Hambre

Posted on: junio 9th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Ningún venezolano escuchó en el pasado una protesta, concentración o manifestación en la cual los participantes se quejaran por hambre. En ningún gobierno de la era petrolera se sometió al pueblo a no tener qué comer. Si alguien necesitaba un indicador de fracaso, pues a esta desgracia nos ha llevado este régimen perverso.

 

 

 

En los últimos quince días han ocurrido protestas y saqueos en distintos puntos de distribución y venta de los poquísimos alimentos que la red centralizada y controlada de bienes logra repartir por el país. El último invento, los comités locales de abastecimiento y producción, no han sido sino la gota que derramó el vaso. En un intento, más que desesperado y completamente absurdo, de tratar de saltar las distorsiones que ellos mismos crearon a alguien se le ocurrió los repudiados CLAP.

 

 

 

Las intenciones de estos comités locales seguramente comprendían estas multifuncionalidades que tanto gustan a los gerentes improvisados. Los CLAP no solo le cortarían el suministro a los revendedores, sino que también le harían llegar el preciado abastecimiento a las zonas populares (hoy convertidas en masas opositoras) por medio de los activistas del partido a través de sus métodos clientelares y de chantaje político.

 

 

 

Los CLAP fueron relativamente inofensivos, ciertamente no llegaban ni a complemento, hasta que nuevamente a algún gerente improvisado se le ocurrió darles la exclusiva. Alguna tentación similar tuvo el gobierno hace unos meses cuando pretendió que todos los “bienes sensibles” se distribuyeran por medio de las cadenas públicas. La idea se desmontó con rapidez cuando algún sensato advirtió la inmensa brecha, de más de 1 por 100, que hay entre los establecimientos públicos y privados. Pero el mezquino deseo de capitalizar políticamente el hambre del pueblo siguió allí.

 

 

 

Sin reparar en la lección anterior y, otra vez, movidos más por el siempre prominente interés político sobre cualquier otro, la población a

 

 

Luis Pedro España

Un gobierno sin futuro

Posted on: mayo 12th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

El gobierno está decidido a que el país se entierre junto con ellos. Se han propuesto que su fracaso sea el de toda Venezuela. Irnos a la fosa junto a ellos es su única e inconfesada propuesta.

 

 

 

Estamos en presencia de uno de los episodios de egoísmo sociopolítico con menos precedentes en la historia. El gobierno no está dispuesto a negociar nada. Frente a las presiones internacionales para que abra los espacios y permita una consulta democrática para salir de la crisis, su repetitivo discurso es que no estamos tan mal como nuestros enemigos les dicen; o que se trata de problemas inducidos, que no son reales o que son magnificados por los oscuros intereses de los conspiradores de siempre.

 

 

 

Las declaraciones de sus voceros y las explicaciones frente al mundo son una mezcla de cinismo irritante o de autoengaño patológico. El chiste de mal gusto sobre el tema alimentario que dijo la canciller en la OEA es una bofetada con saña disparada desde el púlpito de quien (maldita sea) nunca ha hecho una cola y su dieta tampoco es lo monótona y escasa como sí lo es la de la mayoría de los hogares venezolanos.

 

 

 

La usurpación de funciones del alcalde de Caracas, tras haberse convertido en vocero del CNE, con la actitud complaciente y cómplice de su presidente, más que una provocación es un intento rastrero de tumbarle la moral a todo un país que quiere cambio político para que mejoren las cosas.

 

 

 

Hay una larga lista de revolucionarios vivos o muertos, que auténticamente soñaron con una Venezuela muy distinta a la que destruyeron estos que nos gobiernan, que deben estarse revolcando en la tumba o avergonzados de sus ex colegas por comulgar con las prácticas que tanto criticaron de sus antiguos enemigos.

 

 

 

El pequeño cuento de Orwell, ese que tan duro y preciso sirvió para criticar el cinismo de los aburguesados revolucionarios de la antigua Unión Soviética, sería insuficiente para describir en lo que ha terminado la revolución bolivariana. Los cerdos de la granja de Orwell son unos caballeros comparados con los nuestros.

 

 

 

Al país le queda un solo camino para no terminar en la lúgubre acera de los países que se han quedado en el camino. De los países que por culpa de la manipulación y la represión de unos pocos confinan a las mayorías al destierro del desarrollo. Ese camino no es otro que propiciar una consulta electoral que permita medir de qué tamaño son la desconfianza y el rechazo de los venezolanos con respecto a los responsables de lo que están viviendo.

