarlo o desconocerlo es simplemente suicida.

 

 

 

Por su parte, lo único que tiene la alternativa democrática, la oposición, es la voluntad del pueblo, su apoyo. Cuidar el activo que se tiene es la pieza más importante del rompecabezas.

 

 

 

Lo segundo que el gobierno no tiene son ideas, o peor aún, no tiene forma de tomar las decisiones que hacen falta. Las ideas, como algunas otras cosas, se pueden comprar. Los brutos pueden gobernar y hacer un buen gobierno, si tienen tino para escoger las ideas de otros. Pero esta más que visto que este gobierno está inhabilitado para hacer lo que corresponde, lo mínimo que dice el manual. Y aunque el país entero le adjudica a la idiotez la ausencia de respuestas del gobierno, no hay que perder de vista la parálisis de la que son víctimas, por culpa de los intereses que lo atraviesan de arriba abajo (en el sentido de estatus) y de izquierda a derecha (en el sentido ideológico).

 

 

 

El gobierno está atrapado y no va a soltarse, no va a enmendar justo después de tres largos años en los que no pudo hacer lo que pudo haber hecho si el gobernante hubiese tenido valor de explicarles a sus partidarios, a los poderes que lo rodean y a todos en general que el legado ya no servía, que eso medio funcionó para alimentar una ilusión mientras el barril de petróleo estaba por la estratosfera, pero que en el mundo que a él le tocaba administrar, el legado del “comandante” no servía para nada. Pero está visto, el dicho siempre se cumple ¿con qué se sienta la cucaracha, si no tiene?

 

 

 

Imposibilitado de levantar la más mínima esperanza, el desastre y su fin están a la vuelta de la esquina. Pero, para que ello sea cierto, la oposición tiene que ser una opción, no solo porque sabe cómo solucionar el inmenso problema en el que estamos metidos, sino que debe ser una posibilidad política para los que adversamos al régimen y, lo más importante (que nunca van a entender nuestros radicalosos), también tiene que serlo para los de la acera de enfrente.

 

 

 

Igual como el chavismo cavó la tumba de su inviabilidad tratando de desconocer a 30% o 40% de venezolanos atorrantes y contrarios a sus fantasías del siglo XXI, hoy tampoco será posible lograr una transición, un cambio de gobierno y un desenlace de nuestros problemas económicos y sociales, si el 30% que aún es chavista, o que “odia a la oposición” no puede ver un futuro donde ellos sobreviven y caben en el país, pensando tal y como piensan.

 

 

 

¿Qué significa eso? ¿Sentarnos en la acera hasta ver pasar el cadáver del gobierno? No. ¿Salir a la calle a protestar y generar un caos, hasta que alguien (que suponemos no está en la calle) le dice al gobierno que se vaya? Tampoco.

 

 

 

Hace falta un poco de todo, un sabaneado, un paso atrás y dos adelante, mantenerse en la senda de que las cosas cambien por el diálogo y la convocatoria a elecciones, para entonces definir el juego. Aquí nadie tiene la fuerza para imponérsele al otro. Si es cierto la terrible conseja que el señor Norberto Ceresole le metió en la cabeza al gobierno en su momento y que constituía la dupla indivisible para la gobernabilidad sin instituciones (pueblo y Fuerza Armada), pues hoy unos tienen una parte y otros la restante.

 

 

 

Se espera que en las próximas horas el Tribunal Supremo de Justicia dicte una sentencia que puede hacer que el juego se redefina. Puede que incluso para cuando se lean estas líneas haya tenido lugar lo que los radicales de allá creen que será su salvación. Si se les ocurre inhabilitar el referéndum revocatorio, darle un palo a la lámpara, solo se acelerarán las cosas, el gobierno habrá cometido su principal error, pero cruzando los dedos y ligando que nosotros lo emulemos, que también le demos una patada al tablero y dejemos entonces de ser la esperanza y la opción para reconstruir el país.

 

 

 

Vienen tiempos aún más difíciles que los que hemos vivido. Si la cordura y la sensatez democrática se mantienen de nuestro lado, como hasta ahora, ténganlo por seguro, llegaremos a buen puerto.

