¿Yo? Sí, usted

Posted on: mayo 29th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Durante meses estuve buscando una entrevista con John Boehner, el líder de la Cámara de Representantes. Y todas las veces me dijo que no.

 

Así que me monté en un avión, fui a Washington, me metí en una conferencia de prensa que él estaba dando, y el resultado no fue nada agradable. Pero como periodista y como inmigrante, había que hacerlo. “¿Por qué está usted bloqueando la reforma migratoria?” le pregunté a Boehner en la conferencia de prensa.

“¿Yo?” me dijo, riéndose.

 

“Sí, usted,” le contesté. “Podría llevarla a votación pero no lo ha hecho.”

A Boehner no le gustó la pregunta, y me puso cara de malos amigos. Ni modo. La verdad es que él es el principal responsable de que no se legalice a 11 millones de indocumentados. Hace casi un año que el Senado aprobó una propuesta de ley. Pero Boehner y los republicanos han hecho todo lo posible para boicotearla. Había que desenmascararlos.

 

“No hay nadie más interesado en arreglar este problema que yo,” me dijo. Pero millones de latinos no le creen. Son puras palabras. Boehner, luego, le echó la culpa al Presidente, Barack Obama. Dijo que no confía en él. Esa es otra excusa. Los republicanos podrían aprobar una ley que entre en vigor en el 2017 – cuando Obama deje el poder – y tampoco están dispuestos a hacer eso.

 

Ante esto hay una sola conclusión: el hombre que está deteniendo la reforma migratoria en el Congreso se llama John Boehner. Nadie más.

 

A pesar de todo, la estrategia del Partido Demócrata y de la Casa Blanca es darle un poco más de tiempo a Boehner y a los republicanos para rectificar. Creo que es una falsa esperanza. Pero la pregunta es ¿hasta cuándo? Charles Schumer, senador demócrata de Nueva York, me dijo que la fecha límite para que los republicanos hagan algo respecto a la reforma migratoria puede extenderse hasta el viernes 31 de julio. Después de eso, ya no hay tiempo para nada.

 

Los congresistas se van de vacaciones todo el mes de agosto. Todo. En septiembre solo trabajan 10 días, dos en octubre, siete en noviembre y apenas ocho días en diciembre. En esos períodos tan cortos es imposible legislar sobre un tema tan complicado.

 

¿Por qué los republicanos no quieren pasar una reforma migratoria?

Puede ser un cálculo político para ganar en las elecciones de este noviembre, una estrategia para atacar a Obama o bien terquedad e ignorancia. Pero, sea lo que sea, si no aprueban la legalización de indocumentados van a sufrir las consecuencias por años.

 

Según la Oficina del Censo, en el 2060 habrá en Estados Unidos 129 millones de latinos, 31 por ciento de la población. Nadie podrá ser elegido sin los votantes hispanos. Y lo peor que puede hacer el Partido Republicano es pelearse con el grupo electoral de mayor crecimiento. Si siguen así van a perder la Casa Blanca por varias generaciones.

 

Pero me temo que eso no lo ven. Hasta hoy solo han dado muestras de una impresionante miopía política y de muy poca compasión por los inmigrantes.

 

Por ahora no veo señal alguna de esperanza. Así que después del verano la lucha de los inmigrantes va a cambiar. En lugar de buscar que los republicanos aprueben una reforma migratoria, el esfuerzo se va a concentrar en que Obama suspenda la mayoría de las deportaciones de inmigrantes.

 

Obama ha deportado a más de 2 millones de inmigrantes y ha separado muchas familias latinas en seis años. ¿Deben parar las protestas contra Obama hasta julio? ¿Hay que darle una tregua? Es muy difícil pedirle eso a un padre o a una madre en peligro de deportación.

 

Mientras tanto, me quedan claras tres cosas: Una, si no hay una reforma migratoria este verano, la culpa es de los republicanos y de su líder, Boehner. Dos, los latinos no se van a olvidar de esto tan fácilmente. Y tres, dudo que Boehner me quiera dar pronto una entrevista. Pero al menos ya sé dónde encontrarlo.

 

Por Jorge Ramos

“Si el Papa me da una entrevista, seguro que regreso”

Posted on: mayo 22nd, 2014 by Super Confirmado No Comments

Es, quizás, la periodista más famosa del mundo. Y con razón. Lleva más de cinco décadas entrevistando a los personajes que hacen historia y a las celebridades que hacen noticia. Por eso es tan extraño escucharla decir que se retira del periodismo.

 

Pero, la verdad, un periodista nunca deja de serlo. “Ya no voy a regresar cada semana a hacer una entrevista,” me dijo en las oficinas de “The View,” el programa que fundó en 1997. “Pero si el Papa me da una entrevista, seguro que regreso”. Lo mismo haría si puede conversar con la reina Isabel II. Y posiblemente también si Monica Lewinsky decide hablar con ella una vez más.

 

La entrevista televisiva que le hizo Barbara Walters a Monica Lewinsky en marzo de 1999, sobre el affair que tuvo con el presidente Bill Clinton, fue vista por unos 50 millones de personas. Ninguna otra entrevista ha tenido más audiencia en la historia de la televisión en Estados Unidos. “Todavía estoy en contacto con Mónica,” me confió y luego, sin temor, me dio su opinión de esta mujer de 40 años: “Es una mujer inteligente y una mujer buena.”