 

 

 

Ese camino es el referéndum revocatorio. Nuestra apuesta es convocarlo y ganarlo; la del gobierno es posponerlo para que no aplique. Saben que lo pierden, y lo más vergonzoso para ellos es que saben que no pueden hacer nada para ganarlo. Ni siquiera se lo proponen como reto. Saben que ellos no pueden resolver los problemas del país.

 

 

 

Hace mucho que perdieron cualquier proyecto, siquiera una utopía. Se les va la vida en tratar de llegar al 10 de enero de 2017 para celebrar que seguirán en el poder desgraciándoles la vida a los venezolanos. Qué tragedia y qué mezquindad saberse incompetentes; reconocerse inviables; apostar, como los equipos malos, por que se termine el tiempo para sacarle un pírrico empate a quien sin duda merece el triunfo.

 

 

 

Pero lo que desmerecen los expertos de esta supervivencia es que el país no está dispuesto a enterrarse con ellos y mucho menos a padecer por sus privilegios. El gobierno pondrá todas sus cartas en la demora, falta saber si lo logrará. Pero aun así, aunque logren el empate, al final habrá un alargue, un tiempo extra que terminará en lo que se merecen, una tremenda derrota. La derrota de quienes no tienen futuro, porque desde hace mucho abandonaron los ideales para aferrase a los lujos y el poder.

 

 

Luis Pedro España

 

Y después de la planilla ¿qué?

Posted on: abril 28th, 2016 by Laura Espinoza 1 Comment

 

El gobierno tiene su agenda más que cantada. Consiste en posponer hasta enero de 2017 la consulta del referéndum revocatorio. Para ello se valdrá de demoras injustificadas, de normalillas, de incisos y letras pequeñas. Con su fachada hipócrita tratará de alargar todo lo que pueda la consulta. Sabe que la pierde. Cualquier elección la perderá. Por eso lo mejor es posponer lo inevitable.

 

 

En el camino puede que la oposición se desanime, que la invada la desesperanza, que surja de su seno esa vocecilla que gusta a tanto sabiondo: “Otra vez no pudimos, hagamos lo que hagamos ellos siempre ganan, el pueblo se acostumbró”.

 

 

Quienes así piensan no solo son colaboradores del gobierno, sino que además expurgan sus temores anticipando el fracaso. Si no se logra el objetivo, ya lo sabían; y si se da, pues, disfrutan de las mieles del triunfo como si hubiesen ayudado en algo. Son, con o sin intención, parte de nuestros enemigos.

 

 

Pero esa agenda de la desesperanza puede y debe ser vencida por la oposición. La fulana planilla del revocatorio puede que se haya entregado dos o tres semanas antes de lo que en su agenda de posposiciones tenían previsto. La movilización, la amenaza de ir juntos a reclamar el derecho constitucional, les adelantó el reloj de su macabra demora. Ténganlo por seguro, sin presión no se habría entregado este primer requisito.

 

 

Vienen nuevos y más intentos de retrasar lo inevitable, el trabajo de la oposición es modificar el guion del gobierno, el cual, como sabemos, responde a una agenda de supervivencia y de ningún modo a una de reconstrucción o de soluciones para el país.

 

 

Si, efectivamente, pueblo y oposición logran superar todas y cada una de las barreras hasta convocar el referéndum revocatorio, ganarlo como lo estipula la Constitución (obtener 7,6 millones de votos) y, además, celebrarlo antes de 2017, pues entonces el mandado estará hecho y el próximo capítulo será convocar a un gobierno de unidad nacional, ganar las elecciones y enfrentar la crisis con haberes que este gobierno simplemente no tiene.

 

 

Pero si ello no es posible, si no se logra el referéndum para la fecha límite o, peor aún, si no se logra ganar el referéndum con la cantidad de votos necesarios, entonces los escenarios cambian completamente. De las dos malas noticias para la oposición, perder el revocatorio parecería un escenario descartable, siempre y cuando este tenga lugar antes de 2017. La crisis, la torta que definitivamente es el señor presidente, junto al entusiasmo de una nueva esperanza, garantizan el triunfo. Después de esa fecha será difícil movilizar a la población, nos embargará la desesperanza que, como sabemos, es el juego preferido (o quizás el único) que le queda al gobierno.