 

 

 

Luis Pedro España

 

El chantaje de la paz

Posted on: septiembre 15th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

El gobierno, como parte de su permanente falta de originalidad y angustiosa búsqueda de oxígeno, recurre a recetas y lógicas política importadas independientemente del contexto y la realidad. Igual le da por el “No pasarán” que la falange humilló, que por los cánticos de la izquierda unida que no lograron sostener al presidente Allende. Ahora su no tan nueva consigna es la paz, y aprovechará el contexto de la vetusta organización de los No Alineados para vocearla con fuerza.

 

 

 

La paz, en la tradición de los movimientos progresistas, que estos izquierdistas de manual desconocen, siempre fue vista como una aspiración conservadora de los instalados en el poder para desmovilizar a las fuerzas de cambio. Actuando como tales, el gobierno se desgañita y bate gargantas por la paz cada vez que la oposición se moviliza para reclamar su justo derecho. La paz es instrumento de chantaje y amenaza para un pueblo que padece de miedo estructural producto de la represión que sostiene al régimen y de la inseguridad que han sido incapaces de combatir. El gobierno ha convertido su discurso por la paz en el arma de guerra contra el país.

 

 

 

Teóricos de la violencia, como Johan Galtung, inspirador de varios movimientos pacifistas, desarrollaron el concepto de la violencia estructural, para desenmascarar, entre otros, a gobiernos como el nuestro que se esconden tras la paz para seguir generando condiciones estructurales de violencia.

 

 

 

Esta violencia estructural corresponde a un tipo que, sin ser violencia directa o física, no solo es atentatoria contra la dignidad humana por los elevados saldos de pobreza y sufrimiento que se generan desde modelos económicos fracasados, dictaduras políticas que se aferran en el poder o intereses particulares que se imponen sobre los de la mayoría, sino que opera como base sustentadora de la violencia visible, la que mata y de la que solo se alarman, cuando aparece, los observadores superficiales, perdón, internacionales. Debe ser por eso que Galtung se caracteriza por ser uno de los buenos críticos del sistema internacional.

 

 

 

La paz que pregona el gobierno es un tipo que Galtung denominó negativa. Es la paz que no va a la raíz del problema, es la paz que llamamos conservadora. La que inmoviliza, la que mete miedo con la propia violencia, es en definitiva la paz de los sepulcros.

 

 

 

La paz verdadera sería entonces la positiva, la que va a las bases, la que trata de cambiar las estructuras que generan violencia. En palabras de Galtung, el trabajo por la paz solo comienza cuando se reconoce que el conflicto tiene su origen en las estructuras que lo provocan y no así en la propia interacción violenta y directa que sería su consecuencia.

 

 

 

¿Cuál es la causa de la violencia en Venezuela? La pobreza, la exclusión, el cierre de los caminos institucionales para la resolución de conflictos, la imposición de una idea y de modelos que nadie comparte, la censura y criminalización de la disidencia. Esas son las causas de la violencia, de la que no se ve, pero también de la que sí se ve y que cada vez es más utilizada por los órganos represivos del Estado.

 

 

 

Esta semana, allá en Margarita, un gobierno conservador, disfrazado de progresista, como muchos de los gobiernos que asisten al anacrónico foro de la Cumbre de los No Alineados, se develará como el paladín de la paz. Bregará por su estabilidad, a través de mantenimiento de las estructuras injustas que hoy generan la verdadera violencia en Venezuela. Serán a final de cuentas propulsores de una paz que necesita de varios miles de funcionarios de seguridad para resguardarla, para dar la impresión de que todo está en calma, para mantener a la isla presa, secuestrada y en silencio… en negativa paz.

 

 

Luis Pedro España

 

El día que salimos a protestar

Posted on: septiembre 1st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Hoy es un día de movilizaciones, un día de ejercicio de la protesta ciudadana. Hoy puede ser uno de esos días que marcan un antes y un después. Hoy los venezolanos salen a las calles a reclamar lo que es su derecho, a demandar con gritos y consignas una disposición constitucional que, por inobservancia de los poderes fácticos que gobiernan, tratan de convertir en una acción subversiva o en un delito.

 

 

En un contexto normal, el referéndum revocatorio debió ser un trámite, una consulta ciudadana institucionalmente encauzada y no, como lo han convertido, un evento extracotidiano, lleno de incertidumbres y no pocos temores.

