El pacto de ayer

Posted on: julio 20th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

El día de ayer los partidos de la oposición firmaron un pacto de unidad y gobernabilidad. Estar inmersos en una lógica exasperante por salir de esta pesadilla de gobierno, ha hecho que la firma del pacto, si bien no paso bajo la mesa, al menos no tiene la espectacularidad del paro del día de hoy, los trancazos de ayer o la próxima hora cero, que si bien nadie sabe muy bien de que trata, todos la esperan como si fuera el final tan ansiado.

 

 

Pues bien, se firmo un pacto para ser gobierno. Desplazar del poder a la actual cúpula, la aspiración desde donde ciframos las esperanzas de corregir el rumbo y solucionar los problemas. El objetivo que persiguen las acciones que concentran nuestra atención diaria, en otras palabras dejar la penuria de vivir del sobresalto por culpa de una revolución que ha cubierto absurdamente de muerte y temor a todo un país, se convirtió desde ayer en un compromiso que une a los partidos políticos y la sociedad que los acompaña.

 

 

¿Para qué un pacto? Lo que ocurrió ayer es un despeje de incertidumbre sobre lo que sería un próximo gobierno de la Unidad. Allí, antes que un «plan de gobierno», se establecen las reglas de lo que serán los próximos gobiernos. Tal como lo entendería cualquiera que haya vivido los últimos 5 años en Venezuela, nuestros problemas no se resolverán con un simple cambio de gobierno. Esto es más complejo. Necesitamos de varios gobiernos, de una sucesión continuada de buenas políticas y mejores correcciones. Para ello necesitamos alternancia democrática, esa que la soberbia autoritaria que nos acompaño por años, no solo nunca entendió, sino que jamás podrá aceptar, que se equivocó, que fueron más sus errores que aciertos y que haberse empecinado en ellos para cuidar sus mezquinos intereses bajos y materiales, nos trajeron hasta aquí.

 

 

Pues bien, necesitamos una orientación pero con la posibilidad de cambiar si ello es necesario, y eso sólo es posible, si los actores políticos que comulgan objetivos pero difieren en los medios, se ponen de acuerdo en función de perseguir los fines nacionalmente acordados, cooperar entre sí y cada cierto tiempo someter a consulta al pueblo sobre como van las cosas.

 

 

Eso tan relativamente elemental ha sido el compromiso de ayer. Asumir el rescate nacional y cooperar para logarlo, aun cuando el gobierno pueda cambiar, precisamente porque el anterior no lo hizo lo suficientemente bien a como lo esperaba el pueblo.

 

 

Los partidos de la Unidad se comprometieron a gobernar juntos, pudiendo cambiar de líder, de enfoque, cuando el pueblo lo decida, pero si perder el norte, el objetivo central del acuerdo: lograr el bienestar nacional, especialmente el de los venezolanos más humildes. Eso solo lo pierden firmar losas demócratas. Así pues y tras el desastre que tenemos como realidad nacional, la única forma de llevar adelante las reformas y las políticas que nos sacarán de este agujero, requerirán de grandes consensos políticos que permitan que las políticas se mantengan, en sus líneas generales, con independencia de los gobiernos en particular. El acuerdo de ayer no solo es una receta de para gobiernos de coalición, sino que además da algunas garantías para lo que será el futuro. Habla de justicia, no de venganza. Promete entendimiento y reconciliación, pretende la inclusión y la garantía de que nadie vaya a prisión por pensar distinto, se le arrebate su derecho a salir o entrar al país, a reunirse para perseguir el ideal humano que se prefiera, así como disfrutar de la libertad de expresión que nos han confiscado y abolir la fascista práctica de la amenaza pública y la intimidación mentí a como forma de mantener a los «enemigos» a raya.

 

 

Se señalan algunas pautas de comportamiento inmediato. Se compromete a que el primer gobierno de la democracia abandone la trágica práctica de la reelección inmediata y con ella el abandono del mesiánico en favor del institucionalismo.

 

 

Obviamente, para los que llevan años sin entender nada y tergiversándolo todo, lo de ayer fue alguna fantasía conspirativa. Un llamado a un gobierno paralelo o quien sabe que otra estupidez propia de la antigua guerra fría. Nada de eso se corresponde con la realidad, ayer asistimos a la firma de un acuerdo democrático que, como ocurrió en muchos otros países Latinoamericanos que vivieron en los años ochenta trances populistas como el nuestro, salieron de sus sombras con un acuerdo de gobernabilidad que los guió por tres o cuatro lustros, manteniendo lo bueno de cada gobierno y desechando lo malo.

 

 

No estamos sino dando los pasos para salir de la pesadilla, lástima que hallamos tardado tanto.

 

Luis Pedro España

@luispespana

Se terminó el tiempo

Posted on: junio 8th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

No hay ni una sola actuación del gobierno que no sea para ganar tiempo. Para hacerse de un tiempo que Venezuela ya no tiene, que el país no puede seguir perdiendo. En su inmenso accionar irresponsable, en su obstinada persistencia por tratar de permanecer en el poder a cualquier precio, incluso contraviniendo aquello de lo que se ufanaba en el pasado, el gobierno está lanzando nuestro futuro por la ventana, a cambio de su caótico presente.

 

 

No les importan los muertos de la crisis, sea por medicinas, tratamientos inconclusos o por falta de comida. Se muestran indolentes e insensibles frente a la represión y la muerte producto de quien no escucha al pueblo bravo. Como un enfermo adicto al alcohol o las drogas, transa operaciones de deuda en las peores condiciones y lanza así al país a compromisos sin reparar si tendremos cómo o con qué pagar.