 

 

Dicho esto, las elecciones de gobernadores serían la opción de acumulación de poder para la oposición. Una buena mayoría de gobernaciones haría casi obligado un gobierno de cohabitación. Si las cosas se agravan (hiperinflación de por medio) no es descabellado pensar en un gobierno de transición dentro del propio chavismo (negociar desde el poder siempre es ventajoso). Se trataría de una retirada ordenada que pondría en apuros a la oposición y su necesaria unidad. Radicales y moderados irían a un match en el cual el único ganador sería el gobierno.

 

 

Así las cosas, no superar todos los escollos para ir al referéndum revocatorio es muy costoso para la oposición y para el país. Se le daría aire, así esté envenenado, a un gobierno sin futuro que no importa lo que haga perdería abrumadoramente en 2019.

 

 

¿El costo? Tres años más de espera y de sacrificios. Más tiempo perdiendo el autobús de la historia. De allí que después de la planilla solo queda seguir bregando para cambiar la agenda del pasado y de privilegios mezquinos que quiere el gobierno.

 

 

Luis Pedro España

Los hilos del gobierno

Posted on: marzo 17th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 
¿De cuántas puntas está guindando este gobierno? Pongamos que son cuatro los hilos que, cada vez más finos, soportan al gobierno. El primero es, obviamente, la cúpula militar. De ella no hay mucho qué decir. Hermética, cerrada, casi una caja negra para los mortales civiles que, a pesar de ser la mayoría, no tenemos ni acceso ni idea de lo que pasa garitas adentro. En el mejor de los casos, nos conformamos con pensar que se debe parecer al país, les deben indignar las mismas cosas y, a su vez, confiar en lo poquito de institucionalidad que nos queda para que transitemos hacia un cambio que, por el bien de todos, y en especial de ellos mismos, no tenga más sobresalto que los debidos.

 

 

El segundo debe ser el entramado de privilegios de los jerarcas y su clientela, así como los costos que deben ser proporcionales a los temores a quedar desnudos, a la intemperie de unas víctimas y de unos opositores que creen que se comportarán como ellos, en otras palabras, sin ningún otro principio que el interés de mantenerse (o hacerse) con el poder.

 

 

El tercer hilo es la inercia, las dificultades y los obstáculos para mover las cosas. Se trata de la pesada carga que tienen los ciudadanos privadamente como para tener que, además de todos los problemas diarios y cotidianos, imponerse la tarea de tener que cargar con el país. Es la ecuación de la lógica de la acción colectiva, el lindero a partir del cual el cálculo individual deja de tener sentido, porque lo público se nos metió dentro, invadió la casa, y se cree firmemente que si no cambia lo de fuera no hay posibilidad hacia dentro. Cuando ese momento llega, todos los otros hilos tiemblan. Pero no ha llegado.

 

 

El cuatro es la oposición. Es la inversa a su eficacia y posibilidad de actuar políticamente para canalizar vías para el cambio. Más que un hilo, es una tijera desde la cual se pueden cortar los otros tres, pero mientras no actúa, mientras duda o se distrae es un factor de sostenimiento del gobierno.

 

 

No es ocioso preguntarse cuál de los cuatro es el más fuerte. El primero lo omitimos por falta de información y el último lleva tiempo sin ser un sostén del régimen. Antes los errores de la oposición eran la principal ventaja del gobierno. Hoy sería muy mezquino suponer que el gobierno se sostiene gracias a la omisión o la impericia de la oposición. No es cuestión de pareceres. La oposición obtuvo una abrumadora mayoría hace poco menos de tres meses y en la actualidad no hay una sola consulta popular que pueda perder, de allí el miedo oficial a contarse.

 

 

Dicho lo anterior, entonces, ¿qué sostiene al régimen? Por ahora la inercia y los privilegios de una camarilla aterrorizada de perder el poder. Mucho abuso y muchas cuentas pendientes, o incluso mucho temor a pensar que se tienen deudas, imposibilitan que desde dentro se esboce una transición. En lo que se avizora, nadie de la nomenclatura oficial está dispuesto a dar un paso al lado. Aunque, para muchos, atrocidades como las de Tumeremo y otros escándalos destapados por la Asamblea Nacional hagan que los menos comprometidos traten de propiciar transiciones, al menos por ahora, desde dentro, es poca la posibilidad de un cambio. Renuncia o negociaciones son, a la fecha, pura y simple imposibilidad.

 

 

¿Qué nos queda? Lo mismo que siempre hemos tenido. La convicción de un pueblo que cree que el gobierno es el principal obstáculo para solucionar sus problemas. Junto a una oposición que, con sus altas y bajas, va trazando vías para canalizar el descontento sin actos heroicos o eventos estrambóticos, pero con la firmeza de confiar en la gente y su voto.