 

Walters no sólo cubrió eventos históricos sino que hizo historia. Fue la primera mujer conductora (“anchor,” en inglés) de un programa matutino a nivel nacional y la primera en presentar el noticiero nocturno. Así abrió el camino para otras mujeres, dentro y fuera de Estados Unidos. “Ése es mi legado”, dijo durante nuestra conversación, “todas estas mujeres jóvenes en las noticias. No había tantas cuando yo empezaba; había muy pocas. Así que si tengo algún legado, son esas mujeres.”

 

Pero a sus 84 años Walters no lo tiene todo. “No creo que las mujeres lo puedan tener todo,” me dijo, refutando la teoría del libro “Lean In” de Sheryl Sandberg. “Ni los hombres lo pueden tener todo tampoco. Es muy difícil balancear tu vida profesional con tu vida privada, y cada vez más las mujeres tienen que enfrentar esto”.

 

Ha entrevistado a todos los presidentes estadounidenses, desde Richard Nixon hasta a líderes mundiales (como Vladimir Putin, Saddam Hussein y Fidel Castro), y a casi todos los actores del momento.

 

Sus preguntas son cortas y maravillosamente claras, como cuchillo. No hay duda de lo que quiere saber. Su mantra: no hay pregunta prohibida. ¿Cuál es su secreto? “Hago mucha tarea”, me dijo, como si apenas empezara su carrera. “Creo que es muy importante. Algunas veces yo sé más de la persona que lo que ellos mismos saben”. Y se nota. Ha hecho llorar a muchos y temblar a más de uno.

 

Hay mil anécdotas. Pasó 10 días con Fidel Castro pero “no me acerco mucho a nadie”, me contó. Y hasta pudo haber sido “la señora de Clint Eastwood,” confesó. “Me gustaba mucho (el actor) Clint Eastwood y, después de la entrevista, me invitó a cenar. Pero yo le dije ‘no, no, no.’ ” Terminé la entrevista con dos preguntas que ella, frecuentemente, le hace a sus entrevistados:

 

1. ¿Hay alguna idea falsa sobre usted? pregunté. “Creo que la idea más equivocada es que yo soy muy seria y autoritaria,” contestó. “Porque ése es el tipo de entrevistas que hacía. Pero creo que desde ”The View“ la gente sabe que tengo sentido del humor, y que soy una persona como otras.”

 

2. ¿Cómo quiere ser recordada? “Como una buena periodista, una buena madre y una buena persona.”

 

Se acababa mi tiempo con ella y el honor de hacerle preguntas a la campeona de las preguntas. Era mediodía pero aún tenía un montón de cosas pendientes. Walters no daba ninguna muestra de que estaba a punto de retirarse.

 

¿Qué va a hacer el día después de su retiro? alcancé a preguntarle al final. “Dormir. Voy a dormir. Y el día siguiente también”. Pero tengo la sospecha de que, cuando se despierte, Barbara Walters volverá a hacer preguntas. Muchas preguntas.

 

Por Jorge Ramos

Cuba en cámara lenta

Posted on: mayo 13th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Aquí en Miami matan a Fidel Castro varias veces al año.

Hace un par de semanas oí que se había muerto, alguien tuiteó que había soldados resguardando las calles de la Habana y, como siempre ocurre, a los pocos días Fidel reapareció (en este caso, en una fotografía con una de las hijas de Hugo Chávez). Como dice la canción, no estaba muerto, andaba de parranda. Ya perdí la cuenta de las veces que lo han declarado muerto.

 

No es ningún secreto que muchos medios de comunicación en Estados Unidos ya tienen listo el obituario y sus planes de cobertura cuando muera el dictador de 87 años de edad. La sospecha es que no podrá existir castrismo sin Fidel y que, tras su muerte, habrá una inevitable apertura democrática en la isla. Pero eso no es seguro. Muchos creían que no habría chavismo sin Chávez y Nicolás Maduro ha demostrado que sí es posible (aunque se lleve a Venezuela a la ruina y al despotismo).

 

Fidel, su hermano Raúl y su experimento mueren en cámara lenta. El capitalismo poco a poco se ha colado en la isla. Sus habitantes, por fin, pueden salir si consiguen una visa. Y por más que la dictadura intente bloquear la internet, las redes sociales y las señales de televisión, el ingenio de los cubanos se impone sobre las absurdas prohibiciones.

 

La verdad es que desde hace 20 años el régimen cubano ha estado buscando la manera de que el mundo los reconozca como legítimos. Pero no fácil. Una dictadura es una dictadura.

 

Tras la desintegración de la Unión Soviética en 1991 a los hermanitos Castro se les movió el piso. Y hay pruebas de que ya en 1994 buscaron acercarse a Estados Unidos para normalizar relaciones. Checoslovaquía, Polonia y varios países de la órbita soviética habían dejado atrás su totalitarismo comunista. Y el siguiente en caer, se suponía, era Cuba.

 

En una comida en la casa del escritor William Styron en Martha’s Vineyard, Massachussetts, en septiembre de 1994 el presidente Bill Clinton resistió la presión del propio Styron, del escritor mexicano Carlos Fuentes y del Nobel colombiano Gabriel García Márquez para re-establecer relaciones con Cuba, según recordó en un artículo para The New York Times el productor de cine, Harvey Weinstein, quien también estuvo en el almuerzo. Clinton no cedió.