 

 

 

Los poderes han traducido en modo de cárcel y persecución lo que debió haber sido una convocatoria electoral de mitad de período, han transformado en un acto criminal una prerrogativa constitucional. El gobierno ha hecho del día de hoy, un día que en democracia no debió ser necesario.

 

 

El poder fáctico, alejado cada vez más de la institucionalidad que ellos mismos propusieron, no solo toma distancia y desconoce la técnica procedimental de sucesión en el poder que establecieron, sino que arremete con fiereza y cinismo contra el intento ciudadano de ejercer ese derecho. Se suponen la patria, se creen la nación. Bajo la tradición más totalitaria, se disfrazan de eso, de totalidad, sin admitir las partes o el disenso. Por eso es patético su altisonante discurso patriotero, son simples dictadorzuelos gritando en la soledad.

 

 

Convertidos en minoría, quieren desconocer a todos los que alguna vez los apoyaron o a quienes los adversaron desde el primer día. Tratan de disfrazar con mentiras el sentimiento de la voluntad popular. La regla de oro, el mandato de la mayoría, esa que convirtieron en tiranía cuando gozaban de las mieles de la popularidad, hoy es desconocida gracias al leguleyismo de unos funcionarios, la doblez de unos dirigentes y el apoyo de unos cuantos sables, que no importa qué tanto se batan contra el suelo, siempre sonarán cobardes ante la decisión de todo un pueblo que nos lo quiere más en el gobierno.

 

 

Bajo la lógica de la supervivencia diaria, del mantenimiento temeroso en el poder, los herederos del régimen anterior pretenden asemejar el hoy a los aciagos días del año 2002. No solo yerran en el antes, sino también en el después. El día de hoy nada tiene que ver con la conjura de ese año, ni el saldo será la reedición de su inexistente épica. Hoy simplemente desconocen derechos y voluntades, reprimen e incriminan. No son las víctimas de ningún complot, son los victimarios del pueblo que padece sus pésimas políticas y el peor de sus atropellos. No importa cómo amanezca el 2 de septiembre, no tienen la menor posibilidad de recuperar al pueblo, no importa lo que hagan, cuánto manipulen, cuánto tiempo traten de ganar. Cada día que traten de atornillarse en el poder será otro para seguir bregando el derecho de botarlos con los votos.

 

 

Lo que hoy veremos en las calles de Caracas será la pugna por la cristalización de un derecho, frente a un régimen deshilachado y vetusto que se aferra como viejo adicto al poder y sus desafueros.

 

 

Por el bien de todos, incluso por el de aquellos que se resisten a la ley y a la voluntad popular, esperemos que la jornada termine como lo pretenden sus organizadores. Como un día para dejar en claro que solo por medio del cambio institucional que están impidiendo es que encontraremos salida a la peor crisis económica y social.

 

 

Ha sido por eso, por ese cambio, que hoy toda Venezuela salió a protestar.

 

 

 

Luis Pedro España

Protesta y voto

Posted on: agosto 18th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

El gobierno se va quedando sin excusas. Los poderes fácticos que lo acompañan también. Es imposible saber qué pasará con la fragmentada coalición que nos gobierna, cuando las explicaciones que se han dado para ocultar todo lo malo que lo han hecho pierdan hasta la más mínima similitud con la realidad. Algunos dirán que inventarán otras. Es cierto, pero tampoco es tan fácil. Cada nueva fantasía explicativa deja un lastre de seguidores que abandonan el proyecto y la soledad se convierte en presencia manifiesta. ¿Cuál será el último soporte que perderá el gobierno? Difícil de saberlo. Finalmente todos juran lealtad hasta que dejan de serlo.

 

 

Normalmente molesto a mis amigos economistas comentándoles la facilidad de su trabajo prospectivo en una economía como la venezolana. Una regresión lineal parece bastar para presumir una caída de hasta 14 puntos del producto para este trágico año que llevamos a cuestas y, lo que es peor, nada indica que los próximos años tengamos noticias distintas en el futuro previsible.

 

 

Reducida nuestra capacidad de producir bienes y servicios a una incógnita, a lo que puedan ser el total de las importaciones, y supeditadas estas últimas al residuo que resulta después de haber honrado los irresponsables pagos externos, nuestras importaciones terminan siendo poco más de 1 dólar por venezolano al día. Con ese nivel de importaciones pareciera ser un milagro que cualquier hogar venezolano medio monte algo que comer el día de la Navidad que viene.