 

 

Contratan mediadores, acarician sotanas, patean todos los escenarios que no les son incondicionales, se rasgan las vestiduras, se envuelven en el pabellón nacional. Todo con una sola y única intención, la de quedarse en el poder lo posible o, al menos, lo necesario para elevar el peligro que nos asecha, al punto de utilizarlo como condicionante y moneda de cambio canjeable por su salida, tratando con ello de lograr seguridades que los guarde de su incompetencia, los libre de sus graves responsabilidades y, puede que incluso, les permita sobrevivir políticamente.

 

 

Pero no importa lo que hagan. No es posible que logren el objetivo de la eternidad. Ni en el mundo al que pertenecen, ese antiguo donde prevalecen los parámetros de la Guerra Fría, donde planifican sus escenarios y prefiguran la realidad de pobreza, aislamiento y autarquía para Venezuela, ni siquiera en ese existe la menor posibilidad de atornillamiento.

 

 

 

El país encendió sus alarmas. Todos los días se multiplican las reacciones en contra, las tomas de distancia o, en el peor de los casos, un silencio de resistencia y desaprobación allí donde (por ahora) no es posible hablar. En los espacios que antes controlaban, en las “catedrales” del apoyo gubernamental, los frisos de las paredes dejan ver sus grietas, cuando no son las bases que ya no puedan seguir soportando el peso de la trampa, de la justificación imposible o del descaro y el cinismo.

 

 

 

A la cara visible de la protesta, bajo las marchas y plantones que el gobierno piensa disolver con gases, palos y metras, está el motor de un cambio que se alimenta de la crisis, del hambre y de la certeza y la convicción de que todo esto tiene un solo culpable y, por lo tanto, un solo remedio.

 

 

 

Sépanlo, la protesta ya no es negociable. La razón es simple, no le pertenece a nadie, todos somos sus dueños. Cuando eso ocurre, no importa la trampa o el truco que se invente, la realidad será inmune a las triquiñuelas del pasado, porque se llegó al límite, nos condujeron al final. Asistimos al término del tiempo del gobierno, y ello ocurre porque el país se cansó de perderlo.

 

 

 

Luis Pedro España

@luispespana

La mano que para al tirano

Posted on: mayo 11th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

El gobierno se ha sacado de la manga un nuevo truco para tratar de mantenerse en el poder, a pesar de que 80% del país desea salir de Maduro. Es una jugada arriesgada, casi demencial. Reta a la cultura democrática venezolana, a la institución del voto, al principio no censitario y mucho menos corporativista de la representación política, tratará de cambiar nuevamente la división político territorial del país e inventará prácticas de postulación arbitrarias calificadas de protagónicas y populares.

 

 

 

Juega con la inteligencia de los militares, con cantos leguleyos, para disipar temores sobre las evidentes responsabilidades que contra los principios básicos de la democracia tiene esta propuesta fascista que, entre otros peligros y de avanzar la iniciativa, podría convertir a los “camisas negras” (hoy rojas) en parte de los cuerpos represivos del Estado.

 

 

 

Pretende chantajear a los empresarios, como lo hizo en su momento el fascismo italiano, invitándolos a un coro de privilegios si forman parte de la constituyente económica, mientras que emplaza a los obispos a que formen parte de la iniciativa, al menos dándole audiencia, chapeando con el papa Bergoglio.

 

 

Muchas más serán las iniciativas. Reuniones con jóvenes, indígenas, amas de casa, deportistas, trabajadores, campesinos (y siga usted sumando), tratando de incorporar en partes una totalidad que no puede ser segmentada, sino con la oscura y fascista intención de excluir a la inmensa mayoría del pueblo, para que una minoría se salga con la suya, eso sí, embadurnado la iniciativa con conceptos y preceptos jurídicos, de la autoría de un personaje que quiere pasar a la historia como el Vallenilla Lanz de estos tiempos.

 

 

 

En realidad, lo que estamos viendo, desde que el truco constituyente se anunció el 1° de mayo, es la puesta en escena de lo que será el anuncio de las bases comiciales para elegir la asamblea nacional constituyente sectorial y territorial.

 

 

 

Obviamente, aún no conocemos el tamaño de la charada que prepara el CNE, pero tiene que ser una de tal tamaño que le permita diseñar unas elecciones donde la regla sea que quien gana es la minoría. ¿Cómo hacerlo? Fácil, los fascistas lo inventaron hace muchos años y luego de eso todos los totalitarismos de todos los tipos y pelambres los han imitado con sus respectivas variantes.

 

 

 

Se trata de instaurar una nueva forma de representación política. Ya no será ni proporcional, ni universal y mucho menos directa. Será por pedacitos, por segmentos, sectores dirán, por grupos que además son del oficialismo o que parapostularse previamente hay que ser parte de ellos, o que hay que contar con el permiso de acreditación del CNE y sus arrítmicas velocidades para tramitar lo propio de lo ajeno.

 

 

 

Pero como este fraude a la democracia y despropósito a la inteligencia, no solo puede mostrar la cara del corporativismo de los tiranos, inventó otra representación de tipo territorial. En ella, habrá una sobrerrepresentación de los municipios más pobres y dependientes de las migajas del gobierno, ni que decir si se atreven a reconvertir en comunas la división político-territorial del país. De esta forma, la “cámara de representantes territoriales” estará compuesta por una minoría de votos convertida en mayoría de constituyentistas.