 

Lejos de eso, el propio Clinton me dijo el año pasado que no eran ciertos los rumores de que él le había pedido a García Márquez en esa comida que hablara con Fidel para facilitar un encuentro. El caso es que García Márquez se convirtió en un canal informal de comunicación entre Cuba y Estados Unidos.

 

En mayo de 1998 García Márquez fue a la Casa Blanca a ver al jefe de gabinete de Clinton, Mack McLarty, con un mensaje confidencial de Fidel. El dictador cubano estaba dispuesto a cooperar con Estados Unidos en una investigación de terrorismo, según recordó hace poco en un artículo el propio McLarty.

 

De esos acercamiento no surgió nada. La comunidad cubanoamericana del sur de la Florida es muy fuerte políticamente y sigue siendo impensable que el congreso en Washington levante el embargo estadounidense. Además, el derribo de dos avionetas de la organización Hermanos al Rescate en 1996 aisló aún más a Cuba, no solo de Estados Unidos sino también de la Unión Europea. El mensaje fue claro: nada con Cuba hasta que mejore su criminal record de derechos humanos, democratice su sistema político y abra espacios a la prensa y a la disidencia interna.

 

Desde luego, eso no ocurrió . Y así llegamos a este 2014. Cuba es una de las naciones más cerradas del planeta. Sus dos dictadores aún mantienen el control a base de miedo y de un aceitado sistema represivo. Pero el régimen ya no da más.

 

No me atrevo a pronosticar el pronto fin del castrismo porque los Castro han enterrado cualquier señal de optimismo. Todos los que han dicho “nos vemos el año nuevo en la Habana” se equivocaron o están muertos. Mientras, sigo oyendo –y desechando- rumores sobre la inminente muerte de Fidel. Pero soy de los que creen que Fidel no tiene que morirse para que Cuba cambie. No, los dictadores no deben morir en el poder. Deben morir en la cárcel.

 

Por Jorge Ramos

El gran secreto

Posted on: mayo 9th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Todos los saben pero no se habla mucho de eso. Es algo vergonzoso. Da pena. El gran secreto de Estados Unidos es que, a pesar de todas las leyes para evitar la discriminación, todavía hay mucho racismo. Una cosa es lo que dicen las leyes y otra muy distinta lo que pasa en la calle.

 

El dueño del equipo de básquetbol de los Clippers de Los Angeles, Donald Sterling, dijo en la cocina de su casa lo que no se atrevía a decir en público. No quería que su supuesta novia, V. Stiviano, llevara a jugadores afroamericanos a los juegos de su equipo: ni siquiera la leyenda del básquetbol, Magic Johnson, sería bienvenida. Pero le grabaron la conversación, la hicieron pública y ahora fue suspendido por vida de la NBA (National Basketball Association). Eso es lo que pasa cuando lo muy privado se hace muy público.

 

Los comentarios de Sterling son, desde luego, racistas, estúpidos e hipócritas. Su equipo – y sus ganancias – dependen en gran medida de sus jugadores y de sus entrenadores afroamericanos. Pero para Sterling una cosa es pagarles para que jueguen y otra, muy distinta, hacer vida social con ellos. Es el típico caso de las personas que dicen que no son racistas, pero que no quisieran que uno de sus hijos se casara con un hispano o miembro de una minoría.

 

No vivimos todavía en una época post racista. Muchos creían que la elección en el 2008 del primer presidente afroamericano, Barack Obama, significaba una reivindicación y un gran cambio después de décadas de esclavitud, racismo y discriminación. Fue, sin duda, un avance enorme. Histórico. Pero está claro que en Estados Unidos aún hay muchas personas que siguen juzgando y discriminando a otros simplemente por el color de su piel.

 

El caso de Sterling no es único. El ranchero de Nevada Cliven Bundy se convirtió en héroe de muchos conservadores por su pelea con el gobierno. Bundy no quería pagarle al gobierno en Washington para que sus vacas pastaran en terrenos federales. Eso es debatible. Pero el problema fue cuando, de pronto, dio su opinión sobre los “negros”.

 

“Abortan a su hijos”, dijo Bundy. “Ponen a sus jóvenes en la cárcel, porque nunca aprendieron a recolectar algodón. Y frecuentemente me he preguntado ¿viven mejor como esclavos, trabajando el algodón y teniendo una vida familiar y haciendo cosas, o están mejor viviendo con el subsidio del gobierno?” De nuevo, un comentario racista y doblemente estúpido; primero, por pensarlo y, segundo, por decirlo en público.

 

Los latinos nos sabemos este juego de memoria. Son pocos los que alguna vez no han sido rechazados por su apellido, país de origen, acento o tez morena. A veces es obvio, otras no tanto. Pero siempre duele.

 

Hasta la Corte Suprema de Justicia tiene sus prejuicios raciales. Hace poco, con una votación de 6 a 2, terminó con los programas de acción afirmativa en las universidades de Michigan. En el pasado esos programas ayudaron a que miles de estudiantes de minorías pudieran entrar a la universidad. Ya no será así.

 

Esa decisión de la Corte sería correcta en una sociedad sin racismo. Ese no es el caso de los Estados Unidos. “La raza importa,” escribió la jueza Sonia Sotomayor, criticando la decisión de la mayoría en la Corte Suprema, “debido a la persistente desigualdad racial en nuestra sociedad.” Sotomayor sabe que el racismo sigue presente.