 

 

Este gobierno ha hecho de esa simplificación macroeconómica una realidad campante. Nuestra superdependencia petrolera nos ha convertido en ya no en una economía de puerto, sino en una de embarcadero. Colgados de la liana petrolera no sólo nos han empobrecido batiendo todos los récords históricos, sino que además han destruido incluso al sector del que dependemos. La producción petrolera ha caído tanto que cualquier proyección optimista del precio no nos alcanza para vivir.

 

 

El aterrador pronóstico económico y el arrastre de una crisis social que acumula los tres años, hace pensar que las contradicciones internas, el fin de las excusas y el cinismo del discursos van a propiciar algún desenlace que, pareciera no entenderse, en la medida en que se posponga más impredecible será y puede que más indeseado también.

 

 

Adelantarse antes que las cosas caigan por su peso es una responsabilidad urgente de todos aquellos que no formamos parte de las excusas o de los intereses que se aferran a este sin sentido. Presionar por los derechos de los venezolanos a participar constitucionalmente en las decisiones del Estado es el único camino responsable para impedir que los daños sean mayores. Obviamente bajo este régimen excluyente, que condenó la participación popular a la obediencia cuartelaría, el único camino de incidencia en lo que es competencia e incumbencia de todos, termina siendo la protesta y la movilización.

 

 

El gobierno ha cerrado todo camino institucionalizado para canalizar la disidencia y el desacuerdo. Ha llegado al extremo de clausurar poderes públicos por el simple pecado de oponérsele a sus políticas y preceptos. Así han puesto las cosas y no conformes con reducir la economía a la sobrevivencia, han limitado la política a la protesta cívica. Única legítima y disponible para el ciudadano común, e instrumento para impedir que también supriman lo único que nos queda de democracia: el voto.

 

 

La semana que viene valdrá la pena protestar, por el revocatorio, por el voto y por su poder para cambiar las cosas.

 

 

 

Luis Pedro España

Las sinrazón del pueblo

Posted on: agosto 4th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Al parecer la verificación última para determinar si un país es o no democrático pasa por la verificación del hecho explícito y originario de las elecciones. Todas las luchas por los derechos civiles y políticos parecen que no han avanzado, en términos prácticos, en ningún otro sentido. Los Estados son democráticos cuando hay elecciones, importando poco sobre el resto de los asuntos que se suponen son la sustancia de la democracia y, lo más importante, su desarrollo y perfeccionamiento.

 

 

 

En pocas cuentas un gobierno puede perseguir a la oposición y hostigarla, reprimir a sus ciudadanos, desconocer abierta y repetidamente autoridades electas que no son del partido oficialista y hasta literalmente mandar al carajo la amplísima mayoría parlamentaria que obtuvo las dos terceras partes de la Asamblea Nacional, con el único, autoritario y democráticamente inaceptable argumento de que esa mayoría es coyuntural, pasajera, accidental, producto de una calentera que tiene el pueblo por el detallito del desabastecimiento y las colas,pero que con el tiempo, la propaganda y los chantajes, se les pasará. En una palabra que esa Asamblea es una equivocación, porque, como les enseñó el totalitarismo comunista en el que militan, el pueblo se equivoca, a menos que les dé la razón a ellos.

 

 

 

El asunto está en que sí por alguna eventualidad, por ejemplo una disposición constitucional, está previsto que se convoquen alguna elección ordinaria, como de gobernadores (2016), de alcaldes (2017) o de presidente (2018) y el pueblo sigue con esa malacrianza empeñado en no darle la razón al gobierno, entonces ¿qué hacemos? Desconocemos las elecciones y de una vez por todas el gobierno y los militares se descubre ante el mundo.

 

 

 

Pues sí, amigo lector, estamos justo en ese trance. La novela del referéndum revocatorio, con las truculencias administrativas, no son más que formalismos para desconocer la voluntad popular, es la película adelantada de un futuro donde las elecciones, de lo que sea, serán pospuestas hasta que el pueblo recupere la razón.