 

 

Vamos camino a la estafa más espectacular que se haya vivido en el continente, a un nuevo y grotesco episodio de leguleyismo tiránico. Vamos al intento de una camarilla de funcionarios enriquecidos y de unas cúpulas en el poder de perpetuarse a expensas del hambre, la crisis y el descontento de la inmensa mayoría de los venezolanos.

 

 

No lo van a lograr. Y para aquellos que forman parte de los aparatos de poder, que son los apoyos claves del régimen más desprestigiado de la historia reciente del país, quienes son los que pueden detener este truco a tiempo para entonces dejar que sea la Constitución de 1999 la que siga marcando la hora de los cambios, es bueno que recuerden que no hay tiranía posible que pueda gobernar si 80% del país no los quiere. Este es el caso del gobierno, y seguir avanzando en lo imposible es solo continuar con el dolor y hacia escenarios trágicos para todo el país, pero en especial para quienes tuvieron en sus manos la posibilidad de detener esta locura, y no lo hicieron.

 

 

 

Luis Pedro España

@luispespana

La desigualdad socialista

Posted on: marzo 30th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

Durante mucho tiempo el gobierno se llenó la boca con las estadísticas de ingreso. Mientras duró la bonanza petrolera (esa que no dependió ni de las misiones sociales, ni de la productividad de los venezolanos y muchísimo menos de la política petrolera pro rentista de la que hoy denigran), los indicadores de ingreso familiar no hicieron sino mejorar. No solo aumentaba la disponibilidad, sino que también aparecían tímidas mejorías en los índices de la desigualdad.

 

 

Cada año por estos meses, casi que cada domingo, teníamos al profesor presidente (lápiz rojo empuñado en la mano izquierda), repasando cómo la curva de ingresos iba para arriba y la desigualdad, para abajo. Pero poco duró la dicha, aunque mucho la fanfarronería y hasta nuestros días la retórica propagandística. Ahora, cuando todos los indicadores se precipitaron, cuando incluso las tibias críticas de PNUD recién asoman haciéndonos descender en el Índice de Desarrollo Humano del puesto 71 (en 2014) al 64 en la última medición de 2015; no solo nos damos cuenta de que la caída del ingreso es hoy más que nunca una variable que depende de la renta, sino que, incluso en lo que es ya nuestra peor recesión de la historia petrolera, ha comenzado a aumentar de desigualdad.

 

 

 

El índice de Gini, ese que tanto nos explicaron como éxito del socialismo bolivariano, ha ido creciendo de manera importante en los últimos 3 años. Según los datos de Encovi la desigualdad ha aumentado de 39,7 en 2011 a 43,8 en 2016. Según los cálculos hechos desde los datos que aportan estas encuestas, la concentración del ingreso pasó de 29% a 32,2% para 10% de población con mayores ingresos, en el mismo período.

 

 

 

Esto es muy grave en un contexto de recesión. La crisis actual está ocurriendo con una profundización de la desigualdad, lo que deja en evidencia una dualidad sin precedentes. Nunca como hoy ese pregón de que los pobres son más pobres y los ricos son más ricos ha sido cierto.

 

 

 

Normalmente, cuando hemos padecido otras crisis de ingresos, debido a la caída de los precios del petróleo, la desigualdad no aumenta. Ciertamente, el empobrecimiento es masivo y sus consecuencias, si bien se viven de modo diferente por los puntos de partida desiguales antes de iniciarse la recesión, nunca esas crisis “favorecieron” a algún grupo de la población. Lo que estamos viendo con este aumento de la desigualdad en contexto de recesión es la evidencia de una perversión, una infeliz distorsión que permite que una parte del país no solo viva de modo diferente la recesión, sino que incluso puede que se esté favoreciendo de ella. Y, lo que es peor, porque se benefician, hacen todo lo posible para que no se supere.

 

 

 

Lo que explicarían entonces este hecho inusual se encuentra en el diferencial cambiario. El control de cambio y sus métodos discrecionales de asignación, sus favoritismos y arbitraje subsiguiente son los que permiten que los actores favorecidos con estos privilegios reciban un subsidio indirecto millonario que los hace ganadores de la crisis.

 

 

 

Para que nos entendamos, hay una parte de venezolanos que viven bajo la esfera del dólar y de la utilidad cambiaria que realizan en el mercado paralelo, mientras que otra parte, la mayoritaria, la que no tiene o tuvo acceso a semejante subsidio, y que por lo tanto recibe el impacto directo de la inflación, es víctima o no tiene escapatoria frente a la escasez y, por consiguiente, vive injustamente el peso de la recesión.

 

 

 

Suprimir el privilegio de aquellos que están cercanos al gobierno y sus intereses sería una forma no solo de crear condiciones para recuperar una correcta asignación de incentivos para la recuperación económica, sino eliminar una de las principales fuentes de desigualdad en el país.

 

 

 

En este tránsito por lo insólito, este divorcio entre la realidad y el discurso, o la empecinada terquedad en seguir insistiendo en las mentiras suponiendo que se convertirán en verdades, se ha llegado al tope de la fantasía socialista: no solo no se logró ningún tipo de prosperidad, sino que, además, distribuyen de forma injusta lo poco que nos va quedando. Asistimos, en definitiva, al episodio cínico de la desigualdad socialista.

 

 

Luis Pedro España

@luispespana

Gobierno de repitientes

Posted on: marzo 16th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

Todo lo repiten. Los ministros, las políticas, las citas y hasta las poses. Lo único inédito son los chistes malos; del resto, todo es igual a como decía, hacía o pensaba el presidente Chávez. Falta de imaginación, competencia estética o la pureza revolucionaria, inseguridad o simple temor, todo ello debe estar confluyendo en que tengamos un gobierno que lo que hace es agravar los problemas. Llevan tres años repitiéndose, sin importar cuál sea el contexto.