 

Si no es por racismo, entonces ¿cómo podemos explicar que las mujeres latinas ganan en Estados Unidos 54 centavos por cada dólar que gana un hombre blanco? ¿Cómo explicar que la policía en Arizona detenga a un conductor sólo porque les parece que es indocumentado? ¿Cómo explicar que las cárceles de Estados Unidos tienen altísimos porcentajes de latinos y afroamericanos, pero no ocurre lo mismo en el Congreso en Washington y en Wall Street en Nueva York? ¿Cómo entender que el dueño de un equipo de básquetbol que gana millones de dólares gracias a sus jugadores afroamericanos no los quiera sentados a su lado o juntos en una fotografía de Instagram?

 

A pesar de todo, soy optimista. Creo que las cosas están mejorando. Hace sólo unos años, los comentarios de Sterling hubieran sido una colorida anécdota sin consecuencia en los medios de comunicación. Ya no. Recibió una multa de 2 millones y medio de dólares, una prohibición de por vida en cualquier evento de la NBA, seguramente tendrá que vender a los Clippers y, lo peor, la humillación pública por ser un racista.

 

Qué triste tener 80 años y no haber aprendido nada. El gran secreto ha dejado de serlo.

 

Por Jorge Ramos

Mi desayuno con Gabo

Posted on: abril 22nd, 2014 by Super Confirmado No Comments

La verdad, nunca le llamé Gabo, o Gabito. Hubiera querido, pero nunca fui parte de ese privilegiado círculo de amigos y escritores que se reunían frecuentemente con Gabriel García Márquez, el novelista más importante de nuestro tiempo. Es más, ni siquiera lo conocía en persona.

 

Como millones de lectores, crecí con él, leyéndolo, analizándolo, tratando de llegar hasta el hueso de cada una de sus frases perfectas. Su carpintería era única; siempre parecía encontrar la palabra exacta para decir lo que quería. Y eso requería mucho trabajo, mucho talento y muchas páginas en la basura. (Se nos olvida ya que la computadora es post-Aureliano Buendía y su descubrimiento del hielo.)

 

En mi época universitaria, García Márquez ya era García Márquez, el genio de Cien años de soledad y el mejor exponente del realismo mágico – esa manera tan nuestra del ver el mundo. Macondo es América Latina. Y en este rincón del planeta donde todo es posible – dictadores que no mueren, niños con colas, mujeres que flotan, amores eternos y fantasmas más vivos que los vivos – García Márquez fue el primero en darle voz y legitimidad.

 

En 2004, cuando un colega periodista me invitó a un evento en Los Cabos, México, donde iban a homenajear a García Márquez, acepté con una condición: preséntamelo.

 

 

Ese día me levanté emocionado, me encontré con el organizador dispuesto a cumplir su promesa y, de pronto, ahí estaba el escritor; desayunando con su esposa, Mercedes, en la esquina del restaurante de un enorme hotel y saludando a tanta gente con la mano que parecía que espantaba moscas.

 

Me tragué la vergüenza de molestarlo y me acerqué mientras él le metía el tenedor, creo, a unos huevos estrellados. Me presenté y, para mi sorpresa, me dijo: “Ven, siéntate aquí, a ver si así dejan de molestar”. Y me apartó una silla junto a él.

 

Lo que unos días antes hubiera sido absoluta ficción, estaba ocurriendo; desayunaba con García Márquez. Para Mercedes, sospecho, yo era una peste más y me lo hizo saber con su mirada de aguijón. Pero aguanté los picotazos y me quedé a conversar. Había que matar dos horas y tenía a García Márquez a mi lado. No lo iba a desaprovechar.

 

Pero el primero en preguntar fue él. Quería saberlo todo sobre Univision, la cadena de televisión donde trabajo, y sobre los cubanos en Miami. Le conté, pero yo lo que quería era oírlo a él. Busqué la pausa y le dije: No entiendo su amistad y apoyo a Fidel Castro. Y ahí brincó Mercedes, como hablando por los dos. “Lo conocemos desde hace mucho tiempo, es nuestro amigo y ya es muy tarde para cambiar,” me dijo ella.

 

El asintió. Para él la amistad y la lealtad iban antes que la política. “Los que hablan de política son Mercedes y Fidel”, apuntó él. Pero no es ningún secreto que García Márquez intercedió con Castro para liberar a algunos presos políticos cubanos y, quizás, algo más.

 

El escritor mexicano Carlos Fuentes me contó sobre una cena en septiembre de 1994 con García Márquez y el presidente Bill Clinton en Martha’s Vineyard. ¿Le pidió Clinton a García Márquez que hablara con Castro para buscar un acercamiento entre los dos líderes?

 

El propio Clinton, el año pasado, me dijo que nunca le pidió en esa cena a García Márquez que actuara como mediador con Castro. Pero cualquier posibilidad posterior de un acercamiento entre Estados Unidos y Cuba a través del escritor colombiano quedó destruida tras el derribo por parte de la fuerza aérea cubana de dos avionetas del grupo Hermanos Al Rescate en 1996.

 

En México, nuestro desayuno, sin embargo, trató más de literatura y periodismo que de política. García Márquez, en ese momento, estaba concentrado en la creación de una nueva generación de reporteros a través de la Fundación Nuevo Periodismo. Pero, reconozco, había momentos en que García Márquez perdía el interés y se iba de la conversación, quien sabe a dónde. Le pude decir, casi como confesión, que para mí su mejor novela era El Otoño del Patriarca y, como respuesta, su bigote espumoso subió como ola. Y no, él nunca había dicho que Cien años de soledad no podría haberse escrito en ese momento en que los lectores buscaban novelas más cortas.