 

 

Referéndum, enmienda y, casi se nos olvidaba, elecciones a gobernadores, son futuras batallas que nos aguardan para seguir socavando las bases y cortando los hilos que sostienen al gobierno. No hay otra vía; a todos nos gustaría que fuera más rápido, pero no hay condiciones sino para arar con los bueyes que poseemos y sembrar en la colectividad que, para bien o mal, finalmente tenemos.

 

 

Luis Pedro España

El tribunal y las caretas

Posted on: marzo 3rd, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Para el autoritarismo contemporáneo la democracia y sus métodos son solo medios para llegar o mantenerse en el poder. Como sus pares de principios del siglo pasado, mientras no controlan el Estado se llenan la boca con mensajes democráticos y de subordinación al pueblo. Cuestión que simplemente dejan a un lado cuando el pueblo les quita el apoyo, y no les queda más remedio que aferrarse a las armas y a las prerrogativas que da el poder para tratar de mantenerlo. Para los comunistas, así como para los fascistas y todo el resto de los malditos autoritarismos que han aquejado a la humanidad, la democracia es un medio, nunca un fin.

 

 

Eso es precisamente lo que está ocurriendo en la Venezuela de hoy. Las fauces autoritarias no se le veían al chavismo civil y militar porque propiamente no les había hecho falta mostrarlas. Mitad por el extraordinario ingreso petrolero que dilapidaron, mitad por el carisma del líder autocrático, se dieron el lujo de llamar a elecciones y participar en ellas porque contaban con el favor del pueblo. Por más que las evidencias dejaran en claro las tendencias antidemocráticas de sus actuaciones, tras cada nueva elección en la que salían triunfantes, se les lavaba la cara y daba nuevos bríos para seguir adelante con el ejercicio no democrático del poder.

 

 

Mucho antes de que muriera el líder, incluso antes de que padeciéramos la pavorosa crisis de los últimos tres años, ya el pueblo venezolano, respondón y retrechero, le propinaba algunos reveses electorales a esa superpoderosa maquinaria de reelección que el gobierno había montado y que en definitiva era el centro de todas sus preocupaciones.

 

 

Pues bien, y como lo vimos, tras cada derrota, el régimen se las buscaba para tratar de impedir que la decisión del pueblo cristalizara en hechos políticos. Cada gobernador o alcalde de oposición pasaba a tener su corporación de desarrollo, cada escaño en el Parlamento les daba argumento para un vergonzoso reglamento de debates que pretendía acallarlos y, por si lo anterior fuera poco, tenía a su disposición a los complacientes poderes del Estado, para hostigar, amedrentar y, cuando no, simplemente poner tras las rejas a los electos por el pueblo.

 

 

Lo que estamos viendo con la actuación del Tribunal Supremo es más de lo mismo. Se trata de un instrumento para que la voluntad popular que ahora los adversa no se manifieste y no pueda sacarlos del poder por ineficientes, corruptos y autoritarios. Lo que estamos viendo es como, en la medida en que el cerco de la impopularidad los va tomando de los talones para echarlos del poder, en esa misma medida, tienen que dejar de lado los modismos, disimulos y excusas, para comportarse como lo que son, una propuesta política autoritaria que está dispuesta a usar cualquier medio o poder a su alcance para mantenerse en el poder.

 

 

Pero lo importante no es lo que estamos viendo, lo realmente preocupante es lo que estamos por ver. Ante cada avance del pueblo, cansado de estos señores que nos gobiernan, el uso de la represión y la violencia contra el país será mayor. No falta mucho para que esto ocurra. La agudización de las contradicciones precipitará los acontecimientos. Este mismo año veremos si es cierto que nuestra peor pesadilla se hace realidad, la de un país cruzado por la violencia por culpa de un Estado volcado contra el pueblo.

 

 

En los próximos meses vamos a la activación de mecanismos de consulta popular para cambiar el Poder Ejecutivo. El círculo se seguirá acortando hasta llegar a la hora de los sables, al momento en el cual la revolución autoritaria le pida a la fuerza armada que actué contra la voluntad del pueblo. Ese día, cuando caigan todas las caretas, estamos seguros, también caerá la revolución.

 

 

 

Luis Pedro España

El temor de los inocentes

Posted on: febrero 18th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Estamos en un atolladero. Más allá de las posturas radicales o moderadas, de las imposturas ideológicas, así como de los permisos que se debe dar cada bando, hay dos aprensiones que impiden cualquier posibilidad de encuentro. Una es el temor del gobierno y otra, el de los inocentes.