 

 

 

El certamen de repetición cubre todas las temáticas. Desde el pan hasta el abastecimiento de papel higiénico, pasando por la inseguridad, los servicios públicos o la atención social. Ante los problemas que tenemos, la respuesta es la misma: controles, amenazas, guerra a mafias y enemigos inexistentes. Sorprende qué tan repetitivos son. Ante la ineficacia de las recetas aplicadas la respuesta es pretender profundizarlas. La culpa de los desaciertos es que no han hondado suficientemente en el error. No importa qué tanto se les muestre la evidencia de sus desaciertos o el desierto que dejan tras cada “enemigo enfrentado”. Lo que expropian lo pulverizan; lo que toman lo destruyen. Llámese Kimberly-Clark, Lácteos Los Andes, Aceite Diana, Café El Peñón, todas las cementeras, Sidor, Cantv, las centrales azucareras, los cientos o miles de hatos y haciendas, no importa lo que sea; son como la langosta, son el diluvio.

 

 

 

Pero lo que más sorprende es la imposibilidad de reconocer las equivocaciones. Es una terquedad socialista la que los cobija. Ahora, la nueva moda, la oleada comunicacional (que de eso sí saben) son los CLAP. No hay forma de verificar en cuánto mejora la nutrición de los hogares que hayan podido ser beneficiarios. Se trata de toneladas, millones de unidades, cientos de miles de beneficiados pero, con el cuento de las misiones, no hay una sola corroboración de impacto. Carecen de evidencias para sostener las afirmaciones, son la sustitución del hecho por el verbo, importa un bledo la realidad, lo importante es la propaganda, la tendencia en las redes sociales, el acto y la cadena de radio y televisión.

 

 

 

Pero lo más sorprendente, lo probablemente más hipócrita, es que detrás de cada política de voluntarismo socialista, disfrazado de pueblo, parece esconderse un guiso, un negocito, una transacción de miles de millones de dólares que finalmente se constituye en el verdadero objetivo de la acción gubernamental.

 

 

 

Los beneficios de la trastienda son la razón de la vocación del repitiente. Tanto control, regulación e intervención tiene el incentivo de la excepción, la discrecionalidad y el arbitraje. Todos ellos son vehículos para la corrupción. Por eso todos los socialismos de Estado son tan corruptos y se mantienen (hasta que caen), según una madeja de intereses inconfesados, de comisiones y privilegios que generan lealtades utilitarias muy poderosas. Ese fue el caso de todos los gobiernos de la Europa del Este, de la Rusia soviética, de los países africanos que pertenecieron a esa órbita, así como de todas las dictaduras latinoamericanas que usufructuaron el poder político y controlaron los hilos económicos en nombre del pueblo, pero para su provecho.

 

 

 

Estos sistemas cerrados de gobierno no pueden hacer sino mantenerse dentro de la lógica de la repitencia. La nomenclatura no puede cambiar (por eso tantos enroques y tan pocas caras nuevas) y, mucho menos, sus políticas. Lo que comienza siendo una consecuencia de los controles, es decir nuevos controles, se termina convirtiendo en una parcela de beneficios que no puede vulnerarse, so pena de pisar algunos cayos de poderosos camaradas.

 

 

 

Están condenados a repetirse. No importa incluso si se dan cuenta del error. No hay posibilidad de escape, mucho menos de enmienda. El cambio es solo una mueca para luego volver a lo mismo. Solo el fin del gobierno posibilita la transformación, solo la pérdida del poder rompe el repetitivo círculo de los privilegios.

 

 

 

La historia demuestra que estas repeticiones algún día llegan a su final, lo que no sabemos es si sus consecuencias serán relativamente superadas, o si viviremos por mucho más tiempo a merced de los intereses que provocaron, para ese entonces disfrazados de lo que haya triunfado.

 

Luis Pedro España

 

@luispespana

 

Un chiflado de pelo amarillo

Posted on: febrero 2nd, 2017 by Laura Espinoza 7 Comments

No es sólo lo que hace, sino como lo dice. Hasta en mute es desagradable. Verlo gesticular y mover la boca en forma de hocico de puerco no es más que la antesala de algún disparate. Si no fuera porque ha sido electo a la presidencia del país más poderoso del mundo, sólo daría risa, sería un caso curioso (como alguna vez le escuché decir a una profesora de la Universidad de Sofía en Tokio refiriéndose a Chávez), pero no, este señor puede revivir muchos fantasmas y pesadillas que pensábamos que nunca más reaparecerían.

 

 

Ha llegado a la Casa Blanca como llegó el nuestro a Miraflores, hecho todo un carrito chocón, metiéndose con todo el mundo, ya no sólo desde sus prejuiciados impulsos contra las mujeres, los latinos o los musulmanes, se trata de todo un coctel explosivo de proteccionismo, racismo y nacionalismo chauvinista.

 

 

 

No tiene 100 días y ya su popularidad ha comenzado a caer. Europa, especialmente la ex comunista, le tiene pánico por sus coqueteos con Putin. Hasta el presidente del Consejo Europeo lo ha declarado “una amenaza externa”. ¿Quién es ese chiflado con pelo amarillo?

 

 

 

Por lo pronto va a ser alguien muy despreciado por la comunidad internacional. Su decreto de prohibición de entrada a los nacionales de 7 países musulmanes, la insistencia en lo del muro y el abandono de los programas de libre comercio, lo convierten en un peligro para todos. Tampoco le va muy bien en su propio país. Tras la toma de posesión, y las manifestaciones de rechazo que provocó, han seguido protestas anticipadas en aquellos países que se propone visitar o de aquellos que tenían previsto visitarlo.