 

El desayuno concluyó cuando nos llamaron al evento. Me tomó del brazo, caminamos juntos y luego lo perdí en un mar de alabanzas y seguidores. Nunca nos dijimos adiós. Así fue mejor.

 

Para mí, por mucho tiempo, ese fue el realismo mágico: sentarme a desayunar con Gabriel García Márquez. Imposible. Impensable.

Y, sin embargo, ahí estuvimos.

 

Por Jorge Ramos

Los rusos están por todos lados

Posted on: abril 10th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Dos delante y una familia de cuatro detrás de mí, en la fila para mostrar el pasaporte en el aeropuerto de Venecia. El único funcionario italiano que nos atiende habla ruso.

 

Seis damas rusas, con bolsas y bolsas de compras, se apoderan de una mesa en un restaurante de moda cerca de Via Spiga en Milán. Hablan fuerte y, contrario a los comensales que las rodean, deciden no apagar sus teléfonos celulares. Afuera, en un hermoso patio interior, un padre ruso llega con sus tres hijos perfectamente uniformados con chaquetas fosforescentes, verde y naranja. Pide una mesa en ruso y el mesero italiano inmediatamente se la da.

 

El cuarto de mi hotel ofrece seis canales en ruso y solo tres en español. En el de Londres, unos días antes, fue la misma historia. Un diario local describía cómo los inversionistas rusos, temerosos de guardar su capital en Moscú, han invadido el mercado de valores londinense y disparado los precios de las propiedades en la que ya es, sin duda, la ciudad más cara del mundo.

 

No es algo nuevo para mí. Vivo en Miami donde los rusos veranean todo el año sus blancas pieles y donde su presencia en clubes, malls y restaurantes de lujo ha dejado de llamar la atención. Miami Beach puede ser una Pequeña Moscú.

 

Y los rusos están por todos lados porque pueden. Antes de la desintegración de la Unión Soviética –el 25 de diciembre de 1991 a las 7;32 pm- muy pocos podían salir. Luego, las 15 naciones independientes que surgieron (incluyendo Rusia) se tardaron años en hacer una dolorosísima transición a una economía de mercado. Hace menos de una década que los rusos -que se beneficiaron con las privatizaciones de las empresas estatales- empezaron a salir en masa a comprar y conquistar el mundo.

 

No fue fácil dejar de ser una gran potencia. Todavía en el 2006 una encuesta del All-Russian Center for the Study of Public Opinion (VTSIOM) concluyó que el 66 por ciento de los rusos resentía la desaparición de la Unión Soviética. Por supuesto; eran una poderosa potencia militar, con miles de bombas nucleares, y el mundo los trataba con respeto y miedo. Pasar del socialismo con un solo partido político a un sistema relativamente democrático y capitalista fue una verdadera terapia de shock.

 

Pero el shock ya pasó y ahora es, de nuevo, la época de la expansión. Los rusos quieren más. Y aquí es donde entra el presidente Vladimir Putin, quien ha maniobrado hábilmente para quedarse en el poder, y quien no deja pasar ninguna oportunidad de quitarse la camisa en público.

 

Las olimpíadas de Sochi se realizaron con éxito y ya se preparan para el Mundial de futbol del 2018. Todo en grande. Además, Putin no quiere lecciones de democracia de Estados Unidos, un país que invadió Irak sin razón, que tiene decenas de prisioneros sin cargos en Guantánamo y que ha espiado las llamadas o correos de millones en el mundo.

 

Rusia tiene 143 millones de habitantes y solo la mitad de los soldados que Estados Unidos. Pero Putin ha re-interpretado esa nostalgia de grandeza de sus conciudadanos y ha decidido enfrentar a Estados Unidos y a los países europeos de la OTAN. Primero bloqueando una acción colectiva de Naciones Unidas contra la dictadura en Siria y, ahora, invadiendo Crimea y promoviendo su ilegal anexión a Rusia.

 

Rusia no es la Unión Soviética pero sus 12 mil cabezas nucleares hacen impensable cualquier opción militar. Es decir, aunque Putin invada Crimea y amenace Ucrania, Estados Unidos y la OTAN nunca atacarían. Por eso lo único que le queda al presidente Barack Obama y a sus aliados son sanciones, aislar a Rusia y esperar eso le baje el poder de la cabeza a Putin.

 

La bravuconería de Putin al amenazar a sus vecinos radica, según lo dijo Obama, “más que en la fuerza, en la debilidad.” Y, añadiría, en la poca comprensión de cómo funciona hoy el mundo. Mientras Putin flexiona absurdamente su poderío militar, son los rusos con su nuevo poder adquisitivo los que realmente están conquistando los lugares más hermosos e importantes del mundo, rublo por rublo.

 

Por Jorge Ramos

La rebelión del pajarito

Posted on: abril 3rd, 2014 by Super Confirmado No Comments

Nicolás Maduro, el líder autoritario de Venezuela, está rodeado de pajaritos. Un “pajarito chiquitico” le silbó una vez y él creyó que era el espíritu del fallecido Hugo Chávez (aquí está el video en que habla de esa milagrosa aparición).

 

Pero además, Maduro está rodeado de otros pajaritos, azules – los de Twitter – que le están haciendo la vida imposible.