 

 

 

Este año es difícil que convoquen elecciones regionales. Los gobernadores oficialistas en su inmensísima mayoría perderían sus puestos si por alguna razón hay elecciones este año. Ellos, como parte de la lógica totalitaria que los asiste, tampoco quieren ir a elecciones. Su impopularidad no es por su causa, se dirán, sino como consecuencia del gobierno nacional, el cual, para remate, no se quiere contar en el revocatorio. Así las cosas, si no hay elecciones de gobernadores, y como seguramente ocurrirá el pueblo seguirá aborreciendo a quienes nos han condenado al hambre y el atraso, entonces tampoco habrá ninguna otra elección.

 

 

 

Estamos cerca de perder la última careta. Pero no por ello los civiles y demócratas del país vamos a dejar de apostar por lo único que tenemos, por nuestra única arma de lucha, por el voto. Por ahora simplemente el gobierno no hace sino llenarse de excusas para poder seguir corriendo la arruga electoral. Espera que nos cansemos de ser democráticos, para entonces, ahora sí, acabar con la voluntad del equivocado pueblo.

 

 

 

Es por ello que los venezolanos que hoy luchan por el referéndum revocatorio deberían darse cuenta que no sólo están luchando para acabar con este régimen de penurias que nos agobian, sino que están adelantándose a una pelea que si no la dan hoy tendrán que planteársela en 2018, cuando un gobierno huraño, más militarista y arrinconado por todo el mundo libre y civilizado, siga buscando canallas constitucionalistas y funcionarios inmorales que les dé justificaciones para defenderlos de la sinrazón del pueblo.

 

 

Luis Pedro España

Simple militarismo  

Posted on: julio 21st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 
Asistimos al final de este exorcismo atemporal que ha significado para la conciencia política de los venezolanos el transito por la escases, el desabastecimiento, la violencia y la injerencia militarista. Vamos para cuatro lustros de padecer la reedición de todos los subproductos políticos de un tercermundismo que unos pocos años de civilísimo y democracia nos hizo pensar que habíamos superado.

 

 

Estamos al final de algo, pero no porque hayamos entrado en una transición, sino porque vamos a la fase final de lo vivido. Diversas dosis de mesianismo, boom rentístico y creencia infundada de que son otros los que gobiernan y resuelven nuestras vidas, nos pusieron a padecer el delirio historicista de un caudillo que acabó con la poca institucionalidad que había conformado la democracia de crisis irresoluta, para sustituirla por este entramado de retórica revolucionaria con autoritarismo militarista.

 

 

 

Ciertamente la combinación de factores que nos trajeron hasta acá es difícil que se repitan, que puedan tener lugar en otro país de la región. Aunque los ingredientes no sólo estuvieron presentes, sino que serían claramente reconocidos por cualquier ciencista social, lo sorprendente es la forma como se conjugaron en Venezuela. Pasar de la riqueza a la pobreza, de la atracción de migrantes a la huida de compatriotas, del predominio civil al militar, de la duda razonable a la incertidumbre absoluta, y todo ello en lapsos que pueden ir de 2 años (los materiales) a no más de 10 (los institucionales y socioculturales), explican el desconcierto de un país que no acaba de interpretar hechos manifiestos y claras señales de por donde van las cosas.

 

 

 

En días recientes el principal problema del país, otro de los tantos coleccionados por este gobierno, y colocado alternativamente en primer lugar por su capacidad de acabar con nuestras vidas, fue cedido, entregado, dado en consignación, o como quiera que se quiera decir la forma como alguien se despoja de lo que se supone que es su responsabilidad, a la institución militar.

 

 

 

Como sí esa instancia del Estado hubiese estado al margen del problema económico del país. Como si acabaran de llegar para asistir al peor gobierno que hemos tenido en la era petrolera y, peor aún, como si fuera posible que una intervención militar pudiera resolver en algo el drama socioeconómico que vivimos. Como si todo lo anterior no fuera cierto, ahora resulta que camiones y supervisiones castrenses van a poder con este desastre de colas y miserias que nos colocan en la cola del continente.

 

 

 

Apartando la imposibilidad que tendrían de dar con las respuestas al problema, dado lo erróneo del diagnóstico, asunto que por lo demás no nos sorprende por ser práctica habitual de quienes nos gobiernan (con o sin uniforme), lo realmente novedoso de todo este asunto, es que no pocos suponen que tras la medida, lo que efectivamente esta ocurriendo es una suerte de transición o “cambio” dentro de las políticas y acciones de la actual administración. Algo así como un previo necesario a los cambios que deberían ocurrir.