 

 

El temor del gobierno se divide en dos. El primero es el de los jefes. Aunque quizás no todos, ellos saben que le deben cuentas a la justicia, a los derechos humanos o ambos. De allí emana un segundo temor, el que los primeros infunden al resto que les son próximos, aquellos que no saben si tienen o no una cuenta pendiente. Tanto obrar de una manera los hizo perder la frontera entre lo legal y lo ilegal. Para estos el mensaje en la oreja es el mismo: No importa si hiciste o no hiciste, la oposición tiene un cuchillo en los dientes, no diferencian y vienen por todos.

 

 

Todo régimen abusivo tiene el temor del culpable, pero existe otro, no tan cercano, que sabe que ni se lucró ni le desgracio la vida a nadie, pero que también tiene miedo. Es el temor de los inocentes. El que se incuba en la incertidumbre y en el no saber en qué parará. No depende de si se cree o se presume culpable, si es de un bando o del otro, consiste en el simple y muy humano temor al caos. Este miedo juega a favor del sistema, es incluso bastante conservador y, si no hay un mínimo de transmisión de confianza entre los propugnadores, se puede volver un miedo paralizante que reste fuerzas al empuje de cambio.

 

 

En la medida que se pasa el tiempo y el país entero se va asustando, las posibilidades de un cambio electoral, pacífico y constitucional, tal y como se lo ha planteado desde hace mucho la oposición, es más complicado, tiene más aristas y, claro está, más obstruccionistas y temerosos pasivos que se pueden sumar a los enemigos activos. Cada día que pasa aumenta la hinchazón de la ingobernabilidad y, por lo tanto, es más difícil planificar un cambio, gestionar una ruta que haga descender los temores y reduzca la confianza de los que no son culpables.

 

 

Aunque en abstracto parezca posible, capitalizar el caos, ofrecerse como la paz, parecer mejor que el cambio, no es una posibilidad para este gobierno. Requeriría de una astucia y una coherencia que definitivamente no tiene. No somos del parecer de que el oficialismo tenga un plan preconcebido. Sus erráticas acciones solo demuestran pura y simple improvisación. Este gobierno de coalición interna donde cada bando (¿quién sabe cuántos son?) tiene poder de veto, es contradictorio en el verbo y nulo en la acción. Por ello, cualquier giro, radical o moderado, no importa como sea, no produce nada en concreto. Solo se ponen de acuerdo en los eslóganes, en el nombre del plan, puede que hasta en la etiqueta o hashtag de cada día, pero en nada más.

 

 

El gobierno indeciso, paralizado y lleno de culpas, hace que el país amanezca, por ejemplo, un sábado, sin aliento, listo para morirse de hambre por la intervención de Alimentos Polar, retratado como maula sumido en el default, con grandes letreros en cajeros y entidades financieras notificando sobre el máximo de retiros al día y, al lunes siguiente, en menos de dos días, lo vemos envuelto con el traje o el disfraz de la moderación, hecho por el pespunte del enroque de un ministro panfletario por otro que se dice empresario. ¿Dígame usted a quién le creemos?

 

 

Semejante performance no es el que nos sacará del atolladero. Eso lo sabemos todos. Pero ese no hacer nada no es neutro, el tiempo pasa y las complicaciones apremian. No pasará mucho hasta que el gobierno vacilante le de otra vuelta a la tuerca, pero en dirección contraria a la última que dio. Vendrán nuevas excusas, otro reclamo a los no cooperantes, a la nueva arremetida al maligno, ese al que hace unos días le vendió el alma.

 

 

Por ese repetitivo camino la reconstrucción es imposible. El gobierno no se merece la iniciativa de la transición y el arreglo. Ya no hay duda al respecto, hay que actuar por todos los frentes, activar todas las iniciativas constitucionales, acorralar a todos los poderes cómplices e ilegítimos y lograr una transición que, de una buena vez, respete el temor de los inocentes.

 

 

Luis Pedro España

Socialismo desgraciado

Posted on: febrero 4th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

La crisis sigue su curso y la impavidez del gobierno es desesperante. Entra febrero y la crisis se multiplica. Las noticias de desabastecimiento no hacen sino incrementarse producto de una escasez de divisas que compromete la disponibilidad de los bienes más elementales. No estamos al borde, ya estamos en presencia de una crisis humanitaria, en la cual pueblos y caseríos tienen la postración de la resignación, y en las ciudades comienza a tener los signos de la violencia y la rebeldía.