 

 

 

Pero él también es la prueba de que ningún país, ningún pueblo, por muy aventajado que sea política o económicamente hablando, está a salvo de que un loco ponga el carro de la historia en retroceso y acelere afondo suponiendo que esa es la forma de echar hacia adelante. Los principios más nobles de Occidente están en peligro bajo la administración de este señor. La libertad, el sacrosanto principio de la América del Norte, está bajo la amenaza de un empresario que cree que se puede manejar un país, desde las simples recetas con las cuales manejaba sus negocios.

 

 

 

Desde nuestro país, el flamante adalid de antimperialismo, el chavismo gobernante, guarda curioso silencio. Por mucho menos que esto cualquier progresista ya habría roto lanzas o clavado la espada de la confrontación en el suelo. Pero no, lo último que le hemos escuchado es que hay que darle un chance al nuevo mandatario. Tanta moderación sorprende, de seguro se trata de alguna otra cosa.

 

 

 

Independientemente de la razón por la cual el gobierno de Venezuela no ha dicho nada y no ha reclamado con la exageración que caracteriza su política exterior, deja bastante en claro que no es por los principios ni por ideales que éstas se orientan.

 

 

 

El silencio frente al desprecio que el “señor del pelo amarillo” ha mostrado contra mucho o todo de lo que los revolucionarios dicen defender, sólo se explica por la expectativa que tienen por un reacomodo en la correlación internacional, algún tipo de nuevas alianzas entre poderosos que, por pura carambola, favorezca a la Venezuela sin acceso a ayudas internacionales.

 

 

 

El gobierno, interesado en un nuevo correlato, guarda silencio ante la afrenta que hasta ahora parece representar la nueva administración de Washington contra América Latina. Con toda seguridad esta espera favorable no terminará en nada. La pequeña nación petrolera que somos no se favorecerá de las relaciones entre bocazas. Pero como la esperanza es lo último que se pierde, puede que el gobierno impulse una de esas etiquetas que su aparato mediático posiciona como tendencia.

 

 

 

Quizás dentro de poco veamos en Twitter algo como #AquiNoSeHablaMalDeTrump.

 

 

Luis Pedro España

@luispespana

Superar la contradicción socialista

Posted on: enero 19th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

Las contradicciones socialistas parten de la propia experiencia de vida que finalmente tienen los que militan obstinadamente en esas lides. Los feligreses de esta doctrina se pretenden deslindados del mundo material, abogan por la sencillez y la moderación a favor de la igualdad, hasta que, puede que por accidente, disfrutan del ascenso material y se ven obligados a ocultarse para acariciar lo que anhelan: buena ropa, viajes y artefactos que provienen de la riqueza.

 

 

Friedrich Engels, al que se le atribuye la frase: “De la burguesía, la comida y sus mujeres”, expresa de manera antropológicamente animalesca la propuesta en contravía que subyace en el socialismo. Así como es cretino y subhumano relegar nuestra existencia al disfrute material y a perseguir la satisfacción que de ello deriva, terminan siendo hipócritas y cínicas las propuestas socialistas que rompen lanzas en contra del consumo, la asignación de recursos según las capacidades y consideran cuasi vulgar el comportamiento guiado por incentivos.

 

 

 

La contradicción socialista es todavía más tórrida cuando quienes la padecen son personas con poca formación intelectual, estiman que el límite del conocimiento de la humanidad se equipara al de sus propias limitaciones cognitivas y, adicionalmente, se encuentran en posiciones que les permite eludir la evidencia de su desnudez intelectual.

 

 

 

Casi todos los líderes populistas cuadran con este perfil. Desde Trump hasta Chávez, de Getulio Vargas a Perón, pasando por pintorescos personajes como Velazco Alvarado en Perú, en todos estos casos el menosprecio por el conocimiento es proporcional a la convicción de su posesión. En otras palabras, a estos señores nada había que enseñarles, ellos ya todo lo sabían, o de lo contrario, estaban a punto de darse cuenta de la obviedad que se atrevió a enunciar algunos de sus “técnicos” cuando, en un acto desesperado de tratar de enmendar las acciones disparatadas de su jefe, se atrevió a contradecirlo.

 

 

 

Cuando bajamos al cuadro administrativo la contradicción socialista se hace aún más clara y vergonzosa. El discurso socializante, la demonización del materialismo, la alusión al propio sacrificio, contrastan bochornosamente cuando los vemos en remotas ciudades o en lugares donde se creían protegidos, jadeando y exultando placeres materiales que solo serían simples caprichos o gustos normales si no provinieran del empaque rígido que les impone el ascetismo hipócrita del socialismo que profesan.

 

 

 

Digamos que hasta aquí no hay mayores problemas si se tratara del comportamiento individual de personas contradictorias y con algún problema de sociabilidad. El asunto es que no estamos hablando de hijos de vecinos con alguna frustración o uno que otro complejo. Se trata de individuos que, en nuestro caso, han manejado un país por casi dos décadas y han permanecido en esa posición gracias al beneficio (sin contraprestación) de 1 millón de millones de dólares, sin reparar en mayor objetivo que atender sus propias contradicciones socialistas.

 

 

 

Al presente nos gobiernan las contradicciones a secas. Sus propias percepciones les dan información acerca del desastre sobre el que están montados, pero la aridez de ideas y la imposibilidad de desprenderse de la estética que los trago hasta aquí (amén de las contradicciones de origen), nos tienen a todos sumidos en la trampa de la inmovilidad, del reiterado ensayo de lo mismo para que ocurra lo distinto, o a la espera del verdadero y único milagro que puede tapar el abismo entre deseo y realidad: el aumento del precio del petróleo.