 

Aunque tenga su cuenta abierta (@NicolasMaduro), odia a Twitter. Lo ha llamado “esas máquinas imbéciles”, según nos recordó hace poco el historiador Enrique Krauze. Maduro censura brutalmente los medios tradicionales de comunicación – TV, radio, diarios – pero con las redes sociales y la Internet no puede. Y si intentara bloquear a Twitter o a cualquiera otra red, otras opciones tecnológicas brotarían de inmediato (hemos visto que esto ocurrió recientemente en Turquía, después de que el gobierno del Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan tratara de bloquear allí el Twitter).

 

Maduro dice que no mata ni reprime, pero basta un clic para que aparezcan cientos de videos en YouTube.com que lo contradicen.

 

Es la rebelión del pajarito. O, como lo describió el New York Times, “la globalización del desafío”. Censurar la prensa y tratar de que el mundo no se entere de los abusos del poder en Venezuela es inmaduro y estúpido.

 

“Hay que asumir la idea de que hay 3 mil millones de personas en el planeta con cámaras de televisión en sus manos”, me dijo en una reciente entrevista el profesor Jeff Jarvis, el gurú del periodismo del futuro. “Éste es un momento muy interesante para reinventar la televisión.”

 

Es cierto. Como periodista no puedo competir contra miles de testigos de las rebeliones en Caracas y Kiev. Así que, lejos de rechazar todo el material que suben a internet y a las redes sociales, hay que aceptarlo, identificarlo, verificarlo, ponerlo en perspectiva y destacar lo que es relevante. Esa es parte de nuestra nueva labor periodística. Pero eso no lo entiende Maduro, quien se formó con las ortodoxias y abusos del propio Chávez.

 

Lo que pasa es que Maduro todavía gobierna y reprime a la antigüita. Denuncia como “fascistas” a quienes se oponen a su régimen totalitario, pero no se da cuenta de lo mucho que se parece al dictador Augusto Pinochet cuando ordena a sus milicos y a la Guardia Nacional detener a los estudiantes. Digámoslo con absoluta claridad: los soldados y la Guardia Nacional no podrían haber disparado contra los manifestantes sin la autorización tácita del comandante en jefe, Nicolás Maduro.

 

Justificando sus brutales acciones, Maduro dijo en una entrevista con Christiane Amanpour, de CNN, que en Estados Unidos, como en Venezuela, no se permitiría un movimiento que buscara derrocar al presidente. Pero en Estados Unidos no podría estar en el poder un presidente que manda matar estudiantes. En Venezuela sí.

 

Ningún demócrata – ninguno – puede apoyar o promover un golpe de Estado. Y una salida democrática al régimen de Maduro no está a la vista. El Artículo 350 de la Constitución bolivariana claramente establece que “el pueblo desconocerá cualquier autoridad que menoscabe los derechos humanos.” Pero la Asamblea, controlada por chavistas, no va a sacar a Maduro del poder. Hoy Maduro perdería un referéndum revocatorio, pero la ley no lo prevé hasta el 2016.

 

Las protestas en las calles no pueden seguir aguantando tantos muertos. Por eso un editorial del diario español El País dijo que “las protestas podrán irse extinguiendo por la represión y el cansancio. Pero es solo cuestión de tiempo que vuelvan a brotar, y con más fuerza.”

 

Es posible que Maduro caiga por su propio peso: por sus muertos y por su obvia incapacidad para manejar el país – y que sean los propios chavistas quienes le pongan la zancadilla. Pero, tarde o temprano se irá: no puede ser presidente alguien que mata a sus propios jóvenes. Punto.

 

Esto nos lo dijo un pajarito.

 

Por Jorge Ramos

César Chávez en la Casa Blanca

Posted on: marzo 27th, 2014 by Super Confirmado No Comments

César Chávez, el líder histórico de la comunidad latina, nunca fue invitado a la Casa Blanca. Al menos ocho presidentes pudieron invitarlo, pero no lo hicieron. Quizás porque Chávez hacía sentir muy incómodos a los poderosos. O tal vez porque le tenían miedo a alguien que había bautizado a sus perros “Boycott” y “Huelga”.

 

Una de las mejores cosas de Estados Unidos es esa voluntad de disculparse públicamente y de corregir errores. Por ejemplo, estoy seguro de que, tarde o temprano, este país rectificará el gravísimo error de haber deportado a dos millones de personas en seis años y de haber esperado casi tres décadas para legalizar a la mayoría de los 11 millones de indocumentados. Eso vendrá. Pero lo que ya ocurrió fue la invitación de César Chávez a la Casa Blanca.

 

Hace unos días el presidente Barack Obama invitó a los actores de la nueva película César Chávez – Michael Peña, América Ferrera y Rosario Dawson – y a su director, Diego Luna, a la Casa Blanca. Junto a ellos estaban Dolores Huerta, la principal aliada de Chávez en el sindicato de campesinos United Farm Workers, Paul Chávez, el sexto de los ocho hijos del líder, y una docena de familiares. Yo estaba de testigo y aquello fue una fiesta. César Chávez, por fin (y aunque de manera simbólica, en un filme), había llegado a la Casa Blanca.

 

Ésta es, curiosamente, la primera película que se hace de este héroe hispano. Alguna vez, en los años 70, Robert Redford se acercó a Chávez para hablar de un posible proyecto pero no se concretó nada. Qué bueno; ésa podría haber sido una caricatura de Hollywood.