 

 

 

Dicho sin demasiado empacho, lo que tenemos delante no es más que un poco más de lo mismo. El último cartucho, si ustedes quieren, del empecinamiento al absurdo de lo que no funciona, de instrumentalización militar de errores de política como en su momento lo fue el Plan Bolívar 2000, o en el presente lo es la gerencia militar (o ex militar) de empresas, corporaciones, alcaldías, gobernaciones o ministerios.

 

 

 

Las mismas interpretaciones que nos llevaron a la destrucción de la poquita democracia que teníamos ayer, es la que hoy evalúa estas decisiones como transiciones políticas, fases necesarias para superar lo que claramente no es más que una continuidad de errores y barbarismos. Deberíamos empezar por no olvidar que de esto, de este mar de calamidades, tal como ha ocurrido con todos los militarismos latinoamericanos, no saldremos con nada diferente que no sea la voluntad del pueblo y la vuelta de los civiles al poder.

 

 

Luis Pedro España

Cuando las cosas no tienen nombre

Posted on: julio 7th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

 

No tiene nombre que el país cuyo gobierno fanfarroneaba con tener las reservas de hidrocarburos más grandes del mundo tenga a su pueblo corriendo detrás de camiones para saquearlos o haciendo colas detrás del pan, la harina o cualquiera de las cosas más elementales para vivir. Menos aún que sus enfermos de hipertensión o diabetes se mueran porque dejaron de tomar sus medicamentos, mientras su ministra de Salud dice que las fallas de medicamentos son puntuales, en un insignificante 5%.

 

 

 

Cómo se puede calificar a un gobierno cuyo único desvelo es la oposición. Su principal objetivo es la confrontación política, su obsesión es eliminar o anular la Asamblea Nacional elegida por el pueblo. En qué mundo viven unos políticos que hablan bolserías retóricas, propias de una Guerra Fría que va para treinta años de finalizada, en medio de una crisis económica que está en su tercer año consecutivo y sin que puedan superarla.

 

 

 

Más que carecer de nombre, es una grosería que el ministro de planificación, o como sea que se llame esa dependencia pública, solo abra la boca para decir mentiras sobre la realidad social del país más empobrecido de América Latina, sin que muestre ni un rictus de vergüenza. Todos los funcionarios declaran como actores que mienten e intrigan con tal nivel de descaro que ni el Yago de Shakespeare o el Tartufo de Molière hubiesen podido protagonizar.

 

 

 

No hay cómo describir la burla que significa para un país inseguro y hambriento que sus jerarcas celebren cada fracaso como si fuese un acto heroico y épico. Operativos de seguridad que solo llevan muerte y desolación (OLP), estrategias de distribución que chantajean las necesidades alimenticias del pueblo (CLAP), se pretenden como grandes logros y forman parte de los actos semanales de la cofradía de los mutuos adulantes del gobierno y los poderes fácticos que lo apoyan.

 

 

No hay cómo mencionar el papelón que están haciendo los poderes del Estado. En ninguno de ellos puede haber respeto u honor, cuando han reducido sus funciones a mantener en el poder a un gordinflón imitador de caudillo tercermundista, a quien no solo le queda grande el cargo, sino que ha demostrado no saber qué hacer con él.

 

 

 

Es para quedarse sin calificativos, entre lo visto y lo por ver, de las cosas que hace el CNE para impedir que el pueblo se exprese por medio de un mecanismo establecido en la Constitución y que sirve como moderador del injustificadamente largo período constitucional y su indefinida reelección. Quien preside y quienes dirigen el CNE pasarán a la historia como títeres de los detentadores del poder. Hablan por ellos, por lo tanto también deciden por ellos. “No habrá referéndum, no se la vamos a poner fácil, el proceso está viciado”. Son provocaciones y mentiras que convierte a los titulares del CNE en monigotes, mirones de palo o simples instrumentos del poder.