 

 

 

No ocurrirá. No importa cuántas reuniones o acuerdos hagan. El excedente de la renta está condenado por el desarrollo tecnológico, consecuencia de ese conocimiento al que nunca tendrán acceso, aunque alardeen de codearse con él. La renta, que permite pensar como pobre y vivir como rico, tenderá a reducirse o, en el mejor de los casos, a estancarse para todo el futuro previsible. Ese es nuestro destino, al menos que como pueblo decidamos romper para siempre con la contradicción socialista, abandonar la hipocresía y la doblez moral de un país que se creyó “la gran cosota”, por tres o cuatro ventajas materiales que la caprichosa naturaleza le concedió a nuestro territorio.

 

 

 

Superar la contradicción socialista puede que al final sea superar la propia contradicción que tenemos como país.

 

 

Luis Pedro España
@luispespana

El año en tres actos

Posted on: enero 5th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

Primer acto: el gobierno. De todas las políticas desarrolladas a lo largo del año por el Ejecutivo, del rosario de desaciertos, idas y venidas, anuncios o amenazas de medidas que nunca llegaron, una sola de ellas nos servirá para describir lo que se ha convertido en el portaestandarte de la performance del gobierno. La incomprensible, compulsiva y casi suicida decisión de sacar de circulación en 72 horas el billete de 100 bolívares, cuando al momento del anuncio no había arribado al país el primer billetico el nuevo cono y, además, en el mes del año en que, incluso en esta economía menguada, resulta ser el mejor momento para el comercio.

 

 

Las explicaciones que nos dieron, si no fueron falsas, al menos califican como falaces. Las interpretaciones dadas por economistas y demás analistas del país fueron, en el mejor de los casos, insuficientes. Demasiadas incongruencias, falta de información o datos y confesados faltan para armar el rompecabezas de este disparate. A la fecha nadie se explica el porqué de semejante medida. Tuvimos que vivir el umbral de un estallido social para que la decisión se revocara, se restituyera la circulación del billete de 100 y todo volviera a la misma anormalidad de pago en efectivo que tenemos al presente.

 

 

Del hecho, lo que desde nuestro punto de vista resalta, pone en evidencia y sirve para explicar al menos parte de las políticas públicas en este país, es la absoluta desconexión de los decisores públicos con la cotidianidad, con el día a día de la población.

 

 

 

Si algo había caracterizado al gobierno en su pasado era su correspondencia con la cultura popular. Claro que cuando la brújula fallaba, pues, había muchos recursos petroleros con los cuales paliar los errores sin necesariamente enmendarlos. Pero lo vivido con esta medida, ignorar que una parte importante y vulnerable del país se movía (y mueve) en efectivo, aunque para ello los hayan condenado a cargar en bolsas y mochilas las pacas de dinero, es el mayor acto de desapego con el país y su pobre realidad que hayamos visto de gobierno alguno.

 

 

 

Solo la violencia y los disturbios los hizo entrar en razón. Recibieron una explosión de realidad que increíblemente no se esperaban. Si así ocurre con lo más fácil de anticipar, qué cabe esperar para el resto de medidas no tan simples y menos cotidianas.

 

 

 

Si el gobierno se mantiene en la prisión de sus ideas y continúa a espaldas de la población, es de esperar que el cúmulo de desaciertos haga la crisis más ingobernable de lo que ya es. Que se repitan tan descabelladas medidas y que sus consecuencias sean realmente impredecibles. Este es el signo que aporta el gobierno para 2017: la incertidumbre.

 

 

Segundo acto: el pueblo. Nunca la población venezolana había padecido una crisis socioeconómica como la presente. Inflación y desabastecimiento se han llevado por delante cualquier indicio de calidad de vida que se haya podido tener en el pasado.

 

 

Esta gigantesca crisis se ha vivido, más que con resignación, con rabia y rechazo. No es cierto que el pueblo esté inerte frente a dificultades que inexplicablemente padece. Simplemente carece de opciones, vías de expresión o canales de resolución. El gobierno ha cerrado las vías institucionales de solución de los problemas. Depende solo de la fuerza para hacer valer su posición (cualquiera que ella sea). La población solo tiene el pecho desnudo frente a la posible represión gubernamental; por lo tanto, es irresponsable pedirle que haga algo distinto a participar legalmente en el marco de las restricciones que tenemos.

 

 

Hasta ahora la población ha sido la víctima de la política, porque la crisis económica y social es política, es de gestión pública, en primer lugar, y de imposibilidad de cambiarlas, en segundo término. Las revueltas que han ocurrido, más que un ejemplo “del despertar” que algunos profesan, son la simple llegada a situaciones límites. Se trata de la reacción espontánea de poblaciones en lugares específicos del país donde la insensatez del gestor público agrede la cotidianidad de la gente. Apostar por estas manifestaciones como opción de cambio es confiar en el triunfo de la anarquía y suponer erróneamente que del caos emergerá algo mejor

 

 

 

La población esta allí, consciente de lo que padece y de la necesidad de cambio. Solo espera por conducción, por la guía de quienes están llamados a generar nuevos proyectos y vías para alcanzarlos. El pueblo espera por la oposición venezolana.

 

 

 

Tercer acto: la Unidad. Es probable que la prueba más tangible de que la unidad de la oposición se va a mantener en el futuro fue el conjunto de desaciertos y desavenencias del pasado. A pesar de todo lo vivido, sigue unida. Maltrecha, pero unida.