 

El Chávez de carne y hueso – pragmático, inspirador pero lleno de defectos, estudioso del poder, casi un Gandhi, terco, celoso y visionario – que nos presenta Luna es el verdadero. Así se lo dijo Huerta a Dawson; y la esposa de César, Helen Chávez, se lo dijo a Ferrera, y Paul Chávez a mí. A Paul casi se le salen las lágrimas mientras me lo repetía. Debe ser muy duro ver en una pantalla a tu papá y no poder tocarlo y abrazarlo.

 

La magia de Chávez radica en haber defendido y organizado a los más discriminados y vulnerables de Estados Unidos: los campesinos. El les llamaba “los menos”. Y al hacerlo abrió el camino para la creciente comunidad latina que tendrá 150 millones de habitantes en el 2050. “Hemos visto el futuro”, dijo César Chávez en un discurso en 1984, “y el futuro es nuestro”.

 

No recomiendo muchas cosas pero hay que ver la película sobre César Chávez y leer la extraordinaria y detallada biografía que acaba de publicar Miriam Pawel, The Crusades of Cesar Chavez. Son dos maravillosas miradas hacia atrás pero, también, una hoja de ruta.

 

Creo que nuestra presente fascinación con César Chávez radica en que los latinos somos cada vez más y tenemos urgentes problemas por resolver, pero no existen suficientes líderes que hablen por nosotros. Hay, por ejemplo, solo tres senadores hispanos.

 

Pero aun sin César Chávez se puede luchar como él. El “sí se puede” de él y Huerta – y que luego usó Barack Obama para su campaña electoral – es, en tres palabras, una filosofía para el éxito. Es el sueño americano condensado en su mínima expresión.

 

¿Qué haría hoy César Chávez?, se preguntan muchos, si no hubiera muerto prematuramente a los 66 años. Bueno, mágicamente se ha multiplicado en miles. Ese Chávez y su movimiento son la inspiración para los Dreamers de hoy en día, para los hispanos que rompen las barreras y tienen éxito en política, abriendo negocios y destacándose en el arte, y también para quien pronto será el primer presidente o presidenta de origen latino.

 

Algo curioso ha pasado con César Chávez. Nos ha hecho tanta falta por tanto tiempo que, de alguna manera, ahora ya es parte de todos nosotros.

 

Por Jorge Ramos

El Chapo, los chapitos y los marihuaneros

Posted on: marzo 13th, 2014 by Super Confirmado No Comments

La buena noticia es que el “Chapo” Guzmán todavía no se ha escapado. La última vez, en el 2001, sus carceleros se quedaron enojados porque se salió sin avisarles. No volverán a cometer el mismo error. Pero la mala noticia es que ya hay competencia para reemplazar a el Chapo y que aquí en Estados Unidos hay más marihuaneros que nunca. No es para lloverle a la fiesta del presidente de México, Enrique Peña Nieto: capturar a uno de los hombres más buscados del mundo es un triunfo, y se logró sin disparar una sola vez cuando las autoridades irrumpieron en el condominio donde Guzmán se escondía, en Mazatlán. Pero la captura ocasional de un importante jefe del narcotráfico no reducirá la violencia en México ni pondrá fin a la guerra contra las drogas.

 

La estrategia de perseguir a los jefes de los carteles de las drogas no genera paz ni seguridad. Se arresta a un Chapo y, al rato, aparecen más chapitos. Ésa es la regla de este mortal juego. En enero de este 2014 fueron asesinadas 1,366 personas en México (según cifras oficiales) y hubo 132 secuestros. Estas cifras son casi las mismas que las de enero del año pasado y, para nuestra desgracia, serán casi iguales en este marzo, abril y mayo.

 

Es decir, el arresto de el “Chapo” no afectará en nada al negocio de traficar con drogas. ¿Por qué? Muy sencillo, porque aquí, en Estados Unidos, están comprando y consumiendo drogas con singular alegría. En los estados de Colorado y Washington, cualquier mayor de 21 años puede comprar legalmente marihuana para ponerse “high”. Y mientras tanto, miles de mexicanos, centro y sudamericanos están muriendo absurdamente para que esa marihuana y otras drogas no lleguen a Estados Unidos. Es una guerra perdida.

 

En el 2012 había 18.9 millones de estadounidenses que usaban marihuana, según el “National Survey on Drug Use and Health”. Esto es un considerable aumento de los 14.5 millones que fumaban marihuana en el 2007. Y lo peor es que, con las nuevas leyes en Colorado y Washington – más otros 18 estados que permiten el uso medicinal de la marihuana – el consumo para el 2014 se va a disparar.

 

Bueno, ya hay tanta gente que fuma marihuana en Estados Unidos que a nadie le extrañó que el propio presidente Barack Obama reconociera públicamente, frente a un grupo de jóvenes, que cuando él era adolescente también usó drogas. “I got high”, dijo. Hay tanta gente aquí que usa marihuana que, pronto, el término “marihuanero” dejará de ser peyorativo. Será una palabra más cercana al catador de vinos que al delincuente. Es algo cada vez más común y aceptado socialmente.

 

Pero es precisamente esta demanda de marihuana y otras drogas en Estados Unidos lo que está matando a tanta gente en América Latina. No tiene ningún sentido morirse al sur de la frontera para impedir que pasen las drogas cuando al norte, lejos de detener su consumo, las toleran, las legalizan y hasta cobran impuestos. Si a los que fuman marihuana en Estados Unidos le sumamos los que se meten cocaína, heroína y otras sustancias ilícitas, llegamos a la cifra de 23.9 millones de norteamericanos que se drogan habitualmente (de acuerdo con los últimos datos del 2012).