 

 

 

Lo que enardece de esta situación nacional no solo es la parálisis oficial, sino la insensibilidad y hasta el desprecio con que el gobierno ve la realidad de los otros. Decimos de otros, porque la de ellos, sus problemas, a los que por cierto es lo único que le prestan atención, es maniobrar para mantenerse en la esfera de confort y privilegios largamente construida a lo largo de estos años.

 

 

 

Pero la realidad de los otros, la realidad del país, esa que antes quedaba subsumida a la pugna entre la falsa interpretación del monólogo oficial y su contraste con los pocos medios de expresión independiente, cada vez más va saliendo a flote, en la medida en que las interpelaciones y las comparecencias del poder contralor de la Asamblea Nacional obliga a que cese el silencio comodón y cómplice dejándolos al descubierto.

 

 

 

La crisis más fuerte que tiene que afrontar el gobierno es muy distinta a la que padecen los venezolanos. Para nosotros es la economía y la crisis social, para ellos es que se les acabó el privilegio del silencio. Ninguno de los jerarcas de antes tuvo que someterse a las molestias de tener que rendir cuentas. Tener que escuchar las críticas, dentro de lo que hasta hace poco fue su patio y, peor aún, tener que ir a presentar examen, ser evaluados y ser aplazados. Eso es lo peor que le ha pasado a los impolutos y soberbios miembros del gobierno.

 

 

 

Esta apertura, producto de los extraordinarios resultados electorales del 6-D y la excelente actuación de los diputados en la Asamblea, ha permitido que salga a la luz pública lo peorcito de quienes están mandando. Antes eran solo deslices en alguna que otra declaración inapropiada. Hoy son toda una lista de barbaridades pronunciadas por la obligación de tener que hablar, para decir no solo el poco manejo que tienen de los temas, o el particularismo de sus puntos de vista, sino lo que sabíamos desde hacía mucho, el desprecio que manifiestan por el pueblo que dicen amar.

 

 

 

Cada vez que se les sube la sangre a la cabeza, cada vez que caen en cuenta de que el fin está cerca, arremeten contra el pueblo, lo insultan, lo llaman insensato, lo denigran por falto de conciencia. El código del chantaje, a lo que se resume el pretendido amor a los pobres, aflora amenazando con quitar taxis, becas y viviendas.

 

 

 

Pero lo que resumen de mejor manera este desprecio por el pueblo son las argumentaciones en contra de la ley de propiedad de la Misión Vivienda. Inconscientes venezolanos a los que no se les puede dar la titularidad de su casa, porque saldrían a vendérsela a los burgueses. La idea es tan retorcida que da náuseas. El desprecio por la autonomía del otro es indignante. El límite al que ha llegado este gobierno acorralado no le cabe otro calificativo sino el de desgraciado. En eso han terminado.

 

 

 

Luis Pedro España

 

Huracán de tensiones

Posted on: enero 21st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

No importa dónde viva, el tamaño de su localidad o el estrato social donde se asienta su residencia. Si por allí hay un local, expendido de lo que sea, seguramente verá una cola. Bastante más larga que la del año pasado y, probablemente, también con bastante menos productos de los que se encontraban en la víspera.

 

 

El gobierno con su eterna lógica de ocultar el bulto ve ahora las colas con ojos distintos. Supone erróneamente que la molestia de los ciudadanos en cola puede ser compartida con la oposición ahora en funciones parlamentarias. Se dirán, como parte de una explicación tan desacertada como consoladora, que quienes prometieron enfrentar las colas no lo han logrado, ergo, serán señalados como corresponsables del problema.

 

 

Por si el discernimiento de su antigua clientela, hoy protagonistas del voto castigo, sigue sin acusar a los recién llegados a la Asamblea de los errores históricos del Ejecutivo, el decreto de emergencia económica tiene el doble filo de, por un lado, tratar de corresponsabilizar a la oposición y, por el otro, señalarla como obstruccionista de las medidas de sanación que supuestamente tiene diseñado el nuevo gabinete.

 

 

Como es de esperarse, la mayoría en la Asamblea no avalará semejante decreto. Tomará las previsiones, seguramente, no solo de no aprobarlo, sino de hacer algunas recomendaciones o, en su defecto, señalar las insuficiencias del decreto, lo desacertado del diagnóstico que está detrás de los nuevos controles y, lo que finalmente será demoledor, rechazarlo por repetido, fallido, que no funcionó y nos trajo hasta acá.