 

 

Con una mayoría en la Asamblea bloqueada por un gobierno que juega peligrosamente a su propia ingobernabilidad y con una oposición regida por una meta sin estrategia, por un deseo manifiesto, más que por una realidad plausible, se llegó al final del año sin el camino y con pocos logros que mostrar. La oposición, luego del gigantesco triunfo de 2015, puede que engolosinada, anunció y prometió lo que todos los venezolanos deseaban, el final del gobierno. En seis meses, se llegó a decir, estaríamos en presencia de un nuevo gobierno. Pasó un año, no se logró, y con este desastre a cuestas el juego de la desesperanza comenzó.

 

 

El año termina en lo que ha sido un juego perder-perder, oposición y gobierno se enfrentan a 2017 con la necesidad de replantearse. Para los primeros no hay otra opción sino reinventarse; para los segundos la agenda es la misma: aferrarse al poder, por el poder en sí mismo, y seguir deseando que el país pierda los sueños y se acostumbre a la pesadilla que ellos representan.

 

 

Para este 2017 la Unidad tiene dos tareas. Primero, darle un sentido a la Asamblea Nacional. Ese poder del Estado, aunque bloqueado, tiene que servir para hacer política, para poner en evidencia la incompetencia y corruptelas, para labrar propuestas sensatas (no populistas) que seguramente se ejecutarán más tarde, pero que indicarán el nuevo camino y, por sobre todas las cosas, la Asamblea debe ser el espacio para bregar el restablecimiento de la democracia y las condiciones para ejercerla.

 

 

El segundo papel será la confrontación electoral regional. Luce casi imposible que el gobierno se libre de esta elección. La alianza opositora debe llevar sus mejores candidatos, lo más legitimados posible (primarias en casi todos lados) y especialmente blindados contra las trampas y triquiñuelas que de seguro vendrán ahora que carecen de toda popularidad, y que con ella han perdido la vergüenza democrática.

 

 

Es posible que, aunque cueste asumirlo, ha llegado el momento de dejar de pensar en el final del gobierno, para comenzar a pensar en la construcción de uno nuevo. Si 2017 es el fin adelantado de la actual administración, es casi seguro que no será producto de la acción de la oposición, sino por el desencadenamiento de hechos y situaciones que solo conocen los secretos que se esconden en los pasillos de palacio.

 

 

Alejados de las lides conspirativas, a sabiendas de que todas ellas son perjudiciales para el país, la agenda sigue siendo electoral y constitucional. No solo porque los civiles no sabemos de otras vías, sino porque, además, sigue siendo la estrategia más adecuada en razón de la tarea de reconstrucción nacional que, más temprano que tarde, deberá ser el gran objetivo de la Unidad.

 

Luis Pedro España

@luispespana

Una tragedia llamada Venezuela

Posted on: diciembre 8th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 
Ayer, fin del montaje de diálogo planteado por el gobierno, fue un día de caretas caídas. De su propia boca quedó en evidencia quién no quiere saber nada de diálogo, de transición o de salidas para Venezuela. El radicalismo del gobierno dejó a la luz pública qué tan lejos quisieran estar dispuestos a ir con tal de no enfrentar las consecuencias de sus acciones, basta saber si podrán lograrlo

 

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Por su parte, la oposición logró unirse nuevamente. Eso de unos sentados recibiendo todo el castigo de asumir compromisos con unos personajes que mientras puedan no cumplir y mentir lo seguirán haciendo, y, por otro lado, los que no se sientan en la mesa pero reclaman y exigen el cumplimiento de acuerdos en los que no participaron, por lo visto se acabó.

 

 

 

Ya todos del mismo lado de la mesa y sin el gobierno enfrente dividiéndolos, podrán reagrupar fuerzas y organizar una nueva estrategia. Una que incorpore la mesura que proviene de las expectativas frustradas tras el triunfo electoral del año pasado e incorpore el realismo manifiesto sobre cuál es la verdadera cara del contendor disfrazado de gobierno y de demócrata.

 

 

 

Resumido de esta forma el tiempo que medió entre el secuestro del revocatorio y el entreacto del diálogo, el próximo año se nos presenta como un nuevo viacrucis de crisis y recesión, que profundizará el descontento del venezolano y seguirá socavando las bases de sustentación del gobierno. Multiplicación de las protestas, conatos de saqueos, escenas de hambre y desconsuelo será parte de la crisis que aún nos falta por recorrer y que la oposición debe aprovechar para alcanzar su verdadera única meta mientras este gobierno lo siga siendo: ¡Elecciones ya!

 

 

 

Las encuestas indican que dos de cada tres venezolanos o no saben o creen que en Venezuela no habrá elecciones presidenciales en el ya no tan lejano 2018. No solo por el “sincericidio” de Maduro confesando lo que todos sabemos (que totalitarismo no va a elecciones sino para ganarlas), sino por la evidencia del secuestro de ese derecho elemental del pueblo de votar, el cual contó con la complicidad manifiesta de unas instituciones de Estado convertidas en dependencias del partido de gobierno.

 

 

Ante semejante evidencia la agenda de la Unidad debe ser una sola: recuperar el derecho al voto. Los otros puntos, la crisis humanitaria, los presos políticos, la superación de la pobreza y muchos más, deben seguir siendo planos de una lucha que ahora ha de ser múltiple, pero liderada y comandada por todos actores especializados. Nadie dice que la Unidad se va a desentender de los puntos distintos a la reconquista del voto, pero creo que ha llegado el momento de diversificar a los actores dentro de la Unidad por tipo de objetivo y contenido de lucha. Todos participan en la ejecución de las acciones, pero uno especializado por cada frente de batalla. Ha llegado la hora de compartir la responsabilidad de la lucha.