 

 

 

La comunidad internacional tendrá que decidir cómo llamará a los supuestos facilitadores de un diálogo que solo tiene por objetivo el mismo que le dio Chávez a la Mesa de Negociación y Acuerdos de la OEA y que medió entre un referéndum claramente perdido a otro ganado por un golpe de suerte petrolera. Los carentes de originalidad que nos gobiernan han puesto a los propulsores del diálogo a cumplir una función interesada que los convierte en asesores antes que en mediadores. Administran un reloj que no contará con la hora de la buena fortuna.

 

 

 

Vivimos tiempos que no tienen nombre, son impronunciables, vergonzosos y penosos. Son los tiempos que anteceden a los gloriosos y honrosos, los que están por venir, los que dejarán a un lado a estos que, como muchas otras desgracias de la historia, no tienen nombre.

 

 

 

 

Luis Pedro España

Referéndum, ¿medio o fin?

Posted on: junio 23rd, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 
Cientos de trabas y retrasos no van a impedir que se validen las firmas requeridas de esta primerísima fase del proceso revocatorio. A pesar de las inauditas normas, construidas con la única finalidad de hacer realidad los deseos del poder, se alcanzarán las validaciones requeridas, pero con un margen que le permita a los laboratorios del fraude presentarse con cualquier sorpresa cuando den el resultado de esta primera etapa.

 

 

 

Es una burla, el acto de caradurismo más grande (por ahora) del CNE, pretender que sea cierto que el movimiento político que obtuvo más de 7 millones de votos hace menos de 6 meses, no pudo recoger menos de 200.000 firmas. Pero si el poder y sus intereses asociados creen que es necesario, pues lo harán. No importa cuántas huellas o firmas tengamos hasta el próximo viernes, si en los planes está patear el referéndum de una buena vez y no seguir con el jueguito de la próxima etapa, pues se jugarán la carta que, a sabiendas,puede que sea la última.

 

 

 

De ser así, anunciarán con la pose de la mentira que todo el país desprecia, la sarcástica sonrisa de los psicópatas y con la pomposidad marcial que tanto le ha servido a la hipocresía, la suspensión del mecanismo constitucional.

 

 

 

Si tuviera que apostar, me inclinaría por la continuación de la partida. Es posible que aún no estén tan derrotados como para lanzar al país de una vez a la ingobernabilidad. Si lo hiciesen, realmente el final está mucho más cerca de lo que imaginábamos.

 

 

 

Es de suponer, entonces, que anunciarán la superación de la etapa con escaso margen, o al menos el suficiente como para seguir el juego y darles carroña argumental a los constructores de la propaganda oficial y sus mentiras sobre la debilidad de la oposición. Mensaje que a su vez será el alimento para el oportunismo que busca en los divisionistas de la oposición un reposicionamiento con miras al poder.

 

 

En resumen, estamos próximos a asistir a un repetido capítulo de esta tórrida lucha por sacar del poder al origen de nuestras desgracias. En buenas cuentas, todos sabemos que detrás de estas maniobras políticas, no hay ni una sola que construya viabilidad futura para sus planes. Son brazadas para mantener a flote un proyecto que lleva rato hundido.

 

 

 

Pero mientras el gobierno sigue su estrategia en dirección a la nada, la oposición, la alternativa que tiene el país sobre el futuro, no puede perder la brújula y con ella su norte. Llevamos muchas semanas hablando de política electoral. Es mucho tiempo recordando e indignándonos con las jugarretas del poder. Mientras tanto el pueblo sigue en su mismo padecimiento. Con el día a día que la crisis le obliga a vivir. El pueblo olvidó la política como forma de resolver sus problemas. Sin buscarlo hemos logrado que la política le haya vuelto a sonar extraña, lejana, y ajena. Nuevamente la política dejó de tener que ver con la realidad.

 

 

 

Es cierto que lidiar con la mentira y la trampa gasta tiempo y energía, pero no podemos olvidar el verdadero objetivo, el centro del problema, la razón por la cual el pueblo desprecia al gobierno y ve con nuevos ojos otras opciones políticas.

 

 

 

El referéndum es un medio, superar la crisis y devolver la esperanza es el fin. Al país hay que recordarle que la nueva democracia siempre los tendrá de primero. El medio nunca sustituirá el fin. Recuperemos entonces el centro social del debate político. De lo contrario seguiremos llegando en la raya, y sin la indignación suficiente, a las condiciones institucionales necesarias para que ocurra el cambio político que necesitamos.

 

 

 

Luis Pedro España