 

 

En cualquier caso, con, o seguramente sin, decreto de emergencia, el gobierno seguirá imposibilitado de revertir el malestar social y económico que lo llevó a la derrota del pasado diciembre. Sin el cambio de esa situación, el malestar seguirá en la calle y, por lo severo que pitan los meses por venir, es posible que estemos a las puertas de una crisis de gobernabilidad que haga a la Asamblea el gran protagonista, no porque vaya a solucionar las colas o reducir la inflación; sino porque saque del camino a quien impide que esos problemas se resuelvan.

 

 

Vamos para el tercer año seguido de crisis económica. La dimensión de la misma dista mucho de ser lo que se dio a conocer con las cifras al tercer trimestre del Banco Central y, obviamente, también es mayor que las inexistentes cifras sociales o las descabelladas mentiras que se dijeron en la presentación de la Memoria y Cuenta.

 

 

No solo es falso que la pobreza, no importa el método empleado para su cálculo, ha descendido (ello simplemente reta a la propia ley de la gravedad después de las cifras de inflación y recesión del BCV), sino que además todo el “balance social” fue mediatizado con indicadores de empleo y distribución que cada vez dicen menos sobre la situación del país.

 

 

Mientras el gobierno siga ignorando la crisis, imputándole a otros su responsabilidad o tratando de ganar tiempo con comisiones y decretos, la crisis seguirá su rumbo y, como un huracán de conflictos y tensiones, terminará llevándose por delante puede que no solo un gobierno, sino puede que incluso a todo el sistema político.

 

 

Será la Asamblea el lugar desde el cual reconstruir los estragos del huracán que se avecina.

 

 

Luis Pedro España

¿Revienta o no revienta?

Posted on: enero 7th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Ya pasó diciembre. Con alguna lentitud vuelve el ajetreo del tráfico y el regreso a una cotidianidad que lo único que tiene de cotidiano es la sorpresa.

 

 

Arrancó el año con una nueva realidad política y con un aire de cambio que sólo se compara con el tamaño de la crisis. Desde el compatriota más informado, hasta el que sólo se huele lo que nos pasa por la inmediatez de su día a día, todos vemos con temor los primeros meses del año.

 

 

Desde hace mucho tiempo el venezolano sabe que los dos primeros meses del año son una mezcla de resaca económica con rompimiento político de expectativas. A febrero hay que tenerle miedo. No en vano los sucesos políticos más notorios de finales del siglo pasado ocurrieron precisamente en ese fatídico mes. Este año, se agudizarán un conjunto de procesos económicos y políticos en marcha, que ciertamente pueden hacer que nuevamente tengamos un año de quiebre, como lo fue 1989 o 1992.

 

 

Lo primero que hay que señalar es el tamaño de la crisis económica. Agotadas todas las piruetas para correr la arruga, desde el fin del ciclo petrolero expansivo hasta el día de hoy, la magnitud de la crisis en forma de inflación y desabastecimiento permiten calificar la situación de Venezuela de los próximos meses como de tragedia social. La Venezuela popular lleva casi dos años comiendo lo que consigue regulado. El los próximos meses la rigidez del consumo va a llegar, en algunas zonas del país, a niveles de posible hambruna.

 

 

Por primera vez, quien sabe si desde antes de la propia aparición del petróleo, en pueblos y caseríos del país, la dieta de las familias se convertirá en una mezcla de producción de conuco, trueque entre familias y acceso a bienes por operativos públicos de frecuencia menos que ocasional.

 

 

En las ciudades grandes e intermedias la situación será un poco distinta, pero no por ello menos caótica. Las colas y las esperas frente a los centros de abastecimiento por (literalmente) “lo que sea”, hará parecer a los dos años anteriores como “tiempos de más o menos”, comparados con lo que será la tragedia alimenticia que nos depara.

 

 

En medio de su alienación, en el sentido freudiano de la separación del Yo-gobierno con la realidad, la nomenclatura en el poder parece que sólo recientemente y de lejos, le huele a crisis o al menos a emergencia nacional. Frente a una tragedia de la cual sólo ellos son responsables, no tienen otra idea en el portafolios que enfrentarla con más de lo mismo. Controles, represión, operativos y otras prácticas del militarismo económico, serán disfrazadas bajo otro pomposo nombre, como el denominado Plan de Emergencia Económica, cuya única novedad será la aparición de un nuevo enemigo: la Asamblea Nacional.