 

 

El protagonista de todas las peleas que hay que dar, para volver a ser dignos como personas y pueblo, debe segmentarse para que las responsabilidades y las fuerzas no se diluyan o se deleguen en un solo actor, llámese MUD, su secretario ejecutivo, o el líder que encabece las encuestas. Necesitamos constituir frentes, unidades responsables de las peleas diarias por la libertad de los presos de conciencia, la atención a las víctimas de la crisis humanitaria y la formulación de políticas públicas para alcanzar el desarrollo.

 

 

 

Sin descartar ninguna agenda, más bien segmentándolas y diversificando a nuestros líderes, al organismo que hoy concentra todas las miradas y se le achacan todas las culpas (la Unidad) se le debe asignar una sola y explícita tarea, que no es otra que la de recuperar la forma como en verdad podemos alcanzar las otras metas. En una palabra, recuperar el voto para poder botar del poder a quienes nos mantienen en esta tragedia llamada Venezuela.

 

 

 

 

Luis Pedro España

El comandante crisis

Posted on: noviembre 24th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Para un gobierno que lo poco que entiende lo hace en clave militar, hay que insistirle que quien los asedia, quien los tiene contra las cuerdas, no es ninguna conspiración internacional, ni un enemigo épico. El gobierno esta en su fase terminal porque padece las consecuencias de la inmensa crisis que sus pésimas prácticas y peores creencias, incubaron desde hace muchos años.

 

 

 

No importa que tanto se equivoque quien se les opone, tampoco servirá de nada las pequeñas triquiñuelas que cada vez les cuesta más hacer y menos rendimiento les proporciona, menos los salvará de su salida del poder los desplantes, las groserías y el discurso gritón que los viste. Hagan lo que hagan, incluso si optan por no hacer nada (lo que parece ser el caso de los últimos meses), ni uno sólo del 80% de venezolanos que no los quiere y que harían lo que fuese para que dejaran de ser gobierno, cambiará de opinión, sufrirá una conversión por su desencanto con la oposición o volverá a apoyarlos como alguna vez lo hizo en el pasado.

 

 

 

El argumento del descontento circunstancial, de la perdida de apoyo por un ratico, del escoyo momentáneo producto de problemas coyunturales, no solo siempre fue falso, sino que ya es imposible de sostener por parte de esta élite cívico-militar interesada en creerse el cuento para seguir disfrutando de los privilegios.

 

 

 

Vamos para el cuarto año consecutivo de recesión y empobrecimiento masivo, ya perdimos 25% del producto interno. Nuestra recesión es la más aguda que haya podido tener cualquier país del continente. Hemos caído en términos relativos más de lo que cayeron las economías centroamericanas en la época de las guerrillas de los ochenta. Ni la crisis chilena de finales del gobierno de Allende, ni las catástrofes económicas de las debacles populistas de Perú y Bolivia, ni siquiera las tragedias económicas y humanas de los gobiernos militares del Cono Sur o Brasil, propiciaron una caída tan espectacular como la que ya tiene lugar en Venezuela. Cierto es que nuestro abismo es enorme porque ha tenido lugar justo después del segundo (y último, con toda seguridad) boom petrolero de nuestra historia, pero esto, lejos de servir de atenuante resulta más bien como un tremendo agravante, que nos recuerda que sólo una mezcla de inmensa ineficiencia y terrible corrupción, puede explicar esta caída.

 

 

 

Venezuela muestra retrocesos en los indicadores sociales que sólo epidemias y guerras son capaces de hacer retroceder. Nuestras universidades tienen caídas en sus matriculas que oscilan entre 15% y 30% en sólo un año. Cómo sabemos gracias a la encuesta de situación social hemos roto todos los récords de pobreza. Estamos viviendo situaciones sanitarias, nutricionales y de pérdida de años de vida que seguramente sólo son comparables con la Venezuela palúdica y analfabeta del siglo XIX.

 

 

 

Quien viene a Venezuela del exterior se consigue con el atraso del país y la vergüenza de unos venezolanos que no logran explicar porque su billete más alto es una fracción de un centavo de dólar, que quien venga podrá pagar nada en este país con sus medios de pago y que la única forma de que un visitante pueda sobrevivir en esta aldea premoderna llamada Venezuela es que algún local lo asista las 24 horas.

 

 

 

Somos la desgracia de América Latina, la constatación de sus fracasos pasados, el último en la lista en competitividad, seguridad y honestidad gubernamental. Carecemos de los instrumentos mínimos indispensables para salir por nosotros mismos de la crisis en la que nos metió esta absurda revolución. Los escasos productos que pueden importarse con la menguada renta petrolera, no pueden ser sustituidos, y mucho menos completados, con la producción y el trabajo de los venezolanos. El gobierno se empeño en destruir a su enemigo, al sector privado y a todos los venezolanos, algo logró, pero en lo que tuvo más éxito fue armar su propia inviabilidad.

 

 

 

Estamos al final de este gobierno. Su límite superior es un lejano diciembre de 2018. Pero de allí no pasan, allí terminan. Ni declarándose dictadores de facto sobreviven a esa fecha. El comandante crisis ya los derrotó. Ahora queda en nuestras manos adelantar lo mas posible su final, para que su obra de destrucción no haga más difícil revertir la desgracia que nos dejaron de herencia.

 

 

 

Luis Pedro España