 

Debido a esos consumidores de drogas en Estados Unidos surgió el “Chapo”. Por eso hay una guerra de carteles en México. Por eso más de 18 mil mexicanos fueron asesinados el año pasado y más de 60 mil perdieron la vida en el sexenio anterior. Si la marihuana fuera legal en todo el continente es posible que El Chapo, en lugar de estar en la cárcel, hubiera sido el multimillonario CEO de una corporación transnacional. Y miles, también, no hubieran muerto en esta guerra absurda. Pero esto, lo reconozco, es ficción. La realidad es que el “Chapo” es un criminal, nos seguiremos muriendo en América Latina tratando inútilmente de parar a los narcos y los estadounidenses continuarán drogándose. Pero no me dejen echarles a perder su día.

 

Por Jorge Ramos

Querer de lejos

Posted on: marzo 6th, 2014 by Super Confirmado 51 Comments

Los que nos fuimos no podemos dejar de pensar en los que se quedaron. Es extraño, pero el habernos ido nos acercó aún más a nuestro país de origen. En esto pienso cuando veo a tantos venezolanos en esta ciudad de exilios. Se fueron de Venezuela, pero Venezuela no se fue de ellos.

 

“¿Qué sabes de Venezuela?” me preguntan, cuando ellos saben mucho más que cualquiera. Tienen los ojos rojos y ojerosos, la mirada en otro país. Se pasaron la noche en Twitter, en Facebook, en Instagram, viendo los videos de la Guardia Nacional Bolivariana disparando a jóvenes indefensos, en edificios, abusando, pegando con cascos en la cabeza de sus detenidos, juntándose hasta seis uniformados para arrestar a una sola mujer venezolana.

 

Rompe el corazón escuchar la indignación de la valiente madre del estudiante a quien violó un guardia con el cañón de su rifle; o el relato de Cesar Cegarra, quien llevaba en una moto a la reina de belleza, Génesis Carmona, antes de que ella muriera por un disparo en la cabeza; o a la mujer cuya hija fue asesinada por un escopetazo en plena cara; o a la que abraza en la morgue el cadáver aún tibio de su hijo; o las lágrimas impotentes del actor Wilmer Valderrama en Los Angeles, tan lejos pero tan cerca.

 

Miami, esta ciudad donde todos venimos de otro lugar, tiene una gigantesca capacidad para absorber el dolor. Durante 55 años ha aguantado el dolor de los cubanos que aún no entienden por qué América Latina quiere ser amiga de sus dictadores. Miami recibió después a los centroamericanos que huían de sus guerras y su pobreza. Luego a los colombianos que dejaban la violencia de sus Escobares. En intervalos han llegado mexicanos y sudamericanos que querían al menos una noche sin pensar en el robo, en el secuestro, en el desempleo, en el último ex presidente millonario, en la arrogancia de los poquitos que tienen tanto y no saben compartir. Los últimos en llegar – ¡Bienvenidos! – han sido los venezolanos.

 

Y los que llegamos antes los abrazamos con solidaridad; ya pasamos por lo mismo y sabemos que no es fácil. Los venezolanos duermen con el televisor prendido, escuchando los inteligentes argumentos de Jaime Bayly contra cualquier dictadura, analizando hasta el último detalle de los que dijo o no dijo CNN en Español y esperando, casi como un rezo, las noticias de las 11 de la noche. Nunca apagan el celular; esperan con ansia la llamada que diga “todo se acabó” o, con aprehensión, la de un familiar que fue robado, golpeado, vejado. Los de aquí siempre están pensando en los de allá. Pero despertamos y el monstruo sigue ahí.

 

A veces -me lo dicen- los venezolanos se sienten culpables al ir al supermercado o a la farmacia y darse cuenta que todo lo que sobra aquí hace falta allá. Han hecho de “Doralzuela” y “Westonzuela” sus nuevos barrios en Florida, donde nadie tiene que hacer una “guarimba” para bloquear las calles y evitar el paso de los “colectivos”, esas milicias represoras de Maduro. Maduro no es, siquiera, una mala copia de Chávez. Pero el recuerdo de cómo Chávez aplastó en 2002 una manifestación masiva contra su gobierno en Caracas, causando la muerte de 18 personas, todavía está fresco en la mente de muchos venezolanos. El recuerdo de la policía abriendo fuego contra un grupo de estudiantes que protestaban contra el gobierno de Maduro quedará también grabado en su memoria. Y la situación está empeorando: Diecisiete personas han muerto en la violencia de los días siguientes.

 

Un presidente que mata a sus estudiantes no debe ser presidente. Pero hay un cómplice: el silencio internacional. Los dirigentes de otras naciones no parecen estar muy preocupados por lo que está ocurriendo en Venezuela. A veces pareciera que el mundo borró del mapa de Venezuela. Por eso los venezolanos se sienten tan solos. Imposible saber qué va a pasar. Pero a muchos ya nos pasó. Veníamos por un año y nos quedamos. Yo llevo 30. Y mientras tanto, seguimos en Miami. No se los queremos decir, pero ya lo hemos visto antes. Esto siempre les pasa a los que están condenados a querer de lejos.

 

“¿Qué sabes de Venezuela?” vuelvo a escuchar.

 

Por Jorge Ramos