 

 

Imagínese usted la parálisis del gobierno frente a la tragedia nacional que tenemos en puertas, que a un mes de anunciado un supuesto cambio de gabinete, el presidente sigue ensañando masajitos por Twitter, contactos por VTV y otros truquitos de la desinformación, para hacerle creer al país que alguien como que está gobernando o, al menos le piensa dar alguna respuestas a la inmensa sensación de vacío que genera en el estómago los próximos días por venir.

 

 

Mientras el gobierno y los voceros políticos seguirán tratando de sacarle alguna frase infeliz a la oposición para imputarle la crisis, o seguirán con la irresponsable e irritante práctica de las huidas hacia delante, la realidad seguirá su curso, acumulando presiones y tensiones que por algún lado reventaran.

 

 

Febrero mes de revueltas y explosiones, esperemos que sea para este 2016, y por el bien de todos,  el inicio de un cambio canalizado por la poca institucionalidad que nos queda.

 

Luis PedroEspaña

Tribulaciones navideñas

Posted on: diciembre 24th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

La derrota les ha resultado tan dura como inesperada. Quizás no tanto por haber perdido, de alguna manera estaba en los escenarios, el problema ha sido la magnitud de la derrota.

 

 

Cierto es que cualquiera que hubiese sido el resultado desfavorable, la respuesta estaba dada, preconcebida, iban a un escenario de confrontación, cohabitar no existe en su diccionario. Como tampoco lo están palabras indispensables para gobernar en democracia: consenso, acuerdos o simple entendimiento.

 

 

Pareciera una lógica suicida. Desde una perspectiva que pone centro en el desarrollo del país y el bienestar del pueblo, ciertamente es absolutamente inconveniente el proceder del gobierno y sus principales voceros. Tienen a la inmensa mayoría del país en contra y creen que la forma de recuperarlo es confrontar duramente a la oposición hoy convertida en Poder Legislativo. ¿Alguien cree que los problemas económicos y sociales del país se pueden resolver de esa manera?

 

 

Obviamente no, pero la óptica del gobierno lleva años sin ser la del pueblo. Es la de ellos, la de sus privilegios y de sus temores. La sobredeterminación política de la realidad fue la de creer, unos más, otros menos, que defender la revolución era la forma de favorecer al pueblo, hoy se trata de un simple pretexto para mantenerse en el poder.

 

 

Las revoluciones se vuelven cínicas y esta no es la excepción. No les importa el desabastecimiento crítico que padeceremos entre enero y febrero del próximo año. Le invierten más tiempo y dinero en ver cómo convertir esa desgracia en beneficio político, en estrategia para inculpar a la oposición, que en políticas para que Venezuela deje de pasar hambre.

 

 

El próximo año será un año de desgracias mayores a las ya padecidas. Vamos a una confrontación de poderes, a un verdadero escenario de ingobernabilidad. Su desenlace es a vencer o morir, el gobierno ha planteado el asunto como un conflicto existencial, agónico. “Si me voy, tú te vienes conmigo”.

 

 

Este proceder gubernamental parte de la tesis, no necesariamente comprobada o cierta, de que la oposición va por sus cabezas. Su reacción, primero de despecho y ahora de rabia, parte de una sola apuesta. Están convencidos de que la oposición, gracias a la mayoría conseguida, tendrán una posición antisistema. Aprovecharán la mayoría calificada para cambiar, no de políticas, no de gobierno, sino de sistema político.

 

 

Puede que no les falte razón (ese es el cálculo de los radicales de aquel lado), pero en cualquier caso esa solo es la aspiración de los radicales de la oposición, quienes han quedado en minoría, luego del triunfo de los moderados y de la ruta electoral.

 

 

Pero esa señal, la posibilidad de tender una transición que haga centro en el pueblo y no en su permanencia en el poder no solo la ignoran, sino que no les interesa. Mandan, pues, los radicales del gobierno. Movilizaciones, inventos comuneros, sabotaje al nuevo poder emanado de las urnas electorales y crispación generalizada será lo que nos depararán los primeros meses del próximo año.

 

 

El desenlace de este nuevo episodio en la vida nacional es difícil de prever. Ninguno es descartable, desde las típicas salidas de fuerza de la política tropical y cavernaria, hasta la deseable negociación que casi siempre nos sorprende, pero al final casi siempre ocurre.

 

Entramos en el final de un ciclo y el inicio de otro mejor. Pidámoslo de regalo de Navidad y hagámoslo realidad en 2016.

 

Luis Pedro España